Señales de humo
Los antiguos canarios momificaban a sus recién nacidos
Ana Sharife 24/07/2019
Recién nacido momificado hallado en El Sauzal (Tenerife).
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La dureza de la vida hizo que las civilizaciones antiguas creyeran en la vida después de la muerte. No ha habido ninguna comunidad sin creencia en el más allá, al menos una creencia en la que el espíritu continúa viviendo después de que abandone el cuerpo.
Los antiguos canarios también creían en la eternidad. Pensaban que el alma del difunto viajaba al más allá en espera del cuerpo, por lo que había que conservarlo en buen estado.
Embalsamaban a sus muertos y los preservaban en cuevas de difícil acceso. Los cuerpos momificados más antiguos que se conocen en Canarias datan del siglo III, en Gran Canaria, y del IV, en Tenerife, y en ambas islas el proceso dura hasta la Conquista.
Como conservador del Museo Arqueológico de Tenerife, José Juan Jiménez González, advierte de la dificultad del estudio del mundo funerario de los indígenas de Canarias “por su heterogeneidad”, pues en los yacimientos arqueológicos de las islas “aparecen unos individuos que fueron inhumados y otros desecados, cuyas mortajas se realizaban con esteras vegetales y cueros curtidos de animales”. Tanto “en su forma individual como colectiva”, explica en un texto publicado en la web del Museo, “se promovía el depósito de los cadáveres en el interior de cuevas cuya entrada era tapiada con muros de piedra seca o bien en fosas, oquedades, cistas y túmulos de piedra”.
Jiménez, doctor en Prehistoria, tras compartir hace escasos días el hallazgo de inhumaciones específicas de neonatos, causó cierto revuelo del que se hace eco Efe en un artículo. En la web del Museo el investigador señala que “hay que mencionar el descubrimiento de fetos y neonatos que fueron momificados y/o inhumados pese a su corta edad”, y, a continuación, cita ejemplos de algunas fuentes etnohistóricas.
El fraile Antonio Cedeño, natural de Toledo, “cronista amanuense” que llegó a Canarias con Juan Rejón, escribe en 1528: “Los sepulcros hacían en la tierra. A unos ponían en ataúd hecha de cuatro tablones, i alrededor hacían un paredón alto i redondo como torreón, i por dentro lo llenaban de piedra menuda i lo remataban en pirámide. A la jente más pobre i común enterraban en sólo la tierra; a éstos, como a los otros, ensima de el tablón ponían una gran piedra que correspondía en el cuerpo i después ponían otras tres piedras en forma de crus, i después a elrededor de la çepultura ponían piedras grandes (…). Solamente otros hauía mirlados que no les faltaban cauellos ni dientes, encerrados dentro de cuebas, puestos en pie arrimados i otros sentados, i mujeres con niños a los pechos, todos mui enjutitos que casi se les conocían las faiciones con estar de muchísimos años. Y ai cuebas llenas destas osamentas que es admiración”.
En Canarias se han detectado diferentes métodos de momificación que se cree que respondían a las diferentes clases sociales de la época y a sus creencias religiosas. El historiador señala que “para algunos autores, los guanches embalsamaban a los muertos extrayéndoles sus órganos, pero la mayoría de la documentación etnohistórica y los descubrimientos arqueológicos corroboran la inexistencia de evisceración en los restos humanos mirlados e inhumados, cuyas mortajas eran pieles y cueros de cabras u ovejas”.
Una de las fuentes etnohistóricas -de las que selecciona algunos fragmentos- es un texto del caballero inglés Edmund Scory, que escribe así, en 1626: “Los antiguos guanches de esta isla tenían un oficial o embalsamador, hombre o mujer, destinado, según su sexo, a lavar los cuerpos de los muertos y después metían en ellos ciertas confecciones hechas de manteca de cabras derretida y mezclada con polvos de una piedra áspera, corteza de pino y otras hierbas, y así trataban aquel cuerpo por espacio de quince días, teniéndole al sol ahora de un lado y después de otro, hasta que todo estuviese yerto y seco. En todo ese tiempo sus amigos lloraban y lamentaban su muerte, pasados los quince días envolvían el cuerpo en unas pieles de cabras tan industriosamente cosidas las unas con las otras, que es cosa admirable, y así lo llevaban a una cueva muy profunda, donde nadie podía llegar. Todavía se encuentran esos cuerpos que han sido sepultados de esa manera hace más de mil años, según dicen”.
La explicación de por qué los aborígenes isleños conocían la técnica de momificación, muy similar al de otras civilizaciones antiguas, se ha buscado en “la vinculación de las poblaciones de Canarias con sus ancestros sus ancestros los libio-bereberes del norte de África, de donde proceden”, afirma el egiptólogo especializado en el embalsamamiento de los antepasados isleños, Daniel Méndez. Son numerosos los estudios antropológicos que han contrastado la similitud del embalsamamiento arcaico egipcio con el de los pobladores prehispánicos de Canarias, “pudiendo haber una influencia cultural en el estilo, pero no en la técnica, ya que puede haber un sustrato cultural norteafricano primigenio y a partir de ahí producirse una evolución por separado entre la momificación en Egipto y en Canarias”, sostiene en su hipótesis Méndez, que ha recopilado las Narraciones sobre el embalsamiento de los aborígenes de las Islas Canarias (1482-1803).
Lo cierto es que la posible conexión entre Egipto y el proceso de momificación practicado por los aborígenes de las Islas Canarias constituye una hipótesis que se ha planteado en diferentes ocasiones. La egiptóloga palmera Milagros Sosa Álvarez las resuelve en Tierras de Momias. La técnica de eternizar en Egipto y Canarias. “Independientemente de que este planteamiento sea acertado o no”, señala la investigadora, lo que sí afirma es que “ambos rituales, el egipcio y el canario, perseguían objetivos similares: la conservación del cuerpo de modo que la muerte pareciera más bien un descanso eterno”.
Para esclarecer este tema que ha llevado a tantos debates, la egiptóloga analizó la práctica de la momificación desarrollada en el Egipto Antiguo, así como aquella llevada a cabo por los indígenas canarios antes de la conquista de las Islas, relatando lo que nos narran las propias momias, repasando los pasos de este ritual a través de las fuentes etnohistóricas, junto con los datos científicos que nos aportan los estudios de Bioantropología, Arqueología, Conservación y otras disciplinas afines.
El objetivo de su investigación fue, entre otros, poner en paralelo ambos procesos de momificación, para que sea el propio lector el que saque sus conclusiones sobre las divergencias o puntos en común del desarrollo de este ritual en ambas culturas. La obra incorpora imágenes que representan el proceso de momificación no sólo las momias canarias que se encuentran actualmente en diferentes museos de las islas, sino también aquellas que se localizan fuera del Archipiélago, así como material inédito de diferentes museos con colecciones egipcias.
Piensan muchas culturas que la muerte física puede ser vencida por el hombre que ha sido piadoso. Las más antiguas civilizaciones como la sumeria, egipcia, china y persa conocieron la reencarnación en profundidad, y numerosos textos funerarios de estas culturas abordan la trascendencia del hombre. En algunos, esta existencia continua a menudo tiene lugar en un reino espiritual, y en otros, el individuo puede renacer en este mundo y comenzar nuevamente el ciclo de vida.
La idea de que no vamos a vivir eternamente es muy difícil de aceptar, de ahí que se haya convertido en un concepto filosófico o religioso tan latente. Tanto que los antecedentes de estas creencias se remontarían a unos antiquísimos cultos mistéricos que se habrían desarrollado en unos momentos en que todavía no se conocía, siquiera, la escritura.
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Ana Sharife
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