Reportaje
Migrantes y refugiados se encierran por sus derechos
Varias decenas de personas llevan casi un mes encerradas en el centro de Barcelona para exigir papeles sin contrato, nacionalidad sin examen y empadronamiento sin domicilio
Pablo Castaño Barcelona , 16/05/2018
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Papeles sin contrato, nacionalidad sin examen y empadronamiento sin domicilio. Son las reivindicaciones más repetidas en el encierro de la antigua Escola Massana, un edificio propiedad del Ayuntamiento en el corazón del barrio barcelonés del Raval. Varias decenas de personas y colectivos de migrantes iniciaron el pasado 21 de abril un encierro de duración indefinida para exigir el respeto a los derechos fundamentales de migrantes y refugiados como el acceso a la sanidad, así como la flexibilización del laberinto burocrático al que se enfrentan los trabajadores extranjeros residentes en España. “Hay mucha gente que lleva aquí más de diez años y están marginados” porque no tienen permiso de residencia, explica Ibrahim, inmigrante marroquí y miembro de la asociación Cornellà Sense Fronteres. Para obtener el permiso de residencia por arraigo social, la ley exige “un contrato a tiempo completo (cuarenta horas semanales) de un año, mucha gente trabaja más que eso pero oficialmente nadie te contrata así”, explica. Por eso, los participantes en el encierro exigen que el contrato a tiempo completo deje de ser una condición para obtener el permiso de residencia.
“La idea del encierro se planteó en la asamblea del 18 de enero en la que se conmemoraba el encierro iniciado en la Iglesia del Pi en 2001”, explica Maira, una joven colombiana de 25 años que lleva casi la mitad de su vida en España. Se refiere a la masiva protesta protagonizada por 800 migrantes hace ya diecisiete años en esta iglesia, situada en el Barrio Gótico de Barcelona. Dos veteranas de aquel masivo encierro están hoy apoyando al de la Escola Massana.
El encierro de la Iglesia del Pi –que incluyó huelgas de hambre– consiguió arrancarle al gobierno de José María Aznar más de 300.000 regularizaciones, explica Iker Barbero, profesor de Derecho en la Universidad del País Vasco (UPV) y autor de varios libros y artículos sobre extranjería. El encierro de 2001 está muy presente entre los ocupantes de la Escola Massana, aunque la reciente muerte del joven senegalés Mmame Mbaye tras ser perseguido por la Policía Municipal de Madrid actuó como un detonante, convenciendo a los impulsores del encierro de que la protesta es “más necesaria que nunca”, afirma Maira.
Ibrahim también participó en el encierro de 2001, aunque en esa época “acababa de llegar a España hacía poco, no hablaba ni una palabra de castellano ni de catalán. Estuve en la iglesia y nos tenían que traducir todo”. La ocupación de la Escola Massana es distinta, explica Ibrahim. “Ahora somos nosotros los que llevamos la iniciativa del encierro, en 2001 era la gente de aquí”. Además, “es un encierro abierto, para que pueda participar la gente que trabaja”. Entre veinte y treinta personas duermen en el edificio ocupado, aunque el número total de participantes es mucho mayor, ya que se hacen turnos. La situación de la migración en España es muy distinta hoy: en 2001 el boom de la construcción y el rápido crecimiento económico atrajo a centenares de miles de trabajadores de otros países en pocos años, pero muchos de ellos volvieron a sus países de origen tras el estallido de la crisis de 2008.
En las asambleas, las mujeres hablan más que los hombres, y uno de los actos más multitudinarios fue el encuentro con movimientos feministas organizado el 2 de mayo
El encierro cuenta con el apoyo de una treintena de organizaciones, incluidas asociaciones de migrantes, sindicatos y organizaciones feministas. La horizontalidad es una seña de identidad del movimiento. “No queremos que nadie lleve la voz cantante”, explica Maira. Todas las decisiones se toman en asamblea, “por ejemplo, quién va a hablar en los diferentes sitios a los que nos invitaron el 1 de mayo”. Un acto de la CNT, la manifestación independentista, un colegio… cualquier lugar es bueno para explicar las reivindicaciones, que incluyen la despenalización de la venta ambulante, el cierre de los centros de internamiento de extranjeros (CIEs) y la aprobación de medidas específicas para combatir la violencia machista sufrida por migrantes y refugiadas. El feminismo está muy presente en la Escola Massana: en las asambleas, las mujeres hablan más que los hombres, y uno de los actos más multitudinarios fue el encuentro con movimientos feministas, el 2 de mayo. Como comenta un asistente a una de las asambleas, parece que desde la histórica movilización del 8 de marzo no se puede concebir un movimiento social que no integre la perspectiva de género.
El examen de acceso a la nacionalidad es otro de los mecanismos que el encierro de la Escola Massana quiere eliminar. Se trata de la llamada ‘prueba de conocimientos constitucionales y socioculturales de España’ y un examen de castellano. La prueba incluye “preguntas que no tienen ningún sentido, alejadas de la realidad de los trabajadores”, denuncia Ibrahim. “Por ejemplo, en qué año conquistaron Granada los Reyes Católicos. Hemos hecho una demostración aquí repartiendo las preguntas y suspendieron todos –me refiero a la gente autóctona”. Aunque considera que es fundamental conocer el idioma, Ibrahim critica que se exija el nivel DELE 2 de castellano para acceder a la nacionalidad, ya que supone un obstáculo insalvable para algunas personas “que tienen cierta edad, no tienen estudios o tienen problemas de aprendizaje”. Además, denuncia que ninguna escuela de castellano abre los fines de semana, que es cuando la mayoría de migrantes pueden ir a clase.
Tras casi un mes de encierro, la respuesta de las administraciones ha sido desigual. Desde el principio hubo un canal de comunicación con el Ayuntamiento de Barcelona pero fueron necesarias varias peticiones y movilizaciones en la calle para conseguir una reunión con la Generalitat y con la Subdelegación del Gobierno central, que tiene las competencias en inmigración. En 2001, recuerda el profesor de la UPV Iker Barbero, el entonces ministro del Interior (“un tal Mariano Rajoy”) se vio obligado a aplicar en todo el Estado las normas de regularización negociadas con los migrantes encerrados en Barcelona.
Como en 2001, la extensión de la protesta a otros lugares será clave para el movimiento. “Tengo la esperanza de que el encierro se lleve a cabo en otros sitios. Que si el día de mañana nos tenemos que ir de aquí por lo menos esté la llama encendida o a punto de encenderse en otro lado”, explica Maira. El 14 de mayo, un nuevo encierro comenzó en la iglesia del Sagrat Cor, en el barrio barcelonés de Poblenou. Parece que la llama de la que habla Maira empieza a extenderse por la capital catalana. Por ahora, el encierro de la Escola Massana ha conseguido poner de nuevo en la agenda política los derechos de los migrantes y refugiados, a los que la legislación condena a una situación permanente de irregularidad e indefensión. Almas, originario de Pakistán, no tiene prisa: “El encierro durará hasta que el Gobierno se despierte y acepte nuestras demandas”.
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Pablo Castaño
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