La trampa de la libertad de expresión
Un grupo estudiantil ultraconservador, que camufla su discurso de odio en el paraguas de las libertades, se implanta peligrosamente en las universidades de Estados Unidos
Shane Burley (The Baffler) 5/06/2019
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Los despachos de los consejos de estudiantes universitarios no han sido tradicionalmente un hervidero de polémicas en el ámbito nacional, pero Turning Point USA está decidida a reescribir las reglas de la política estudiantil. El grupo estudiantil ultraconservador, que podría recibir con facilidad la etiqueta de “el ala joven” del republicanismo de Trump, se ha convertido en una legítima fuerza de la política conservadora estudiantil y se ha labrado una reputación a base de mezclar humillación pública y declaraciones intolerantes. Turning Point ha apostado por cambiar una cultura estudiantil universitaria que, según ellos, está demasiado inclinada hacia la izquierda. La pregunta que se hacen es que si pueden cambiar el clima político de los estudiantes universitarios, sobre todo en asuntos como inmigración y derechos queer, ¿podrán también cambiar los valores de la próxima generación de dirigentes?
En la universidad de Texas State, el enfrentamiento entre TPUSA y la masa estudiantil en su conjunto llegó a las manos en las últimas semanas cuando el consejo estudiantil presentó un proyecto de ley para prohibir su existencia en el campus como grupo estudiantil.
“Sin lugar a dudas, Turning Point USA está grabando a los estudiantes, incluidos los estudiantes de posgrado, e intentando conseguir que los despidan”, afirmó Claudia Gasponi, una estudiante veterana de la universidad de Texas State y la miembro del consejo estudiantil que presentó el proyecto para prohibir la presencia de ese colectivo en la universidad. “No se trata de organizaciones estudiantiles porque TPUSA no es una organización estudiantil, sino una amenaza nacional que utiliza a los estudiantes para ocultar su agenda hostil y corrupta”.
Fiel a su marca de sadismo político, TPUSA reformuló el tema de la seguridad en el campus para convertirlo en una heroica batalla para salvar la libertad de expresión del cáustico clima educativo. Y, lo que es aún más grave, ahora se han traído a algunos amigos importantes de la poderosa base sureña del partido republicano para que les ayuden.
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Durante los años de Obama, con la fragmentación del partido republicano, Turning Point se preparó para surgir como líder de una nueva generación conservadora. Basándose sobre todo en el populismo nacionalista de Donald Trump y en la cultura derechista online de provocación y mensajes codificados, el TPUSA ofrece algo a la generación estudiantil postmillennial que los trajeados de Brooks Brothers de la Heritage Foundation [una fundación conservadora muy influyente en la etapa de Ronald Reagan] nunca podrían darles: vanguardia, al menos en apariencia.
El grupo lo fundó esa lumbrera de 25 años Charlie Kirk, de la CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora), un hombre al que se le conoce principalmente por intentar hablar por encima de las izquierdas en los eventos públicos. Basándose en el modelo Ben Shapiro de “barrer a los liberales”, modeló el TPUSA fomentando la controversia, en un intento basado en presentar a la oposición de izquierdas frente a la cámara como si fuera tonta. Desde entonces, ha canalizado millones de dólares, obtenidos mediante donaciones de la derecha, hacia proyectos inspirados en los radio debates, como por ejemplo una “lista de profesores en observación” de docentes de izquierdas.
Este tipo de política teatral ha ayudado a que se instalen en más de 1.300 campus universitarios. De igual manera que los activistas conservadores hicieron antes que ellos, lo que están haciendo ahora es abrirse un hueco en los consejos escolares como método para reorientar la cultura universitaria a su favor, identificándolos como la forma más eficaz para sacar tajada de las administraciones universitarias habitualmente indiferentes. Al mismo tiempo, la izquierda y los activistas universitarios progresistas han ganado terreno en asuntos como los abusos sexuales y la policía universitaria mediante la organización de base en torno a mecanismos procedimentales, como por ejemplo los votos tutelares [conjunto de variables que se tiene en cuenta para establecer la cuantía de las matrículas] y las quejas del Título IX [donde se recogen las quejas por abusos]. (El TPUSA utilizaba los mismos mecanismos para conseguir el resultado opuesto).
