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El señor Rajoy lleva diez años con el mismo disco rayado,  diciendo que estamos saliendo de la crisis  económica. No sé cómo no le da vergüenza. Contra toda evidencia, el paro sigue, las pensiones se deterioran, los pequeños negocios siguen cerrando, los salarios se reducen, los contratos laborales son cada vez más precarios, los despidos cada vez más libres, etc., se empeña en dar una impresión optimista. Los malos tiempos ya han pasado. Pero, en realidad, la realidad de la calle, la realidad de millones de españoles, la realidad de los fines de mes, la realidad de los desahucios y de las letras sin pagar, la realidad del recorte de gastos y de la reducción de las vacaciones, la realidad del empobrecimiento progresivo de millones de hogares, es otra. Los únicos que han salido de la crisis son los que nunca entraron. El gran capital, los grandes empresarios, la gran banca, que continúan aumentando sus beneficios, años tras año, sin una excepción. La brecha social sigue creciendo, los contratos basura aumentan, la pobreza energética crece, los ahorros familiares van disminuyendo. Pero, eso sí, vivimos la euforia de los paraísos fiscales, el auge de los defraudadores de Hacienda, con la Ley en la mano y el apoyo de la ingeniería fiscal. Y, sobre todo, vivimos en el estado de la estabilidad, óptimo para que nada cambie, para que todo siga igual, para que aquí no se mueva ni Dios, porque moverse es de mal gusto. La estabilidad es buena para el bienestar general y para seguir pasando hambre y necesidades. Y la otra pata de la mesa es el respeto a la Ley. Porque la Ley es sagrada y el fundamento de la convivencia civilizada. Sin Ley vendría el caos. El general Franco, la referencia obligada, también tenía Leyes, leyes injustas, pero leyes, que ahogaron al país durante cuarenta años, y que también había que obedecer, si no se quería ir a la cárcel. También él hablaba de treinta años de paz, como una justificación del acierto de su gobierno dictatorial. El estilo que el señor Rajoy prolonga hasta nuestros días, en vista del éxito. Es la lógica del engaño.