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Hace poco mi hijo cumplió tres meses y al día siguiente participé, junto a Gabriela Ybarra y parte de las artífices del libro en mi primera experiencia pública después de haber dado a luz: la presentación de Nadie me dijo, el diario-poemario de la poeta y slamer británica Hollie McNish. Me ausenté las tres horas que puedo estar, como máximo, separada de mi hijo sin sacaleches de por medio. A mí tampoco “me hace falta mirar el reloj en el trabajo, me puedo figurar qué hora es dependiendo de cómo de grande estén mis pechos. Es algo así como esas personas que pueden navegar por el mar teniendo a las estrellas como única guía en su camino, o medir el día por las posiciones de la luna”. Encuentro en este pasaje las palabras exactas para explicar una vivencia, en este caso, la de madre lactante que se incorpora al trabajo. Hollie me representa, es capaz de describir cuestiones hasta ahora inexploradas por la literatura, en concreto, las que ahora me ocupan de lleno: las del puerperio, ese período y zona gris que va desde el día después de parir hasta el momento en que psicológica y físicamente te recuperas del parto. Sí, la famosa cuarentena, pero extendida (puede alargarse hasta los dos años) y actualizada: hoy día es un potaje diabólico entre cambios hormonales, la transformación de la relación de pareja (en caso de tenerla) y con los demás hijos (en caso de existir), con la familia, la negociación con las expectativas sociales, con tus propias expectativas, la nueva organización del trabajo (dentro y fuera de casa), la cuestión de la alimentación (des el pecho o no, ocupará gran parte de tus desvelos, literalmente), el ataque de responsabilidad y de amor que te producirá el nuevo ser, el dolor, las contracciones del útero que vuelve a su tamaño habitual, tu nuevo suelo pélvico (con o sin episiotomía, con o sin hemorroides, con o sin cicatriz de cesárea), procesar la reciente (y muchas veces traumática) experiencia del nacimiento, habituarse a vivir con el cansancio, las alteraciones del sueño… En fin, la rave de la maternidad reciente es larga y tiene sus propias reglas, además de una insuficiente atención médica y social. Nos preparan y cuidan mucho durante y para el embarazo y el parto, cuando lo verdaderamente fuerte viene después. Y, cómo no, también nos faltan relatos para contarnos en este punto. Es ahí, en ese vacío, donde pega fuerte el libro de McNish.
Una suerte de mapa que nos guía por el campo minado experiencial que supone traer otra vida a este mundo. La mejor enciclopedia del embarazo, parto, puerperio y crianza que llegó a mis manos en estos meses. Sus entradas, que combinan el género de memorias con la poesía, se han convertido en un libro espejo. Si me veis subiendo o bajando la calle camino de la oficina o volviendo a casa apresuradamente tocándome los pechos entenderéis lo importante que es la compañía literaria en este momento. (Interrumpo aquí la escritura de esta reseña para dar de mamar a mi hijo, son las 3:19AM). Porque como escribe Hollie, desde hace tres meses:
“Estoy viviendo una vida de sueños intermitentes
Historias robadas por su vientre ardiente
El cuerpo se levanta de un salto por cada grito nocturno escuchado
Bolsas en los ojos, músculos en los brazos, los pechos pesados”.
A finales de la primavera pasada (rondaba yo mi semana 34, en el klingon de las embarazadas el tiempo de gestación se cuenta por semanas, aunque McNish tiene la deferencia de traducirlo a meses para que el resto de los mortales se aclaren), se editó este novedoso volumen. Lo compré de inmediato en la web de la editorial, no conocía a Hollie pero sí sigo de cerca las andanzas de las editoras, la escritora Carmen G. De la Cueva y el poeta Ángelo Néstore, así como el trabajo de una de sus traductoras, la teórica feminista Silvia Rodríguez. Cuando el libro llegó a casa, el diseño de Martín de Arriba (la pata gráfica de la editorial) me impresionó. Los libros tan bellos me abruman: temo que su contenido no esté al nivel de la buena factura editorial. Pero no, se trataba de una bomba con un lazo. Una bomba eficaz que iba a estallar en medio de mi salón.
Desde el momento en que la poeta descubre que está embarazada (y por sorpresa) camino de una actuación en el mítico festival de Glastonbury, comenzó a llevar un diario en prosa que comprende hasta los tres años, el primer día en que lleva a la escuela infantil a su hija. Documentar esos tres años, ese salvaje cambio de piel, en tiempo real y hacer de la crónica algo bello, es de un valor incalculable.
El tono de los pasajes del diario, impúdico, directo y honesto, como se le presupone a toda memoria, contrasta con el de los poemas, que con sus ripios, típicos del código del spoken word, permiten elaborar con contundencia y sin sentimentalismo los avatares con que se va enfrentando la poeta. Este contraste entre el tono íntimo del diario y el tono público pensado para el slam, es uno de los hallazgos de este libro, una de las características que lo hace único, novedoso y valiente: el valor que tiene nombrar todo lo que nombra Hollie, se redobla al verse reformulado para ser dicho en la arena del slam poetry. Así, al hacer público lo privado, este libro es profundamente feminista, en fondo y forma, sin caer en lo panfletario o propagandístico, pero sin rehuir las cuestiones más candentes, como la de los permisos parentales:
“A las parejas suecas les va mejor después de asumir un permiso de tres meses de paternidad que si no utilizan, pierden. No puedo imaginar a nadie que después de ser madre a tiempo completo durante seis meses, no quiera que su pareja sepa lo que eso realmente significa. Creo sinceramente que debe ayudar en las relaciones. No tengo ninguna investigación que lo avale, pero creo que los padres y madres de Suecia tienen mejores orgasmos, principalmente por tener menos odio reprimido y más permiso parental compartido. Orgasmos: dependen plenamente de la política. Al menos, los femeninos”.
El solo hecho de existir ya supone una patada al tabú del puerperio, un vacío dentro y fuera de la vida pública y la producción cultural que nos ha de llamar la atención por lo ensordecedor del silencio que deja.
Gracias, Hollie McNish, por venir a romperlo. Y a la editorial Sra. Dalloway por traérnoslo a casa. A nosotras tampoco nos avisó nadie de que deberíamos descubrir (a veces sufrir) en silencio los hitos cotidianos que desgrana el libro: desde la extrañeza de un embarazo joven en según qué clase social, la escasez de la cultura de la lactancia (convertida en aversión y rechazo dentro de la sociedad británica, en el vídeo-poema Embarrassed que se viralizó encumbrando a Hollie, queda más que claro), pasando por la extrañeza y transformación de la sexualidad después de haber parido o el alcance que sobre nuestras vidas pueden llegar a tener las políticas públicas y la asunción de las creencias culturales en torno a la crianza.
Cambiar el silencio por 400 páginas de entradas de diario y poemas es solo el comienzo de un camino literario para seguir transitando: el de nombrar la experiencia en torno a las maternidades contemporáneas, con todos sus claroscuros, contradicciones, dudas, delicias y miedos. Al exponerlas al aire se transforman en las cuestiones pública y por tanto políticas que son, conjurando el silencio todo aquello que nadie nos dijo que sucedería.
“Nadie me dijo que no podías usar papel higiénico
Nadie me dijo que podías sangrar
Nadie me dijo que tal vez necesitarías un lugar secreto
desde el que poder gritar”.
A nosotras tampoco. Circulen este libro para que no nos vuelva a pasar.
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Silvia Nanclares es escritora feminista. Autora de Quién quiere ser madre (Alfaguara) @silvink
Hace poco mi hijo cumplió tres meses y al día siguiente participé, junto a Gabriela Ybarra y parte de las artífices del libro en mi primera experiencia pública después de haber dado a luz: la presentación de Nadie me dijo, el...
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Silvia Nanclares
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