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Decía el escritor anglopaquistaní Tarik Alí en su último libro que en un mundo en el que la ideología neoliberal y los intereses a los que sirve tratan de ocultar las luchas de emancipación del pasado siglo, cualquier acto de memoria es un acto de resistencia. Debería añadirse que los materiales que produjeron esas luchas resultan hoy imprescindibles para imaginar un futuro de emancipación. Por eso es pertinente evocar hoy la figura de Marcelino Camacho, justo a los cien años de su nacimiento.
Camacho simboliza la trayectoria de la clase trabajadora y del movimiento obrero a lo largo del siglo XX español. Para empezar, nació en 1918, en un contexto histórico muy específico como fue el llamado trienio bolchevique; es decir, una coyuntura de luchas obreras (incluida la huelga general de diciembre de 1917) por la mejora de las condiciones de vida y por tratar de acabar con un régimen corrupto y moribundo como era, a esas alturas, el de la Restauración. En ese mismo contexto surgió el PCE en 1920.
Siendo todavía un adolescente, en 1931, llegó la Segunda República, que fue un régimen de derechos y libertades sin precedentes. Un régimen cuya llegada fue saludada por los trabajadores y las trabajadoras. Los mismos que lo defendieron, cuando los militares felones se sublevaron en julio de 1936 para acabar a sangre y fuego con él y con todos aquellos que lo defendían. Marcelino, que para entonces ya era militante sindical y comunista, participó en la defensa armada de la República contra el fascismo.
A partir de la derrota de 1939, Camacho conoció la cárcel, el internamiento en campos de concentración en el norte de África y, una vez evadido, el exilio. Fue ésta una trayectoria típica de los militantes del movimiento obrero tras la victoria franquista y la instauración de la dictadura. Después de reorganizar su vida y formar una familia con su compañera, Josefina Samper, los Camacho regresaron a España con ocasión de un indulto en 1957. Se instalaron en Madrid y Marcelino entró a trabajar en una fábrica metalúrgica: la Perkins. Se trata de una de las empresas emblemáticas en la historia de las Comisiones Obreras.
En la Perkins, junto a otros compañeros de otras fábricas metalúrgicas y de otros sectores, Marcelino comenzó en los primeros años sesenta a animar la creación de Comisiones Obreras. Aprovechaban para ello la libertad de movimiento que les otorgaba la estructura del Sindicato Vertical, al ser elegidos por sus compañeros como enlaces y jurados. Y ello a pesar de que el Sindicato Vertical era un tinglado montado por el régimen para disciplinar la mano de obra.
Las Comisiones Obreras fueron concebidas como un proyecto singular para organizar a los trabajadores y a las trabajadoras en un contexto de aguda represión. De este modo, adquirieron una serie de características. En primer lugar se trataba de un movimiento unitario y plural que tenía vocación de organizar a todas aquellas personas cuyo denominador común fuera el trabajo asalariado, sin distinción de ideología o creencias. En segundo lugar, las Comisiones Obreras se caracterizaban por una forma de entender la participación y la toma de decisiones radicalmente democráticas, dando un valor importantísimo a la asamblea. En tercer lugar, las Comisiones Obreras se definían como un movimiento sociopolítico; es decir que, más allá del salario y de las condiciones de trabajo en la empresa, se involucraban en todos aquellos aspectos que afectaban al mundo del trabajo. En primer lugar, claro está, en la lucha por los derechos y libertades democráticos.
Al haber surgido en un periodo de represión y, al mismo tiempo, tratar de evitar la clandestinidad, las Comisiones Obreras fueron muy innovadoras a la hora de poner en práctica y combinar distintas formas de lucha: huelgas, boicots, recogidas de firmas, etcétera.
Camacho representa también la represión sufrida por el nuevo movimiento obrero que significaban las Comisiones: junto con otros nueve dirigentes fue encarcelado a partir del famoso Proceso 1001. Es esta trayectoria la que le convierte en un símbolo del movimiento obrero o, lo que es lo mismo, en un símbolo del antifranquismo. Y es del antifranquismo de donde proceden los derechos y las libertades.
Tras la muerte de Franco, a partir de 1976, y hasta 1987, Camacho fue el secretario general de CCOO. Fue una época difícil en la que la democracia daba sus primeros pasos, pero también en la que su sindicato tuvo que enfrentarse a una dura crisis económica que afectó muy duramente a los trabajadores y a las trabajadoras. Después, siempre mantuvo su afiliación a CCOO y al PCE.
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José Babiano es director del área de Historia, Archivo y Biblioteca de la Fundación 1º de Mayo.
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José Babiano
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