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Siguiendo las órdenes de Felipe IV, el 18 de marzo de 1314 Jacques de Molay, último gran maestre de la Orden del Temple, y sus caballeros templarios, tras soportar las torturas más aterradoras conocidas, fueron condenados a morir en la hoguera. Mientras De Molay ardía en la pira lanzó un discurso ante-mortem frente a Notre Dame que estremecería a Europa: “¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!”.  La maldición se cumplió en pocos meses y la Dinastía de los Capetos dejó de existir tras haber reinado en Francia durante 300 años. A esto, los millennials le llaman “el karma haciendo su trabajo”.

El karma es una explicación occidental que encontraron los orientales para entender que lo bueno o malo que le sucede a un ser humano no sería debido a la voluntad de Dios, sino el resultado de sus propios actos. Esta ley cósmica basada en doctrinas dhármicas forma parte de la cultura del temple y la paciencia que, si bien como principio filosófico no se ajusta a nuestro modo europeo de entender la vida, en ocasiones puede resultar encantador.

Los más jóvenes lo han rebautizado como “karma inmediato” tras despojarlo de toda connotación religiosa. En este caso, el juez supremo generaría una retribución sólo en vida y no a lo largo del proceso de reencarnación, como sucede para los sijs, o los jainistas, que creen que mientras el alma está agobiada por el karma, permanece atrapada en un largo ciclo de nacimiento y renacimiento.

En Twitter “aquí, esperando a que te llegue el Karma” es una de las expresiones más top que puede leerse cada día. Jóvenes que no desean el mal, sino que el karma, como ley inquebrantable del universo responda de la misma forma y al instante. Lo que Paulina Rubio cantaría como Ley de causa y efecto. Un principio basado en que todo está conectado con el universo, hasta lo más insignificante, de manera que toda acción que realices por muy pequeña que sea tendrá consecuencias.

El karma nos recuerda al proverbio árabe que llama a la paciencia frente a la adversidad como forma de solucionar las querellas “siéntate junto al río y verás pasar el cadáver de tu enemigo flotar”, que traducido al refranero popular sería “arrieros somos y en el camino nos encontraremos”. Si nos causan daño, el karma, ese juez supremo de nuestros actos, nos vengará.

Sin embargo, el karma se pasa por el forro a las inmensas extensiones de sufrientes en un mundo que avanza sobre la explotación. Sustituye al proverbio bíblico “el hombre propone y Dios dispone” por el budista “cada uno recoge lo que siembra”. Máximas poco afortunadas para quien ha perdido a un ser querido o vive atrapado en una guerra que no entiende.

El 11 de marzo de 2004 murieron 193 personas en el peor ataque terrorista sufrido en España. Aznar llamó a los directores de periódicos más importantes para ratificarles que ETA era la autora de los atentados. Tres días después el PSOE gana contra todo pronóstico. Los comicios asestan un duro golpe al PP por apoyar la guerra de Irak. El respaldo de Aznar al presidente de Estados Unidos, George Bush, había colocado a España en el blanco de los yihadistas. Aquel fue un claro ejemplo, que dirían los millennials, de “karma inmediato dando una lección magistral”. Una burla del destino que podría repetirse el próximo 10 de noviembre.