1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Un viaje a la Colombia de los Awá

La comunidad se reconstruye a partir de actividades como el turismo sostenible e intenta salir de un conflicto cuyas amenazas aún acechan

Julián Trujillo Guerrero 10/10/2018

<p>Reserva natural La Planada, Nariño.</p>

Reserva natural La Planada, Nariño.

J. T. G.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT es un medio financiado, en gran parte, por sus lectores. Puedes colaborar con tu aportación aquí.

Es abril del 2018, las disidencias de las FARC comandadas por alias Guacho secuestran y asesinan a tres periodistas ecuatorianos del diario El Comercio, muy cerca de donde comienza este viaje. Mientras en Bogotá se habla de posconflicto, refiriéndose a la guerra como una cosa del pasado, en lugares como Tumaco, municipio de mayoría negra en la costa pacífica colombiana, las bombas continúan. El día antes de mi llegada, el combo de Guacho vuela dos torres de energía en una vereda cercana y siembra minas antipersona alrededor. Los titulares hablan de doscientas mil personas sin luz. Me quedo en un hotel en la playa turística El Morro, un lugar que me ofrece seguridad y comodidad: la posibilidad de encender la luz y el aire acondicionado a cualquier hora del día, y gaseosas a mi elección en vasos cargados de hielo. Los bogotanos como yo no sufrimos la guerra, ni siquiera viajando a conocerla.

La carretera

Para llegar a La Planada desde Bogotá existen dos caminos, uno seguro, desde Pasto, y otro no tanto, desde Tumaco. Elijo el segundo, guiado por la idea de conocer la Colombia del conflicto. Por su cauce transitan a sus anchas diferentes grupos armados y se vuelcan buses llenos de gente como carros de juguete.  Es una carretera jabonosa de lluvia que tiene un imponente precipicio que a cada curva le ofrece a los viajeros morir estampados en un paisaje bello; un camino digno de un lugar en guerra. 

Una atmósfera de miedo y curiosidad me acompaña por las calles militarizadas del centro de Tumaco y por la tensa y bella carretera que conduce hacia el resguardo indígena Pialapí Pueblo Viejo, a pocos kilómetros del municipio de Ricaurte.

Son las 10:00 am (“viaja de día, no te expongas”, me dijeron). 

– ¿En cuánto sale el que va para Ricaurte? – pregunto al conductor de una pequeña flota blanca, que se recuesta en la pared de una tienda luego de cruzar con destreza una marea bulliciosa de motos. 

– Cuando se llenen los puestos.

Una hora después la buseta arranca –suena un vallenato: que soy un vagabundo dijeron pa que me dejaras– y se adentra por una carretera plana y caliente, cuyo  principal paisaje (para mí) es el conflicto, la guerra.

El terreno inicial está dominado por un largo tubo de petróleo que se aprovecha como parte de la estructura de las casas y sobre el que la gente pone a secar la ropa. La gente se adapta. También hay cultivos uniformes de palma africana a lado y lado de la carretera, que contrastan con la maraña de manglar que a veces sobresale. Más adelante, a medida que comienza la montaña hasta llegar a Ricaurte –en Llorente, El Diviso, Junín y Altaquer– son comunes los grafitis. En las paredes de cada pueblo se observa el paso de la guerrilla del ELN, las bandas criminales y las extintas FARC-EP, cuyas letras, en algunos tramos, están tachadas por el grupo que ahora ocupa su lugar.

Las FARC-EP han firmado un Acuerdo de Paz y dejado las armas, pero enfrentan otro conflicto: el de la reincorporación y la política sin sangre. En el camino, llegando a Llorente, veo las vallas de su campaña como partido político: son la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común y compiten por votos. De los grafitis a las vallas, de las armas al micrófono y las urnas. 

Pero otros grupos operan todavía en la región. Me pongo a contar sus marcas de aerosol, uno, dos, tres, cuatro, cinco, pero al ver que es imposible, en mi asombro se revela mi condición de extraño. Seis, siete, ocho. Después de todo, son algo normal en la región, solo a mí me sorprenden.   

También son normales los retenes del ejército: bunkers de costales verdes llenos de arena, que en algún momento se pensaron temporales, pero hoy se erigen como fortalezas con ametralladoras y tanquetas que los acompañan. 