En la universidad estatal de Texas, los estudiantes afiliados a TPUSA se hicieron con el liderazgo del consejo estudiantil eligiendo como presidente del cuerpo estudiantil a Brooklyn Boreing (entre acusaciones estudiantiles de que Boreing había recibido 2.800 dólares en donaciones y 25 tablets del Campus Leadership Project, una filial de TPUSA que se centra en las elecciones de las universidades y de las fraternidades). En ese sentido, Turning Point ha recibido acusaciones por violar las reglas de financiación de las campañas universitarias de forma repetida.
“Creo que el criterio general entre el cuerpo de estudiantes es que las tablets procedían de Turning Point”, afirmó Claudia Gasponi, una circunstancia que le condujo, a ella y a sus compañeros, a insistir sobre el asunto. “Tienen mucho poder en nuestra universidad”.
Su intención es transformar las universidades estadounidenses para peor y financiar el discurso racista y homófobo, mientras rebajan de forma simultánea la disconformidad de la gente que se preocupa por la vulnerabilidad de sus trabajos
El historial que posee TPUSA de lanzar insultos racistas y hacer declaraciones visiblemente fascistas, como por ejemplo los comentarios de 2018 que hizo la recién despedida directora de comunicaciones Candace Owens en los que defendía a Adolf Hitler, consiguieron invertir la situación a favor de Gasponi. (Los supremacistas blancos se han concentrado en las universidades de Texas más que en las de cualquier otro Estado, de acuerdo con los datos de la Anti-Defamation League y, a menudo, TPUSA sienta un precedente peligroso). El 11 de abril, el alumnado votó a favor de la moción de Gasponi y su coautor Trevor Newman de “Reclamar la retirada inmediata y la prohibición de Turning Point USA en la universidad Texas State y sugerir que se protejan a las minoría y poblaciones marginadas de la influencia negativa que genera en la universidad”.
Denominada la “Moción de seguridad docente y estudiantil de 2019”, la resolución citaba la reputación de TPUSA en materia de acoso universitario y la necesidad de distanciar a la universidad de una organización que podría suponer una amenaza para la seguridad de los estudiantes. Hacían referencia a que la delegación de Turning Point de la universidad Texas Southern solían informar con frecuencia a la organización nacional, y sostenían que eso anulaba su estatus como organización estudiantil. La presidenta de la delegación de TPUSA en la universidad Texas State, Stormi Rodriguez, estuvo presente durante la votación y se opuso a la moción: “¿Queréis que este sea vuestro legado? ¿Un legado de censura hacia vuestros compañeros?” clamó entre los gritos de los alborotadores.
La presidenta del alumnado Alison Castillo, en una acción que Gasponi sostiene que fue política, decretó un veto instantáneo sobre la medida, al alegar que violaba la libertad de expresión. “He reflexionado con diligencia sobre este asunto y mantengo firme mi decisión de apoyar la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos”, afirmó Castillo en una carta, lo que tuvo como efecto reorientar el debate con los argumentos que utilizaba TPUSA.
Lo que vino después fue una prueba de la fuerza política nacional de TPUSA, y su habilidad para marcar el debate político en las universidades públicas.
Después de que Charlie Kirk fomentara en Twitter el rencor contra la moción, el gobernador de Texas, Greg Abbott, se subió al carro y le retuiteó: “Me pregunto en serio si los contribuyentes deberían financiar todavía universidades como esta”. Más tarde, el gobernador citó el proyecto de ley 18 del Senado, que codificará el apoyo a organizaciones como TPUSA en las universidades y aplicará rigurosas multas para los activistas universitarios que perturben a grupos similares. El proyecto de ley ya ha sido aprobado por el Senado del Estado de Texas y ahora está frente al Comité de Educación Superior de la Cámara de Representantes.
