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Tribuna

Tras el ruido en Andalucía

Razones y sinrazones de Adelante Andalucía

J.V. Barcia Magaz 19/12/2018

<p>Teresa Rodríguez </p>

Teresa Rodríguez 

Luis Grañena

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Poca gente se esperaba que el PSOE cayera tanto. Se sabía, sin embargo, que el PP sufriría una dura sangría, propiciada por su desprestigio social. La inmensa mayoría consideraba que C’s subiría más o menos lo que subió, pero prácticamente nadie esperaba que Adelante Andalucía pudiera perder tres diputados, máxime cuando la totalidad de los sondeos vaticinaban una subida moderada de esta formación. Lo que nadie imaginaba era que la extrema derecha pudiera irrumpir en el parlamento andaluz con 12 escaños. Las urnas se abrieron el 2 de diciembre, y sus resultados fueron como proyectiles lanzados contra el futuro por uno de esos subfusiles Thompson que aparecen en las viejas cintas de gánsteres. “Nos acaban de robar el futuro”, mascullaba la noche de autos un asesor de IU con pesar. Precisamente en la Cartuja, paradójicamente en la sala Box (esta con b), equipos y militancias de Adelante Andalucía se paseaban con rostros incrédulos, ensombrecidos. El dolor provenía de una doble herida: la pérdida de un tercio de los votos y la espectacular entrada de la extrema derecha. La propia Teresa Rodríguez aseveraba que lo que más le preocupaba no era el “cálculo electoral, sino lo que a partir de este momento le pueda ocurrir a la sociedad andaluza”.

Aquella noche fue sucedida por un día de ruido incesante. La radio, la prensa escrita, las televisiones, las redes sociales fueron un aguacero impenitente repleto de verdades, mentiras, rencores, cálculos y sobreactuaciones. Siempre me ha sorprendido la cantidad de expertos que hay para todo y su velocidad para proferir juicios incontestables sobre una realidad aún incandescente.

Pasados esos primeros días, con algo más de silencio, considero necesario hacer algunas aportaciones, expuestas de manera breve y en contraste con buena parte de los humores y análisis vertidos.

1. La crisis sin cambios genera desesperación

La crisis ha operado como un proceso contraeducador, donde el miedo ha funcionado como único estímulo, pariendo una importante masa de desesperados. En este sentido, el sociólogo Julio Alguacil subrayaba que “hay una gran diferencia entre los indignados del 15M y los desesperados. Los primeros colectivizan su dolor y generan programas y proyectos de cambio. Los segundos solo quieren satisfacer sus necesidades de manera individual, urgente y, a menudo, irracional”.

Es en esa irracionalidad, producida por años de sufrimiento, en la que pescan las opciones que simplifican la realidad. La culpa de todos los males la tienen Cataluña, los inmigrantes, los terroristas, los impuestos, las feminazis, el estado de las autonomías, el ateísmo y demás arsenal retórico que ha utilizado Vox apoyado por el pliegue de C’s y PP, presentándose además como la rebelión de orden que nos liberará y liderará el cambio.

Es bien sabido que las situaciones continuadas de miedo e inseguridad generan, a su vez, un debilitamiento de las identidades personales. Es en esos momentos cuando grandes masas sociales han optado históricamente por sustituir lo que Gianni Vattino denominó pensamiento débil, tan propio de la postmodernidad, por otras opciones mucho más iracundas.

Estratificada la proveniencia del voto de Vox podemos observar dos orígenes:

La gran masa de votos de ese partido es urbana, con preminencia masculina, de clase media o alta. Es la extrema derecha nacional católica que permanecía integrada en el PP y cuyos orígenes se remontan al Búnker, el ala más extremista del franquismo, que se transformaría en la Fuerza Nueva de Blas Piñar y que terminaría zozobrando en las tibias aguas de Alianza Popular, después PP. Este voto de Vox es sumamente sólido, militante, aunque de poca capacidad de crecimiento.

El segundo origen del voto de Vox es voto impugnatorio de sustrato popular. Desencantados que pudieron votar anteriormente a Podemos y cuya concepción de la política-milagro no ha tenido una respuesta satisfactoria. Es aquí donde Steve Bannon, anterior estratega jefe de la Casa Blanca, erigido hoy en coordinador de la extrema derecha antieuropeísta, ha aconsejado a Vox crecer. Por este motivo es que se podía ver a gente de este movimiento haciendo proselitismo en los barrios más golpeados por la crisis de algunas de las grandes ciudades andaluzas. Aquí si hay peligro. Si el voto desesperado es canalizado a través de la extrema derecha todo lo malo es posible.

