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Tribuna

El SPD, el enfermo de la UE

Si en las primarias de la formación socialdemócrata alemana gana un candidato favorable a mantener su sometimiento a la CDU, asistiremos a una lenta agonía del proyecto europeo

Bruno Estrada López 4/09/2019

<p>Olaf Scholz, uno de los favoritos en las primarias del SPD, se reúne con militantes de la formación en Chemnitz.</p>

Olaf Scholz, uno de los favoritos en las primarias del SPD, se reúne con militantes de la formación en Chemnitz.

Twitter de Olaf Scholz

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El domingo 1 de septiembre el Partido Socialdemócrata alemán (SPD) inició oficialmente la carrera para elegir su nueva dirección. Se presentan siete candidatos y candidatas. Hace ya tres meses que dimitió la anterior presidenta, Andrea Nahles, dejando a la gran formación socialdemócrata de Europa a la deriva en uno de los peores momentos de su historia. En veinte años, el SPD ha pasado de representar al 41% de los alemanes a apenas el 15% en las últimas elecciones europeas. Ya había descendido al 20,5% en las generales de 2017. 

Ese mismo día se celebraron elecciones regionales en dos landers del este de Alemania: Sajonia y Brandenburgo. La ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD) obtuvo muy buenos resultados, aunque no superó ni a la CDU en Sajonia ni al SPD en Brandenburgo. AfD incrementó notablemente su representación hasta alcanzar el segundo lugar en ambos estados con cerca del 28% de los votos en Sajonia y más del 24% en Brandenburgo. Tanto la CDU como el SPD y Die Linke (La Izquierda) sufrieron una importante sangría de votos. Estos comicios, junto con los de Turingia en octubre, van a tener una notable influencia en la agenda política alemana que camina hacia las elecciones federales de 2021, si no se adelantan.

La expresidenta Andrea Nahles encabezaba una corriente –hasta ahora mayoritaria en el SPD–  que está pidiendo a gritos que la socialdemocracia alemana redefina su perfil y marque nítidas diferencias con la CDU, con la que gobierna desde hace seis años en la llamada Groko (gran coalición CDU-SPD). Este largo periodo de gobierno conjunto ha acabado difuminando el contraste entre los dos grandes partidos. En la actualidad, gran parte de los tradicionales votantes socialdemócratas son incapaces de percibir las diferencias con la CDU, que es quien está recogiendo los frutos del gobierno. Dentro de este esfuerzo de presentar un perfil diferenciado y de forzar un giro a la izquierda, el SPD presentó en febrero un documento político relevante: Un nuevo Estado social para una nueva era.

AfD incrementó notablemente su representación hasta alcanzar el segundo lugar en ambos estados con cerca del 28% de los votos en Sajonia y más del 24% en Brandenburgo

En él, hace un ajuste de cuentas con su pasado reciente. Por ejemplo, con las polémicas reformas del mercado de trabajo impulsadas por el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder hace quince años, y que ocasionaron un profundo cisma en su interior y marcaron el inicio del declive de la formación. Entre ellas, estaba la llamada Agenda 2010, que redujo drásticamente las prestaciones por desempleo y creó los minijobs, contratos exentos de cotizaciones sociales pero con cobertura sanitaria (en Alemania en torno a un 15% de la población, según datos de su Ministerio de Sanidad, no está cubierta por el seguro de enfermedad público). De los cinco millones de minijobbers, trabajadores absolutamente precarizados, la mitad cobran menos del salario mínimo legal, según el Instituto Económico y Social (WSI).  

Resulta evidente que el SPD necesita recuperar su identidad y hacer patente su voluntad de volver a ser una alternativa de gobierno, en un momento en el que el populismo gana terreno en la sociedad alemana, según han mostrado las recientes elecciones de Sajonia y Brandenburgo. 

Esta sería, sin duda, una buena noticia no solo para el sistema democrático alemán, sino para toda Europa. Cambios de esta magnitud en el SPD podrían modificar las coordenadas de los dos ejes del consenso conservador que han impuesto desde la crisis de 2007 una integración europea netamente neoliberal: la Groko entre la CDU y el SPD en Alemania, y el eje franco-alemán en Europa.

La Groko ha irradiado desde Alemania las políticas de austeridad fiscal y devaluación salarial que han asolado Europa, especialmente los países del sur, con la aquiescencia y complicidad del SPD, lo que ha sido determinante para la aceptación pasiva de estas políticas por parte de otros partidos socialdemócratas europeos.

