Pocos políticos de la izquierda mexicana condensan tanta historia como Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (Ciudad de México, 1934), el primer candidato de izquierda que amenazó con desbancar al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de la presidencia, en 1988. La amenaza era tan real que el sistema de recuento sufrió un “apagón” antes de anunciar la victoria del oficialista Carlos Salinas de Gortari, el presidente que puso a México en la senda del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Cárdenas había sido dirigente del PRI hasta los ochenta. Allí fundó la Corriente Democrática y después el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que hegemonizó la izquierda mexicana hasta que el ahora presidente electo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fundó Morena en 2014. A ambos les une el haber liderado tres candidaturas presidenciales cada uno, el paso por el PRI y el PRD, la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, coincidencias programáticas y, últimamente, algunas divergencias.

Durante la campaña electoral, Cárdenas anunció que daría su apoyo al candidato que se comprometiera a revertir la reforma energética de 2013, algo que nadie hizo. Ni siquiera AMLO. A pesar de que se opuso a una reforma que por primera vez permitiría a las empresas privadas participar en los beneficios del sector hidrocarburífero en lugar de prestar servicios a Petróleos Mexicanos a precios fijos, como se hacía hasta entonces, López Obrador se limitó a anunciar una revisión de los contratos ya adjudicados en busca de irregularidades.

Cárdenas Solórzano nació el primero de mayo de 1934 durante la campaña electoral que llevó a su padre, el general Lázaro Cárdenas, a la presidencia de México. El general fue el nacionalizador del petróleo y su hijo es un acérrimo defensor del control estatal de ese recurso.  

Cuauhtémoc Cárdenas responde a la entrevista en una sala de la Coordinación de Asuntos Internacionales de la Ciudad de México, un cargo que asumió en 2012 y compagina con la presidencia de la Fundación por la Democracia. En la sala, sobria, hay una sola fotografía, la del presidente Cárdenas con los niños de Morelia, un grupo de refugiados españoles, que lleva impresa una leyenda, en la que se dice que el Gobierno y el pueblo mexicano les recibe “como a exponentes de las causas imperecederas de las libertades del hombre”. El veterano político abandonó el PRD en 2014 y, desde entonces, mantiene un perfil independiente. Mientras que en Morena asumieron como un éxito la firma del nuevo tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, Cárdenas llamó a los senadores a no ratificarlo.

¿Por qué cree que el Tratado va contra los intereses del país?

Porque hasta donde sé, impide que se suscriban acuerdos comerciales con países que, a juicio del gobierno norteamericano, no tienen una economía de mercado. Y esto claramente está diseñado para impedir acuerdos con China y eventualmente otros países. Se cierra también la posibilidad de que en México se puedan elaborar fármacos a partir de células vivas, de azúcares, de proteínas. También estoy en contra porque se establece que no puede modificarse la reglamentación que se aplica a las industrias de telecomunicaciones, infraestructura, transporte e hidrocarburos. Esto es una limitación porque no permite cambios aunque fueran necesarios para mejorar la economía y el desarrollo del país.

Después de 24 años de vigencia del primer Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ¿cree que debe desandarse esa senda de tratados con Estados Unidos y Canadá, o simplemente habría que reformularlos?

Yo creo que México tendría que poner en práctica una política económica distinta. Esto no quiere decir que no haya acuerdos. Simplemente, tener una política de industrialización, que se canceló en los años 90, con objeto de aprovechar mejor los recursos naturales y de integrar con racionalidad las cadenas productivas, entre otras cosas. México se ha convertido en un país eminentemente maquilador. Aunque sea una maquila con ciertos avances tecnológicos, como puede ser la que se da en la industria aeroespacial o en el caso automotriz, al final es una maquila, porque es poco lo que aquí se elabora, lo que aquí se fabrica a partir de mano de obra, de tecnología, de insumos nacionales. Me parece que tendría que haber una política económica distinta, que busque el crecimiento económico. En los últimos 40 años, el PIB de México no ha crecido por encima del  2%, y eso no es suficiente para satisfacer las necesidades de empleo y de ingresos de la población.

¿Por qué era tan importante revertir la reforma energética de 2013?

Primero porque esa reforma quita al Estado mexicano la posibilidad de determinar el aprovechamiento de recursos naturales fundamentales. Me parece que esto debe revertirse. Es absurdo pensar que el sector energético, en este caso el petróleo y la electricidad, no sean estratégicos para el país. Esta condición, que estaba recogida con carácter constitucional, desapareció en estos sectores. Yo no veo que ningún país desarrollado, independientemente de lo que digan sus leyes, no tenga un gestión particular de estos sectores, que son fundamentales para la economía y para la vida de la sociedad.

