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Sophie Baby / historiadora y autora del libro ‘El Mito de la transición pacífica en España’

“Puede que la transición no curara las heridas pero los españoles han aprendido a vivir en paz”

Gorka Castillo 31/10/2018

<p>Sophie Baby.</p>

Sophie Baby.

Manolo Finish

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A la historiadora Sophie Baby (París, 1977) es casi imposible arrancarle una valoración política de transición en España.  A lo máximo que accede es a cuestionar el carácter pacífico que acompaña el relato oficial. “No lo fue pero tampoco se puede afirmar lo contrario”, dice. Tras años de recopilación de datos y un exhaustivo trabajo, esta profesora de la Universidad de la Borgoña contabilizó 714 muertos entre 1975 y 1982, la mayoría perpetrados por ETA pero casi 200 a manos de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. En su ensayo El mito de la transición pacífica: Violencia y política en España(Editorial Akal) lo narra con todo detalle pero cuidándose de utilizar un lenguaje apasionado. Y así reconstruye el intrincado puente que se inventó este país para dejar atrás la oscuridad del franquismo y alcanzar la luz de la democracia. Por el camino quedó un reguero de sangre y un baño de lágrimas. La obra, escrita y publicada originalmente en francés, acaba de presentarse en España con cierto retraso para la trascendencia que tiene. O no. La Constitución, punto culminante de este periodo, está a punto de cumplir 40 años de vigencia imperturbable. “Se puede criticar desde muchos puntos de vista pero cumplió el objetivo de consolidar la democracia en España sin que se produjera un enfrentamiento en las calles”, asegura.

¿Cree que los políticos tienen en cuenta la opinión de los historiadores cuando hablan de la transición?

Es que la transición fue un hito fundacional de la democracia en España. Por eso es tan difícil criticarla desde el poder. Pero la crítica no es incompatible con el reconocimiento objetivo de que fue permisible con esto, eso y aquello. Es decir, un periodo histórico puede seguir ejerciendo su función social y política aunque varíe su interpretación global si se hace con el trabajo riguroso de los historiadores.

Establece el fin de este periodo en el año 1982, ¿por qué?

Porque coincide con la llegada al poder del PSOE, que representaba a los vencidos de la Guerra Civil aunque no lo fueran realmente pero sí que simbolizaba el comienzo de una nueva etapa. Además, tiene un sentido real en términos de violencia represiva de un régimen porque decae abruptamente ese año y abre otro ciclo de violencia, en este caso terrorista y un contraterrorismo del GAL que se extiende hasta 1986. Quizá esa fecha hubiera sido más precisa para haberla tratado porque ahí concluye el ciclo de violencia ejercida por el Estado, España entra en la OTAN y luego en la Unión Europea. Es un tiempo en el que las Fuerzas Armadas se profesionalizan y los Cuerpos de Seguridad se someten definitivamente al poder civil.

La transición en España suele utilizarse como ejemplo mundial de cambio pacífico de un régimen. Sin embargo, usted sugiere que no es del todo cierto.  

¿Qué son los 700 muertos de la transición comparados con el millón de víctimas que causó la guerra?

Efectivamente no fue pacífica pero tampoco se puede afirmar lo contrario.  Durante la transición hubo muchos muertos, un dato fácilmente comprobable pero que no encaja con el discurso oficial. Los primeros siete años de democracia son una letanía de manifestaciones, huelgas, atentados, enfrentamientos, etc. Ahí están las hemerotecas. Pero todas estas muestras de violencia política tampoco invalidan el relato porque hubo una voluntad real de llevarla a cabo de forma pacífica. Esto obligó a muchas cosas pero la más importante es que logra que el cambio de régimen no desemboque en otra guerra civil. Por eso se esforzaron tanto en aplacar cualquier iniciativa de transformación revolucionaria  que fuera motivo de luchas en las calles o, incluso, de algo más. En ese sentido, el contramodelo español era la Revolución de los Claveles portuguesa. Aquí se optó por una reforma de las leyes que garantizara a toda costa el orden público. Y se consiguió con la voluntad compartida de reformistas y oposición. Cuantitativamente le diré algo: ¿Qué son los 700 muertos de la transición comparados con el millón de víctimas que causó la guerra?