Como era de esperar, esta impulsiva reacción se presentó como una defensa del discurso conservador contra la censura de los estudiantes de izquierdas. Solo que eso nunca fue posible.
“El gobierno de este país ha despojado de todo su poder al consejo escolar de Texas State”, señaló Gasponi. “Las mociones del consejo de estudiantes son la herramienta que utiliza la universidad para escuchar la voz de los estudiantes. Por lo general, la universidad no escucha nuestras voces, aun cuando aprobamos una moción, pero al menos evita que nos hagan luz de gas cuando dicen ‘¡seguid los canales establecidos, pasad por el consejo escolar!’ Hemos pasado por el consejo escolar y hemos llegado directamente a su puerta, y ahora exigimos que se nos escuche”.
El caso de la universidad Texas State no es el primero en el que un cuerpo de estudiantes ha intentado frenar a Turning Point. En la universidad de Drake, el consejo estudiantil negó a TPUSA el estatus de organización estudiantil por las preocupaciones que había de que violaran el derecho a la intimidad de los docentes y los estudiantes. Los estudiantes de la facultad de Wartburg, de la universidad de Santa Clara, de la facultad de Cornell y del colegio universitario de Hagerstown tomaron medidas similares para frenar a TPUSA, principalmente en forma de prohibiciones del consejo escolar. Una organización de Indiana de la universidad de Pennsylvania, la Red de poder estudiantil de Pennsylvania, se organizó a lo largo de 2018 para conseguir que se prohibiera a TPUSA por ser un “grupo de odio”, aunque el consejo de estudiantes frenó el intento. Esta táctica se ha utilizado en numerosas ocasiones para intentar concienciar y movilizar sobre este asunto.
Pero la reacción del público frente a los acontecimientos ocurridos en la universidad Texas State fueron, por lo general, un ejemplo de ese teatrillo político que privilegia una tradición que posibilita que TPUSA sea peligroso. Las intervenciones de la Oficina del gobernador y del consejo permitieron que se caracterizara de forma engañosa al activismo universitario y que se aprobara una legislación que creará inmensos sistemas de protección legal para el discurso de odio conservador y fascista. Mientras que Turning Point ha conseguido manipular la percepción pública en torno a la moción estudiantil, el propósito de la moción era simbólico. Su intención era enviar un mensaje a las administraciones más que servir de prohibición operativa, aunque Turning Point no ha tenido nunca intención de destacar este hecho.
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El 11 de abril, el consejo escolar de la Universidad de Illinois emitió un comunicado en el que apoyaba la moción de Texas y en el que detallaba su largo historial con Turning Point: “Turning Point USA tiene un largo historial de acoso en los campus universitarios de todo el país. Distribuyeron públicamente los datos personales de estudiantes sin papeles, acosaron en repetidas ocasiones tanto a sus compañeros estudiantes como a los profesores, construyeron un muro en nuestro patio principal como parte de una expresión racista contra los individuos hispánicos y latinos y hace poco celebraron un evento llamado “el discurso de odio es libertad de expresión” el mismo día en que se produjo el tiroteo de la mezquita de Christchurch”.
“Creo que debemos utilizar todas las cartas de la baraja”, dijo Adam Miyashiro, un profesor de literatura medieval de la Universidad de Stockton y un organizador que colabora con la red antifascista universitaria, que apoya abiertamente la moción: “Las mociones de estudiantes son geniales, pero también hay medidas que los docentes y las administraciones podemos adoptar, como por ejemplo asegurarnos de que no se les concede una tribuna a los portavoces de estos grupos en las universidades, puesto que no cumplen con los objetivos educativos de la institución”.
