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Posiblemente lo mejor que le pudo pasar al Atlético es toparse con un planteamiento como el del Lokomotiv. El equipo del veteranísimo Yuri Siomin -72 años y media vida dedicada al conjunto ruso- se plantó en el campo con un 4-1-4-1 con el firme objetivo de esperar replegado e intentar explotar los espacios que pudiera encontrar en las transiciones. El equipo de Simeone, pues, se vio obligado a realizar un interesante ejercicio de ataque posicional, cambiando radicalmente el registro al que nos tiene acostumbrados -mucho más cercano a lo que propuso el propio Lokomotiv-. Este aprendizaje, viniendo en medio de un proceso de reconstrucción y de cierta búsqueda del camino a seguir, se antoja fundamental para el futuro. El Atlético se prepara para poder llevar la iniciativa.
Aunque al principio apostó por el juego directo, pronto se dio cuenta de que ante un bloque tan sumamente hundido como el del equipo ruso los balones largos de los centrales carecían de efectividad. Si los rivales están tan cerca de su portería, no hay espaldas que buscar.
Acostumbrado a atacar mediante descargas, al Atlético le tocó meditar su ataque y armarse de paciencia. Para ello con balón se posicionó en un 3-1-4-2 como vemos en la imagen de abajo. Un medio baja a ayudar a iniciar jugada; Thomas siempre en el círculo central para mirar para adelante y hacer progresar y los interiores (en este caso Koke y João) metidos hacia dentro, casi como mediapuntas formando un cuadrado con la pareja de atacantes.
La idea es acumular a mucha gente por dentro para dejar los carriles diáfanos a los laterales, que actúan como extremos. Un posicionamiento así requiere de mucha movilidad en forma de desmarques de ruptura, permutas, balones en profundidad, etc. Al Atlético, no obstante, le costó encontrar rendijas y tampoco proyectaba a los laterales. Al haber tantos jugadores por dentro, si estos están estáticos, la defensa para el equipo replegado se vuelve más sencilla. Eso le pasó al conjunto de Simeone durante buena parte del primer acto.
En este hábitat desconocido para el Atlético emergieron dos futbolistas: Thomas y João Félix. El primero como ancla y el segundo como mediapunta partiendo desde la derecha. Es difícil recordar una irrupción de tanto calibre como la del centrocampista ghanés. Su caso sorprende aún más tratándose de un jugador ya conocido y supuestamente testado en varias posiciones. Impecable en la recuperación y poderoso en el repliegue, ahora se revela como un canalizador extraordinario. O todos nos equivocamos en los años anteriores, o el futbolista ha madurado una barbaridad. Quizá haya algo de las dos. Ante el Lokomotiv, su clarividencia en una defensa de hasta 9 hombres en el perímetro del área (6 de ellos dentro de ella) fue la mejor noticia para Simeone.
Es importante que Thomas conozca a sus compañeros pero también que ellos empiecen a comprenderlo. En definitiva, que conecten. João Félix arriba y Koke abajo realizan desmarques de ruptura que ya han sido visualizados por el ghanés. Como mediocentro está más contenido y pierde la llegada que tiene en su selección, donde juega de mediapunta (Simeone ya le colocó ahí ante el Eibar y acabó marcando el gol de la victoria), pero retirarle ahora de la sala de máquinas parece poco menos que temerario.
Por su parte, João Félix rindió notablemente y -lo que puede ser más trascendente- de modo regular. Lo hizo partiendo del costado y metiéndose hacia dentro. Aunque la primera tentación al ver jugar al portugués es ubicarlo como segundo punta, lo cierto es que en el modelo de juego del Atlético participa mucho más estando un poco más retrasado e iniciando desde una banda. Y João necesita participar, tocar el balón, recibir perfilado para progresar y no aguantar el balón de espaldas. Sufre con los envíos directos, no se siente cómodo en las disputas.
Defensivamente su actitud es intachable. Se esfuerza en el repliegue, incluso va al suelo si es necesario (Simeone celebró una recuperación suya en el segundo tiempo). El problema es que muchas veces llega tarde. Se mete tanto para dentro que suele dejar su costado huérfano y se pueden formar 2 vs 1 ante el lateral. Ese es el mayor inconveniente de colocarlo en la banda. La mili del Cholo está repleta de obligaciones defensivas (y de sustituciones) y João parece que la acepta con resignación, pero eso puede terminar siendo perjudicial para el equipo.
En cualquier caso -y que a nadie se le olvide- a João hay que evaluarle por los aspectos ofensivos. En Moscú fabricó los dos goles. El primero con un control esplendoroso y una rápida combinación con Morata; el segundo liderando un eléctrico contragolpe con una conducción perfecta (recordó al mejor Griezmann) y un pase a Costa sublime. El autor de ese segundo tanto fue… Thomas que, además de disciplina defensiva y visión de juego, también sabe tirar buenos desmarques. Un animal.
Con el 0-2 el Atlético se relajó y se vieron algunas llegadas del Lokomotiv por las bandas. Esto va a ser una constante esta temporada. Con laterales tan profundos, es imposible frenar esas internadas. Debería el conjunto rojiblanco mejorar en la defensa de los centros laterales, donde sigue cojeando desde la temporada pasada. Aunque defensivamente también hubo notas destacadas, como el inverosímil repliegue que se hizo viral en la red. Cuando el Atlético pierde la bola, hay un solo jugador en campo propio. Termina habiendo ¡8! en el área.
La anécdota llegó al final del partido: con la entrada de Hermoso, Simeone decidió colocar a tres centrales y dos carrileros. No hubo mucho tiempo para ponderar el experimento, que no es del todo nuevo (ya lo usó, por ejemplo, ante el Leganés).
En resumen, el Atlético ofreció una mejor cara con balón: bajo la batuta de Thomas y con la plasticidad de João, también crecieron Saúl, Koke, el Morata más asociativo y hasta Costa (que aún no está en su mejor nivel). No será la última vez que un equipo se le encierre a Simeone. Los tiempos han cambiado.
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Autor >
Felipe de Luis Manero
Es periodista, especializado en deportes.
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