En Colombia, los actores del conflicto marcan territorio como perros que se sacan los dientes y dejan marcas en los caminos. El tubo, las palmas, las armas y los grafitis recuerdan a cada paso que los problemas por aquí están lejos de mermar. 

 

Y así todos los años

Según cifras de la Unidad de Víctimas, en Colombia hay 8.389.270 víctimas directas e indirectas del conflicto armado. Dentro de este universo gigante de números oficiales, el delito más común ha sido el desplazamiento forzado, que tiene como causa otros delitos: amenazas, asesinatos selectivos, ejecuciones extrajudiciales, masacres y violencia sexual. 

En Ricaurte, por ejemplo, municipio que hoy tiene 19.930 habitantes –80% indígenas–, 11.943 personas han sido expulsadas y 6.056 recibidas por causa del desplazamiento. Esto, sin contar a quienes no acuden al Estado, así que no figuran en las estadísticas, por miedo, y porque saben que la respuesta institucional tiende a ser lenta y precaria.

El 2005 fue un año macabro: los enfrentamientos del frente 29 de las FARC-EP y el ejército, en el despliegue de la Operación Gladiador, provocaron el desplazamiento de 1.400 indígenas Awá. También lo fue el 2006, cuando se desplazaron 1.500 por las mismas causas en la Operación Tornado. O el 2009, cuando las FARC-EP asesinaron a 17 indígenas del Resguardo Telembí-Tortugaña y, acabada la carnicería, minaron la zona para sus enemigos antes de marcharse.

– Y así todos los años– dice Marcos, director de La Planada, un indígena de baja estatura, corpulento, que viste siempre lo que parece ser un uniforme: gorra azul, pantalón beige, botas de caucho y chaqueta verde institucional.

El conflicto armado afecta particularmente a los pueblos indígenas, que no solo enfrentan esta forma de violencia. Por siglos les ha tocado resistir la construcción de un Estado homogeneizante en el que hoy tienen un espacio –con voz propia, territorio y cultura– solo después de años y años de lucha. Gran parte de sus territorios están en permanente disputa, y son también el escenario de la guerra; actores armados y no armados ven en ellos un inmenso botín para la droga y la explotación de recursos naturales. El paso de las tropas, el petróleo, las dragas y retroexcavadoras va dejando muertes y alteraciones ambientales que amenazan su forma de vida y su permanencia en el territorio.

Y, para colmo, cada grupo los tilda de pertenecer o favorecer al enemigo, como en un círculo que nunca acaba. 

– Uno se pone botas y ya le dicen guerrillero.

Y así todos los años.

La Planada

El cronista Alberto Salcedo Ramos cuenta que los habitantes de lugares tristes como El Salado sólo son visibles cuando padecen una tragedia, como si la muerte fuera al mismo tiempo la condición de su existencia. Solo después de las masacres se oyen las historias, llegan los periodistas, las cámaras, las universidades, las instituciones.

De manera increíble, y con un conflicto aún a sus espaldas, el pueblo indígena Awá de Nariño ha logrado afirmar su existencia a partir de la vida. En mi caso particular, mi encuentro con ellos se dio primero por el deseo de conocer la reserva natural; luego fui llegando, inevitablemente, a lo demás. 

– Mucho gusto, David Guanga, administrador de La Planada. ¿De dónde nos visita?

– Por aquí vienen de todos lados, ayer no más se fueron unos gringos, el otro día llamaron unos peruanos, y también de Francia– cuenta Marcos. Su compañero me ofrece caminatas, pregunta si traigo botas de caucho y binoculares para ver aves, y hace el registro. 

La Planada es un bosque de niebla de pura biodiversidad. Allí, donde el mar se encuentra con las montañas, donde habitan alrededor de 240 especies de aves, más de 70 de anfibios, 400 de orquídeas y el oso de anteojos, los Awá trabajan por construir un proyecto comunitario y turístico alrededor de la protección de la naturaleza y la forma de vida.

– Sígame, si es tan amable, y lo instalo en las habitaciones tipo hotel.