2. Error de valoración

De todo lo anterior es fácil deducir que si el contexto se ha visto modificado de manera tan significativa, la valoración de los resultados también debe ajustarse. Dicho de otra manera: no podemos darle el mismo valor a un voto de 2015 que a un voto de 2018. Establecer una comparación sólo en términos cuantitativos es tan ridículo como en ocasiones malintencionado, y suele ocultar una pulsión suicida, cuando no asesina, por parte de algún tributario de la vieja política con el ego herido.  

En 2015, Podemos era una fuerza que había nacido de una coyuntura muy concreta, e íntimamente relacionada con el ciclo de protestas del 15M, cuya capacidad de impugnación era muy elevada, sobre todo en aquellas cuestiones que el movimiento social había puesto encima de la mesa: crisis económica, corrupción, desahucios, rescates bancarios, casta política y puertas giratorias, etc. Esos enmarcados han ido pasando a un segundo plano, no porque se hayan solucionado, sino porque los grandes medios de comunicación se han hecho eco de otros que han considerado prioritarios y que han beneficiado directamente a las derechas: Cataluña/Unidad de España, inmigrantes, impuestos, antifeminismo, etc.

En 2018, Adelante Andalucía, deja de ser una fuerza coyuntural para comenzar a ser una fuerza estructural, con lo bueno y lo malo que esto tiene. Conociendo que los enmarcados de las derechas no ofrecían respuestas concretas a problemas concretos de los andaluces, y que además despreciaban, por acción u omisión, la propia identidad andaluza, optó por una campaña en la que se ensamblaban propuestas concretas de desarrollo económico, ambiental y cultural, sumamente pegadas al terreno y a la propia situación social de Andalucía, con un espíritu identitario que, sin ser excluyente, era nítidamente andalucista.

Por ello, la propuesta narrativa de la campaña de Adelante Andalucía parece de una lógica aplastante. De una parte, disputa la idea que ha hecho del PSOE andaluz lo más parecido al PRI mexicano, disociando susanismo de socialismo y PSOE de Andalucía. De otra, dando respuestas solventes a los problemas de la gente, haciendo una campaña en positivo ante la baja tensión que planteaba el PSOE.

Las derechas, en cambio, sí plantearon tensión y con gran eficacia electoral. Eso sí, en sus discursos no aparecía Andalucía más que como referencia simbólica y folclórica. Es de este modo que Vox encuentra nicho. El grito de “a por ellos” con que jaleaban a las fuerzas de seguridad del Estado en diferentes lugares de Andalucía finalmente ha tenido reflejo en las urnas.

Así las cosas, me parece sumamente atrevido aseverar que Adelante Andalucía perdió un tercio de “sus” votos. Esos votos, en buena medida, nunca tuvieron pertenencia, ya que correspondían a una coyuntura muy concreta y a una lógica muy parcial. Los resultados de Adelante Andalucía, sin ser para tirar cohetes, son más que dignos, aunque evidentemente insuficientes.

Los votos que en esta ocasión no apostaron por Adelante Andalucía han tenido dos comportamientos. Uno, explosivo, minoritario, impugnatorio, a la contra, desencantado ha ido a Vox. El otro, mucho más amplio e implosivo, sencilla y dramáticamente, se ha quedado en su casa, lo que sin lugar a dudas debe hacer reflexionar a los estrategas de esta formación política.

3. La apuesta electoralista de la vieja política

Una parte de las críticas recibidas por Teresa Rodríguez guardan relación con la propia coalición Adelante Andalucía. “La apuesta ha sido por encontrarnos de manera sincera en un frente más amplio y plural”, dijo recientemente un Maíllo convencido de la necesidad de seguir apostando por esta alianza.

Lo cierto es que las críticas han medido la eficacia de Adelante Andalucía en términos tan pacatos como rancios, y que podemos sintetizar de la siguiente manera: “Adelante Andalucía ha sacado menos votos y menos escaños que Podemos e Izquierda Unida por separado y por tanto se concluye que ha sido una mala operación”. También he leído, casi con tanta tristeza como vergüenza, que Adelante Andalucía ha sido una mala idea para las izquierdas porque la gente no está acostumbrada a las alianzas y coaliciones. Un añadido a este delirio es que quienes escribieron esto pertenecen a una coalición.

Condenar una opción política utilizando solamente argumentos electoralistas o de mercadotecnia política resulta profundamente regresivo y deja en evidencia una concepción de la política profundamente mercantilizada.

