La cantante macedonia Esma Redzepova figura en letras de oro en la Historia de la música gitana. Esta diva, reconocible por su poderío vocal y sus atuendos coloridos, tuvo una carrera jalonada de triunfos tanto en Yugoslavia como en el resto del mundo. Tal fue su éxito como artista gitana que fue proclamada "Reina de la Música Romaní" en la mismísima India, la patria ancestral del pueblo cíngaro. Sin embargo, desde su muerte, de la que ahora se cumplen dos años, el esplendoroso legado de Esma Redzepova se ha ido enfangando a base de controversias, incluidas disputas por la herencia entre sus familiares y el desvalijamiento de su casa-museo. La desidia a la hora de preservar la memoria de Esma ha llegado a tal punto que la tumba de la cantante en su Skopje natal no es más que un terrón sórdido y desangelado.

Redzepova nació en Topana, el antiguo barrio gitano de Skopje, y su infancia estuvo marcada por la pobreza y la vocación por cantar. El padre de Esma, que había perdido una pierna en un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial, iba con sus muletas de acá para allá para ganarse la vida como limpiabotas. Mientras, su madre cosía bombachos para las familias gitanas más pudientes. Ya con apenas diez años, Esma dio muestras de su personalidad cuando quebró la prohibición familiar de convertirse en cantante, profesión considerada indigna de una mujer honrada. De entrada, se zafó del matrimonio que sus padres habían convenido para ella amenazando con ahorcarse en la plaza mayor, porque una boda supondría el fin de cualquier dedicación a la música. Decidida a hacer realidad su sueño, la chiquilla acudió, a escondidas de su familia, a un programa de talentos que emitía Radio Skopje. Aunque, al enterarse, su padre le cruzó la cara de un bofetón, sería el inicio de su carrera como artista.

Tras su debut en Radio Skopje, el desparpajo de la gitanilla llamó la atención de Stevo Teodosievski, un acordeonista payo fascinado por la música romaní, quien se convirtió en su mentor y la convirtió en vocalista de su conjunto. La combinación entre el talento natural de Esma –con su mezcla de gracia gitana y frescura pop– y la sólida dirección de Teodosievski les proporcionó un éxito fulgurante: por primera vez, la música de los gitanos, cantada en lengua romaní, sonaba en las radios y televisores de toda Yugoslavia. Más allá de las fronteras de los Balcanes, su mayor triunfo fue ser proclamados "Reyes de la Música Romaní" en el primer festival dedicado a este arte, que se celebró en 1976 en la ciudad india de Chandigarh. Como correspondía a tan alta dignidad, los nuevos monarcas fueron coronados por Indira Gandhi, primera ministra de la India.   

Esma Redzepova derrochando vivacidad en una interpretación de su clásico "Romano Oro" para la televisión austriaca.

Aunque consiguieron el éxito por todo el mundo, Esma y Teodosievski habían sufrido el racismo en su Macedonia natal. En los primeros compases de su trayectoria en común, intentaron cumplir con la cultura establecida añadiendo canciones macedonias al repertorio. Incluso, en algún videoclip, Esma cantaba frente a monasterios ortodoxos, entre iconos dorados de santos y vírgenes. De manera paradójica, con la popularidad los reproches por interpretar música romaní no sólo no menguaron, sino que se volvieron insoportables. Los compañeros de gremio de Teodosievski le recriminaban haberles traído a "esa desgracia gitana" y la inquina contra él llegó hasta tal punto que fue expulsado del Partido Comunista. Cuando no pudo resistir más la persecución, Teodosievski embarcó a Esma y al resto del grupo en un autobús con destino a la más tolerante Belgrado.

En paralelo a su triunfante carrera y pese a llevarse veinticuatro años de edad, Teodosievski y Esma iniciaron un romance. Decidido a pedir a Esma en matrimonio, Teodosievski consiguió superar los recelos de la familia de ella hacia la boda, no tanto por la diferencia de edad, sino por su condición de payo. Por desgracia, la pareja descubrió que no podía tener hijos, pero, lejos de frustrarse, decidieron ejercer la generosidad: adoptaron a seis niños y criaron a 47, casi todos procedentes de familias gitanas desfavorecidas. Esma y Teodosievski mantenían a los pequeños, les trataban como si fuesen sangre de su sangre y les iniciaban en el oficio de músico. De esta forma llegó a su casa Simeon Atanasov, un muchacho payo e hijo de padres divorciados a quien, por su condición demasiado enfermiza para soplar instrumentos de viento, Teodosievski enseñó a tocar el acordeón.

En la instrucción musical, Teodosievski aplicaba un rigor comunista: obligaba a los discípulos a ensayar hasta 14 horas seguidas y, si se equivocaban, les ponía a tocar a la pata coja. Gracias a esta formación intensiva, Simeon y el resto de chiquillos se convirtieron en músicos virtuosos que acompañaban a Esma y Stevo en sus giras. Cuando la salud de Teodosievski empeoró, en su lecho de muerte le pidió a Esma que siguiese cantando para que algo de él continuase vivo, nombró a Simeon su sucesor al frente de la banda y, como símbolo de su relevo como patriarca, le hizo entrega de su acordeón. Aprovechando la fiebre por la música balcánica que recorrió buena parte del mundo en los años 90, Esma se convirtió en una estrella de la world music: su cante poderoso levantaba las plateas y su indumentaria de colores vivos –compuesta de bombachos, pañuelos, turbantes y alhajas– le daba la majestuosidad de una reina gitana.   

Esma Redzepova cantando el himno nacional gitano "Djelem Djelem" con su estilo tardío, basado en la potencia vocal y la abundancia de melismas. 

La prodigiosa garra como vocalista de Esma –que exhibía bajando a cantar entre el público el himno gitano "Djelem Djelem"– se fue apagando con el paso de los años, así que optó compartir los focos con las nuevas generaciones. Aunque siempre se había negado a acoger a niñas en su familia, porque opinaba que criar bajo un mismo techo a jóvenes de ambos sexos sólo podía dar problemas, con la vejez se persuadió de que necesitaba una compañía femenina que la atendiese. Fue entonces cuando adoptó a la joven Eleonora Mustafovska, a quien se esforzó por promocionar como su heredera: en las actuaciones en directo de sus últimos años, Esma se retiraba a su camerino cada dos o tres números para que Mustafovska se foguease con la banda de Atanasov.

Aquejada de diabetes crónica, las energías de Esma fueron menguando y una bronconeumonía saturó sus vigorosos pulmones a la edad de 73 años. Por su condición de ferviente patriota macedonia, decidió legar sus caudalosos bienes al Estado para disgusto de sus sobrinos, quienes denunciaron ante los tribunales la supuesta falsificación del testamento. Pocos días después, la prensa anunciaba un nuevo escándalo: Simeon Atanasov había sido detenido como sospechoso de haber allanado la casa-museo de la mujer que le crió. Según lo publicado, los ladrones se habían llevado numerosos objetos de valor, incluida la urna funeraria con las cenizas de Teodosievski. Al tiempo empezó a circular por las redes una imagen desoladora de la tumba de Esma: al pie de una tablilla de madera verde, apenas había un montón de tierra desarreglada, un cántaro, una maceta vacía y un ramo de flores tirado por el suelo.  

Tras la polvareda levantada en los medios de comunicación, Simeon Atanasov desmintió que hubiese sido arrestado. La representante Vesna Gjorgjevska, mano derecha de Esma durante más de veinte años, está convencida de que la noticia sobre la detención de Atanasov es fruto del soborno a un periodista de los sobrinos de la cantante, según ella los verdaderos autores del robo en la casa-museo. Gjorgjevska asegura que, además de joyas, zapatos, vestidos y muebles, en el pillaje desapareció la estatua que Esma había encargado para su tumba, una escultura de ella cantando con su adorado Stevo al acordeón.

Simeon Atanasov, a quien Redzepova legó los derechos de sus canciones, ha puesto en marcha, junto a Eleonora Mustafovska, el proyecto Esma's Band Next Generation, que aspira a perpetuar con nuevas canciones el estilo de la diva. Para su debut, la banda ha grabado un álbum con la prestigiosa discográfica francesa Accords Croisés, dedicada a la world music. Mientras tanto, los procesos judiciales siguen su curso y la sepultura de Esma permanece abandonada, si bien el gobierno macedonio ha anunciado su intención de erigir allí un monumento en su honor. Con todo, más allá de cualquier vicisitud, el auténtico legado de la emperatriz gitana no se encuentra ni en su tumba ni en la obra de sus descendientes, sino en sus canciones, que ni las rencillas ni las mezquindades podrán corromper jamás.