Estas tierras húmedas y pantanosas eran de un terrateniente pastuso que les llamó Buenos Aires La Planada. Tiempo después, “unos gringos” –suizos, realmente– interesados en la conservación del medio ambiente y la investigación compraron los predios y en 1982, con la Fundación para la Educación Superior (FES), se movieron políticamente para que el Estado la constituyera en Reserva Natural y dejara de ser solo una hacienda de 3.200 hectáreas. Progresivamente, los indígenas fueron ganando prioridad en la conservación ambiental de la zona por su manejo particular del territorio, así que la reserva terminó por regresar, en 2010, a sus guardianes de siempre y se introdujo, además, en la oferta del turismo sostenible.

De camino por un sendero de selva virgen, Marcos destaca que la humedad de los terrenos altos hace difícil la siembra y el ganado. Por el contrario, las partes bajas del bosque se prestan para la siembra, que solo está permitida por fuera de la reserva y en cuidadosos ciclos que dictan la cultura y la capacidad de la naturaleza para regenerarse. Los Awá siempre la han querido conservar. 

– La gente de la ciudad dice que no somos ambientales cuando talamos bosque para sembrar.

La abundante lluvia y viscosidad del suelo hacen que la tierra no tenga los nutrientes suficientes para sembrar. Por esto, su forma de trabajar la tierra sigue el método de tala y pudre en espacios pequeños. Los Awá tumban bosque y lo dejan pudrir allí mismo como fertilizante, enseguida dan inicio a un período de siembras y cosechas que comienza por el maíz y, finalmente, se retiran agradecidos. Abandonan el lugar para que el bosque mismo se vuelva a reforestar. 

Marcos hace una pausa y advierte que es importante mantener la densidad del bosque, sembrar en las partes más bajas y en cualquier caso lejos de las orillas de los ríos. En el bosque el agua nace y se mantiene en un interminable ciclo natural. Miro las botas empantanadas y recuerdo que no ha dejado de llover en tres días.

En este punto de la historia pienso en el cultivo de palma africana de la carretera. En el Pacífico, estos cultivos se enmarcan en un complejo proceso de despojo de las comunidades que habitan el territorio. Esta práctica, que opera en el umbral de la legalidad y la ilegalidad, confluye con una masacre ambiental de las partes bajas y planas del bosque: es necesario deforestar el enlace de la montaña con el manglar, canalizar las aguas para secar el suelo y, por último, instalar una formación cuadriculada de palmas que es rentable por treinta años (aproximadamente) y que cambia radicalmente uno de los ecosistemas más biodiversos del planeta.

La Planada está en constante amenaza por la reducción de ese ecosistema que es el bosque húmedo del Pacífico: la coca, el monocultivo y la minería son las fuerzas que han venido a transformar el lugar.

Proyectos

La economía de la coca domina la región. Nariño es uno de los departamentos con más hectáreas empleadas en la producción de cocaína en Colombia, es decir, en el mundo. Para finales del 2016 las cifras del sistema de monitoreo de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito sobre el país hablaban de 146.000, y para finales del 2017, a las puertas del posconflicto, de 171.000.

Aunque el pueblo Awá no la consuma de forma ritual y La Planada esté libre de cultivos de coca, los aprietos económicos y las dinámicas de la guerra han hecho que la planta se abra campo entre su territorio y su gente, agrietando las prácticas ancestrales de labranza.

Me llega una imagen del pasado, de mi primer viaje a Tumaco en 2014: a la altura de Ricaurte se monta en el bus un indígena con las manos rajadas de raspar coca –a pesar del vendaje que envuelven sus dedos–, borracho y con un fajo de billetes en cada bolsillo. Apura al conductor para que lo lleve al aeropuerto de Pasto; se escapa de la guerra. Los pasajeros del bus callamos y sentimos miedo.

En los lugares pobres y apartados, donde mandan los señores de la guerra, trabajar sembrando y raspando coca son formas normales de subsistencia. Son la regla, no la excepción. Para muchos, el plan b son las cosechas que llegan a las plazas de mercado y se negocian a precios bajos que apenas cubren los costos de producción. 

– De todas formas nuestro derecho propio prohíbe los cultivos de coca mayores a un cuarto de hectárea, y que gente de afuera entre a sembrar –cuenta Marcos, mientras me regala un ejemplar del Mandato ancestral de justicia propia, las leyes de su pueblo.

