Corrupción y machismo: De Gil y Gil al caso Cursach
Cuanto más corrupto es un país más violencia sufren las mujeres
Nuria Alabao 15/05/2018
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Plano general. Hombre entrado en carnes, poco pelo en la cabeza y gruesa cadena de oro en pecho peludo habla desde un jacuzzi de azulejos. Le acompañan a remojo cuatro mujeres jóvenes. Tres se sientan detrás también en traje de baño. Alrededor y en perfecta simetría, se despliegan otras cuatro mujeres en bikini, dos plantas y un plato de cerámica.
“Yo a lo mejor tengo más de 300 millones de pesetas ya.”
Primer plano. Cuando se cierra el cuadro sobre el rostro del varón se ven detrás dos torsos de mujeres sin cabeza: tres tetas y un ombligo.
“Y no sé qué hacer con ellos. Y tengo mi barco…”
El hombre, por si no lo han adivinado ya, es Jesús Gil y Gil, el constructor que le puso su propio nombre al partido que le llevó a la alcaldía de Marbella entre 1991 y 2002. El hombre de cadena de oro en pecho, que llegó a decir que se hizo alcalde para defender su patrimonio.
Gil y Gil, también expresidente del Atlético de Madrid, generó en Marbella el perfecto laboratorio político del neoliberalismo municipal construido sobre la base de la especulación inmobiliaria y la corrupción. Todo un ejemplo. La democracia española arrastró desde el principio estas formas corruptas que ya se originaron durante la dictadura vinculadas al lanzamiento del boom turístico de los 60 –el milagro económico español–. El ladrillo significaba financiación para los municipios e instituciones pero también para los partidos y sus intermediarios. Esta actividad ha sido el núcleo del PIB español, el corazón del modelo. Poco a poco, los casos estallarían en sedes judiciales. El de las corruptelas marbellís fue conocido como el “caso Malaya”. “Malaya fijó la pauta estética y folclórica del corrupto a la española, que se parecía mucho a la vaticinada por el dúo Luna/Bardem: hombre hecho a sí mismo inicia una enloquecida escalada por la pirámide social en tres actos: business inmobiliario, trapicheo con la autoridad competente y actitud de ir por la vida con la mano en el paquete”, explicó el periodista Carlos Prieto en un artículo.
La Púnica, la Gürtel, el Caso Cursach, los casi 800 imputados del PP… nos hacen interrogarnos por la descomposición de este partido. ¿Es irreversible? ¿Se van a llevar consigo la corrupción o ya es un problema estructural? ¿Y la estética del machirulo con poder? Es cierto que la imagen de los señores del ladrillo ha cambiado algo con respecto a la era Gil y Gil, al menos públicamente. Ya no suelen hacer ostentación de sus cacerías, sus megalujos, ni exhiben descaradamente mujeres como posesiones, símbolos de estatus y poder, reto al resto de varones: mira los bienes de consumo a los que tengo acceso. Sin embargo, los relatos recogidos en los informes policiales nos hablan de un mundo con estética de mafia kosovar. Sistemáticamente, además, cada vez que emerge un caso de corrupción, cada vez que hay escuchas de conversaciones privadas, aparece, tarde o temprano, el consumo de prostitución, o mejor dicho, el pago de favores con sexo.
Pagar con sexo, pago en especie
Del celebrarlo con un “volquete de putas” –desafortunada metáfora de constructores enunciada por un ex alto cargo de la Comunidad de Madrid– al “ojalá yo pudiera hacer esas cosas pero estoy muy mayor“, del senador valenciano del PP Pedro Agramunt. ("Esas cosas": caviar y putas en hoteles de lujo sobre lechos de billetes de 500 que refleja el informe del caso.) En los sumarios de las investigaciones vemos que no van a un lugar cualquiera a pagar por sexo, sino que el consumo de prostitución se elabora cuidadosamente a través de un ritual. Por sexo no se paga, las putas te las regala el constructor o el empresario como parte del intercambio de favores. El secretario del alcalde de Baena, por ejemplo dijo en una de estas conversaciones: “A mí es que me da cosa gastarme mi dinero en estas cosas".
Por su parte, Francisco Granados, mano derecha de Aguirre y capo del PP en Madrid, pedía “putitas de confianza” para pasar la noche. Todo su sumario es bastante jugoso: visitas a clubes, un picadero, boxes para caballos, joyas Cartier, cabezas de toros Miura. Sexo de pago que pedía para cerrar las largas jornadas de cacería donde se celebraba una ceremonia de iniciación en la que acababan cubriendo al novato con la sangre de las piezas que mataban. Cubrir al novato con sangre.
