LIBROS
Todas las películas contra el presidente
El volumen de David. F Arranz ‘Las cien mejores películas sobre periodismo’ ilustra hasta qué punto este oficio puede resultar un noble género cinematográfico
Miguel Ángel Ortega Lucas 12/06/2019
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Demasiadas veces no sabemos ya qué quieren decir, algunos, cuando dicen “periodismo”. Pero hubo un tiempo en que el palabro tenía –para algunos otros– resonancias épicas, no sólo dramáticas. Y ya sabemos que las resonancias líricas siempre han sido vistas de manera sospechosa en este oficio: aquella presunta herejía de considerarlo, como pretendía García Márquez, otro género literario. No es que el periodismo sea un género literario; es que puede serlo, según y cómo. De igual modo que un cuadro puede ser arte o engañabobos. Así como el cine puede ser sueño o somnolencia.
Aún quedan raros observantes del viejo código, de cuando el periodismo se pretendía una suerte de cruzada romántica que contara a la gente lo que le pasa a la gente; sobre todo, a pesar de la gente misma. El filólogo, columnista, periodista radiofónico David Felipe Arranz (cerca de 20 años al frente de uno de los espacios culturales más ambiciosos de la radio española, El Marcapáginas), es uno de esos especímenes de pasión irreductible, casi en peligro de extinción; de fe todavía intacta en la vertiente más antigua y noble de este oficio de cínicos, putas morales y contrabandistas de la ilusión ajena. Un individuo cuya ilusión propia cifra aún el periodismo como el género épico de las “milagrosas victorias y las sombrías derrotas a manos del Poder”; con la inocencia, que no la ingenuidad, de quien aún quisiera ver ganar la causa justa en la pantalla.
Arranz –cuya pasión por la tinta impresa también resulta un unicornio en estos tiempos– acaba de publicar, con la Editorial Cacitel, un volumen hermoso, utilísimo, con espíritu de canon y aroma de enciclopedia, llamado Las cien mejores películas sobre periodismo. Por supuesto, lo de mejores es algo que viene a depender de su gusto estricto. Y conviene fiarse: sólo un vistazo al catálogo recogido muestra un punto de vista original, serio pero heterodoxo sobre la materia de marras; las dos que aquí confluyen. También en la manera de abordarlo. No se trata de un ensayo de taxidermia sobre cada una de estas piezas, sino de una guía bien surtida, con sinopsis y fichas técnicas, donde el autor apenas se permite unas consideraciones glosando la tramoya de los filmes. Donde podemos descubrir, por ejemplo, hasta qué punto la aventura de la pantalla tuvo su correlato fiel, o feroz, en la realidad, de Ciudadano Kane a Spotlight, de La dolce vita a Todos los hombres del presidente. También, recordar hasta qué pliegues insospechados de la vida se puede colar este encrespado oficio: por ejemplo, en el programa de radio que monta Robin Williams como una pira en la jungla de Good morning Vietnam. O en el (profético) programa de televisión que mantiene en la jaula de la mentira vital a Jim Carrey en El show de Truman.
Por eso no es (sólo) un libro para periodistas, sino un libro para quienes amen el cine y quieran descubrir por cuántos palmos puede superar la realidad a la ficción, y cómo el arte puede vengar también a la realidad más artera. Hasta dónde, en fin, el periodismo puede ser una aventura que permita, por una noche al menos, que los héroes mal pagados hagan sangrar las narices del poder, así en la pantalla como en la vida. Que si el cine está hecho de la materia de los sueños, el periodismo –tal y como aún lo entienden algunos dandis buenos, como D. F. Arranz– aún puede ser el sueño romántico de los que siempre dirán que No.
De entre todos los libros que los profesores universitarios pudieran recomendar a los alumnos para enterarse de qué va esta vaina, Las cien mejores películas sobre periodismo sería una sabia elección. Claro que quién se atreve aún a enseñar que el periodismo puede ser un cuento. O un noble género cinematográfico.
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Miguel Ángel Ortega Lucas
Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.
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