– Algo es algo.  

– Una vez un comunero vendió para que alguien de afuera sembrara como hectárea y media. Lo sacamos: se le dijo “Señor, váyase de aquí”, y se fue. Lo hicimos ir. 

– ¿Intervino la guardia indígena? 

– Sí. Pero aquí todos somos guardianes.

En su lengua propia, el awapit, los Awá se autodenominan +ncal awá: gente de la montaña.

– ¿Cómo es su día? ¿Cómo es un día normal del director de La Planada?– le pregunto, inexperto, a Marcos, que suelta una risa nerviosa y se siente halagado.

–De todo, pues –dice, con su acento nariñense–: recibir turistas, ir a reuniones cuando las haya y estar pendiente de los proyectos; hay muchos proyectos por aquí.

Marcos tiene claro que los “proyectos” implican trámites administrativos, relacionamiento político y recursos. Uno de los proyectos más importantes liderados por las autoridades indígenas es el de soberanía alimentaria, que busca hacer efectivo el derecho a la autodeterminación en el ámbito de la alimentación.

Los Awá viven de la montaña, en su intercambio vital con la naturaleza esta les ofrece lo necesario para producir sus medios de vida. No obstante, esto no es suficiente, pues se siembra apenas para sobrevivir. De ahí que el proyecto busque preservar las semillas ancestrales y los ciclos de siembra que protegen el bosque, fortalecer sus formas propias de alimentación y tener la oportunidad de vender colectivamente lo que producen. La soberanía alimentaria, dice Marcos, es determinante para la sustitución de cultivos de coca en la región.

– La carretera, por ejemplo, la hemos ido construyendo año a año. Con ella podemos conectar todo el resguardo y sacar la cosecha que dejamos para la venta. También necesitamos una cooperativa, para poder vender bien y en mayores cantidades. 

Veo en este pueblo no solo los embates de la guerra sino también de la economía. Tienen cerca, muy cerca, las minas y la coca y los monocultivos; pero lejos –y a un alto costo–, el acceso a las plazas de mercado y a los precios justos. ¿Acaso hay precios justos en el campo? Son guardianes que se esfuerzan por proteger la reserva natural y estar lejos del conflicto, al tiempo que atraviesan los problemas de la producción del campo que comparten sus hermanos campesinos. 

Antes de apagar la luz leo su Mandato: “la realidad es que estamos condenados a desaparecer, ¿a manos de quién? A manos del sistema capitalista y neoliberal que gobierna el mundo, pero nos resistimos”.

Para los Awá, las balas no son sus únicos verdugos. 

Bandera blanca

Las conversaciones de despedida suelen ser las mejores. Tal vez porque son las más sinceras o porque ya se ha roto el hielo y ahora queda mucho por hablar. Y pueden también llegar a ser las más largas. A uno le dicen que la camioneta que lo lleva al pueblo más cercano vendrá en diez minutos, pero aparece una hora después. Esa espera es perfecta para conversar. 

– ¿Y esa bandera? —pregunto, y señalo un roído trapo blanco que se iza sobre la casa administrativa de La Planada.

– Es por las bombas. Este es territorio de paz, aquí no hay nadie con armas, ni siquiera nosotros.

La bandera blanca fue puesta como símbolo de la lucha indígena por mantener a raya la guerra, como manto de protección. No hace mucho que en los cielos no solo volaban aves sino también aviones y helicópteros de la Fuerza Aérea. Me cuentan que el 4 de febrero de 2004, por ejemplo, bombardearon viviendas en la zona rural de Ricaurte, pensando –o vaya uno a saber si a sabiendas– que atacaban a las FARC-EP; y el 10 de julio de 2006, nuevamente, lo hicieron contra la escuela de Magüí-Payán. 

– ¡¿La escuela?! 

– Afortunadamente los niños entran a las ocho y el bombardeo fue a las siete. 

Eran las 7:00 am, y desde los aires, la huerta y el corral que el profesor había construido para sembrar maíz y criar cuyes, conejos y gallinas, parecía un campamento guerrillero. Había que dispararle a los bandidos.  

