Barbie intenta dejar atrás su pasado
Sesenta años después, sus creadores tratan de adaptarse a los cambios sin que la icónica muñeca deje de ser reconocible
Álex Ander 5/06/2019
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Hubo un tiempo en que las muñecas Barbie –la gallina de los huevos de oro de la juguetera Mattel– se vendían como churros. Una cada tres segundos en alguna parte del mundo, para ser más precisos. Hoy día, sin embargo, las ventas han caído en torno a un 20%, aunque el juguete –que ahora celebra su sesenta aniversario– no pierde la esperanza de poder recuperar el cetro perdido.
Ojo, que tampoco es que le vayan mal las cosas –Mattel sigue despachando anualmente 58 millones de unidades en más de 150 países del mundo–. Y aún sigue siendo el juguete más icónico del planeta, algo impensable en su día para la madre que la parió, Ruth Handler. La empresaria y cofundadora (junto a su marido Elliot) de Mattel Inc la presentó en sociedad en la Feria del Juguete de Nueva York celebrada en marzo de 1959, con la esperanza de que sirviera como oda al empoderamiento femenino y a la independencia de la mujer.
La de Colorado –que se inspiró para crearla en Bild Lilli, una pícara muñeca alemana que había descubierto en un viaje a Europa y que estaba basada, a su vez, en unas viñetas para adultos– veía cómo su hija Barbara se pasaba el día jugando con una recortada muñeca de papel a la que imaginaba adulta y fue aquello lo que la animó a poner en pie una muñeca adolescente y con pechos. “A diferencia de jugar con una muñeca bebé –en la que una niña está bastante limitada a asumir el rol de mamá cuidadora–, Barbie ha representado siempre que una mujer tiene opciones. Incluso en sus primeros años de vida, Barbie no tenía que conformarse con ser solo la novia de Ken o una compradora habitual”, confesó Handler en un libro autobiográfico.
Durante años, la emperifollada muñeca –que empezó a venderse a tres dólares y, en su primera versión, aparecía vestida con un traje de baño retro– fue algo así como la encarnación del sueño americano. Las niñas de la época estaban encantadas con la muñeca, y la veían como el súmmum de la femininad y la modernez –por contraposición con la (muchas veces) poco elegante imagen de sus madres de posguerra–.
Barbie, convertida con el tiempo en un símbolo de la cultura de consumo, no tenía rival en sus inicios. Se erigió sin problemas en un elemento esencial de la cultura pop, y se convirtió en uno de los primeros juguetes en tener una estrategia de marketing centrada en la publicidad en televisión. Pero no es menos cierto que, prácticamente desde que saliera al mercado, Barbie no ha parado de ser objeto de burla y recibir críticas de todo tipo. Una de las principales, por proyectar una imagen sexista.
La comediante estadounidense Rita Rudner contaba en una ocasión que “los hombres tienen confianza en sí mismos porque crecen identificándose con superhéroes, pero las mujeres tienen malas imágenes de sí mismas porque crecen identificándose con Barbie”. Ahora bien, ¿es Barbie una mujer florero, o en realidad encarna a una chica con aspiraciones profesionales?
Mattel ha procurado que Barbie ejerza más de 150 profesiones distintas, pero algunos de los eslóganes empleados por sus publicistas –como la célebre frase ‘Las matemáticas son complicadas’– sugerían también (consciente o inconscientemente) que hay profesiones que es mejor dejárselas a los hombres –la Organización para la Liberación de Barbie (BLO) denunciaba entonces que la muñeca lanzaba a las chicas el mensaje de que es más importante ser bonita que inteligente–.
Y, para más inri, en 2010 Mattel publicó un libro titulado Barbie I Can Be A Computer Engineer, en el que la ambición rosa trataba de diseñar un juego para enseñar a los críos el funcionamiento de un ordenador, pero se reconocía incapaz de desarrollarlo sin la ayuda de algún hombre. La juguetera acabó retirando ese libro y algunas voces críticas aseguraron entonces que su muñeca reducía siempre la función de la mujer al papel de novia, esposa o madre. La primera en la frente.
También se ha puesto a parir con frecuencia la extrema delgadez de la muñeca. Durante décadas, se acusó a Barbie –una mujer blanca, de largas piernas y cuya cintura de cuarenta centímetros fue siempre más pequeña que su cabeza– de promover un arquetipo físico poco saludable entre las siempre impresionables niñas, aunque la compañía insistía en que la muñeca se diseñó delgadísima para que su imagen coincidiera con la estética de la época (y también porque era la única manera de poder vestirla entonces).
En 1963 llegó a ponerse a la venta la línea Slumber Party Barbie, con una caja que contenía una muñeca Barbie junto a accesorios como una báscula y un libro titulado Cómo perder peso –con diversos consejos para no comer–. Y un estudio publicado en 2006 en la revista Developmental Psychology llegó a señalar que las chicas que jugaban desde una temprana edad con muñecas Barbie estaban más obsesionadas con una imagen poco realista de la belleza y sufrían mayor insatisfacción corporal que las que no se exponían a la muñeca.
Para acallar todas esas críticas (y hacer frente a las presiones sociales del mercado), el departamento de marketing de Mattel se puso el mono de trabajo y trató de contentar a los que pedían una mayor representación de la diversidad física que rodea a las chicas de hoy día –admiradoras de pivones con figuras curvy como Beyonce o Kim Kardashian–, lanzando al mercado en 2016 Fashionistas: una nueva línea de muñecas Barbie con diferentes tonos de piel, color de pelo y tipos de cuerpo –una Barbie alta, otra pequeña y una curvy–, que acompañarían en las tiendas al aparentemente denostado modelo clásico. “Creemos que tenemos la responsabilidad para con las niñas y los padres de reflejar una visión más amplia de la belleza”, confesaba entonces Evelyn Mazzocco, vicepresidente senior de Barbie.
Las críticas condicionan algunas de las políticas de Mattel, sí. Pero hay algo que les pone mucho más nerviosos que eso: perder dinero. Y lo cierto es que la mayor compañía de juguetes del mundo lleva ya tiempo haciendo frente a la realidad de un mercado voraz –ya que la competencia de otras muñecas como las Bratz o Elsa (la protagonista de Frozen) les está comiendo bastante terreno–. De ahí que hayan optado por esa especie de ‘renovarse o morir’ urgente, aunque lo hagan con sumo cuidado para que su icónica muñeca nunca deje de ser reconocible.
Si esas últimas variaciones van a servir (o no) para revivir la popularidad de Barbie, aún sigue siendo un misterio. Sea como fuere, la sociedad avanza a pasos agigantados y Mattel trata de adaptarse (como buenamente puede) a los cambios. Pero también advierte que conviene no perder el norte y reconoce que su buque insignia no es más que un trozo de plástico carente de personalidad, por lo que igual no tiene mucho sentido exigir reponsabilidades sociales o dotar de ideología a un juguete. Porque, ¿es tarea de los juguetes convertir a los niños en ciudadanos responsables? El debate está servido.
Mientras tanto, la otrora icono de moda no pierde el tiempo. Barbie está a punto de convertirse en protagonista de una película en acción real, y se ha reconvertido en icono influencer, gracias a su importante presencia en redes sociales –la cuenta de Instagram @barbiestyle, gestionada por el director de arte y diseñador Zlatan Kusnoor y en la que la muñeca posa como icono de moda, tiene más de dos millones de seguidores–. No está mal pensado, desde luego. Que viendo cómo está el percal, nunca está de más buscar nuevos horizontes.
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