¿Cuántos muertos causó la Revolución de los Claveles en Portugal?

Unos 20, pero ambos procesos son incomparables. Para entender la violencia que se produce en España durante ese tiempo es más acertado equipararla con los años del plomo en Italia. Debido a la percepción social de los hechos históricos, la palabra “revolución” era sinónimo de enfrentamiento sangriento en el imaginario español de 1975 aunque en Portugal no produjera muchas víctimas.

Se intentó prevenir la violencia pero al final causó más muertos que la revolución en Portugal, ¿por qué?

Por la actuación de los diferentes grupos armados y la situación de poder que dejó Franco. En Portugal, las Fuerzas Armadas se descompusieron completamente mientras que aquí mantuvieron un férreo control sobre las estructuras del Estado.

Es decir, que la transición fue preparada por los poderes fácticos de la dictadura para mantener el control

¿Qué entiende por poderes fácticos?

El económico, el judicial, el militar y el político

Fue una transición hecha desde el poder con la voluntad de ser continuista. Entonces, la respuesta es obvia: no hubo interés alguno en transformar las estructuras socioeconómicas y la oposición democrática lo aceptó con los Pactos de la Moncloa. El PSOE, por ejemplo, hizo su mutación en Suresnes y abandonó el marxismo-leninismo aceptando la socialdemocracia. Cuando muere Franco ya no era un partido revolucionario sino que aspiraba a cambiar las estructuras políticas del régimen garantizando los derechos civiles, las libertades públicas y el crecimiento económico desde el punto de vista liberal.

¿Qué papel desempeñó la monarquía impuesta por Franco? 

Es un hecho que el rey Juan Carlos nombró al mismo jefe de Gobierno que el último del franquismo, Carlos Arias Navarro, pero poco a poco intentó ganarse la credibilidad internacional con el nombramiento de Suárez y el comienzo de la reforma democrática. Y eso es importante porque el rey tuteló la transición. Fue la garantía de todo este proceso y jugó un papel muy importante en la relación con las Fuerzas Armadas, como una figura de estabilidad en el país aceptada por la oposición. Y aunque el pueblo no pudo elegir entre monarquía o república sí que aprobó el contenido conjunto de la Constitución de 1978.

¿Hubo miedo a someter el modelo a un referéndum?

Es que nunca se planteó. Las cosas se plantearon de otra forma. El rey y la monarquía representaban el factor de estabilidad institucional que los reformistas necesitaban para realizar el cambio de régimen.

En su libro precisa que el número de víctimas políticas entre 1975 y 1982 fue de 713. ¿Cuántas causó ETA?

376.

¿Y cuántas los cuerpos de seguridad de Estado?

178. El resto fueron provocados por organizaciones de extrema izquierda como el GRAPO y grupos de extrema derecha. 

¿Cree que se han reconocido los daños causados por las fuerzas de seguridad en esa época?

Bueno, esa es una reflexión de la memoria que se escapa de mi ámbito analítico. Lo que sí he constatado es que la actitud del gobierno de UCD ante un escándalo de violencia policial solía ser negarlo o minimizarlo. Este comportamiento obedecía, en mi opinión, a su voluntad por tener la violencia bajo control y al convencimiento de que esas muertes no ponían en peligro el desarrollo del cambio político en España. 

Es decir, las autoridades eran conscientes de lo que hacían las fuerzas policiales.

