El esfuerzo no se negocia y el talento es discutible, serían claras referencias de Simeone, con posible crédito para que el futbolista sienta la presión, o viva acojonado o temblando en el alambre, pero en esta Liga en la que hay únicamente dos tipos de jugadores, los que se creen Maradona y los normales, algunos como Rodrigo Hernández tienen una normalidad (curiosamente) excepcional para no creerse Maradona y no ser avergonzados por sus predecesores, una serenidad casi indolente y abúlica con el pasado de Gabi o Busquets.

La calma es su aval y la victoria y la derrota son los dos impostores que conocen y subestiman los jugadores inteligentes: Rodri es muy bueno, recibe con serenidad los galones y tiene ese saludable punto de desdén con las victorias. Rodri no solo progresará hasta cimas insondables y cielos remotos (es mejor mirar al cielo que vivir allí, aunque esta carta nos la dé Truman Capote) sino que ya lo ha hecho y es el fichaje que más se ha revalorizado de toda la Liga. Rodri sabe que tanto ganar como perder son las grandes farsas del fútbol profesional, mentiras que necesitan la complicidad del iluso, farsas que son una forma de talento, a menudo equívoco.

Si las comparaciones son odiosas, también pueden fomentar la competitividad e incluso depreciar y debilitar la carrera del futbolista profesional. Muchas veces nos han hablado del nuevo Maradona, del nuevo Messi, del nuevo Pelé, y ni Carlos Marinelli, ni Giovani dos Santos, ni Robinho fueron algo parecido. La ambición era una vez más el refugio del fracaso y ninguno llegó ni a la suela del zapato de cada uno de los tres fenómenos astrales del fútbol. Por eso me divierto contemplando el trabajo, el juego y la calidad de Rodrigo, porque el futbolista de talento real está naturalmente inclinado a la crítica y logra ver más cosas y mejor que otros jugadores. Por eso y porque pasa olímpicamente de Gabi y Busquets. Va a su puñetera bola y él decidirá su trayectoria. Entendemos que los parecidos pueden ser procedentes pero no determinantes, y también entendemos que una vida se define por las oportunidades (incluso las que perdemos). Y entendemos perfectamente a Víctor Hugo: es en las noches de diciembre, cuando el termómetro está a cero, cuando más pensamos en el sol.
Rodri no es jugador excelso en florituras ni pretende una elegancia superlativa (decía Kerouac, algún día encontraré las palabras correctas y serán simples), y parte de esas carencias le convierten en un futbolista pragmático y moderno, con un altísimo nivel de recuperación y una versatilidad alucinante en el pase desde cualquier situación. El espejo del verdadero profesional del fútbol de élite.

Venía a decir el periodista francés Georges Clemenceau que solo los tontos admiraban las cosas por sus etiquetas. Por lo pronto, Rodrigo Hernández sigue aspirando a no parecerse a nadie. Única y exclusivamente al dorsal número catorce del Atleti.

Rodri será el futbolista que desee, pero más le vale no hacernos ni puñetero caso a sus valedores. Cuando un futbolista se exalta es difícil calmarlo, pero cuando está tranquilo es difícil saber cuándo va a exaltarse. Rodri, el hombre tranquilo.