¿Qué se puede esperar de la revisión de los contratos que anunció el presidente electo?

Pues posiblemente haya irregularidades, las desconozco. En algunos casos, lo que se ha dado en llamar licencias son en realidad concesiones, y esto lo dicen juristas bien cualificados. Y en este caso, las concesiones están prohibidas por la Constitución. Habría que cancelar estas concesiones llamadas licencias.

¿Cuál es el papel que debe jugar Petróleos Mexicanos en los próximos años?

Primero, reconvertirse en un organismo del Estado y no ser una empresa productiva del Estado. Un organismo descentralizado del Estado, como lo era antes. Por otro lado, debe ser el ejecutor de una política petrolera distinta, una política que reactive la producción, que garantice abastos internos, que promueva la industrialización a través de dar valor añadido mediante la industria petroquímica… En fin, un papel que tuvo en épocas anteriores y que se fue perdiendo o diluyendo a partir del desmantelamiento consciente del petróleo.

¿Cree que los planes de construir nuevas refinerías van por esa senda?

Me parece que es indispensable, porque estamos importando más del 70% de los combustibles que se consumen, y eso es un riesgo para la seguridad energética, incluso para la seguridad nacional.

¿Se puede revertir la reforma energética?

Si se pudo revertir en otras épocas, no veo por qué no se puede revertir ahora si existe un gobierno firme y con amplio respaldo popular como seguramente va a ser la próxima administración.

Usted decía que hay concesiones mineras y petroleras en un tercio del país.

Está concesionado más o menos una tercera parte del territorio nacional, principalmente a las mineras. Lo que ha sucedido en buena parte de esos territorios es que se ha producido un despojo de las comunidades que los habitan y también claras agresiones al medio ambiente. Creo que habría que revisar esas situaciones y, además, en la medida de lo posible, habría que evitar exportar el mineral como mera materia prima y  procesarlo para añadirle valor agregado.

Este último  ha sido de reformas estructurales. Ha supuesto casi la culminación de un ciclo de reforma del Estado en sentido neoliberal que se inició hacia 1988. Es inevitable pensar que ese fue el año en el que usted estuvo a punto de acceder a la presidencia, en unas elecciones muy cuestionadas. Ahora llega un gobierno progresista, ¿es demasiado tarde?

Corregir rumbos siempre es oportuno, si de eso se trata. Si se quiere buscar crecimiento económico, si se quiere buscar reducir la desigualdad, si se quiere buscar atender los principales problemas sociales nunca es tarde para empezar a hacerlo.

Al mismo tiempo, estas elecciones han sido las primeras que eligen un presidente que no viene ni del PRI, ni del PAN. ¿Usted cree que esto es un hito para la democratización del país, comienza una nueva transición?

Es muy claro, fue un voto mayoritario con amplia ventaja sobre cualquier otra propuesta electoral. Esto genera expectativas muy altas de la gente que votó en este sentido y también un compromiso muy serio para el gobierno que entra.

Hay ciertos paralelismos entre su vida política y la de Andrés Manuel López Obrador. Ambos coincidieron en el Partido de la Revolución Democrática, formaron un partido, tuvieron la jefatura de Ciudad de México, fueron candidatos presidenciales. ¿Usted piensa que Andrés Manuel es heredero de su proyecto político?

No, de ninguna manera. Yo creo que tenemos muchas coincidencias, pero no veo que lo que yo haya hecho es heredable a nadie.

¿Cuáles son las diferencias de fondo?

Vamos a ver cómo es el próximo Gobierno y, sobre todo, vamos a ver cómo es su política energética. No sé hasta dónde podamos tener coincidencias o divergencias.

Muchos cuadros de Morena proceden del PRD, ¿Qué ve en Morena del PRD, un partido que usted ayudó a fundar?

Veo muchas caras conocidas, veo muchos amigos, pero ni he estado cerca del partido, ni de su construcción. Por lo tanto, sería difícil dar una opinión.

¿Se puede democratizar el país con la presencia del Ejército en tareas de seguridad interior?

Sí, se puede. Son políticas que tendrán que moverse en paralelo. Pero el Ejército en este caso, las Fuerzas Armadas, no están interviniendo en cuestiones de orden político.