Grupos de madres: recuperar la tribu
Los colectivos de apoyo a la crianza, creados y autogestionados por mujeres, son una respuesta a la soledad que consume a muchas madres urbanas
Sara Puerto 12/06/2019
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Al pensar en la soledad, esa congoja, cuando no es no elegida ni deseada, que pesa cada vez más sobre los individuos urbanos, difícilmente vendrá a la mente la imagen de una madre reciente. A estas mujeres las presuponemos por defecto rebosantes de felicidad con su bebé en brazos. Para nada las imaginamos mientras empujan el carrito por unas aceras cada vez más llenas de obstáculos, devoradas por la culpa o la incomprensión. Y ocurre, sobre todo en el postparto, un periodo de especial vulnerabilidad para muchas mujeres, del que hasta hace bien poco o no se hablaba o se nos vendía edulcorado. “Digerir la experiencia del parto, las expectativas que pueden no coincidir con la realidad porque a veces se queda enquistado y hay que dejarlo salir”, afirma Noelia Calvo, matrona con 12 años de experiencia organizando grupos de preparación al parto y postparto en Madrid. Cuando esta tempestad emocional y física se junta con el hecho de que, sobre todo en las ciudades, la maternidad se vive en la soledad invisible de ese hogar reducido que habita la pequeña familia nuclear moderna, tenemos la tormenta perfecta.
Desaparecidas redes de apoyo que tradicionalmente acompañaban la llegada de un niño al mundo y colaboraban en su crianza –mujeres por lo general, otras madres o futuras madres, en particular–, ¿qué hacemos con la evidencia de que para criar hace falta tribu? “La llegada de un hijo nos hace violentamente conscientes de la fragilidad intrínseca del ser humano, y también de su carácter social o relacional, de la imposibilidad del individualismo llevado al extremo”, escribe Carolina del Olmo en su libro ¿Dónde está mi tribu? El auge actual de los grupos de crianza, creados y autogestionados por mujeres es una respuesta a la soledad que padecen muchas madres urbanas, pero también al modelo de sociedad y de ciudad que impone el capitalismo liberal.
Cuando esta tempestad emocional y física se junta con el hecho de que la maternidad se vive en la soledad invisible de ese hogar reducido que habita la pequeña familia nuclear moderna, tenemos la tormenta perfecta
Estos grupos que promueven los Centros de Salud o asociaciones de diversa índole están concebidos para prestar un apoyo a las mujeres en los primeros meses del bebé. Sin embargo, el vínculo entre las madres que participan es tan intenso que llega a trascender este periodo y se establece como un sostén para la crianza, con el espíritu de lo que ancestralmente podríamos identificar con tribu. Tanto si no se cuenta con respaldo familiar cercano, como si no se encuentra en este entorno inmediato lo que se necesita, el postparto puede vivirse con singular sufrimiento por los problemas físicos y mentales que surgen. “La sociedad ha cambiado y damos a luz en un momento en nuestras vidas en el que estamos bastante solas”, comenta Inma Mellado, monitora de La Liga de la Leche, organización veterana en la promoción de este tipo de grupos, centrados exclusivamente en la lactancia. “La mayoría de las madres que acude busca comprensión. Pueden tener un problema técnico de lactancia, pero lo más importante es el apoyo que reciben: saber que no están haciendo algo mal, que es algo que les pasa a los bebés. Son madres ayudando a otras madres, compartiendo experiencias, dudas, risas y también llantos, porque en ocasiones las madres vienen en momentos de desesperación o con dolor”.
Otra asociación que cuenta con grupos de apoyo es El Parto es Nuestro, “no damos clases magistrales. Son reuniones en que las madres comparten entre sí desde la horizontalidad. Para nosotras es muy importante generar espacios seguros para las mujeres que vienen con situaciones complicadas”, explica Bibiana Santamarina, coordinadora de grupo en Madrid. “Hay mujeres que no pueden ni hablar en las reuniones y pasan meses hasta que dicen algo. La violencia obstétrica es por desgracia frecuente. Choca que en el ginecólogo o la matrona no te encuentres con estas realidades y luego entre las madres sí”. Con violencia obstétrica se refiere a “los procedimientos que se hacen de manera rutinaria, pero que no están avalados por la evidencia científica y que se hacen desde la no información a las madres. Se olvida la libre autonomía del paciente y se tiene más en cuenta el autoritarismo médico. Episiotomías por defecto –incisión quirúrgica que se hace para ampliar el canal del parto para abreviarlo–, la maniobra de Kristeller –que la OMS desaconseja–, parir en la postura ginecológica del potro, que te aten las manos durante una cesárea… Siguen llegando mujeres a las reuniones que lo han vivido y se encuentran con un entorno que lo ha normalizado. Lo transmiten o lo intentan trasmitir y lo que les dicen es “bueno, mujer, lo importante es que tu hijo está bien”. Claro que es importante, pero nosotras no somos meros contenedores”.
Experiencias compartidas
“No sé que hubiera hecho sin el grupo”, cuenta Anna Ruiz, “sentía mucha soledad, ganas de llorar, estaba cansada, sin dormir…”. Fue la primera madre entre sus amigos y su familia vive fuera de Madrid, además justo se quedó sin contrato, “se me echó el mundo encima”. Hace unas semanas compartió en su cuenta de Instagram (menta_ycanela): “Hoy me he encontrado con una madre que conocí en el grupo de crianza. Al principio no la reconocí porque la había visto solo el primer día que fui al grupo, hace cinco meses, pero ella a mi sí. Se me ha acercado y me ha preguntado con muchísimo cariño cómo me encontraba. Y entonces me he acordado de cómo llegué aquel día a mi primera reunión, rota, triste, superada y terriblemente sola. La maternidad se me hacía un mundo y me sentía fatal por no saber disfrutarla ni vivirla”. Comentarios como “me siento tan identificada”, “me sentí tan abrumada, sola e incomprendida”, “yo también necesité esa ayuda” o “la palabra MADRE me quedaba demasiado grande” figuran entre las 2.900 reacciones a su publicación. “Fue una liberación encontrar un grupo con el que hablar de cosas de madres”, asegura ella y enuncia algo que comparten muchas primerizas: “Hasta que no lo vives…” ¿Realmente no sabes a lo que te enfrentas?
“En las clases de preparación al parto debería hablarse más de lo que significa tener un bebé en casa. De que sí, te vas a sentir sobrepasada, de que habrá momentos en los que te digas ‘¿qué he hecho?’, de la tormenta que es el puerperio”, señala Inma Mellado, de la Liga de la Leche.
Nuestro apoyo a mujeres que vienen después de una vivencia traumática es proporcionarles un sitio donde poder decir que han sufrido, que les sigue doliendo, aunque ya no les duela físicamente
La matrona Noelia Calvo suma el desconocimiento del propio cuerpo por parte de las mujeres que constata en los grupos de postparto que organiza en el Centro de Salud de Madrid en que trabaja. “Los grupos vienen bien para desahogar esa frustración por no cumplir con las expectativas de lo que se supone es ser una buena madre –explica–. También se desahogan sentimientos de culpa, por ejemplo, sentir ‘en qué lío me he metido’, que es algo que pasa, sobre todo en estos días en que tenemos hijos cada vez más tarde”.
Los cuidados del bebé son una parte importante del trabajo en los grupos, indica Calvo. La preparación al parto figura en la cartera de servicios de la Consejería de Madrid, el postparto se contempla dentro de la Educación para la Salud y los contenidos no están tan reglados.
Otras fuentes de preocupación, asegura esta matrona, son la incorporación al trabajo y la relación con la pareja que cambia con la maternidad. Se abordan, además, asuntos considerados tabú o de los que hace algún tiempo no se hablaba, como el dolor crónico o al retomar las relaciones sexuales, que se asumían como inevitables, cuando no lo son. “Trabajamos la recuperación del suelo pélvico, antes te meabas y era lo normal”.
Desde El Parto es Nuestro, Santamarina también comparte que “el postparto es el gran olvidado”. No obstante, a los grupos de su asociación llegan cada vez más primerizas buscando información sobre el parto, “no recomendamos hospitales, ni profesionales”, aclara. “Nuestro apoyo a mujeres que vienen después de una vivencia traumática es proporcionarles un sitio donde poder decir que han sufrido, que les sigue doliendo, aunque ya no les duela físicamente. Un sitio donde validan tu dolor y te dicen: ni estás sola, ni estás loca”, explica Santamarina. “Cuando conectas con otras mujeres se te quitan las ganas de juzgar a las demás”.
Generar comunidad
En Madrid existe una iniciativa piloto, el Proyecto para la Prevención de la Soledad no Deseada, gestionado por el grupo cooperativo Tangente, en el marco del plan Madrid ciudad de los cuidados, dirigido de forma novedosa a las madres durante los primeros años de crianza. Su objetivo es favorecer que se establezcan redes de apoyo vecinal y profesional: “promover la autogestión de los propios malestares desde los recursos del barrio”, afirma Sandra Candelas, coordinadora del proyecto, que se está ejecutando en los barrios de Almenara y Trafalgar. Lo que se pretende es “generar un espacio con las propias mujeres, desde el punto de vista del trabajo autogestionado, involucrando al barrio con las necesidades. Hay que visibilizar desde el apoyo grupal una soledad que está muy naturalizada entre las madres, pero que no tiene que ser así”.
Carolina del Olmo escribió ¿Dónde está mi tribu? después de dar a luz a su primer hijo, “la crianza te hace ver cuánto nos hacen falta esas redes, pero hacen falta para todo. Estos grupos que no son de tanta afinidad inicial como puedan ser los amigos, te enseñan a convivir. Se llega a generar una comunidad y eso es un aprendizaje muy positivo”.
Una de las críticas que se hace a estos grupos, sin embargo, es la de enmascarar una tentativa para retornar a las mujeres al hogar. Así lo valora Del Olmo: “En grupos afines a la crianza con apego he visto mujeres con una noción idealizada de un semi matriarcado privado, reducido al ámbito doméstico. Entonces sí se corre el peligro de renunciar a romper esa división entre esfera pública y privada, que es lo necesario. No nos ha valido la solución del feminismo más institucionalizado de ir la esfera pública adaptándonos al molde del varón, nos hemos dado cuenta de que por ahí no hay recorrido suficiente para nuestras aspiraciones y nos montamos nuestro mundo por separado. Ese componente está ahí. Pero también hay un componente de resistencia y es una pena que desde ciertas posiciones del feminismo se intente encajar todo este movimiento en lo retrógrado. Creo que tiene una potencia importante, subversiva y de resistencia ante la disyuntiva que ofrece el sistema de “sigue en la esfera pública y arrincona el cuidado en instituciones o quédate en casa con tu bebé”, que es la que tenemos que esforzarnos por trabajar y no encasillar en un desprecio a los logros del feminismo”.
¿me están presionando porque doy o no el pecho o me están presionando porque soy mujer?
El asunto de la lactancia es uno de los más enquistados, hay quien ve en estos grupos un agente de presión para condicionar a la madre en su toma de decisiones. “Se ha convertido en una guerra algo que no lo es –sostiene Mellado, desde La Liga de la Leche–. Promover la lactancia materna no significa estar en contra de la leche artificial. Que una madre con toda la información decida no amamantar nos parece perfecto, lo triste es cuando no ha recibido todo el apoyo y toma una decisión que no quería. Por eso es un tema que levanta tanta ampolla, porque en realidad muchas mujeres que lo dejaron en el fondo no querían y lo más cruel es que se lo hacen ver como un fallo suyo”. Carolina del Olmo se pregunta por el esfuerzo que aprecia en algunas madres por “proseguir con una lactancia exclusiva hasta unos límites que a mi me parecen excesivos”. No tiene claro, sin embargo, que exista una presión real o simplemente “más gente sensible a la presión”. “Son ellas las que quieren, pero pienso en qué mal se debe haber comunicado esto para que haya tantas mujeres para las que sea un peso usar leche de bote. Las cifras dicen que las lactancias exclusivas hasta los seis meses todavía son muy bajas. Hacía falta una campaña prolactancia, pero tiene que ir muy bien acompañada de medidas reales. No es solo responsabilidad de la madre, ni su culpa”, añade del Olmo.
“La promoción de la lactancia materna en el siglo XX ha empezado gracias a los grupos de apoyo a la lactancia, sin el movimiento social no se habría logrado. Pero el movimiento social a veces es incómodo. Y si es femenino, más”, defiende Mellado. “En los grupos no se riñe a nadie –asegura Bibiana Santamarina, de El Parto es Nuestro–. Volvemos al tema de la guerra entre mujeres, estamos todas en el mismo sitio. Es verdad que hay presión, pero habría que preguntarse: ¿me están presionando porque doy o no el pecho o me están presionando porque soy mujer?
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Sara Puerto
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