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Vuelvo de Madrid. Son las tantas. Tras varias horas encerrado en un vagón, aprovecho para volver a casa a pie, fumando. Son momentos de felicidad y fatiga, después del trabajo. Cuando llego noto que mi llave no coincide con la cerradura del portón. Tras unos segundos de perplejidad, caigo en que no estoy intentando abrir la puerta de mi casa, sino la puerta de una casa en la que viví hace años. No guardo buenos recuerdos de esa casa. En una casa, en general, no suele ocurrir nada bueno. Tampoco en esa casa. Se ha de ser muy especial para no reproducir el mundo en una casa. Por otra parte, hay pocos sitios en el mundo donde ocurran cosas buenas. Y casi todos son cuerpos, no casas. En esa casa, de hecho, vi cosas del mundo que no sabía que existían, de manera que, al verlas, se me rompió algo en mi interior. Tal vez algún hueso que nadie sabe que existe. Se puede vivir sin esos huesos. Sea como sea, hoy he desayunado, he comido, he trabajado, he viajado en tren y he venido caminando hasta aquí sin esos huesos. La ausencia de esos huesos sólo indica que eres un esqueleto que no habías previsto. Quizás, nada más. No sé si eso es mucho o poco. Me voy antes de que nadie me vea haciendo el ridículo sin huesos, y con una llave que ya no existe. Mientras avanzo hacia mi casa pienso en la razón por la que, inconscientemente, he ido a esa casa que no es mía y que nunca lo fue. Supongo que porque quería venir a donde no quiero venir bajo ningún concepto. Pienso el porqué. Y pienso en el significado de la palabra casa. No es un atributo. Nunca me han importado las lámparas, los muebles, las paredes de una casa. Me han importado sus huesos. Los huesos que había en su interior, recubiertos de piel y suavidad. Esos huesos y su envoltorio es lo que te hacen volver, o no, a una casa. ¿Por qué he vuelto a una casa que no existe? Posiblemente porque es un sitio. Y porque volver es volver a una casa. O, lo que es lo mismo, una casa es volver. Hace años que no tengo dónde volver. Tal vez no lo he sabido hasta este preciso instante porque me falta uno, dos o tres huesos. Por el camino a mi casa me cruzo con personas con uno, dos, tres, cientos de huesos menos, yendo o volviendo de ningún sitio.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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