LA VIDA DESDE MI SILLÓN A RAYAS
El coraje y la Juve de Cristiano
Juventus de Turín 3 – Atlético de Madrid 0
Javier Divisa 13/03/2019
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Si el fútbol solo hubiera llegado a ser un deporte de equipo, sin más, seguramente habría desaparecido, como el ciclismo en tándem o el tiro al pichón, o evolucionado hacia lo insustancial, como la quinoa, el queso Feta o una canción de Chiquilicuatre, pero el fútbol es una hipérbole maravillosa, un espectáculo homérico, la Ilíada, la peste y el cólera, la batalla, la gesta, el rescate, la muerte. En síntesis, una metáfora de la vida, no como embellecimiento retórico, sino una parte de nuestro idioma cotidiano que afecta al mensaje, el pensamiento y la actuación. Incluida la épica y la consecuente derrota. En algo coinciden ganar y perder: nada es definitivo. Para definitiva la muerte y la arrogancia de CR7, pero el éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico para siempre y el coraje es el valor para continuar.
El Atleti llegó a Turín.
Y la Copa de Europa y un Juventus-Atleti es susceptible de toda epopeya, romance, tragedia, luchas secretas y ambiciones desmedidas, entre otros motivos porque ambos clubes llevan como locos varios años buscando la Champions (la Juve nada menos que 22 años, Dybala tenía 3 añitos y Betancur no había asomado los ojos al Planeta). La eliminación de cualquiera de ellos en octavos de final tiene la connotación de explosión del polvorín de Grenelle, de tragedia de Puerto Hurraco o crimen de Los Galindos. Seamos claros, dramón. Pura hecatombe.
En cualquier caso, aún queda bastante camino, lograda la cima del Annapurna, para llegar al Himalaya y coronar el Everest, la Copa de Europa, pero no olviden que esto es el Atlético, y ni siquiera desbloqueada la primera pantalla del Annapurna, la Providencia hubiera podido concebir un ser tan imprevisible. En el fútbol no se convence: se lucha y se gana, vencer o morir. La venganza espera flemática y estoica y se sirve en un plato frío en el marco del espectáculo. La venganza no sabe quién es el Juve, quién es el Atleti, un desquite etéreo como la justicia que está en las botas de los futbolistas. Ellos deciden.
Pero para no cenar venganzas ni revanchas, qué importante la concentración, porque este tipo de partidos no solo se juega con el balón en los pies sino con la posición y la inteligencia (los imperios del futuro serán los imperios de la mente) estando concentrados novanta minuti en el Juventus Stadium y sin tipos dispersos haciendo footing con el perro o en patinete por la Gran Vía. Buenas noches Lemar.
En definitiva los buenos equipos son los que se concentran y persiguen una idea y tienen uno o varios jugadores que saben que su tarea se ciñe al liderazgo y la inteligencia: el Santos de Pelé, el Ajax de Cruyff, el Napoli de Maradona… El Atleti de Godín que despejó la primera de una Juve que salió como un huracán. No fue un equipo, sino un ejército. El Atleti de Oblak, que recibió falta de un CR7 arrollador cuando tenía la pelota blocada, porque la Juventus salió como el terremoto de Lisboa y el Atlético de Madrid no templó mínimamente la pelota hasta el primer cuarto de hora. El Atlético otra vez de Godín, pidiendo al equipo que adelantara líneas porque estaba más encerrado que un cónclave en el Vaticano. A su vez el Atlético de Simeone pidiendo a sus jugadores que apretaran la vanguardia defensiva ante el asedio de la Juve. El Atlético del caos y la anarquía. De Morata, por su remate de cabeza alto. De Griezmann, que ante la imposibilidad del juego colectivo, disparó desde fuera del área y Szczesny (qué dolor de cabeza de nombre) repelió con dificultad, de Koke que envió un tiro alto, justo antes de que Ronaldo viniera como un torrente desde el fin de la noche del Metropolitano con toda la mala educación del mundo y dijera que la verdad es hija del tiempo, no de la euforia. Cabezazo brutal anticipándose a Juanfran, pase magnífico de Bernasdeschi. Nada que decir, salvo la esperanza, y si la esperanza y el temor son inseparables, el Atlético vivió en la pura congoja. Acojonado.
El Atleti de Arias que sacó un balón envenenando nada más empezar la segunda parte. Luego llegó otra vez aquella pesadilla abrumadora y violenta de CR7, y el cabezazo a bocajarro lo paró Oblak (de milagro, una vez más) pero Kuipers tuvo la notificación de la modernidad tecnológica y pitó un 2-0 que tomó forma de propia culpa, pesadilla de la vida, unidad de cuidados intensivos, lección táctica, boxeo y olla a presión. Porca miseria.
Dybala por Spinazzola. Qué mala noche. El Atleti de Giménez, rapidísimo ante Cristiano y evitando el volapié, estirándose como un toro picado de más, medio muerto, con la Juve (el matador de toros) ya más fatigada. El Atleti buscando el indulto y los cuartos de final, con Correa en plena exasperación y enojo atacando y peleándose con medio Turín y Kean enviando fuera un mano a mano con Oblak. Con Correa empujando en un penalti de partido de playa. Marcó el de siempre. CR7. Como si hubiera logrado el gol de una Copa del Mundo, señalando el estadio como si fuera su feudo. Y lo fue.
El teatro de Chiellini, la batalla, la gesta, el cólera. Pura tragedia griega, tomen nota, productores. Y sí, por qué no reconocerlo. La Juve de Cristiano, justo ahí en la portería de los prodigios. Los genios vanidosos convierten las excepciones en reglas. Incluso en la meta de los milagros. El coraje es el valor para continuar, aunque esto haya sido la tragedia de Puerto Hurraco o el polvorín de Grenelle, como ustedes prefieran.
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Javier Divisa
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