Nueva gramática parda
Relato del mitin de cierre de campaña de Vox en Madrid. Algunas palabras clave son dictadura progre, subvenciones, despertar, orden, fronteras, soberanía, rey
Guillem Martínez Madrid , 26/04/2019
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LA REVOLUCIÓN EN BEVERLY HILLS. Plaza Colón. No es que no se quepa, pero casi. Público. La unidad de medida humana es la pareja. Hay muchas parejas de clase media-alta en diversos estadios de su vida. Algunas han pasado ya esa dura prueba para la vida y la convivencia que es la primera rinoplastia. Muchas parejas de novios adolescentes, tocándose el culo. Muchos grupos de tíos jóvenes, Froilán Style. Dos señoras sudamericanas, una señora negra. Algunos, pocos, adolescentes de barrio, ese sitio en el que en un arranque te puedes tatuar una cruz cutre en el cuello y tu padre, que lleva otra cruz pesada en las espaldas, pasa. Atrezzo. Prima la bandera. Todo el mundo lleva una o dos. El líder anarcosindicalista Rudolf Rocker describe, en sus memorias, alguna mani nacionalista alemana de los 30's. Observaba muchas banderas nazis, en las que se veía la marca anterior de una hoz y un martillo. Era banderas reutilizadas. El sello de un cambio histórico. Aquí, pues no. Siempre es la misma. Lo que indica que no hay cambios históricos, ni nuevos usuarios, en su uso. No hay, en todo caso, banderas con la gallina. Pero sí sus citas. La bandera española es, de por sí, una cita. Pero las hay más barrocas: banderas carlistas, banderas con el Sacré Coeur. También hay banderas con vivas a la legión y a la Guardia Civil, esas ONGs. Por lo que sea, por aquí abajo, la gente es feliz cogida a una bandera. Los usuarios de las banderas cogen una, salen a la calle, se miran y se reconocen. La bandera, en fin, no es un significante vacío. Como un tanga, está llena de significantes hasta los topes. Y todo el mundo los ve. Son significantes inconfesables. De ahí la tradición de coger una bandera, salir a la calle y mirarse a la cara, reconfortados en un secreto que une e identifica. La bandera cambia cada 600 Km. Los discursos, no tanto. Pero no obstante, aquí, donde la bandera no ha cambiado, parece ser que hay tanta gente por un cambio gigantesco, que debe estar en el discurso. Un nuevo discurso sobre una bandera supone solo novedad en el pack confesable de una bandera.
EN EL PRINCIPIO FUE EL VERBO. El acto está modulado por un maestro de ceremonias. Es un tipo divertido. Dice cosas como que Vox “es el voto multizasca”. Es un zasca, entre otros, “a los separatistas, a Puigdemont, a los progres, a la derecha cobarde”. Posteriormente hablan Nerea Alzola –una biografía paralela de Abascal: militante en el PP vasco, participa en el Foro de Ermua y en asociaciones de víctimas de terrorismo; salta con María San Gil, y Esperanza Aguirre le da curro como directora general; en 2012 abandona el PP, tras varios años suspendida de militancia, al parecer por presentar una lista en unas elecciones internas–; Rocío Monasterio –candidata a presidenta de la CA Madrileña; arquitecta consagrada al casoplón; casada con Ivan Espinosa, otro gran ideólogo de Vox; viven en una casa valorada en 1.200.000 euros, en la que, se supone, no hay mucho pladur–; Ortega Smith –Secretario General de la cosa; pertenece a una familia político-militar, de abogados, militares y presis de la Fundación Franco; exboina-verde; simultaneó, supongo, esos estudios con los de derecho; ejerce la acusación popular en el juicio al procés en el TS; igual es un abogado Perry Mason pero, visto lo visto, es el pollo al que desearía tener como acusación popular en mi juicio–; y Santiago Abascal –presi de Vox; una biografía similar, lo dicho, a la de Alzola y, por sus tendencias reiterativas, a la de Bob Esponja–. Empiezan los discursos. Notas importantes: los discursos recorren los mismos tramos, con leves cambios. El de Abascal, tan solo, es el más largo. Las mujeres hablan en público mejor y con más garra y electricidad –Alzola, una genio, por cierto–. Abascal: o no es su día –no lo había escuchado antes–, o falla en la oratoria. En un momento dado enumera un listado de personajes históricos y patriotas españoles. Ese momento, que debería ser el subidón de su discurso, le sale tan a trompicones que uno no puede dejar de identificar a Abascal con ese otro patriota, no citado, llamado El Algarrobo. La pregunta es, ¿de qué hablan?