Cubrir al novato con putas
Un amigo sindicalista me contaba que cuando empezó a viajar a Madrid para las negociaciones, su sindicato pidió a la empresa el dinero del alojamiento para alquilar habitaciones en una pensión. ¿Pensión? La empresa les pagaba directamente un hotel de cinco estrellas. En uno de los bares del hotel, a todas horas, podía encontrar trabajadoras sexuales. Hoteles de lujo y mujeres. Mujeres y lujos sirven para subir de estatus, para sentirse parte la élite. ¿Quieres corromper a alguien? Lujo y mujeres. Cuando además se montan orgías –de esto también hay muchas noticias– las mujeres sirven para sellar pactos de silencio. En España la vida sexual no penaliza mucho políticamente –por suerte– pero cuántos vídeos en cajas fuertes servirán hoy para cerrar algunas bocas. Siempre hay compañeras, madres de tus hijos que proteger de los deslices: no todas son comprensivas con las reglas de la fratría masculina.
Las complicidades masculinas gestadas en el consumo de sexo implican que se comparte algo que te une, pero también que todos tienen algo que ocultar. Por eso hay lugares donde no es fácil que penetren compañeras de trabajo. Están vedados a las mujeres porque estas no pueden ser corrompidas tan fácilmente con sexo, y los espacios de consumo de prostitución están separados por géneros. A veces, los negocios también se aceitan con prostitución. En ciertos sectores, en algunas ferias y congresos como el Mobile World Congress de Barcelona, las mujeres no son seleccionadas para hacer de chófer y tienen que conformarse con ser azafatas –peor pagadas en peores trabajos–. Y esto es así en parte porque al acabar las jornadas muchos ejecutivos son conducidos a locales de alterne por esos mismos chóferes. Una mujer rompería la presupuesta complicidad entre varones.
La antropóloga, Rita Laura Segato, habla de la “cofradía masculina”. Lo hace para explicar las violaciones o las formas más extremas de violencia contra las mujeres. Pero no es necesario que medie violencia para que operen estos pactos entre varones, porque son inherentes a como se ha construido tradicionalmente la sexualidad masculina hegemónica. Desde una cierta forma de narrar las conquistas a los amigos hasta ir de putas, pueden llegar a formar parte de la exhibición que te constituye como hombre ante otros hombres. El mandato de masculinidad implica un espectáculo ante los demás varones que son los que reconocen tu hombría y eso conlleva exhibición de poder. Pagar por sexo, o mejor, que te regalen sexo y además se haga con los cómplices, puede formar parte de esa exhibición.
En el caso Cursach, que implica a políticos del PP y policías de Baleares, estamos hablando de algo mucho más grave. Según algunos testigos, estos policías y políticos estaban dando cobertura a una probable red de trata cuando evitaban la inspección de determinados locales a cambio de sexo, drogas y Viagra. Los testigos aseguran que había orgías constantes bañadas con champán francés en compañía de prostitutas del este. Un testigo ha declarado que a estas mujeres les quitaban el pasaporte y las obligaban a prostituirse –o a hacerlo en condiciones de esclavitud–. Volviendo a Segato, a cierto nivel de corrupción, de infiltración del crimen organizado en el Estado o del Estado en el crimen organizado, la violencia contra las mujeres casi institucionalizada se puede leer como un signo de una transformación económica y política más amplia relacionada con el desarrollo de la economía criminal y con la descomposición del Estado. Cuánto más corrupto es un país, menos derechos y más violencia sufren las mujeres.
Después de la crisis económica hemos asistido a una crisis política generalizada que todavía late. El sistema se está reconfigurado con la marea de fondo de los casos de corrupción vinculados fundamentalmente al ladrillo. No parece haber una salida a medio/largo plazo para el modelo económico español y por tanto, esto tendrá que reflejarse de una u otra manera en el tipo de corrupción inherente al sistema. El gran peligro: que de Jesús Gil y Gil al PP de Baleares haya verdaderamente un salto cualitativo y que sea este último modelo el reflejo más acabado de las formas corruptas que corresponden a un sistema que se descompone. Cuánto más corrupto es un país menos derechos tienen las mujeres y más violencia sufren ¿por qué no se protege de verdad a las mujeres que denuncian ser víctimas de trata como señalan las ONG que trabajan con ellas? ¿Por qué nadie parece tener interés real en poner luz en la prostitución que pasaría por dar derechos a las trabajadoras sexuales? ¿No importan porque la mayoría son migrantes o esas tramas están ya infiltrándose en el Estado? Tan importante como respondernos estas preguntas es articular la fuerza necesaria para hacer frente a este sistema corrupto que pasa sobre la vida y sobre los derechos de las mujeres.
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Nuria Alabao
Es periodista y doctora en Antropología Social. Investigadora especializada en el tratamiento de las cuestiones de género en las nuevas extremas derechas.
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