He intentado estudiarlo y en eso también hay muchos mitos que requieren un análisis desideologizado del problema. La represión cayó de manera brutal cuando comenzaron a legalizarse las manifestaciones. Y eso sucede a partir de 1980. Eso quiere decir que las diferentes policías se adaptaron al marco democrático de forma muy rápida, en dos o tres años, aprendiendo técnicas de control de una concentración ciudadana sin provocar víctimas y aceptando que la protesta es una forma más de expresión democrática. A partir de entonces, los muertos causados por agentes de seguridad se produjeron en controles de carretera y en enfrentamientos con grupos terroristas como ETA o el GRAPO. 

¿Qué fuentes ha utilizado en la investigación?

Para el censo de los hechos violentos utilicé la prensa y documentos y estadísticas del Ministerio del Interior como la aplicación de medidas antiterroristas, detenciones, etc. También acudí al Archivo General de la Administración (AGA), en concreto los informes anuales que elaboraban los gobiernos civiles, a unos boletines semanales que editaba la policía y, finalmente, a los diarios de sesiones del Congreso. E hice algunas entrevistas.

¿Entrevistó a Martín Villa?

Sí.

¿Reconoció los excesos cometidos por las fuerzas de seguridad siendo él ministro del Interior?

No. Su actitud fue negar los hechos. O los subestimó, como algunos casos escandalosos de tortura que consideraba poco relevantes. En el momento de la entrevista aún no había sido citado por la justicia argentina (que investiga los sucesos del 3 de marzo de 1976 en Vitoria en el que murieron seis personas tras una carga policial). 

Pero la tortura fue una práctica muy extendida durante la transición.

El impacto de la tortura es un trabajo pendiente que da para una tesis doctoral. Yo no pude hacerlo en su totalidad. Me limité a constatar el desarrollo del fenómeno en el espacio público. Y una conclusión a la que llegué es que fue cíclica. Primero muy habitual, aunque no sé si sistemática, durante la etapa final del franquismo. Luego, a partir de la legalización de los partidos políticos, descendió. O por lo menos se registran menos denuncias. Pero unos años después, entre 1980 y 1982, vuelve a reaparecer con algunos escándalos como la muerte de Arregui en comisaría. La justificación oficial a este rebrote es que era la consecuencia de la aplicación de determinadas medidas antiterroristas, como la incomunicación de los prisioneros, que facilitaban la posibilidad de los abusos en los calabozos. Fue un ciclo de tortura ligado casi exclusivamente al País Vasco y al fenómeno ETA. 

¿Hay un déficit de debate sobre estos oscuros capítulos de la transición?

En Euskadi se ríen cuando hablan de la transición modélica. No hay esa percepción. Lo mismo que en Cataluña

No. Hay mucho debate pero está muy polarizado. Se critica sobre todo desde el auge del movimiento de la recuperación de la memoria histórica y la llegada de Podemos, cuyo eje de hacer política era poner en cuestión la transición. También se censura en varios territorios. En Euskadi se ríen cuando hablan de la transición modélica. No hay esa percepción. Lo mismo que en Cataluña.

Y también en otras comunidades.

España es muy diversa. En términos académicos también se han realizado revisiones sobre la visión idílica del modelo clásico de los años 80. Otra cosa diferente es que no se quiera hacer desde el poder. 

A la vista de la situación política actual, no parece que sirvió para reconciliar a esas dos Españas. ¿Siguen existiendo percepciones diferentes de lo que es este país?

Es que depende de lo que quieres decir sobre reconciliación. La transición puso fin al ciclo global de violencia del siglo XX en España, con la excepción notable del País Vasco y ETA que acaba de terminar hace poco. ¿Eso significa reconciliar? Pues quizá es otra cosa pero los españoles han aprendido a vivir juntos en paz, en democracia. Puede que no haya servido para curar las heridas pero la demanda social en los años 70 era salir del franquismo, no recuperar la memoria histórica.

Usted como investigadora de la historia de España, ¿considera que se ha pedido perdón a las víctimas del franquismo?

No, nunca se ha hecho.

¿Y eso no provoca un déficit en la convivencia e, incluso, en la concepción de país?