LOS DISCURSOS. Supongo que resignifican una bandera, cuyo significado, por otra parte, todo el mundo en el acto conoce. Es difícil. Y costoso. Son cosas que no se pueden improvisar, y que, por lo mismo, requieren una inversión de tiempo y dinero. Las palabras y alocuciones más convocadas, en todo caso, son: noble, valiente, intrépido, orgullo, honor, sin miedo, sin complejos, dignidad, valores, hemos despertado –fórmula muy repetida; mucho; fundamental; la canción utilizada en el acto, muy chula, habla también, en inglés, de despertar–; subvenciones, subvenciones a sindicatos, subvenciones a feministas, separatismo, Puigdemont, juicio, padres y padres de nuestros padres, esperanza, hito, lealtad, coraje, unidad, unidad nacional, soberanía –muchísimo– y soberanía nacional –muchísimo–, hacerse respetar –mucho–, Guardia Civil, Policía, Ejército –mucho; esas tres últimas palabras siempre aparecen en ese orden prioritario, supongo–, juramento, democracia –mucho–, no hemos claudicado, España, español, fronteras, libertad, rey.
FELIPE VI.Rey-Felipe VI aparece en todos los discursos. En ocasiones sin venir a cuento, interrumpiendo el discurso para emitir un viva-al-rey, coreado por el público. En el momento de máxima elaboración de discursos sobre el rey, se le cita con un significante próximo a Vox, por la cara, pero también a través de su discurso del 3-O. Un discurso, sin duda, novedoso, y que, parece ser, no puso los pelos de punta a todo el mundo. Las palabras que engrosan el marco más importante y, diría, novedoso, agrupan a dos marcos. Uno es el sufrimiento. El nacionalismo español –por otra parte, como todos–, es defensivo. Responde a una agresión continuada: nos machacaban, nos agredieron, nos insultaron, nos acosaron... El vocabulario de sufrimiento es amplio, repleto de sinónimos. Lo dominan. Aporta la serenidad, el dolor y la razón de la víctima, esa cosa que siempre tiene serenidad, dolor y razón, tenga de todo eso o no. El otro marco importante y más transitado lo es a través de palabras como progres, dictadura progre –se alude mucho a su fin–, progres insensatos –mucho–, insensatos –mucho–, dictadura feminista, progres adinerados, progres en sus despachos, la prensa progre, los despachos de la prensa progre. Se unen los vocablos socialismo, comunismo, marxismo y feminismo al marco progre. Se le contrapone conceptos como familia, orden, realismo y sentido común. Importante: no aparece nunca ningún concepto religioso/católico. Tal vez quedan integrados en el pack familia y libertad. Sólo se utiliza una sola vez la alocución pueblo-español. El compendio de todo se organiza por esta lógica. Hemos despertado de una dictadura progresista, que impedía hablar con sentido cabal. Desde lo cabal, hablamos de autonomías –muchísmo–, familia, armas, inmigración –mucho– y armas. Muy poco de injusticia económica. Todo ello desde la normalidad y el sentido común. Fuera de nosotros, no hay sentido común, sino un sistema de creencias progres, ridículas. Y lo hacemos –salvo Abascal–, en periodos saturados, rápidos, eléctricos. Las imágenes metafóricas –importante: la ideología transcurre en las metáforas– no son buenas. O no lo son aún. Estos sistemas propagandísticos sustentados en el lenguaje precisan pasta. Por lo que precisan, para eclosionar, acceder a instituciones.
FIN. Finaliza el acto. Himno. En Europa hay tres tipos de himnos. Los que están en la lógica del británico, y que narran un pacto entre el monarca y el parlamento. Los que están en la lógica de la Marsellesa, que aluden a la revolución. El tercer tipo es el español, en solitario. Explica que aquí abajo no pasó lo que narran el himno británico y el francés. Sobre ese himno, sobre esos símbolos, hoy han sucedido nuevos mecanismos de propaganda. Tras el himno, la España pladur, como ha definido Abascal a sus votantes, desfila hacia Salamanca.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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