Manuel Burque y Quique Peinado / Presentadores de Radio Gaga
“Si el humor realmente sirviera para algo, España no tendría la política que tiene”
Ángeles Caballero / Marina Lobo 23/05/2018
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Manuel Burque se sube al coche con las periodistas que más tarde lo entrevistarán. En el periplo que les lleva hasta el lugar donde han quedado con Quique Peinado pasa casi de todo, incluyendo la imposibilidad de aparcar y un retraso imperdonable. En medio de todo eso, Burque suelta perlas. “Yo soy vegano no practicante”, dice. En la conversación se mezclan gatos, Ciudadanos y Cifuentes. Aparece Peinado, la otra mitad de Radio Gaga, el programa que hacen en Movistar y en el que recorren España dándole la voz a los que hasta ahora apenas la tenían. A esos olvidados que remueven a los espectadores que ven cómodamente el programa en su salón. Se enciende la grabadora.
Los humoristas… ¿en qué momento se han convertido en prescriptores de opinión? ¿Son las nuevas estrellas del rock como en su día eran los economistas?
Q.P. Es algo que me obsesiona. Me ofrecieron hacer un programa hace poco en el que me dijeron que era en tono de comedia pero que si surgía un tema, lo hablábamos en la mesa. Dije que no, no estoy preparado para eso. Una cosa es que yo en mi Twitter, como hablo contigo en un bar, pueda opinar de lo que sea, y otra cosa es tener responsabilidad o que te convierta alguien en referente. Soy una persona normal, lo que pasa que en Twitter me sigue mucha gente. A lo mejor estoy siendo un irresponsable al opinar, me parece una cosa peligrosa. Con todo el respeto, siempre lo he pensado de los actores. Es decir, está guay que los actores opinen, se movilicen y hagan lo que sea, pero la formación que tiene un actor o la que tengo yo o mi vecino para opinar de ciertos temas es exactamente la misma. Soy un indocumentado que tengo periodismo raspao, que hago mi curro y escribo mis libros. Si quieres hablar de futbolistas de izquierdas vale, porque he escrito un libro, pero no puedo opinar con un criterio, con un peso y con una valoración económica y hasta moral de ciertos temas.
Otra cosa es que en España se opine y que en España haya tertulianos que hablen de lo que les venga en gana, pero eso me parece mal. Cómo voy a creer que mi opinión tiene que ser tenida en cuenta; es un absurdo y una presión ridícula a veces. Aparte que luego, si tú opinas una cosa, automáticamente ya entras en una especie de carro: si estás a favor de algo también estás a favor de los palestinos, del tofu y de mil cosas más. Mira que a veces soy un bocazas, pero cada vez lo hago menos. Quiero ser una persona normal que opina, ya está.
Deduzco por sus palabras que al final esto está provocando una autocensura atroz. ¿No acabamos poniéndonos a nosotros mismos una especie de mordaza y dejando que los que no tienen problema en opinar en todas partes donde les den un altavoz sean los que se convierten en referentes para la gente que no está metida en este negocio?
Q.P. El problema es asumirlos como referente. Yo quiero opinar y que se me considere un cuñado. Yo quiero opinar y que no se me tenga en cuenta. Hay una cosa que me obsesiona: cuando yo sé de una cosa, porque yo hay cosas de las que sé, y veo a gente opinar gilipolleces pienso “madre mía, la de gilipolleces que diré yo cuando no sé tanto”.
