
El barco Aquarius, tras su llegada al puerto de Valencia. Junio de 2018
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Queremos sacar a Guillem Martínez a ver mundo y a contarlo. Todos los meses hará dos viajes y dos grandes reportajes sobre el terreno. Ayúdanos a sufragar los gastos y sugiérenos temas (textos@ctxt.es).
Aquella puerta tenía que abrirse de un momento a otro. Yo estaba fuera, esperando a que saliera de una conferencia y me firmara Todos los nombres. Era un pasillo largo en el que sólo esperábamos un amigo y yo. Cuando la puerta se abrió, Saramago salió con dos tipos que se lo llevaban en volandas y sólo me dio tiempo a decir un “perdona, José”. Lo vimos casi perderse al final del pasillo. Casi, porque cuando el pasillo largo acababa, Saramago se paró, dio media vuelta y lo recorrió a la inversa, librándose de los escoltas. Se habrá dejado algo dentro, me dijo mi amigo susurrando. Seguro, dije yo mientras lo mirábamos acercarse como el que mira una aparición de virgen que camina despistada. Al llegar de nuevo a la altura de la puerta en la que nos habíamos quedado clavados, se paró, extendió la mano, yo extendí el libro y dije gracias, él sacó un boli y dijo “Tengo prisa pero es que si no, me voy a sentir mal y eso será peor para mí”. Nos lo dedicó y se fue. La aparición volvió a recorrer el pasillo y, ahora sí, se perdió. Tuve la suerte de poder contarle la anécdota, cerveza y abrazo en mano, a Pilar –su casa, agua, vida, como él la definía en los agradecimientos de sus obras–. Medio José ella, media Pilar él, he ido descubriendo que es la definición correcta de ellos dos. Hoy hace ocho años que se fue José Saramago, el rock&roll star de las letras, el escritor comprometido, el Nobel que salió de familia pobre. Saramago era muchas cosas pero mi preferida fue –es– la de creador de mundos válidos fuera de su literatura. Él, que tan poca estima le tenía a dios, no dejaba de imitarlo a veces en la parte inventora. Una de sus creaciones de mundos válidos la escuché en una charla por televisión. Aquel hombre con gafas, corbata y un aspecto de revolucionario bastante dudoso, tenía el antídoto contra el capitalismo salvaje: “La única alternativa al neoliberalismo se llama conciencia”. Como creador de mundos que era, a Saramago le gustaba explicar su invención: “La conciencia no es un sistema económico, la conciencia no organiza el mercado ni tampoco es un régimen político nuevo. No lo es. Pero es más que todo eso. La conciencia es lo que hay que tener contra todo y contra todos los que creen que no hay que tener conciencia”. Habrá a quien, por lo simple, le suene a taza de Mr Wonderfull. A mí me parece, mucho más a día de hoy, un análisis hecho con bisturí de precisión.
Normalmente se escucha aquello de que para escribir bien se debe escribir sobre lo que se conoce. En estos momentos, por motivos personales que no vienen al caso, conozco el dolor y escribo desde él; no porque es lo que se deba hacer, sino porque es lo único que puedo hacer. Me parece honesto decirlo, porque escribir es, a veces, estar en pelotas. Desde el dolor he vivido, con distancia, el arranque de un mes de junio que ha traído cambios y sobresaltos que me hubiera gustado vivir desde la curiosidad y el análisis. No ha podido ser. Una pena. A cambio he aprendido algo. Cuando uno, que tiene como materia prima de su oficio el día a día y la última hora, pone distancia por necesidad, pasa que entre toda la infoxicación acaba llegándole sólo lo que tiene entidad y fuerza humana suficiente. Fuerza real. La distancia del dolor es una máquina infalible para detectar lo importante. Cuando hay dolor, a quién le importa que al nuevo ministro de Cultura le saliese la declaración de la renta a devolver la cartera ministerial, pues que la devuelva y punto; qué más da si el seleccionador fue más o menos fiel o si el margen de maniobra para encontrarle sustituto antes del mundial fue corto. Mientras todo esto pasaba, 630 personas deambulaban por el Mediterráneo y Europa se miraba encogiéndose de hombros. Es el mercado, amigos, les gritaron algunos desde la orilla haciéndoles un gesto para que se dieran la vuelta. El suelo seguro ya es un lujo que el pobre no puede permitirse. Desde la distancia al día a día he escuchado algunos ecos. Los de humanidad, los mayoritarios y más acogedores. Por cosas como esa uno siente orgullo de un país y quienes lo habitan, aunque nos eliminen en primera fase de un mundial que qué carajo importará. Los ecos de la falta de humanidad también llegan aunque uno ande despistado. ¿Buenismo? ¿Salvar la vida de quien puede morir es buenismo? ¿De dónde salen esos monstruos que, disfrazados de persona, saludan con un buenos días por la mañana, mientras discuten que alguien sea rescatado por la tarde?
Al escuchar aquellas propiedades que Saramago le daba a la conciencia, empecé poco a poco a interesarme por esa materia prima que parecía tan potente y por sus posibles aplicaciones. En un viaje a Chiapas, el Nobel se despedía volviendo a hablar de la conciencia en un mensaje ante las cámaras. “Si tenemos conciencia pero no la usamos para acercarnos al sufrimiento, ¿de qué nos sirve la conciencia?”. El mensaje iba para ellos, los de las cámaras. Han pasado 20 años desde aquello y los medios de comunicación seguimos sin aplicarnos esto y ser duros con nosotros mismos. Tenemos conciencia, ¿pero la usamos? ¿Por qué empezamos a contar la historia del Aquarius cuando esas personas son rescatadas del mar? Antes de eso pasaron cosas y no lo contamos como deberíamos. África se cuenta en sucesos. Antes de aquello pagaron un billete para escapar en un bote de goma. Que el billete lo compraron porque pasaban hambre y miedo es parte del paisaje y lo contamos ya como una generalidad. Sin caras. Sin nombres. Mucho antes, alguna multinacional o dirigente occidental se reunió, sin que nos llamara la atención, con un presidente africano cuyo nombre no conocemos, para firmar un trato beneficioso para los interesados africanos y la multinacional. Un trato letal para quien luego tiene que subirse a un bote de goma, disfrazado de noticias de subidas en la bolsa. Si tenemos conciencia, que sirva para ponerle nombre y cara a los responsables, a los que, como decía Saramago, les beneficia que la rueda gire sin conciencia. Usemos la conciencia porque, efectivamente, es lo único que nos queda ya a todos, también desde la prensa, para sanar un mundo que está tan enfermo como para asimilar un rescate de bancos y discutir uno de personas. Que el dolor sirva para algo, que para eso está.
Queremos sacar a Guillem Martínez a ver mundo y a contarlo. Todos los meses hará dos viajes y dos grandes reportajes sobre el terreno. Ayúdanos a sufragar los gastos y sugiérenos temas
Autor >
Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí