Tribuna
#YoSoyBorja: Vox y el manual comunicativo del activista ultra
El partido de extrema derecha pone en práctica lo que aprendió Abascal en su etapa neocon
Nuria Alabao 21/07/2019
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Vox no da tregua a su verborrea ni en verano. A estas alturas sabemos que nuestro partido ultra Made in Spain no juega a conquistar el grueso de votantes, que le es suficiente con sacudir el campo de batalla; para ello utiliza el activismo político/comunicativo que le permite reabrir consensos o polarizar, articular preocupaciones sociales difusas o crear nuevas. Un activismo que podríamos asociar con el movimentismo izquierdista pero que, desde finales de los 70 del pasado siglo, utiliza con gran maestría la derecha radicalizada y sus movimientos sociales. Exactamente ese tipo de activismo de agitación es lo que ha hecho Vox lanzando la campaña #YoSoyBorja. Como dice la magistrada Natalia Velilla, un intento de “manipular a todo un país a través de la conexión con las emociones y con los sentimientos más atávicos”.
El victimismo les permite enarbolar la bandera del agraviado, no se trata de discutir en términos racionales, sino de dibujar un campo nuevo donde ellos representan al pueblo humillado
Borja es el nombre de pila del joven de 26 años cuya condena por homicidio por imprudencia grave ha sido recientemente ratificada por la Audiencia Provincial de Málaga –acompañada de una pena de dos años de prisión y del pago de una indemnización de 180.000 euros–. Borja propinó dos puñetazos al ladrón que huía tras haber robado un bolso y haber agredido a su propietaria, según puede leerse en la sentencia. ¿Un nuevo héroe nacional salvador de los desprotegidos acosado por un sistema legal sostenido por progres que protege a los delincuentes? Este el marco que ha tratado de fijar Vox con toda una campaña de agitación que incluye recaudación de fondos, petición de indulto y concentraciones en la calle.
La actividad hipercomunicativa de este partido es un rasgo que comparte con el resto de la extrema derecha del continente, como dice Guillermo Fernández, la provocación les sirve para tener presencia constante en los medios, marcar agenda y dar la batalla cultural a la izquierda –que pasa por indignar a los sectores progresistas y decolorar a la derecha–. Vox encaja perfectamente en este molde, un partido que ha aprendido las tácticas de los manuales comunicativos neocon a medio camino entre la comunicación política y el activismo social. Esas tácticas se pusieron en práctica originalmente en EE.UU. en la “nueva derecha” –vinculada al ala conservadora de la revolución neoliberal que surgió precisamente como una reacción al éxito de los postulados culturales de Mayo del 68– y posteriormente fueron profundizadas bajo la denominación de neocon: un movimiento que tuvo un momento de apogeo en el gobierno de Bush hijo y que aquí llegó de la mano de Aznar y Esperanza Aguirre.
Vox en España es una intensificación y profundización de estos postulados neocon. En el caso de Borja, por ejemplo, está claro que este partido ha seguido al pie de la letra el manual de campañas comunicativas neoconservador, aprendido por Abascal cuando estuvo al frente de la Fundación para la Defensa de la Nación Española –DENAES–. Por entonces ya hablaba en Libertad Digital TV de un “activismo de minorías activas”, valga la redundancia, “de la política como política de valores”. Aquí algunas de sus claves:
1. Busca un caso mediático, o que puedas convertir en mediático, y sácale jugo mediante la victimización.
Cualquier affaire sirve si alguien puede aparecer como víctima o héroe o ambos. Sobre todo si una persona “normal” puede acabar representando a España, los valores heroicos de la nación. (Vox no solo ha pedido su indulto, también que le sea concedida la medalla al Mérito Civil). “La persecución de los héroes es la muerte del Estado”, afirmaba en Twitter Rocío De Meer, diputada de esta formación.
La verdad no importa, una mentira repetida mil veces en la confusión mediática y el blablabla de las redes, acaba por dejar poso en muchas cabezas predispuestas
Si además lo presentas como víctima de un sistema injusto que tú impugnas, mucho mejor. Al fin y al cabo, la política victimista es uno de los ejes centrales de su comunicación política. El victimismo les permite enarbolar la bandera del agraviado, no se trata de discutir en términos racionales, sino de dibujar un campo nuevo donde ellos representan al pueblo humillado. Como explican Carmona, Sánchez y García en Spanish Neocon, el mejor libro que se ha escrito para comprender el fenómeno: “Con este método han obtenido buenos resultados en la agitación de las ‘víctimas’, ya fueran del terrorismo, del aborto, del buenismo, de la ideología de género, del ecologismo, de los progres o del ‘papeles para todos’. La política neocon se decanta, por lo tanto, en el territorio de lo sensible y de las pasiones. La emocionalidad se convierte en un arma de intervención, que funciona de manera eficaz frente a la idea de que la política es algo parecido a una ciencia aséptica y tecnocrática y de que la participación democrática es una mera retórica, como muchas veces parece deducirse de la política profesionalizada”.
2. No es suficiente con comunicar, hay que agitar.
Las ruedas de prensa y las declaraciones están bien, pero no bastan, hay que movilizar activamente a los afines y a los que no lo son pero podrían llegar a serlo si se sienten parte de algo que les interpele. Más allá de la fría comunicación política, se trata de involucrar a los ciudadanos, convertirlos en activistas. (Recordemos por ejemplo la plataforma ultra de CitizenGo/Hazte Oír que tanto recoge firmas como monta autobuses.) Así, además de pedir el indulto, Vox ha lanzado una campaña de recaudación de fondos destinada a pagar la indemnización impuesta a Borja: “España tiene un corazón inmenso”, dicen. La nación se expresa colectivamente para acompañar a sus héroes maltratados. Para más activismo activo, como diría Abascal, Vox ha convocado una concentración en Fuengirola, donde sucedieron los hechos.
3. La verdad no importa, comunicar es crear mundo.
En el método neocon/ultra, la contrainformación y la propaganda juegan un papel crucial. Por supuesto la verdad no importa, una mentira repetida mil veces en la confusión mediática y el blablabla de las redes, acaba por dejar poso en muchas cabezas predispuestas. Lo importante es la convicción y no tener vergüenza. No hace falta pruebas o argumentos racionales, simplemente hay que afirmar algo sin complejos y no tener miedo a desmentidos. En este caso, que cuando el condenado agredió al ladrón, este estaba golpeando a una mujer, incluso “pateándole la cabeza”, como se ha recogido en algunos medios. Sin embargo, Borja no agredió al ladrón para evitar que el ladrón golpease a la mujer, sino para recuperar el bolso cuando el ladrón ya estaba huyendo. Lo que perciben los jueces es que existe desproporcionalidad evidente: golpes que producen la muerte –directa o indirectamente (al causar la caída)– propinados para recobrar un bolso y no para salvar a la mujer de una agresión. (De hecho, la condena no ha sido dura, sino más bien lo contrario, ya que de haberse aplicado el delito de homicidio doloso podría haber alcanzado los diez años de cárcel).
Estas mentiras sirven para despertar la indignación e incitar a la acción. Las redes multiplican los mensajes y los medios afines, como Libertad Digital, Ok Diario y otros digitales, repiten sus ideas y respaldan su visión, mientras promueven un clima de amenaza y peligro para las mayorías sociales que les reporta clics. Pero más allá de estos medios, el daño ya está hecho, una vez situado el marco de la discusión, cualquier otro medio –sobre todo los más escorados al mundillo del espectáculo con sus tertulianos cobrando por supuestamente “representar” determinadas posiciones– repetirá hasta la saciedad los argumentos diseñados por Vox hasta que perforen y aniden en algunas cabezas.
Si la inseguridad vital acaba convertida en miedo, el miedo es un poderoso disolvente de lo que nos vincula y un perfecto respaldo para la demanda de un Estado punitivo que Vox promueve
4. Aprovecha cualquier ocasión para golpear al resto de prensa no afín y en general a la izquierda, esos “progres”.
Sobre esta “verdad” construida hay que lanzarse luego a la ofensiva contra aquellos que han quedado definidos como los enemigos. Vale todo: crear confusión y si se puede, volver a situarse como víctimas de los que desmienten nuestros embustes. “Nos apena que medios progres enturbiaran ayer la campaña #AyudemosABorja con todo tipo de desinformaciones y mentiras con el único objetivo de atacar a VOX…”, dijo el partido a través de Twitter.