Se ha perdido completamente la escucha y el diálogo
M.B. Yo tengo que discrepar en un punto. Estoy de acuerdo en que es verdad que hay un momento en el que, por el número de seguidores que tienes, de repente sientes más responsabilidad de tener que opinar. Pero Twitter se ha convertido como en un estrado de un juzgado a nivel ministerial y ¡es Twitter! Cada vez que alguien opina ahí se saca en toda la prensa como si una opinión de cuatro líneas fuera toda una reflexión que conlleva un sistema ideológico de una persona. Necesitas conocerme, saber cuál es mi sistema de valores, etc. Además, las opiniones se han convertido en algo emocional absolutamente. En Twitter, o en las redes, tú solo opinas cuando ves que tu sistema de valores y de ideas está en juego. Con lo cual se ha perdido completamente la escucha y el diálogo. Al ser humano le cuesta mucho cambiar de opinión. Hay estudios que dicen que opinamos emocionalmente. Entonces, hacemos todo lo posible para deconstruir lo que está diciendo el otro y poder justificar lo que nosotros ya pensábamos de antemano. Cambiar de opinión nos cuesta muchísimo. ¿Por qué? Porque somos conservadores de forma biológica. Te pueden venir con 8 libros y 10 jueces a explicarte una cosa que, como tengas una idea preconcebida y tu vida se base en ello, no vas a cambiar de opinión. Por eso ha costado tantísimo que el PP baje en las encuestas –y ya veremos luego–: hay mucha gente para la que es su forma de vida y no lo va a cambiar. Todo lo demás es malo.
P- ¿Se pueden poner límites al humor en las redes sociales, se deben poner?
Cuánto más humor hay en una sociedad, más tolerante es
Q.P. Poner un límite objetivo a las cosas es muy complicado, pero también es cierto que como las RRSS son una cosa voluntaria probablemente mucha gente se acabe yendo de Twitter por no aguantar ese odio tan salvaje.
M.B. El problema de Twitter es que se pierde el contexto. Tú estás en un escenario, eres Ricky Gervais, y haces un monólogo estableciendo un personaje, un lenguaje y un pacto de lectura, y tú puedes hacer lo que quieras porque la gente va a ver eso. Estás en un escenario. Twitter pierde el escenario. Los límites ya los pone la falta de contexto que hay. Pero no debe de haber límites en el humor ni en la libertad de expresión. Ninguno. Creo firmemente en que es una responsabilidad que tiene que imponerse cada uno. ¿Por qué? Porque si ponemos límites a algo no acabamos nunca de ponerlos, los pones en todas partes, y acaba habiendo censura y represión. Esa frase que dice que hay cosas sobre las que no se debería bromear suele coincidir con lo que a ti te interesa. Eso es egoísta e intolerante, porque estás diciendo: “Solo lo mío es importante”. Y cuánto más humor hay en una sociedad, más tolerante es. Si todo es señalar, si todo es acusar, esto se convierte en la Unión Soviética en el peor momento. El humor sirve para entretener, no arregla nada. Si el humor realmente sirviera para algo, España no tendría la política que tiene. No moviliza nada, simplemente te relaja. No es un pilar de la democracia…
Q.P. También aprendes. Con los años aprendes. Yo he dicho barbaridades en Twitter que si me las sacaran ahora me daría vergüenza. Pero esto es una rueda: tú aprendes, pero el que acaba de entrar también tiene que aprender, y durante el proceso todos hacemos barbaridades.
M.B. El problema es que aquí no hay mirada y es más difícil insultar mirando a los ojos, porque ahí el ser humano tiene empatía. Como aquí no hay mirada y estás oculto pues vas a hacer daño. Creo que Instagram es más empático porque tú te metes en el perfil de la otra persona y ves fotos de su vida. Muchas veces suele ser falsa, pero ves fotos de una persona, se vuelve más humano. Ves más carne y hueso, ves más mirada, y no hay tanto insulto.
P- Su programa Radio Gaga, ¿les ha hecho mejores personas?
Q.P. Sí. Un poco por lo que hablamos. Por ejemplo: hicimos un Radio Gaga en un centro de inmigrantes de Barcelona, y una de las señoras que vino tenía una historia increíble y nos contaba que el primer trabajo que tuvo era hacer trenzas en la playa. Pues yo cada vez que veo una negra que hace trenzas en la playa, la miro de una forma totalmente distinta porque pienso “esta mujer igual ha venido de África vete a saber cómo, lo que habrá pasado…”. Cuando ves una persona sin hogar ya no la ves de la misma manera que la veías después de haber estado allí cuatro días, aunque solo sea por ese contacto, te cambia. El programa te hace estar en contacto con realidades que a nosotros, que vivimos en un mundo de privilegios y que además nos dedicamos a una cosa muy farandulera, nos pone en contacto directo con un montón de gente que tiene un problema que habíamos pasado por alto.