La conformación de Adelante Andalucía es el resultado de un trabajo, de un proceso sumamente intenso, en el que se han puesto encima de la mesa valores, propuestas, proyectos, formas, estilos, prioridades y, sobre todo, lo que debería conformar el corazón de toda apuesta política: ideas ante la urgencia de las necesidades.

La búsqueda de acuerdos y consensos para crear una propuesta plural y mestiza ha sido en sí mismo un auténtico logro político, en el que han predominado valores de cooperación y entendimiento y se han arrumbado otros valores propios de la vieja política, como la disputa permanente por mantener el poder interno a costa de lo que sea.

El ambiente que se vivió la noche electoral fue de tristeza, pero no de desesperanza. Se podía palpar entre los miembros de Adelante Andalucía, lo que más adelante subrayaría desde una columna Javier Gallego Crudo: “A la extrema derecha no se le debe tener miedo, se le debe tener ganas”.

4. Pero entonces ¿qué ha fallado?

A mi juicio no falló la campaña como tal. Son muchos los compañeros y compañeras del gremio que coinciden en que la planificación, los tiempos y las puestas en escena fueron los adecuados. Sin embargo, hay que tener en cuenta, y no es asunto menor, que los marcos narrativos más poderosos, con más eco en la sociedad, no eran los progresistas, sino los diseñados y proyectados por las derechas y emitidos hasta la saciedad por los grandes medios generalistas.

Por lo ya expuesto anteriormente, no considero un error sino un acierto la creación de un frente amplio que, a mi juicio, debe mantenerse y reforzarse. En política, en general en todos los ámbitos, lo mejor nace del mestizaje y del acuerdo entre distintos. Sin embargo, evidentemente, hubo errores en el diseño estratégico de la campaña que son comunes a los que se están produciendo en el ámbito estatal. Apunto dos que me parecen significativos. 

Primer error: pérdida de ilusión

Desde hace mucho, diferentes analistas vienen advirtiendo sobre algo tan subjetivo como inmaterial: la pérdida de ilusión por parte de multitud de personas que, en toda España, se enrolaron en el cambio y poco a poco se han ido decepcionando hasta terminar por marcharse a su casa. Los motivos de la decepción son múltiples, pero sobre todo son reversibles: a) La continua disputa interna en Podemos por el control de los resortes de poder, amplificada por los medios de comunicación. b) La decepción ante la falta de procesos participativos que iban a derogar el modelo organizativo y de toma de decisiones de la vieja política. La gente ya no quiere formar parte de una película, quiere coprotagonizarla y está en su completo derecho. ¿Por qué son reversibles estos dos problemas? Porque se puede recuperar la ilusión y refundar un frente volcado a la transformación con una dinámica interna plural y pacificada. 

Segundo error: no ver

Que los demás no vieran lo que se avecinaba, en modo alguno disculpa que, desde Adelante Andalucía, desde Podemos e Izquierda Unida tampoco se viera. La operación a través de la cual la extrema derecha ha irrumpido en el panorama político español es de medio recorrido y no se ha fabricado de manera improvisada y de un día para otro. Este guiso llevaba muchos meses hirviendo. Era cuestión de tiempo que, una vez detectadas las líneas de fractura, los nuevos enmarcados, los neofascistas no las fueran a aprovechar. El proceso catalán sigue sin resolverse y por tanto no termina de ser socialmente digerido. En una realidad de crisis sistémica continuada donde, como se explicó antes, el miedo opera como estímulo preponderante, el llamamiento a la unidad de España ha terminado germinando. Para ello se fabricó un enemigo perfecto (el independentismo) y a todo lo que huele a Podemos se le endilgó el papel de cómplice de ese enemigo. La izquierda, en su conjunto, no ha sido capaz en todo este tiempo de ofrecer marcos alternativos vigorosos. Por ello, Adelante Andalucía debe hacer una profunda reflexión que, a su vez, debe compartir con el resto de fuerzas del cambio a nivel estatal, ya que son esas mismas fuerzas con las que se ha compartido ceguera. Se tienen que reforzar liderazgos, no disolverlos. Es imprescindible que afloren otros muchos liderazgos, a ser posible con una mayor penetración feminista, mucho más práctica y menos cacareante, como aquellos que, más presos del odio que de la altura política que antes se les presuponía, han pedido renuncias y dimisiones, cuando lo necesario es abrirse a escuchar, ser humildes y ser conscientes de que en el vendaval que se avecina, ni siquiera ellos sobrarán.

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J.V. Barcia Magaz es periodista y director del Gabinete del alcalde de Cádiz.

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J.V. Barcia Magaz

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