Además, el eje franco-alemán, bajo el dominio de Alemania, ha sido el instrumento que ha permitido expandir esas políticas al conjunto de la Unión Europea con una escasa contestación institucional, tanto en las propias instituciones europeas como en los gobiernos nacionales afectados.

¿Ruptura de la Groko en Alemania?

El pasado 15 de mayo se celebró en Berlín un Congreso de la Fundación Friedrich Ebert sobre Una Política Económica Progresista en el que resultó muy interesante oír hablar sobre: 

1) la apuesta que debe hacer la socialdemocracia alemana por recuperar la identidad de clase de los trabajadores; 

2) la necesidad de tomar en consideración las propuestas de Alexandria Ocasio-Cortez, la congresista socialista del Partido Demócrata de EE.UU. que propone subir la fiscalidad a los ricos hasta un 70%; 

el SPD necesita recuperar su identidad y hacer patente su voluntad de volver a ser una alternativa de gobierno, en un momento en el que el populismo gana terreno en la sociedad alemana

3) la reivindicación de un Green New Deal para Alemania que impulse la inversión pública porque no hay que tener miedo a endeudarse con tipos de interés cercanos a cero, lo que supondría el fin de las políticas de austeridad; 

4) impulsar una diversificación de su economía, de forma que la exportación de coches de gasolina deje de ser el emblema económico de Alemania, con el objetivo de evitar los riesgos de una excesiva dependencia de su actividad exportadora hacia China en un momento de grave incertidumbre comercial por el conflicto arancelario generado por Trump; 

5) la necesidad de que Alemania afronte una transición ecológica que permita reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de forma sustancial; 

6) que hay que revertir las recientes privatizaciones de servicios públicos y de importantes parques de vivienda pública; 

7) que Alemania debe potenciar su mercado interno incrementando los salarios;

8) y desarrollar una Nueva Economía que sea capaz de incorporar a las mujeres.

Oír todas estas propuestas en un mismo día en boca de numerosos líderes políticos y sindicales del SPD, de la Confederación de Sindicatos Alemanes (DGB) y de la Unión Industrial de Trabajadores del Metal (IG Metall) resultó muy gratificante. Este discurso no coincide, sin embargo, exactamente con las posiciones de uno de los candidatos mejor situados para ganar las primarias, el vicecanciller y ministro de Hacienda Olaf Scholz, que representa la posición más continuista dentro del SPD. Scholz ha manifestado su oposición a romper la Groko antes de las elecciones de 2021. 

¿Un reequilibrio del eje franco-alemán?

La contestación política y social que han generado las políticas de austeridad fiscal y devaluación salarial en toda Europa, y especialmente en Francia –el conflicto de los chalecos amarillos tiene su origen en ello–, ha terminado erosionando al propio eje franco-alemán. Los últimos presidentes  franceses han sido fagocitados políticamente por Merkel, ya que no han sido capaces de corregir ni un ápice la línea marcada desde Berlín. Esto ha sido percibido por sus conciudadanos como muestra de una enorme debilidad. Como resultado de ello, desde Chirac, ningún presidente de Francia –ni Sarkozy ni Hollande– ha sido capaz de revalidar su mandato.

Macron se ha dado cuenta de que para garantizar su supervivencia política, para ser reelegido, necesita liderar un proyecto europeo propio, no subalterno del de Alemania, así como jugar un papel más relevante en el inquietante escenario internacional, como ha hecho en la última reunión del G7 en Biarritz (Francia). 

Entre los principales objetivos que tuvo la creación de la Unión Monetaria estuvo limitar la hegemonía alemana en Europa, al imponer un marco institucional que pretendía obligar a encontrar consensos. Hay que recordar que esta fue diseñada en los años ochenta y noventa por Francia, cuando lideraba la construcción europea la gran presidencia de Jacques Delors (1985-1995). El hecho de que la Unión Monetaria se pusiese en marcha finalmente en paralelo al proceso de unificación alemana, un escenario no previsible a principios de los ochenta, generó sin embargo los resultados contrarios: ha permitido que Alemania mejore su competitividad-precio, al exportar a precios más reducidos, ya que el euro ha mantenido un tipo de cambio más bajo frente al dólar del que le hubiera correspondido al marco. Alemania ha terminado emergiendo como el poder predominante en Europa. Aunque, como pone de manifiesto el profesor de Economía Costas Lapavitsas, el capitalismo alemán no es lo suficientemente poderoso en el ámbito europeo para crear instituciones y mecanismos propios capaces de proyectar ese predominio en hegemonía.

La Groko ha irradiado desde Alemania las políticas de austeridad fiscal y devaluación salarial que han asolado Europa, especialmente a los países del Sur, con la aquiescencia y complicidad del SPD

Por eso el capitalismo alemán, sirviéndose fundamentalmente de la CDU pero también abduciendo a una parte importante del SPD, ha venido moldeando las instituciones de la UE a su conveniencia para convertirlas en instrumentos que le permitan acrecentar y fortalecer su poderío económico. En los últimos años Alemania, bajo la influencia del Bundesbank, ha venido determinando cada vez en mayor medida los instrumentos de gestión del euro –como el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE)–, con el objetivo de favorecer la competitividad-precio de Alemania.  

El paso del tiempo ha puesto en evidencia que la CDU no tiene ningún proyecto que implique una mayor integración política y social europea. La CDU, y parte del SPD, se mueven en una contradicción básica: deben respetar las reglas de la UE para que Alemania pueda jugar un papel de peso en el concierto internacional –Alemania necesita de Europa para mantener su poder y liderazgo–, pero quieren limitar a la Unión Europea a un mero espacio económico común con una moneda compartida, sin ningún coste añadido en términos de incremento del presupuesto comunitario que principalmente tendría que pagar Alemania. Este consenso de la Groko sobre Europa ha supuesto un férreo corsé para una mayor integración política y social europea.

El bloqueo de la CDU al avance de la Europa social, en un momento de profundo deterioro de las condiciones de vida de millones de europeos, ha hecho crecer la contestación social y política en Europa. Por un lado, el fortalecimiento de opciones de izquierda –Francia Insumisa en Francia, Syriza en Grecia, Podemos en España– y, por otro, el crecimiento de los populismos de extrema derecha.

Los últimos presidentes  franceses han sido fagocitados políticamente por Merkel, ya que no han sido capaces de corregir ni un ápice la línea marcada desde Berlín

El verdadero problema de la construcción europea no es, por tanto, la ultraderecha sino la cerrazón del Partido Popular Europeo, y de la CDU, a la construcción de una Europa social que proteja a los ciudadanos de los vaivenes de los mercados. Más aún cuando las políticas de austeridad fiscal y devaluación salarial han mermado la capacidad de protección de los Estados nacionales. 

Francia, desde el final del último mandato de Chirac y la llegada de Merkel a la cancillería alemana, ha venido jugando un papel cada vez más subalterno de Alemania. La creciente debilidad del liderazgo francés tras la crisis de 2007 ha hecho que Alemania haya tomado el papel de ‘líder en la penumbra’ y que Francia se haya convertido en un ‘cómplice sumiso’ en la ejecución de esas políticas, eso sí manteniendo una retórica crítica pero que no ha tenido ningún efecto práctico en las políticas desarrolladas.

En gran parte de la ciudadanía francesa se ha instalado la idea de que el orden interno de Francia, en materia económica y social, está siendo determinado cada vez en mayor medida por decisiones que han sido tomadas en Alemania, lo que afecta profundamente al orgullo francés. Una parte muy importante de la opinión pública gala cree que Francia corre el riesgo de convertirse en un país periférico más, no solo con escasa capacidad de determinación de las políticas europeas, sino también por la definición de sus propias políticas nacionales. Ello explica la creciente aversión francesa a Europa, que intentan representar el Frente Nacional a la derecha y la Francia Insumisa a la izquierda.

Macron ha percibido que la nueva líder de la CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer, no va a ser capaz de rellenar completamente el espacio dejado por Merkel, por los menos durante los próximos años, lo que puede favorecer un mayor equilibrio entre Francia y Alemania.

No obstante, el reequilibrio del eje franco-alemán va a ser un proceso lento, no exento de situaciones de tensión. Macron no quiere apostar por escenarios rupturistas. Los resultados de las últimas elecciones europeas habrían podido dar lugar a una nueva mayoría progresista en el Parlamento Europeo. Por primera vez una alianza entre los liberales, los socialdemócratas, los Verdes y la izquierda representada en GUE ofrecía una mayoría diferente a la Gran Coalición Europea entre conservadores y socialdemócratas que ha dominado la Unión Europea durante las últimas décadas. Pero finalmente la democristiana Ursula von der Leyen, exministra alemana de Defensa, fue elegida presidenta de la Comisión Europea gracias al apoyo de Macron y de Pedro Sánchez, que prefirieron no arriesgarse a un escenario de ruptura con el Partido Popular Europeo y optaron por llegar a un acuerdo de reparto de sillones que les garantizó puestos relevantes en las instituciones europeas. Los europarlamentarios del SPD hicieron una dura campaña en contra de ella.

el reequilibrio del eje franco-alemán va a ser un proceso lento, no exento de situaciones de tensión. Macron no quiere apostar por escenarios rupturistas

Por último, resulta interesante relacionar los cambios que podrían producirse en el SPD con las transformaciones ocurridas, al otro lado del Canal de la Mancha, en el Partido Laborista desde la victoria de Jeremy Corbyn. En el Congreso Laborista que tuvo lugar en Liverpool en octubre de 2018 John McDonell, el responsable laborista de Economía, planteó un conjunto de propuestas que representan un giro copernicano a la Tercera Vía impulsada por Tony Blair:

-- La creación de un Banco Nacional de Inversión con capacidad de inyectar 250.000 millones de libras en la economía británica para financiar la industria, sobre todo cooperativas y pymes, así como proyectos claves de infraestructuras.

-- La democratización de las empresas con la propuesta estrella de que todas las empresas con más de 250 empleados reserven un tercio de los puestos de sus Consejos de Administración para los trabajadores. La idea que subyace es que impulsar el capital colectivo, ampliando el control y la influencia de los trabajadores sobre las empresas, reduce los riesgos que suponen la toma de decisiones económicas cortoplacistas en las empresas que están guiadas solo por el crecimiento de la remuneración a los accionistas.

-- Incrementar la regulación financiera con el objetivo de impedir una nueva crisis bursátil.

-- Renacionalización del ferrocarril, de las redes de distribución eléctrica; y una transferencia de las redes de suministro  del agua a estructuras regionales públicas.

-- Ampliación de los mecanismos de formación y un incremento sustancial de la inversión en programas medioambientales vinculados a la transición energética. Así como una mayor atención a los derechos de los trabajadores en la economía de plataformas y la anulación de un conjunto de leyes que han restringido los derechos sindicales. 

No obstante, estas sugerentes y coincidentes propuestas de parte de la socialdemocracia alemana y del laborismo británico se sitúan en el ámbito nacional, pero siguen sin plantear alternativas al actual empantanamiento del proceso de construcción europea. Ni siquiera sabemos aún cuál va a ser la relación final del Reino Unido con la Unión Europea.

Los próximos meses serán cruciales para conocer la evolución del SPD, que sigue siendo el partido más importante de la socialdemocracia europea. No hay que olvidar que todos los proyectos políticos salidos de su maquinaria ideológica –desde el programa de Erfurt de finales del siglo XIX, donde se declaró marxista bajo la dirección de Karl Kautsky, hasta el abandono del marxismo y la aceptación de la economía de mercado en el congreso de Bad Godesberg en 1959– han significado la puesta en marcha de estrategias con gran capacidad de influencia en el resto de partidos de la socialdemocracia europea, y particularmente en el PSOE.

El futuro de la Unión Europea está abierto a muchas incógnitas: 1) Aún no sabemos cuál va a ser el anclaje definitivo del Reino Unido en Europa; 2) las primarias del SPD serán muy determinantes. Si el SPD se vuelve a teñir de rojo podría superar su actual enfermedad –una dependencia adictiva a las políticas impuestas por la  CDU– y podría tomar cuerpo una nueva mayoría progresista del Parlamento Europeo capaz de impulsar una mayor integración europea, un escenario que Macron querría liderar, y en el que debería tener un papel central la Europa social, incluido un seguro de desempleo europeo, una propuesta tan revolucionaria que ya la demanda hasta el Banco de España. Si esto no ocurriera, y en las primarias del SPD ganara algún candidato favorable a mantener su sometimiento a la CDU, el escenario más probable es que asistamos a una lenta agonía del proyecto europeo, tal como defienden Matteo Salvini en Italia, Marine Le Pen en Francia, el partido Ley y Justicia (PiS) en Polonia, Orbán en Hungría y Alternativa por Alemania.

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Bruno Estrada López es economista, adjunto al secretario general de CCOO.

Bibliografía:

- Costas Lapavitsas. The Left Case Against the EU . Ed. Polity, 2019.

- Eppler Erhard. Dawning of a New Era. On the Need to Construct Social Democracy in Europe. Internationale Politik und Gesellschaft IPG 4/2010. Friedrich Ebert Stiftung Foundation. 

- Martinez Lucio, Miguel. El regreso de los trabajadores al centro de la política económica. Espacio Público. Mayo 2019. 

- Streeck Wolfgang. Un imperio europeo en vías de colapso. Le Monde Diplomatique en español. Mayo 2019. 

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Bruno Estrada López

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