M.B. Yo creo que hay que definir la expresión “mejor persona”. Es un término peligroso, porque a veces parece que somos muy proselitistas de la bondad, y no es eso. Mejor persona para nosotros es una cuestión de tolerancia y empatía. Y para mí eso se identifica con algo que mejora el entorno; la empatía es algo que hay que reforzar en el ser humano, no que hay que degradar, entonces sí que es verdad que te vuelves más empático y más tolerante. Empático por lo que acaba de decir Quique, porque de repente ves situaciones que antes no sabías gestionar y ahora sí, a mí me pasaba por ejemplo con la gente sin hogar, que te decía: “Nosotros no queremos ser decorado de la ciudad”.
Q.P. Sí, te vienen a decir justo eso, “que me eches medio euro me hace menos favor que si te sientas a hablar conmigo media hora”.
P- ¿Han descubierto entonces alguna realidad en la que no habían pensado hasta el momento de hacer un programa específico sobre ese tema?
Lo que te enseñan todos los Radio Gaga es que la gente no toma las decisiones porque sí
Q.P. Yo no entendía lo que era venir de África hasta que no hicimos el programa. Venir de África es un señor que coge Costa de Marfil, echa a andar, se tira dos años cruzando África andando, llega a Argelia, los policías le parten las piernas, le sacan todo el dinero, llega a Marruecos, los tuaregs lo destrozan...
M.B. Y siempre hay alguien que le ayuda, porque si no, no llegaría.
Q.P. Y después de todo ese tiempo llegan a la valla de Melilla. Claro, cuando llegan a la valla de Melilla la pasan por donde sea. Tú puedes imaginar lo duro que es ese viaje pero hasta que no te lo cuenta un señor y dices “madre mía, dos años de su vida, deja a su familia, su familia no vuelve a saber nada de él hasta que llega a España…” no te das cuenta de lo que ves, tú ves ahora a un tío vendiendo zapatillas en Gran Vía y ya no es lo mismo. Yo pensaba, “qué fuertes están”. Cómo no van a estar fuertes, si es una heroicidad física venir como vienen.
M.B. Hay una cosa en torno a la tolerancia que te enseña el programa. Me tocó mucho el tema de los trastornos alimentarios porque se ha tratado mucho pero siempre desde la misma óptica: superficialidad, canon… y eso es una consecuencia secundaria. Es mucho más profundo todo. Lo que te enseñan todos los Radio Gaga es que la gente no toma las decisiones porque sí, viene de algo y normalmente de infancias muy poco privilegiadas, muy duras, con mucha infelicidad y mucho dolor. Entonces, los que somos privilegiados tenemos una autopista para tomar decisiones súper ancha, y si nos equivocamos tenemos más autopista: tenemos familia, tenemos sostén. Para la gente que ha tenido una infancia muy dura, un pasado duro, el margen es muy pequeño. Van por una carreterita en medio de un acantilado, y a la mínima que se equivoquen, caen. Eso te enseña a entender que los que toman malas decisiones vienen primero por razones y segundo porque no han tenido suerte. Evidentemente, hay un porcentaje en el que esto no justifica cualquier tipo de mala decisión, pero si tienes más carretera, es más ancha, tienes más responsabilidad sobre lo bueno o lo malo que haces. Entonces, de repente, ves a un politoxicómano por la calle y parece que es “mira este, un vago que se empezó a drogar”. No es así, seguramente le violaron, abusaron de él de pequeño… y esto es una cosa que nos hemos encontrado como constante. Entonces el tío huye hacia las drogas. Nosotros hablamos en ALFAEM (Asociación Leonesa de familiares y amigos de enfermos mentales) con una mujer que a los 9 años era adicta a la heroína.
