Análisis
El suelo, el gran olvidado tras el fuego
El último incendio sufrido en Gran Canaria ha calcinado más de 12.000 hectáreas. Ahora, el reto es evitar los efectos erosivos de las lluvias y la desertificación
Ana Sharife 24/08/2019
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A día de hoy los hidroaviones siguen surcando el cielo de Gran Canaria. Los vientos alisios les dificultan la recogida del agua en los embalses más cercanos al perímetro que aún arde, lo que les obliga a volar hasta el Puerto de Las Palmas, un lugar alejado de la zona devastada pero seguro. Bajan del monte hasta la capital de la isla en busca de agua de mar para luego trasladarla a una franja de valles con estrechos barrancos, escarpes y macizos. Allí la arrojan entre peligrosas corrientes de aire y turbulencias que cambian caprichosamente de dirección.
Gran Canaria es uno de los lugares de Europa más complicados para ser defendido de las llamas. Son pocos los accesos seguros al interior por carretera, lo que dificulta las tareas de extinción. De ahí que el incendio desatado el pasado sábado 17 de agosto calcinara en poco tiempo más de 12.000 hectáreas de terreno de gran riqueza medioambiental en el corazón de la isla. Una reserva de biodiversidad que proporciona servicios ecosistémicos necesarios para la vida.
Gran Canaria se enfrenta ahora al reto de abordar una inteligente gestión del paisaje rural. Se trata de evitar la desertificación, que arrasa tierras prósperas y las vuelve yermas de manera irreversible
En algunos tramos del perímetro, los medios no podían enfrentarse directamente al fuego, por su intensidad y velocidad. De este modo, lo que quedaba era rodearlo e ir cerrando poco a poco el círculo hasta que las circunstancias climatológicas mejorasen o el fuego avanzase hacia una zona sin combustible o con menor vegetación. Así lo explicaba en rueda de prensa el analista forestal Federico Grillo, jefe de emergencias del Cabildo de Gran Canaria, que tenía a sus hombres (los Presa y los Bravo) trabajando hasta 16 horas diarias a 50 grados.
Gran Canaria se enfrenta ahora al reto de abordar una inteligente gestión del paisaje rural. Se trata de evitar la desertificación a medio y largo plazo, que arrasa tierras prósperas y las vuelve yermas de manera irreversible. Los factores que están tras la génesis del fuego son la despoblación, el abandono de la actividad rural, la no explotación de los productos forestales, la dispersión de las casas, las parcelas agrícolas desatendidas, el estado de las malezas, troncos secos u otros materiales altamente inflamables a causa del descuido de los campos y bosques, y que se convierten en gasolina para las llamas, como sucede con la pinocha, que antes se recogía.
Es necesario que la población se responsabilice de sus propiedades privadas, que apueste también por las energías limpias y que opte por productos de la tierra. En este contexto, David Ramírez, decano territorial de las Islas Canarias del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales, advierte que el mejor cortafuego que existe es una zona pastoreada: “Hay que potenciar de una vez el triángulo rural: agrícola, ganadero y forestal. Si seguimos así, los incendios serán cada vez más monstruosos”.
Las tareas agrícolas y de pastoreo contribuyen a eliminar el material combustible presente en nuestros montes, favoreciendo la biodiversidad y reduciendo el riesgo de erosión y desertización. Se trata de la mejor gestión en los tratamientos preventivos en unas islas orientales, que están, curiosamente, menos apegadas al monte que las occidentales.
Después de un incendio forestal, el suelo quemado queda desprovisto de una cubierta vegetal que lo protege, lo que causa que el debilitado suelo sufra, en caso de que caigan fuertes lluvias en un terreno muy erosionable. Es lo que más temen los especialistas y los más ancianos del lugar: la desertificación del terreno.
Las llamas han devorado Artenara, Cazadores, Valleseco, Tejeda, Gáldar, el centro montañoso de esta isla volcánica y llegaron a entrar en el hermoso parque natural de Tamadaba, punto con mayor número de especies endémicas
Los isleños aún no bajan la mirada del cielo. Viven pendientes del viento, de la humedad, de una lluvia que no llega, mientras asisten a la mayor operación de medios humanos y aéreos en la historia de los incendios forestales del Archipiélago. Cuatro hidroaviones, tres aviones forestales, once helicópteros y dos Kamov del Estado han colaborado con los efectivos de tierra, más de 1.000 personas (durante la noche unos 400), de los que unos 390 pertenecen a la Unidad Militar de Emergencias, para reducir la virulencia de las llamas.
Entre los habitantes de la isla el miedo y la psicosis dio paso a la solidaridad. Pronto comenzaron las cadenas de ciudadanos anónimos ofreciendo sus terrenos para albergar animales en todos los puntos de la isla, también vehículos para transportarlos, las parroquias abrieron sus puertas día y noche, los evacuados se fueron alojando en los diferentes albergues que habilita el Gobierno canario y el resto están en los hogares de familiares o amigos que viven en zonas seguras de la isla.
Las llamas han devorado Artenara, Cazadores, Valleseco, Tejeda, Gáldar, el centro montañoso de esta isla volcánica y llegaron a entrar en el hermoso parque natural de Tamadaba, punto con mayor número de especies endémicas de la isla. El fuego avanzaba sin control hacia el valle de Agaete, sembrando el terror y fracturando el corazón de la sociedad canaria, que no recuerda un incendio más devastador en la historia reciente de la isla desde que, en julio de 2007, un trabajador forestal al que le vencía el contrato calcinara 18.673 hectáreas. Los alcaldes de diez municipios se han visto obligados a evacuar a 10.000 vecinos. El fuego se dirigía a gran velocidad hacia el suroeste de la isla y las llamas llegaron a alcanzar los 50 metros de altura.
Los daños materiales, naturales y medioambientales han sido enormes. El fuego ha llegado al barranco Hondo de Abajo (que separa Artenara, a la izquierda, y Gáldar, a la derecha), afectando al paisaje que rodea el conjunto de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria, declarado Patrimonio Mundial de la Unesco el pasado mes de julio.
la caída del viento ha evitado que el fuego se adentrara en la reserva de Inagua, hogar del pinzón azul, un pájaro autóctono del que solo quedan unos 400 ejemplares
Hay afectadas especies de reptiles y aves que en los últimos años se habían reintroducido al ecosistema canario tras su desaparición. Afortunadamente, la caída del viento ha evitado que el fuego se adentrara en la reserva de Inagua, hogar del pinzón azul, un pájaro autóctono del que solo quedan unos 400 ejemplares. Plantas endémicas únicas en el mundo pueden haber desaparecido en la quema de 2.500 hectáreas especialmente importantes para la biodiversidad. El pino canario, adaptado al fuego, lo resiste, pero ya no es el mismo que antes, está debilitado. La laurisilva y numerosas especies de fauna tendrán mayores dificultades en el futuro, ahora que estaban empezando a recuperarse de otros incendios anteriores.
Mientras tanto, las teorías del complot y las interpretaciones variopintas se multiplican tratando de explicar lo sucedido. ¿Intencionado? ¿Un descuido? ¿Una negligencia? Nada más declararse el incendio, autoproclamados ingenieros forestales y buscadores de concurrencias empezaron a lanzar teorías conspiranoicas en las redes sociales, alimentando toda clase de especulaciones sobre posibles intereses ocultos en arrasar con la superficie forestal de la isla oriental. A esos argumentos hay que sumar al padre Báez culpando desde su canal de YouTube “al Cabildo matacabras”.
Pese a que la investigación se anticipa larga y los primeros elementos apuntan a que se trata de un accidente como una quema de rastrojos, un cigarrillo mal apagado, o una hoguera encendida por excursionistas (en Tejeda dicen que causado por un vecino que cortaba una puerta metálica con una radial, en Valleseco por las líneas de una torre eléctrica), y a falta de que el Seprona concluya sus pesquisas, se desconoce qué inició la tragedia. Lo único cierto es que las condiciones meteorológicas y orográficas del interior de la isla ayudaron, en cuestión de minutos, a que el fuego se extendiera.
En estos momentos, los hidroaviones y helicópteros siguen bajando al Puerto en busca de agua. Es señal de que el fuego se reactiva en algunos puntos
El incendio se encuentra en fase de estabilización. Se mantiene el nivel 2. Poco a poco, el perímetro de las llamas (que llegó a alcanzar los 112 kilómetros) ha ido menguando. La mitad de los evacuados ya han podido volver a sus casas. Los trabajos se centran ahora en evitar que el fuego se reavive, que las hojas de la superficie mojada se sequen y lo reinicien. De modo que el operativo permanece en alerta en frentes que se localizan en el Parque Natural de Tamadaba y en las zonas de Guayedra y El Risco, en el municipio de Agaete La extinción completa del incendio puede llevar todavía un mes ya que el escaso número de accesos seguros dificulta las tareas.
En estos momentos, los hidroaviones y helicópteros siguen bajando al Puerto en busca de agua. Es señal de que el fuego se reactiva en algunos puntos. Cuando todo termine, habrá que corregir la erosión antes de que empiece a llover. Una lluvia que se desea sea serena este otoño, para que no arrastre la tierra, un monte sensible ahora a agentes patógenos. Es necesaria una urgente protección del suelo –el gran olvidado tras el fuego– contra los efectos erosivos que pueden causar las primeras precipitaciones para que no se desencadene lo más temido, un proceso de desertificación.
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Ana Sharife
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