Turning Point también ha sido el foco de polémicas en la Universidad de Illinois, en Urbana-Champaign, donde los activistas de TPUSA emitieron un vídeo en el que aparecía el estudiante de posgrado y activista universitario Tariq Khan, lo que le convirtió en objeto de amenazas de muerte por parte de los supremacistas blancos y de una presión social que casi provoca que abandone la universidad.
“Me han acosado con insistencia y han instigado la violencia contra mí”, dijo Khan, que explicó que no es el único estudiante que estuvo en su diana. Khan chocó contra TPUSA, afirma, cuando la organización intentó conseguir que la universidad rehabilitara una mascota deportiva universitaria de los nativos americanos. “Me imagino que [el consejo escolar] detectó que TPUSA estaba creando de forma violenta e intencionada un entorno universitario hostil por burdos motivos políticos y los estudiantes ya han tenido suficiente”.
Aunque Turning Point ha conseguido generar una sólida polémica retórica en torno a la “libertad de expresión” y posicionarse como una minoría política asediada en los campus universitarios socialistas, sus intervenciones en los campus no pueden reducirse a depender únicamente de la expresión.
“Todo esto tiene consecuencias directas y palpables sobre ciertas personas (estudiantes inmigrantes, docentes en el punto de mira) y la consecuencia indirecta de paralizar la libertad de expresión en las clases”, declaró Amanda Gaily, profesora asociada en la universidad de Nebraska, que estuvo en el blanco de Turning Point en 2017 por su propio activismo a favor del control de armas y por apoyar a un estudiante de posgrado al que habían puesto en el punto de mira. “TPUSA utiliza una falsa fachada y aparenta ser un grupo de chicos de la universidad o del instituto, aunque en realidad es una especie de escudo humano para los poderosos políticos y lobistas que colaboran con el grupo. Su intención es transformar completamente las universidades estadounidenses para peor y financiar el discurso racista y homófobo, mientras rebajan de forma simultánea la disconformidad de la gente que se preocupa por la vulnerabilidad de sus trabajos”.
“Esto no es un tema de libertad de expresión porque no defiendo que prohibamos expresarse o reunirse a los estudiantes conservadores”, concluyó Gasponi. “Lo único que defiendo es que se prohíba a esta organización en concreto que utilice los recursos de la universidad por su relación con organizaciones supremacistas blancas violentas, porque amenazan y acosan a nuestros estudiantes y docentes y porque corrompen nuestro consejo de estudiantes”.
Las frágiles luchas universitarias por términos como “libertad de expresión” ofrecen el paraguas terminológico que necesita Turning Point para ocultar sus otros propósitos destructivos, que van desde las campañas contra los profesores eventuales hasta la humillación pública de estudiantes. Y esta pantalla les ha permitido conseguir lo que más ansían: la posibilidad de irrumpir en las universidades con impunidad, y presentar la resistencia política como una grandiosa batalla para desmontar la democracia moderna.
Mientas que TPUSA ha construido su reputación en base a la defensa de la “libertad de expresión”, los estudiantes activistas alertan del efecto que está teniendo en los campus. Se puede obtener un beneficio político camuflando la movilización política violenta bajo esa retórica, pero la Moción de Texas State – que no es vinculante, pero sí un instrumento de influencia– es también un discurso en sí mismo, un llamamiento a organizarse para oponerse al golpe que Turning Point está dando en todas las universidades del país.
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Shane Burley es un escritor y realizador que vive en Portland, Oregón. Es el autor de El fascismo en la actualidad: qué es y cómo acabar con él (AK Press). Sus artículos han aparecido en lugares como Jacobin, AlterNet, In These Times, Political Research Associates, Waging Nonviolence, Labor Notes, ThinkProgress, Truthouty Roar Magazine. Puedes seguirle en Twitter: @shane_burley1.
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Este artículo se publicó originalmente en inglés en The Baffler.
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Traducción de Álvaro San José.
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Shane Burley (The Baffler)
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