Q.P. Si tú has nacido en las 3.000 Viviendas lo normal es que entres en un mundo de marginación, drogas… si tú has nacido en un entorno privilegiado pues a lo mejor tienes un trastorno alimentario. Evidentemente nacer en un entorno u otro te lleva hacia unas cosas u a otras. Está socialmente mucho más aceptado tener un trastorno alimentario que ser un drogadicto y robar, pero el origen de las dos cosas es el mismo.
M.B. Siempre viene por una razón. Somos muy liberales a la hora de pensar que nos hemos hecho a nosotros mismos, pero eso no es verdad. Nacemos en un entorno y tenemos suerte o no, y eso condiciona toda tu vida. La gente que piensa “yo soy muy bueno porque me he hecho a mí mismo”... Mentira, has tenido muchísima suerte. Y habrá casos excepcionales de gente que ha tenido una vida terrible y ha conseguido tener estabilidad, pero es la excepción. Todo se basa en la suerte y en dónde has nacido. Y Radio Gaga te enseña mucho eso: eres un privilegiado.
Q.P. En el de inmigrantes era alucinante de verdad: el 100% de la gente que había venido no eran personas que estaban en la mierda en su país, y por eso se venían para acá. Era gente que tenía una formación y que decía: aunque yo he hecho todo lo que yo he podido hacer aquí no voy a poder darles a mis hijos ningún camino y, estando en una situación de privilegio dentro de lo que es estar en África, me voy a hacer todo ese viaje… eran, por ejemplo, profesores; tenían formación universitaria todos.
M.B. Los refugiados de Siria que se van a campos de refugiados son los privilegiadísimos de Siria.
Q.P. Y al final, te planteas que estás haciendo algo que puede contribuir a una cosa tan difícil… y que lo estás haciendo trabajando en la tele, que es una cosa que yo considero banal, entretenimiento... Te cae un programa como éste y dices: “Estoy haciendo un programa que puede ayudar a un 0,0001 % a que alguien pueda darle una vuelta y repensarse las cosas”. Es un privilegio brutal.
P- También una gran responsabilidad...
Q.P. Nosotros en eso tenemos una responsabilidad súper pequeña. Somos dos señores que se ponen en frente de la cámara, que hacemos entrevistas, pero hacemos un porcentaje muy pequeño de lo que es el programa. La responsabilidad y el talento lo tienen la directora, la productora ejecutiva, el trabajo de las redactoras, el realizador… que hacen un trabajo espectacular.
P- En cuanto a este poder cambiar las cosas, ¿hay algún político que les haya comentado que tras ver el programa le haya impactado y quiera hacer algo al respecto?
Q.P. Esther Barceló (IU) es muy fan, lo pone y me ha escrito. Además, como es profesora, ha escrito alguna vez: “Los compañeros profes tenemos que poner este programa en las clases”. No sé si ha habido más… posiblemente ha habido y yo no te sepa decir. Madina yo sé que ha dicho que está muy bien. Ah, y El Pulpo, el de la COPE, el que hizo de DJ en la foto con Soraya (risas).
M.B. Estaba pensando ahora en Cifuentes, que al final ha caído por robar… la gente que roba en un supermercado suele ser gente que ha vivido en ese entorno, que lo ha pasado mal.
Q.P. Creo que ella tiene un problema que no ha querido admitir en público, que forma parte de su vida privada… hice chistes y siento muchísima empatía por ella ahora. Que en los actos del 2 de mayo tenga que irse de viaje con sus hijos… me dan ganas de decirle: “Mira, tienes muchas cosas de las que yo aborrezco en la vida, pero en esto estoy a tu lado”. Esa señora ahora va a tener que aguantar ir a la universidad y que la miren… para algunos entornos será “la que robó las cremas”.
Queremos sacar a Guillem Martínez a ver mundo y a contarlo. Todos los meses hará dos viajes y dos grandes reportajes sobre el terreno. Ayúdanos a sufragar los gastos y sugiérenos temas
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Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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Marina Lobo
Periodista, aunque en mi casa siempre me han dicho que soy un poco payasina. Soy de León, escucho trap y dicen que soy guapa para no ser votante de Ciudadanos.
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