Crónica Parlamentaria
Pedrojota, “el nuevo Señor X” y todas las familias felices
El ex director de ‘El Mundo’ comparece en el Congreso y coloca su matraca habitual. Acusa a Rajoy de ser el responsable de la “maquinaria de delinquir” del PP, y de su cese al frente del periódico que fundó
Miguel Ángel Ortega Lucas Madrid , 24/01/2018
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Alguna vez hemos dicho (lo mismo hasta fue aquí) que un periodista debiera comportarse con un político como un policía con el testigo de un crimen: cortés, pero mirándole siempre de reojo. El periodista Pedro José Ramírez Codina (1952) lleva cuarenta años mirando a los políticos: de reojo, del derecho y del revés; de frente y de perfil; en camisa remangada, etiqueta o pantalón corto. Son las cosas de la realpolitik tal y como la establecieron las vigentes tablas de la ley no escrita, según la cual, y en lo concerniente al tema, se ha entendido siempre como síntoma de normalidad democrática que un director de periódico entre y salga con los dirigentes de los partidos políticos dándose palmaditas mutuas en la espalda; así como algunos suegros tratan de confraternizar, a cada tanto, con ciertos yernos (corteses, pero mirándose siempre como autores potenciales de un crimen).
Se entendía, por tanto, que el martes 23 de enero el periodista Pedro José Ramírez –Pedrojota para todos los públicos– se mostrase tan en su casa al tomar asiento como compareciente, o estrella invitada, en la Comisión de Investigación relativa a la presunta financiación ilegal del PP en el Congreso de los Diputados. Antes de responder a la primera pregunta, a cargo del representante del PSOE, quiso expresar “el orgullo y la satisfacción” [sic] que le producía encontrarse allí, por primera vez en su carrera, “no como reportero, sino para colaborar en los trabajos de esta comisión”, entendía que como “testigo de referencia” del asunto que les convocaba; es decir, del crimen.
No hacía falta, en realidad, que nadie le preguntase, porque llevaba el temario grabado a fuego en la cabeza: estaba allí por ser “la persona que el señor Bárcenas eligió para hacer un relato pormenorizado de cómo funcionaba la caja B del Partido Popular, y cómo esa actividad estaba incardinada en la sede central del partido, y cuál era el papel que los principales dirigentes del partido, y muy especialmente el hoy jefe del Gobierno, desempeñaba en toda esa estructura”.
No hacía falta, en realidad, que nadie le preguntase, porque llevaba el temario grabado a fuego en la cabeza
Explicó Ramírez que no se planteó su encuentro con Bárcenas, a priori, como “una entrevista formal”; que acudió “con cierto escepticismo”, a instancias “de una tercera persona”, creyendo que el ex tesorero iba a limitarse a declamar “un relato exculpatorio de sus responsabilidades”. No hubo grabación ni notas. Pero, “ante su creciente interés y asombro”, se encontró, dijo, con “el modus operandi de lo que inequívocamente fue apareciendo ante mi capacidad de discernimiento como una máquina de delinquir instalada en la sede central del primer partido político de este país”. Inmediatamente salió de allí y fue a su casa a anotar todo lo que pudo sobre aquella conversación, que terminó publicando bajo el titular Cuatro horas con Bárcenas (¿porque creyó que le quedaba una hora a Bárcenas para ser el muerto de Miguel Delibes?).
Dijo Ramírez que creyó a Bárcenas porque había detalles que “coincidían exactamente” con lo que uno de los presuntos donantes de esa caja B –constructor cuyo nombre no podía desvelar, pero que figura en el proceso judicial– había contado previamente a su vicedirector en El Mundo. Y recordó Ramírez lo que Bárcenas le contó: que “durante veinte años” se habían recibido donativos en el Partido Popular de parte de grandes empresas; que Álvaro Lapuerta y el propio Bárcenas contaban los billetes allí mismo, en el despacho de Génova, tras lo cual sucedía invariablemente una llamada de Lapuerta al dirigente de turno (“ministro, consejero, alcalde...”) para corresponder en consecuencia a la generosa donación, en forma de lo que quiera que el donante necesitara en ese momento. La fórmula de Lapuerta era: “Sólo te pido que seas amable y te tomes un café con él”. Y entonces el consejero (por ejemplo) se tomaba un café con el constructor (por ejemplo); y le pagaba el café, y era amable con él (para adjudicarle una contrata a cuenta del erario público, por ejemplo).
Contó Ramírez, zumbón, que le había producido “un impacto entre lo literario y lo inverosímil” que Lapuerta fuera apuntando en una tarjeta de visitas minúscula, “sobada y ajada”, las cantidades y los nombres de las donaciones; “quizás sea una grandilocuencia hablar de la banalidad del mal”, dijo, mientras a algunos diputados pedían al ujier un diccionario y un ibuprofeno, “pero es un detalle que no puede dejar indiferente”. Más detalle, en realidad, es el hecho de que Lapuerta y Bárcenas lo apuntaran todo de manera paralela, cada uno en su sitio; no tanto por seguridad como por no fiarse el uno del otro: mirándose de reojo, mientras anotaban, los dos compadres.
Artemi Rallo, del PSOE, preguntó a Ramírez tras el largo introito de éste “quién sería entonces el nuevo señor equis” de aquella ecuación, el sujeto incognito que moviera los hilos de todo aquel entramado delincuente desde el vértice de la pirámide, lo cual hizo su gracia al interpelado (que le preguntara eso ahora un diputado del PSOE, por aquello de cuando el primer señor equis, Felipe González: los del PSOE no parecían tan divertidos). “Todo desembocaba en el despacho de Marino Rajoy”, respondió el periodista; “tanto cuando estaba en Génova como en Moncloa”. “Es imposible que no lo supiera”.
“Todo desembocaba en el despacho de Marino Rajoy”, respondió el periodista; “tanto cuando estaba en Génova como en Moncloa”. “Es imposible que no lo supiera”
“¡Todo esto es un escándalo!”, bramó, cuando le tocó hablar, Toni Cantó, el segundo mejor actor de la función, homenajeando al gendarme de Casablanca. Se amontonaban los clásicos: Ramírez desplegaba un relato a la altura de Todos los hombres del presidente, e iba camino de aludir a una cortina de humo y de dedicar un párrafo de Salvador Espriú a la diputada de ERC: en catalán).
El ex director de El Mundo explicó en algún momento que tuvo la sensación de que Bárcenas y su familia se habían sentido “traicionados por una persona a la que consideraban haber servido durante muchos años, que les había protegido, y que había dejado de protegerles”. “Yo era parte de esa familia y el padrino me ha dejado tirado”, fue la frase con la que Pedro J. quiso resumir la sensación que traslucía Bárcenas en la cárcel. Dijo que “los hijos de unos salían con los hijos de otros”. La misma familia de Bárcenas habría dado a Ramírez ocho “pruebas e indicios” que respaldarían los “episodios” (trece en concreto) en los que, según el relato de Bárcenas, Rajoy estaría claramente vinculado con la caja B del partido.
El portavoz del PP en la Comisión, Eloy Suárez, le respondió (trató de responderle) que “cualquier noticia no sirve para dictar una sentencia”, habló de proceso inquisitorial, acusando a Ramírez de haber nombrado a Rajoy “hasta 55 veces”; dijo que “las responsabilidades políticas se dirimen en las urnas”, y se coronó aludiendo a la indemnización millonaria que el periodista había cobrado tras su salida de El Mundo, diciendo que eso “le preocupaba más” (más que la corrupción de su partido y el movimiento bajo capa de dinero público, se entendía).
Ramírez –cuya sonrisa asemeja a veces a la de un escualo detectando en su radar hilillos de sangre a mil millas náuticas– le despachó rápido, pero también se coronó con una frase bíblica: “Ojalá los políticos rectificaran como los periodistas” –los periodistas apostados en la última fila también sonrieron en este punto, por motivos variables.
“Si se mueve como un pato, y canta (¿?) como un pato..., lo más probable es que sea un pato”, había dicho el periodista para respaldar su tesis de que es “imposible” que Rajoy no supiera nada de lo que sucedía en su partido, al igual que Oriol Junqueras, añadió; al igual que Felipe González. La cuestión es que, con similar capacidad de discernimiento, podría considerarse igual de imposible que, en los veinte años (veinte) que estuvo operando esa maquinaria delictiva, el presidente del Partido Popular anterior a Rajoy no supiera qué sucedía en sus despachos. Ni una sola mención a José María Aznar en toda la comparecencia, sin embargo (sí a Soraya Sáenz de Santamaría, a quien calificó como “la coordinadora” de la maniobra que le acabaría apartando de la dirección de El Mundo. También regaló una frase supuestamente dicha por el difunto Emilio Botín: “El Gobierno me ha pedido que nos carguemos a Pedrojota”, y contó cómo le estuvieron siguiendo personajes sin identificar en motocicleta).
Antes de entrar en la sala, Ramírez había declarado a un grupo de periodistas que el PP era “el partido que más conocía”, de lejos; entre otras cosas por la coincidencia histórica de la fundación de El Mundo y la re-fundación de Alianza Popular en el actual PP. Su periódico había pedido el voto para ese partido invariablemente en las elecciones, según recordó. Fue la “decepción” ante lo que le contó Bárcenas, dijo, lo que había detonado sus ataques (amén, se entiende, del deber de su oficio).
Jamás había tenido, dijo, ninguna “animadversión a Rajoy” cuando cenaban aquí o allá, cuando se encontraban por cualquier circunstancia de las que mandan el trato (cortés, cortés) entre directores de periódico y altos dirigentes políticos (aquella pista de pádel en la antigua sede de El Mundo de la calle Pradillo...). “Yo no creo que la cúpula del PP sea una banda de delincuentes natos”, señaló, “creo que la cosa está en las reglas del juego”. Unas reglas que el histórico periodista conoce muy bien: las lleva observando toda su vida. Aplicándose, quizás, de paso, el consejo aquel de Vito Corleone a su hijo Michael sobre tener cerca a los amigos, pero más cerca a los enemigos. También citó Pedrojota el comienzo de Ana Karenina: “Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su modo”.
En la segunda parte de El padrino, la familia Corleone plantea a Frank Pentangeli una salida honrosa (el suicidio) a cambio de que a su familia no le falte nunca de nada. Bárcenas, sin embargo, llamó a Pedrojota.
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Miguel Ángel Ortega Lucas
Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.
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