Que sea o no un déficit es un trabajo que debe hacer la sociedad española. Es cierto que el Congreso reconoció el golpe de Estado franquista, que se ha legislado, etc, pero una petición de perdón explícita nunca se ha hecho. Mi opinión no importa mucho al respecto. En Francia también tenemos nuestros traumas terribles con la guerra de Argelia y mil cosas más. No soy la persona indicada para decir quién tiene que pedir perdón a quién. La calidad de la democracia en España depende de los ciudadanos españoles. 

Pero la experiencia vivida en países que sufrieron una dictadura como la española muestra graves carencias de identidad nacional tras la llegada de la democracia y la necesidad de construir un relato que explique el espanto silenciado. Mire, por ejemplo, Alemania.

La catarsis en Alemania, por ejemplo, duró décadas y ni siquiera el tribunal de Nuremberg logró cerrar las heridas abiertas por el nazismo pero, a veces, se tiene una visión idealizada de lo que fue la Alemania postnazi. Cada país tiene su propio proceso y el debate social, filosófico y político suele extenderse durante tiempo.

Pero es que en España aún está pendiente de realizarse 43 años después de la dictadura porque una parte de la clase política sigue equiparando la memoria histórica con la reapertura de viejas heridas

Habría que estudiar qué significó la pseudoreconciliación que se puso en práctica a la muerte de Franco, con la ley de Amnistía y algunas medidas más, para no hacer falsas interpretaciones. Como historiadora me interesa estudiar las razones del movimiento de memoria histórica que le ha hecho resurgir y la forma de plantear el problema y las soluciones por parte de las víctimas. Y también, por supuesto, saber si tiene una respuesta, o no, por parte del Estado. Pero no creo que haya una manera única de encarar eso que usted denomina catarsis de las víctimas porque obedece a una evolución propia del siglo XX y a las diferentes interpretaciones del conflicto. Yo interpreto los hechos desde el punto de vista de una historiadora, de una científica social que trabaja con datos y fuentes rigurosas, y que intenta excluir sus opiniones personales. Y la transición es un periodo demasiado influido por los análisis partidistas.

Pero en un conflicto violento siempre hay verdugos y víctimas.

No lo creas. El vencedor puede volverse víctima. Eso es lo que ha pasado en España y estoy estudiando actualmente. La superposición a conflictos durante un tiempo puede causar un intercambio de papeles. Por eso la Historia no se escribe sobre verdugos y víctimas. Es mucho más compleja. La condición de víctima es una experiencia social que se construye con muchos factores, además del sufrimiento.

Comienza a hablarse de la necesidad de una segunda transición en España. ¿La considera necesaria?

No soy política pero me gustaría saber de dónde viene esa idea y qué significa. Me parece más interesante que quienes la proponen piensan, en realidad, que la primera transición no ha acabado sino que fue terminada mal, con espacios que no fueron democratizados, etc, pero, incluso para los críticos es un mito. 

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3 comentario(s)

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  1. Lorenzo

    Buen artículo desde la perspectiva de historiadora. A su vez, no cae en la respuesta fácil que está esperando el entrevistador.

    Hace 6 años

  2. Lolico

    ¿Hubo miedo a someter el modelo a un referéndum? Es que nunca se planteó. Las cosas se plantearon de otra forma. El rey y la monarquía representaban el factor de estabilidad institucional que los reformistas necesitaban para realizar el cambio de régimen. Que yo sepa salió a la luz un vídeo en el que Adolfo Suárez reconoció que había manipulado el Referéndum Constitucional para consolidar la Monarquia ya que había miedo de que si hacían referéndum, (monarquía/república) acabaría ganando república...

    Hace 6 años

  3. Uno

    Espantosamente banal. La tía está como una chota y no se entera de nada. "Porque coincide con la llegada al poder del PSOE, que representaba a los vencidos de la Guerra Civil aunque no lo fueran realmente pero sí que simbolizaba el comienzo de una nueva etapa.". Virgen santa.

    Hace 6 años

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