22 cerdos por minuto
En los últimos 30 años la cifra de puercos sacrificados para consumo de carne ha aumentado de manera exponencial. Hoy, en España se matan 50 millones de ejemplares al año
Gustavo Duch 27/02/2019
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No hace tanto, el sacrificio de un cerdo era un ritual. Algunos días antes de la matanza se iniciaban los preparativos. El día convenido se recibía a la familia y vecinas. A primera hora de la mañana, el agudo chillido del cerdo, como una sirena de barco, indicaba que empezaba un nuevo ciclo. Durante uno o dos días más, trabajando colectivamente, se preparaba todo aquel animal que se había cuidado durante un año. Era su turno. Él alimentaría durante los siguientes doce meses a toda la familia.
No soy aficionado a las carreras de coches pero me he informado. En 1950, cuando un coche entraba en boxes para cambiar las ruedas tardaban un minuto en completar la operación. Los operarios aprovechaban para limpiar el parabrisas, darle un trago al conductor y comentaban cómo iba la carrera. Ahora, la misma operación no alcanza ni los dos segundos. No hay tiempo ni para intercambiar una mirada.
En los últimos 30 años se ha pasado de cerdas con capacidad para parir 18 lechones por año, en dos partos, a cerdas con una productividad de casi 30
En algo similar se ha convertido la industria cárnica y muy especialmente la porcina. Una loca carrera para producir el mayor número de cerdos por minuto. Como si fueran ferraris, las cerdas más prolíficas son seleccionadas para aumentar la producción. Así, en los últimos 30 años se ha pasado de cerdas con capacidad para parir 18 lechones por año, en dos partos, a cerdas con una productividad de casi 30. Para contabilizar la eficacia de una granja, como la clasificación de la vuelta rápida, se utiliza el parámetro de días no productivos por ciclo, que aspira a reducir al máximo los días en que la cerda ni está preñada ni está lactante. En términos económicos, los días en los que las hembras de una explotación incurren en gastos sin generar ingresos. En los últimos 15 años, se ha logrado reducir 2,72 días por año, que es como reducir un segundo en los 100 metros lisos.
Pero donde se hace más evidente esta competición es en el acto más cruento de la producción: el sacrificio y faenado. Si en los años 90 ya se había alcanzado la astronómica velocidad de sacrificar y despiezar 6 cerdos por minuto, las nuevas instalaciones con maquinaria robótica, junto con las exigencias que se les imponen a las personas trabajadoras de esta cadena industrial, permiten velocidades de 22 cerdos por minuto. Un puerco cada tres segundos.
El matadero más grande de Europa
La próxima instalación de estas características se inaugura de aquí a pocos días en Binéfar (Huesca). Como podemos leer en su página web, se trata del matadero más grande de Europa preparado para el sacrificio y procesado de 32.000 cerdos al día, uno cada tres segundos. Su objetivo dice literalmente es “matar siete millones de cabezas [de cerdos] por año”.
Se han levantado muchas voces contra el proyecto, pero no se ha logrado detenerlo. Aunque en Binéfar y la comarca de La Litera no haya problemas de desempleo, la cifra de generación de 1.600 puestos de trabajo ha facilitado el beneplácito de todas las administraciones. Poco parece preocupar que el proyecto esté liderado por el grupo italiano Pini, que tiene gravísimos antecedentes delictivos en negocios similares de mataderos en Italia, Polonia y Hungría, donde las denuncias son incontables. El diario Público, en un exhaustivo reportaje, ha recogido declaraciones de sus antiguos trabajadores. “El propio Piero Pini, el presidente del grupo, nos llamaba los esclavos blancos, tenía razón, éramos esclavos. No había tiempo para mirar atrás en la cadena. Jamás se detenía la carne que llegaba por la cinta. Cuando venían visitantes, reducían la velocidad de la correa a doscientos cerdos por hora, pero en condiciones normales, iba mucho más rápida”. “A veces trabajamos hasta la una de la madrugada y debemos regresar el sábado a las cuatro de la mañana. Si no vienes te despiden, así que uno trabaja intimidado por las amenazas permanentes de perder tu puesto de trabajo”. Y todo indica que, como ocurre en otros mataderos del Estado, Pini y su matadero de Binéfar, va a mantener este tipo de régimen esclavista a partir de la escaramuza de no emplear directamente a sus operarios y hacerlo a través de las denunciadas ‘falsas cooperativas’.
Si la Administración no se ha visto interpelada por el tipo de empleo que está promoviendo, cosquillas le harán las preocupaciones desde la perspectiva ambiental que genera un matadero de estas características y menos aún le influirá las reivindicaciones que llegan desde los grupos animalistas.
En cualquier caso, yo quisiera añadir un factor más a que debemos tener en cuenta.
La burbuja de los cerdos
España es la tercera potencia comercial mundial de productos de porcino, y la cuarta en producción final de toneladas de carne, solo por detrás de China, EE.UU. y Alemania
Aragón produce una décima parte de toda la industria porcina del Estado, que en los últimos años no cesa de expandirse, y ha alcanzado en 2017 una cifra de negocio total de 15.000 millones de euros. España es la tercera potencia comercial mundial de productos de porcino, y la cuarta en producción final de toneladas de carne, solo por detrás de China, EE.UU. y Alemania. En total, anualmente se sacrifican unos 50 millones de cerdos, que producen 4,25 millones de toneladas de carne, de los cuales un 55% se exportan a la Unión Europea, China y otros países asiáticos.
Desde esta primavera, don Piero, para que le salga jugosa su cuenta de resultados, querrá que se engorden 7 millones de cerdos más en España, para matarlos en su matadero, para despiezarlos y en bandejas, frescas o congeladas, distribuirlos por todo el mundo, sobre todo en los mercados asiáticos. Entonces, como diría el poeta, “decidme en el alma” ¿de dónde saldrán 7 millones de nuevos cerdos?
De las almas jornaleras, mayoritariamente migrantes, trabajando a destajo en la multiplicación de macrogranjas de cerdos que estamos viendo que se diseminan como una plaga por todo el territorio, con muy poca regulación y control, y que son responsables de la contaminación de la tierra por los purines, de los acuíferos por nitratos o de la generación de resistencias a los antibióticos por su uso abusivo en el engorde de esta ganadería industrial.
Entonces, no es suficiente levantar la voz contra las administraciones; debemos interpelarnos como sociedad sobre los modelos económicos que estamos permitiendo. Personalmente, mi opinión es avanzar mirando hacia atrás. Avanzar, volviendo a proteger y a valorar la ganadería a pequeña escala, la del cerdo alimentado con los restos de la granja o la de rumiantes aprovechando los pastos de los montes. Granjas a pequeña escala que, en los últimos diez años, con la expansión de las macrogranjas, han cerrado al ritmo de cuatro por día.
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Gustavo Duch es escritor y veterinario. Coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas y autor de libros como Mucha Gente Pequeña y Lo Que Hay Que Tragar.
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Gustavo Duch
Licenciado en veterinaria. Coordinador de 'Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas'. Colabora con movimientos campesinos.
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