5. Pedir una ley aunque sea inútil para impulsar tu agenda
En la retórica neocon/ultra, todo problema que se construye socialmente tiene que tener un foco muy claro: ya sea, solucionar un problema proponiendo una nueva norma u otra intervención, o señalando a un determinado responsable político. De nuevo, la verdad no importa, solo agitar. En este caso, Vox ha dicho que quiere modificar el Código Penal para reconocer el derecho a legítima defensa cuando se socorre a terceros. Una reforma innecesaria, ya que la norma vigente ya reconoce esta posibilidad y que hubiese sido inútil en este caso, pues Borja no alegó en el juicio que actuase en defensa de una tercera persona, sino de sí mismo. Otros ejemplos de este punto: cuando Vox utilizó el asesinato de Laura Luelmo [la joven asesinada en El Campillo, en diciembre de 2018] para pedir la cadena perpetua tanto para asesinos como para violadores. Vox, ya saben, ese partido que defiende a las mujeres.
Más y más miedo, más armas, más policía, menos lazo social
De este caso particular –siempre pueden existir resoluciones judiciales criticables– se intenta impulsar la idea de una impunidad generalizada de los delincuentes, un discurso habitual en Vox. La culpa, por supuesto, es de la izquierda demasiado comprensiva con el delito. El mensaje que se promueve es el del miedo: cualquiera puede ser víctima de un delito, el mundo es un lugar peligroso y la sociedad, una quimera. A Bolsonaro le funciona en un país herido de muerte por el narcotráfico y la desigualdad, pero que España sea uno de los países más seguros del mundo no parece importar a Abascal: al fin y al cabo, muchos telediarios son continuos boletines de sucesos. El temor también se construye. Y sí, hay gente preocupada por la “seguridad” así articulada: seguridad no es saber cómo podremos pagar el alquiler el próximo mes, o seguridad en el trabajo, en la salud, o ambiental. Seguridad es que hay un otro al acecho para arrebatarnos lo poco o lo mucho que tenemos –a menudo un extranjero que viene a aprovecharse de lo que nos pertenece–. Porque más allá de campañas y discursos, lo que debería preocuparnos es que la ultraderecha es experta en crear un estado de ánimo conservador a partir de malestares sociales profundos.
Cuando más alarma social y desconfianza consigan crear, más se reforzará la idea de que tenemos “derecho a defendernos”. Abascal como Bolsonaro o Salvini está a favor de facilitar la tenencia de armas para proteger el “derecho a la autodefensa de los españoles de bien”, un viejo adagio ultraliberal que se hace fuerte en la guerra de todos contra todos.
Por otra parte, esta construcción de una tonalidad afectiva de miedo le sirve para impulsar la agenda securitaria, su populismo punitivo: el endurecimiento de las penas –también para problemas sociales como la okupación por falta de vivienda–; el reforzamiento de los controles fronterizos y el impulso de las deportaciones de migrantes –esos culpables de todos nuestros males–; su empecinamiento con resucitar la amenaza terrorista; etc. Si la inseguridad vital acaba convertida en miedo, el miedo es un poderoso disolvente de lo que nos vincula y un perfecto respaldo para la demanda de un Estado punitivo que Vox promueve. Una manera de prepararnos para un Estado que organiza la escalada represiva o la militarización del conflicto social, como dice Luis Fazenda. Precisamente para tener vía libre para usar la represión y la violencia contra las otras salidas posibles a los miedos sociales: las colectivas. Las movilizaciones y las luchas –esta vez alegres y constructivas, no reactivas– generan lazo social, no atomización como el miedo, producen un común frente las indeterminaciones sociales: los movimientos por el derecho a la vivienda o por unas pensiones dignas, las movilizaciones laborales o por la sanidad universal y otros derechos. Justo el reverso de lo que constituye a Vox y Vox impulsa.
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Nuria Alabao
Es periodista y doctora en Antropología Social. Investigadora especializada en el tratamiento de las cuestiones de género en las nuevas extremas derechas.
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