En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
La palabra revolución levanta en nuestro inconsciente imágenes de terror, ríos de sangre, ferocidad desatada, horror institucionalizado, y la revolución por antonomasia, la francesa, hombres y mujeres decapitados, chirriar siniestro de la guillotina deslizándose aceleradamente hacia el cuello inerme de sus víctimas y cestos de mimbre, repletos de cabezas humanas, como berzas de huerta, con los ojos abiertos, frente al misterio de la muerte, y la otra revolución más famosa y más cercana, la rusa, oscuros y estrechos calabozos de hambre y humillación y fusilamientos inmisericordes en masa. Pero ni una ni otra, a pesar de todo, sirvieron para mucho. No obstante, la idea de la revolución siguió en nuestro vocabulario y en nuestra cabeza, como una tentación permanente. Y hablando de revolución, el pasado ocho de marzo se ensayó una verdadera revolución, frente a la España tradicional y eterna, que encuentra siempre el modo de perpetuarse, como la gripe, la del refranero popular, de “la mujer, con la pata quebrada y en casa”, medieval y sarraceno. O la de la Sección femenina franquista, que la encarnó, durante cuarenta años, con sus canastillas y sus consignas para mujeres caseras y matrimoniales, obedientes y sumisas. El centro de Madrid era una fiesta, invadida por miles de mujeres, reclamando libertad, con la alegría de la esperanza, avalanchas de simpatía, jardines de sonrisas, los eufóricos pulmones del porvenir, el calor de la solidaridad, Nada de intransigencias de muro, ni de crispadas manos de violencia, ni de gritonas gargantas rencorosas. Era una propuesta de revolución sonriente, abierta, luminosa, ancha, pacífica y corporal. Porque la libertad, además del respeto, la igualdad y la confianza, empieza por el cuerpo y abre el futuro y la mujer es cuerpo de futuro, preparada para mantener el futuro, no como pretende la derecha del tridente, que reivindica el pasado y la extrema derecha llega hasta las Navas de Tolosa. Lo repito, Madrid era una fiesta que abría la primavera del futuro, una revolución sonriente. La etimología de la palabra, según Corominas.
La palabra revolución levanta en nuestro inconsciente imágenes de terror, ríos de sangre, ferocidad desatada, horror institucionalizado, y la revolución por antonomasia, la francesa, hombres y mujeres decapitados, chirriar siniestro de la guillotina deslizándose aceleradamente hacia el cuello inerme de sus...
Autor >
Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí