La vida no es esto
La noche más larga
Que puedas brindar ante el espejo con la mirada firme de quien hizo todo lo que pudo con lo que tenía
Miguel Ángel Ortega Lucas 31/12/2017
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito, la web exclusiva de la comunidad CTXT. Puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.
Al atardecer –escribió, más o menos, San Juan de la Cruz– todos seremos examinados de amor. El buen lector, la amable lectora, volverán a vivir esta noche, junto a unos cuantos millones más, esa hora en punto de cada año –escalofrío común en la espina dorsal– en que se examinen a sí mismos sobre su saldo de amor y terror y crueldad del año que se acaba. Una ceremonia hermosa, a pesar de la fanfarria y la tontuna. Si bien es sólo la manera extravagante que tenemos los seres humanos (de Occidente en este caso) de trocear esto que llamamos Tiempo, el girar infinito y en espiral de nuestro transcurrir aquí, la víspera de las 12 de la noche del último día de diciembre se convierte en un umbral simbólico entre un tiempo que muere y otro tiempo nuevo que nace al instante, al borde del segundo siguiente del calendario. A pesar de que ya sabemos, desde Macondo, que todo es “una terrible repetición” (las cosechas, las constelaciones, los delitos y las faltas), algo mágico quiere suceder. Somos animales rituales: necesitamos escenificar y compartir con los otros las metáforas que dan sentido a este teatro. En algunos lugares del planeta, en la Edad Media, se encendían hogueras que ardían hasta el alba, como metáfora del año ya consumido; también para alejar (¿despedir?) a los malos espíritus, e invocar la salida del sol en la aurora del año por vivir. En el alma de cada cual sucede lo mismo: todos encendemos una pira íntima en que arden las pérdidas que dolieron y crepitan las alegrías que iluminaron la fiesta. Es un momento de penumbra (como casi todo): doce campanadas en que teatralizamos el cierre de la habitación ya a oscuras del tiempo ido, con los dolores que quisiéramos olvidar, y vamos abriendo la puerta nueva hacia las luces de todo lo bueno que anhelamos. Pero el claroscuro, la penumbra, vendrán siempre con nosotros, cruzarán con nosotros el umbral: ya sabemos que el año que empieza puede traer la fortuna y la tragedia, en diversos grados; casi siempre, las dos cosas en estricto turno.
Eso se escapa de momento a nuestro control. Sí está en nuestra mano rendir el examen de esta noche lo más dignamente posible. Qué te vas a responder cuando en el repaso alucinado de lo vivido estos doce meses, como un túnel frenético de imágenes superpuestas, vuelvas a sonreír de gratitud o a sentir una punzada en el estómago por el daño que tú hiciste o que te hicieron (preguntando a nadie en qué fallaste, dónde las baldosas del error); envanecido por el supuesto triunfo aquel, o vencida de nuevo por la añoranza, o humillado otra vez por el remordimiento como un adolescente avergonzado, como un monstruo perplejo en una celda (voy a pedir perdón a la primera que encuentre, dice cierta canción sin terminar).
Qué vas a decir, ante el tribunal solo de ti mismo, de ti misma, mientras suenen las campanas últimas: hasta dónde te atreviste a ser paciente con el miedo, a ser valiente con lo que soñabas, a ser grande para dar y perdonar, a ser honesto para admitir que tú también destrozaste a alguien sin querer, mientras te destrozabas a ti mismo; para entender que todos hacen sencillamente lo que pueden: como tú. Hasta qué punto pudiste ser leal con el dolor que te transformó para siempre, y que te ha hecho ya ser otro distinto sin remedio, pero siempre para bien, según la ley, pues te sirvió para crecer aún más hacia adentro de ti mismo, a mil aullidos más de profundidad –ahí la verdadera muerte y resurrección–.
La culpa es una trampa inútil, que cree lamer la herida cuando sólo hurga más en ella; y la esperanza una cárcel (si siempre esperas, siempre esperas). Y quizás, quizás sí tengas mucho más control de lo que crees sobre tu posible fortuna por venir. Se trata, quizás, de derramarte entero, de darte entera a las posibilidades de tu vida. Se trata, quizás, de no ser cobarde, de no hacerte la víctima; de estar dispuesto a derramar hasta la última gota, a demostrar que eres digno del honor que tanto dices anhelar. Se trata de hacer todo lo que esté en tu mano, para que al menos el año que viene, cuando vuelvan a atronar las campanadas, puedas mirarte a ti mismo a los ojos, brindar ante el espejo con la mirada firme de quien hizo todo lo que pudo con lo que tenía. De quien trató de ser bueno, consigo mismo, en todo.
Quizás, amiga, el secreto esté en vivir sin esperar nada, pero preparados para que suceda Todo.
Salud.
CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito, la web exclusiva de la comunidad CTXT.
Autor >
Miguel Ángel Ortega Lucas
Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí