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Caricatura de Donald Trump.
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La provocación que planteo viene a raíz de una conversación con una de las dirigentes de IU más activas, Marga Ferré, debate que giraba en torno a una pregunta: si fuésemos presidentes de EE.UU., ¿haríamos algo diferente a lo que hace Trump? Intentaré responder a la misma con cuatro tesis y cuatro escenarios.
Primera tesis. La globalización ha muerto
Como nos recordaba César Rendueles en CTXT “Deberíamos recordar que todo esto empezó con una crisis de acumulación capitalista”. Pues bien, a diferencia de los años setenta, existe una imposibilidad de salir del ciclo de crisis actual, en términos de encontrar soluciones espaciales basadas en una nueva oleada de deslocalizaciones hacia la periferia, tal y como se hizo a finales del siglo pasado. En este sentido, la globalización, entendida como la internacionalización total de todo el proceso económico, ha muerto.
Segunda tesis. La irrupción de la semiperiferia
El desplazamiento de la producción a los países del este de Asia, que caracterizó el final del siglo XX, generó la globalización de todo el proceso de producción y supuso el aplazamiento temporal de la crisis, pero creó las condiciones de la actual. En dicho proceso masivo de deslocalizaciones parte de la periferia se industrializó, mientras los países del centro pasaron a una realidad marcada por el paro estructural. De esta forma, se puede afirmar que uno de los principales resultados del proceso de globalización es la irrupción de la semiperiferia en el sistema mundo.
Tercera tesis. Nos encontramos ante una nueva fase de la crisis del orden mundial
Nos encontramos ante el inicio del enfrentamiento político directo y en territorios principales, entre los bloques de poder de los países del Norte global y los bloques de poder emergentes, protagonizados por la irrupción de la semiperiferia. Como conclusión se puede afirmar que vamos hacia una transición geopolítica marcada por una multipolaridad relativa que va a agudizar las tensiones entre los bloques de poder global.
Tesis cuarta. Hacia un conflicto global fragmentado
Ese escenario de conflicto geopolítico entre los países del centro y la irrupción de la semiperiferia se da ya de manera directa en ámbitos geográficos espaciales principales, como atestiguan las guerras en Ucrania y Siria, o la creciente tensión en el Mar de China. Las disputas por la influencia social y territorial son directas, entre una semiperiferia (en especial China) que acrecienta su influencia global y los países del centro (liderados por EE.UU.) que pretenden retomar la situación recomponiendo el eje euroatlántico. El sueño posmoderno de la gobernanza mundial llega a su fin y se abre la competencia directa por el poder en el sistema mundo.
Planteadas las hipótesis centrales, veamos cómo operan en los cuatro escenarios geopolíticos centrales.
Primer escenario. Siria y la derrota de Occidente
La guerra de Siria ha desembocado en una inesperada derrota de los países del centro occidental. Solo así se puede entender la decisión unilateral de Trump de trasladar la Embajada de EE.UU. en Israel a Jerusalén, hecho que lanza dos mensajes de claro calado neocolonial: EE.UU. va a seguir actuando unilateralmente en Oriente Medio y, frente a cualquier duda, va a fortalecer a Israel en su línea más dura.
Segundo escenario. El Brexit y la implosión de la UE
El Brexit es la mayor expresión hasta la fecha del proceso de fragmentación de la UE, la cual se manifiesta en dos líneas.
La recomposición del espacio euroatlántico en torno a Gran Bretaña, los EE.UU. de Trump y el Canadá del CETA. En dicho escenario se encontrarían los países escandinavos, los Bálticos y los del Este europeo. Esto presenta dos importantes novedades: el abandono de la tradicional neutralidad de los países nórdicos por una política claramente de enfrentamiento a Rusia; y por otro, la constatación por parte de Gran Bretaña de la ruptura del “equilibrio de poder” en Europa continental en favor de una Europa ya plenamente alemana.
La Europa alemana y el apéndice francés. Los países del euro pasan a ser un apéndice de un único protagonista, Alemania. Del eje París-Berlín nos adentramos en un eje Berlín-Berlín dentro de una UE que se desplaza hacia el Este, donde Francia progresivamente asume una posición cada vez más subordinada hacia Alemania. Al respecto de las relaciones de Francia y Alemania dos datos: la asunción por parte de Macron del modelo económico y social impuesto por Merkel con la decisión de continuar con la Ley del Trabajo y, por otro, la debilidad económica francesa que evidencia, entre otros hechos, el anuncio de la compra por parte de la transnacional alemana Siemens AG de la francesa Alstom.
En este contexto de una Europa alemana, el Gobierno de Merkel es la mayor expresión del fin de la UE. En opinión del periodista de La Vanguardia Rafael Poch, Merkel ha enterrado los códigos geopolíticos alemanes que predominaban desde Willy Brandt: la Ostpolitik o la política de distensión hacia Rusia, la construcción del Estado de bienestar y la apuesta por la UE, sustituyéndolos por el enfrentamiento contra Rusia, la imposición de un modelo económico que obliga a los países de la UE a competir con las economías emergentes vía salarios (base de la crisis social que vive Europa) y la reafirmación nacional alemana.
Las dos realidades que hicieron posible la construcción de la UE, EE.UU. y Alemania, ya no tienen interés en continuar con dicha apuesta.
Tercer escenario. Trump o cómo detener el declive
Trump no es una vuelta al proteccionismo o el fin de la globalización, pero tampoco es un accidente histórico. Trump es la constatación del declive de EE.UU., una reacción frente a dicho proceso. Donald Trump pretende reaccionar frente al declive recomponiendo la geopolítica contemporánea desde una posición de fuerza, haciendo uso del peso militar y geopolítico de EE.UU. y proyectarlo a nivel económico y renegociar bajo condiciones de fuerza con los países con los que tiene déficits comerciales estructurales (China principalmente).
Para ello sustituye toda la política de liberalización multilateralista como la OMC, por una política de tratados comerciales basados en tres principios: primero, EE.UU. es el único país que forma parte de todos, mientras que el resto no mantendrán relaciones entre ellos; segundo, los países firmantes forman parte de la óptica económica y política de Occidente, como México, Chile, Perú y Colombia, en América Latina, y Australia, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda, en el Área Pacífico, o Israel en Oriente Medio; y tercero, los llamados BRICS son excluidos, pese a su importancia económica y demográfica.
Con esto Trump pretende una reorganización geográfica del espacio económico, con una periferia aún más dependiente y una Europa más subordinada a EE.UU., el cual pasaría a liderar, ya de forma expresa, un poderoso bloque Occidental marcado por el principio rector de contener a China.
Cuarto escenario. La respuesta China: Xi Jinping lo es todo
Con esta frase el gran experto en política china Xulio Ríos resume el último Congreso del PCCH. Con la iniciativa “Un cinturón una ruta” China lidera la mayor iniciativa de infraestructuras mundial, nueva “Ruta de la seda” que supone el renacer geopolítico de China, proyecto con el que pretende convertirse sin contestación en la gran potencia global.
Con la propuesta de “Una franja y una ruta” China desarrolla una diplomacia explícita en la idea de proyectar su papel dirigente, país que se presenta con un liderazgo “estable y certero” frente a la “inestabilidad” norteamericana. Pero la decisión de asumir un liderazgo geopolítico de primera línea va unida al inequívoco liderazgo político de Xi Jinping, con el que se da por finalizada la tradición política que ha regido dicho país desde la muerte de Deng Xiaoping. Según el profesor Ríos, al menos, serían tres los cambios:
En primer lugar, el liderazgo omnipresente de Xi sustituye el sistema de liderazgo colectivo predominantes hasta ahora, por lo que el complejo sistema de controles y equilibrios es reemplazado por el retorno al principio de personalidad única. En segundo lugar, el PCCH y la propia Constitución china asume el pensamiento Xi Jinping como rector de la política nacional, uniendo al maoísmo el xiísmo. En tercer lugar, el éxito chino no será posible por medio de la aplicación de las políticas liberales sino de una respuesta nacional coordinada desde el partido, cerrando así la política anterior de progresiva autonomía del Estado respecto del partido comunista. La hegemonía del Partido Comunista chino no está cuestionada.
De esta forma la institucionalización del xiísmo como guía ideológica va en la línea de dotar a China de un líder de “hierro” para guiar al país a su ya explícito objetivo: en 2050, la China atrasada se transformará en la perspectiva de ocupar la posición hegemónica a nivel global
En su incapacidad manifiesta, Trump no debe ser tomado como un loco o una simple excentricidad pasajera, sino la última versión menguante del viejo lema occidental de “everyone but China“ (todos menos China), grito que puede nuclear a sectores importantes de una sociedad temerosa, que parece preferir renunciar a derechos a cambio de recuperar seguridad.
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Eddy Sánchez Iglesias es profesor de Geografía Política de la UCM y Director de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM)
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Eddy Sánchez Iglesias
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