La bandera hoy está deshilachada. Por lo pronto, no han tenido que cambiarla por una más grande y alta que espante las aves de metal. Sin embargo, las dificultades para producir en el campo y el sonido de la locomotora de la minería, el petróleo y los monocultivos, anuncian otros peligros que se suman a la desgracia que han traído la coca y las armas. El trapo blanco y maltrecho nos recuerda lo que ha ocurrido y nos muestra al tiempo la cara actual de la paz.

---------------------------

Nota: Recientemente la Sala de Reconocimiento, Verdad y Responsabilidad de la Jurisdicción Especial para la Paz –el tribunal de justicia transicional creado en los Acuerdos de la Habana entre el Gobierno de Colombia y las FARC-EP– seleccionó como caso No. 2 las graves violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario que sufrieron los pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos de Tumaco, Ricaurte y Barbacoas en Nariño entre 1990 y 2016. 

CTXT es un medio financiado, en gran parte, por sus lectores. Puedes colaborar con tu aportación aquí.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Julián Trujillo Guerrero

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. ahiga Audrey

    Mi nombre es Ahiga Audrey, vivo en Ohio, Estados Unidos y estoy felizmente casado con un esposo encantador y cariñoso con tres hijos. Un gran problema ocurrió en mi familia hace un año, entre mi marido y yo, tan terrible que llevó el caso a la corte por un divorcio. dijo que nunca más quiso quedarse conmigo y que ya no me amaba. Así que se fue de la casa y nos hizo pasar a mi ya mis hijos por fuertes dolores. Intenté todos mis medios posibles para que regresara a través de muchas súplicas pero todo fue en vano. Finalmente, confirmó que había tomado su decisión y que nunca más quiso volver a verme. En una tarde fatídica, cuando regresaba del trabajo, conocí a un viejo amigo mío que le preguntó a mi esposo. Le expliqué todo a ella, así que me dijo que la única manera de recuperar a mi esposo es visitar a un lanzador de hechizos porque a ella también le ha funcionado. Por el contrario, nunca creí en el hechizo, pero no tenía más remedio que seguir su consejo. Ella me dio la dirección de correo electrónico del lanzador de hechizos que es "wiseozizaspiritualhome@gmail.com" Así que a la mañana siguiente, envié un correo a la dirección que ella me dio y el lanzador de hechizos me aseguró que recuperaré a mi esposo dentro de dos días. ¡Qué increíble declaración! jajaja !!! Nunca creí, así que habló conmigo y me dijo todo lo que tenía que hacer. A la mañana siguiente, sorprendentemente, mi esposo, que no me ha llamado durante más de un año, me llamó para informarme que volvería. . Tan increíble, ¿verdad? Bueno, así fue como regresó ese mismo día, con mucho amor y alegría, y se disculpó por sus errores y por los dolores que causó a mí y a mis hijos. Desde ese día, nuestra relación ha sido más fuerte de lo que era antes. Gracias por la ayuda de este gran lanzador de hechizos. Mi consejo para todos los que están pasando por diferentes desafíos es contactar a este gran hombre y, al igual que lo hizo conmigo, él resolverá todos sus problemas. Puede enviarle un correo electrónico a través de esta dirección de correo electrónico. Le prometí que iba a contarle a todo el mundo acerca de sus magníficos poderes. (wiseozizaspiritualhome@gmail.com), si está en una condición como esta, o si tiene algún problema relacionado con "traer a su ex. No solo eso puede ayudarlo. 1) ser promovido en cualquier cosa que hagas. 2) Gane un buen dinero o gane una lotería. 3) Lograr el éxito en los negocios. 4) problemas espirituales. 5) ganar caso judicial. 6) Busca a tu compañero de vida. 7) Obtener un trabajo bien pagado. 8) ganar el control sobre su matrimonio. 9) recibir favor y ganar atracción de las personas. 10) recuperar el dinero perdido. (11) sanarte de todas las enfermedades. curable e incurable como el VIH / SIDA, el cáncer, cualquier cosa (12) resolver problemas de embarazo y bendecirte con bebés. su dirección de correo electrónico una vez más es (wiseozizaspiritualhome@gmail.com) también puede contactarlo a través de whatsapp en +2348111448971

    Hace 5 años 6 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí