Existen muchas reflexiones sobre la maternidad, al menos hay tantas como madres. Las vivencias y debates sobre el tema inundan las redes sociales, las cafeterías y las conversaciones en los parques. Con este artículo solo pretendo contribuir al debate y quiero hacerlo desde mi vivencia personal y la visión de quien desea lograr una sociedad feminista y de progreso y observa que España no es la misma desde el 8M.

A menudo la sociedad nos traslada una imagen idílica de la maternidad, que implica que, desde el nacimiento, los días de una madre se llenan de momentos de paz, una bonita conexión con el bebé, emotividad, amor incondicional y una sonrisa infinita. Pero ni todo es tan bello como en los anuncios de televisión y en las fotos de las revistas, ni todo lo bello viene solo. La maternidad también está acompañada en muchos casos de culpabilidad, sensación de soledad, falta de sueño y dudas y miedos por no saber hacerlo bien; aunque también de fuerza, energía y coraje para tirar del carro cuando no ves salida.

Somos muchas las mujeres que no nos sentimos identificadas con la maternidad tal y como la vivíamos hasta ahora

Pareciera que, para ser madre, debes estar sonriendo a tu bebé de forma permanente, conectar con el feto durante el embarazo y percibir que tu bebé es bello desde el momento del nacimiento, pero ¿y si no sientes que todo es tan romántico? ¿y si no te identificas con esto? ¿y si no sientes que encajes en este concepto de madre que tradicionalmente lleva aparejados incansables cuidados y un amor incondicional? ¿Qué ocurre si no eres la madre perfecta? ¿Qué pasa si no llegas a todo (cual superwoman)?

Somos muchas las mujeres que no nos sentimos identificadas con la maternidad tal y como la vivíamos hasta ahora. España ha cambiado y la sociedad hoy cuestiona este modelo social dominante de crianza. Quiero seduciros para disputar, juntas, el término “madre”, convencida de que la maternidad también puede representarse con otros valores como la libertad, la igualdad, la sororidad y la cooperación, propios de la España del 15M y el 8M.

Libertad

Vivo el cuidado de mis pequeños como algo bello y muy gratificante. Pero la maternidad es tan ilusionante como agotadora. Y la crianza se sobrelleva de forma dura en una ciudad como Madrid, cuyos ritmos y espacios no están pensados para personas con hijos e hijas. Aunque imagino que en el mundo rural no será más fácil y existirán otros inconvenientes iguales o peores. Los horarios de una diputada no son precisamente compatibles con el cuidado; y el mundo de la política tiene unos ritmos acelerados que no lo facilitan. Pero no es el trabajo el único factor inadaptado a la infancia. Es también el ocio y, en general, cómo está planteada nuestra sociedad, lo que hace difícil la organización de una vida familiar con peques. 

Todas las madres hemos intentado alguna vez ser esa superwoman que llega a todo

Hay elementos que dificultan la crianza, tales como la falta de horarios razonables en el trabajo, la escasa red pública de cuidados, la precariedad laboral que exige tanto a cambio de poco o una sociedad individualista donde se han puesto de moda de los hoteles y restaurantes sin niños. Además, los cánones de belleza nos imponen exigencias físicas, de manera que la sociedad espera que nos recuperemos pronto del posparto y estemos sonrientes y sin estrías en tiempo récord.

Diría que todas las madres hemos intentado alguna vez ser esa superwoman que llega a todo: atiende a su pequeño, está guapa y atractiva, es eficaz en el trabajo y además tiene una vida social interesante. Pero no, no somos heroínas. Lo que ocurre es que el hecho de no llegar a serlo nos frustra y nos provoca culpabilidad.

Me atrevo a afirmar que la culpabilidad nos atraviesa a todas las mujeres durante la maternidad. Nos sentimos culpables por no pasar tiempo suficiente con los peques; por no regañarles; por chillarles cuando llegamos agotadas después de todo el día; por no poder comprarles lo que queremos; por comprarles demasiado; por olvidar llevar al cole aquel papel firmado a tiempo; por negarles ese capricho que tanto desean y que no es adecuado para su edad,... Además, las dudas por no saber si lo hacemos bien, los miedos, las presiones y una sociedad que espera que seamos madres perfectas, son los mejores ingredientes para alimentar esa culpabilidad.

Mi compañera Beatriz Gimeno, en su libro La lactancia materna, cuenta cómo el patriarcado ha empleado la lactancia materna para oprimir a las mujeres. Beatriz, partiendo de su vivencia personal en la que la presionaron, como a cientos de mujeres, para dar el pecho a su bebé, explica cómo el mandato de la lactancia tiene un elemento opresor sobre nosotras. Yo recibí presiones en sentido contrario: aunque finalmente logré tener una lactancia prolongada y exitosa, me presionaron para dar el biberón y no dar de mamar.

Creo que Beatriz Gimeno tiene razón pero sólo parcialmente, ya que centra el foco en una de las presiones que recibimos las madres, no en la única. En definitiva, como ya avanzaba Simone de Beauvoir, el patriarcado ha empleado la maternidad (no sólo la lactancia) para oprimir a las mujeres. El aborto o el reparto del trabajo reproductivo son signos claros de esta opresión.

Si optamos por la lactancia materna, nos juzgarán porque dar el biberón es más cómodo y liberador. Si optamos por el biberón, nos juzgarán también, porque la lactancia es muy sana para el bebé. Si llevamos al peque a la escuela infantil desde bien temprano, nos juzgarán porque no deseamos cuidarle. Si lo llevamos a una sesión del Congreso de los Diputados nos juzgarán por no llevarlo a una escuela infantil. Nos juzgarán, hagamos lo que hagamos. Pero lo importante es que no nos juzguemos nosotras mismas ni entre nosotras.

Es importante respetar la libertad de cada cual para elegir el modelo de maternidad que desee y le haga más feliz

Frente a la culpa y a sentirnos juzgadas, es importante respetar la libertad de cada cual para elegir el modelo de maternidad que desee y le haga más feliz. No podemos entender que hay una única manera de ser madre. La maternidad no puede ser un espacio de confrontación entre nosotras, sino un elemento de unión y de sororidad.

Igualdad

Hay quienes emplean el término “madre” como sinónimo de “mujer”, tanto es así, que el exministro Gallardón decía que "la maternidad libre hace a las mujeres auténticamente mujeres". Pero, ni las mujeres somos más libres cuando somos madres, ni las mujeres que no tienen hijos e hijas son menos mujeres. La maternidad no es obligatoria. Es más, queremos una sociedad donde las criaturas sean felices y, para ello, deben ser criaturas deseadas. Obligar a las mujeres a ser madres es precisamente el camino contrario a que las mujeres seamos libres.

El feminismo ha puesto sobre la mesa que la maternidad es y debe ser una decisión libre de las mujeres.

Sororidad y cooperación

Dicen que los bebés vienen con un pan debajo del brazo pero lo que ocurre es que las madres, a lo largo de la historia, han sacado el coraje y la energía suficiente para sacar un pedazo de pan de donde no lo hubiera para que sus criaturas salieran adelante. A pesar de que existan dificultades, de que la sociedad lo ponga difícil.

Porque la maternidad lleva consigo el arrojo y la fuerza de seguir hacia adelante, tirando del carro, hasta en los momentos donde no vemos salida posible. Pero hay veces que solas no podemos, y con amigas sí. A mí me llenaron de fuerza los espacios colectivos de apoyo a la lactancia, donde charlaba con otras mamás, compartíamos dudas y también soluciones. Disfrutar de espacios colectivos con otras madres fue la mejor receta para empoderarme.

Como dice Laura Baena, fundadora del club de Malasmadres, donde recoge el sentir de muchas: “la culpa compartida se lleva mejor”. Por eso debemos unirnos, expresar nuestros miedos y la culpa. Y luchar juntas contra un modelo social de maternidad obsoleto y culpabilizador, heredado del patriarcado. España ha cambiado y la maternidad también.

Cada cual es libre de decidir tener descendencia o no tenerla. Ser madre no es obligatorio. Pero la maternidad sí es necesaria para la procreación. En este sentido, cada familia, cada empresa o cada institución, debe asumir su parte de la responsabilidad para facilitarla. Esto implica que las empresas deberán asumir los permisos parentales, la sanidad costear los partos y puerperios, etc. sin que eso implique una cesión, sino un compromiso social y colectivo. 

Hoy por hoy, el mercado laboral está pensado para un modelo de familia compuesto por el varón proveedor y la mujer cuidadora, obviando que las familias son diversas y han cambiado. De este modo, la conciliación no es una realidad. Necesitamos una sociedad que valore los cuidados, impulse la corresponsabilidad y que ponga la vida en el centro de sus políticas.

Como dice Patricia Merino en su libro Maternidad, igualdad y fraternidad, las mujeres solo vamos a ser tratadas como iguales cuando la maternidad sea reconocida como una aportación imprescindible, fundacional y extremadamente valiosa para la sociedad. Y a medida que este reconocimiento se dé, los cuidados en general se verán también revalorizados.

Existen propuestas de soluciones que están encaminadas a reorganizar los cuidados y socializar la crianza, todas ellas necesarias, como crear una red suficiente de escuelas infantiles públicas o tener horarios laborales razonables. Así, la filósofa Carolina del Olmo plantea la necesidad de retomar un modelo de cuidado más cooperativo y compartido colectivamente que ha denominado “la tribu”. Igualmente, la PPINA propone los permisos de paternidad y maternidad remunerados, iguales e intransferibles. Una medida que actualmente está en tramitación parlamentaria y que, de aprobarse, provocaría un innegable avance social en la igualdad de género. Estos permisos buscan una mayor implicación de los varones en el cuidado, así como eliminar un obstáculo para las mujeres en el acceso al empleo. Un paso más en el camino de dar mayor valor a los cuidados.

El 8 de marzo los balcones de nuestro país se llenaron de delantales con el fin de parar el mundo y de llevar a las plazas, cafeterías y cenas familiares, el debate y la reflexión sobre cómo organizábamos nuestras vidas y nuestros cuidados. Las mujeres paramos para mirarnos a los ojos y preguntarnos cómo podíamos organizar nuestra sociedad de manera que el cuidado dejase de recaer en exclusiva sobre nosotras. El feminismo convenció a las mayorías sociales de que tenemos una tarea pendiente para el futuro próximo: reorganizar los cuidados. 

Disputar el término “madre”

Me resisto a regalar en exclusiva esa palabra tan poderosa a quienes desarrollan un modelo de maternidad tradicional (aunque legítimo) heredado del patriarcado

Decía Sofía Castañón en su artículo Tener un hijo y no ser madre “que no se reconoce en aquello de lo que se ha ido cargando el término ‘madre’”. Y no le faltaba razón cuando advertía que “si nuestra experiencia, la de cada una, no entra dentro de una posible definición (de madre) es lógico que ninguna se sienta nombrada en ese ser madre, y lo más que pueda hacer sea intentar parecerse a una definición que no tiene nada que ver con su propia vivencia de la maternidad”.

Pero yo me resisto a abandonar la palabra “madre”. Me resisto a regalar en exclusiva esa palabra tan poderosa a quienes desarrollan un modelo de maternidad tradicional (aunque legítimo) heredado del patriarcado. Resignifiquemos el término. Porque madres somos también las que adoramos a nuestros hijos e hijas pero además consideramos importante desarrollarnos profesionalmente o tener una interesante vida social y cultural. Madres somos todas: las que damos el biberón, las que somos lactantes, las que trabajamos o las que disfrutamos de excedencia laboral, las ñoñas y mimosas y las poco cariñosas, las que aborrecemos los grupos de whatsapp del cole y las que adoramos el parque.

Es nuestra responsabilidad disputar el concepto madre y hacer que ninguna mujer más se pueda frustrar por intentar parecer la madre que otros esperan que sea. Nunca más una mujer sintiéndose culpable pon no llegar a ser una buena madre. Nunca más una mujer juzgada por no ser madre o por ejercer la maternidad que le hace feliz. Es nuestra obligación que todas las mujeres con hijos e hijas se sientan madres, independientemente de cómo ejerzan la crianza.

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María Espinosa es diputada de la Asamblea de Madrid por Podemos @MEspinosa_