Raymond Torres / Economista, exdirector de Servicios de Estudios de la OIT
“Un tuit de Trump tiene más impacto en la economía global que cualquier decisión de la OMC”
Gorka Castillo Madrid , 16/10/2019
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Raymond Torres (Madrid, 1960), doctor en Economía Matemática por la Universidad de París y licenciado en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de Toulouse, es uno de los más atinados especialistas en el análisis de la coyuntura financiera internacional que puede encontrarse en Europa. Ahora lo hace desde Funcas, un think tank dedicado a la investigación económica y social, a donde llegó tras dirigir el Servicios de Estudios de la Organización Mundial del Trabajo (OIT). De ascendencia francesa y vínculos familiares navarros, Torres muestra su preocupación por el empleo, el termómetro que verifica el grado de calidad de una economía responsable. “La calidad del empleo es un problema enorme en España, con un nivel de interinidad alto, falsos autónomos, etc. Faltan palabras para describir la situación del mercado laboral en este país”, dice. En noviembre participará como ponente en el III Congreso “Repensar la Economía con los trabajadores y trabajadoras”, organizado por la Fundación 1º de Mayo y CC.OO. donde abordará las grandes sombras de la recesión que planean sobre Europa. Templado a la hora de describir la capacidad de la exdirectora del FMI, Christine Lagarde, para dirigir el Banco Central Europeo (BCE), habla con afecto del libre mercado “si logra recomponer el sistema multilateral introduciendo componentes como el medioambiental y el social pero no como simples añadidos sino ensamblados dentro de una estrategia coherente”.
Los mercados de valores tiemblan, el brexit es una catástrofe, la guerra comercial entre EE.UU. y China se ha desatado, el cambio climático se acelera. Muchos riesgos y un futuro incierto. ¿Hacia dónde se dirige la economía mundial?
Creo que hacia una fuerte desaceleración que puede desencadenar, incluso, una recesión en aquellos países que no respondan con una política económica adecuada. Además de los riesgos acumulados que apuntas, hay que añadir un fin de ciclo que sufren Estados Unidos, Alemania y China. Sin embargo, no estamos ante una crisis como la de 2007 porque ahora no se trata del estallido de una burbuja financiera, sino de tensiones geopolíticas que han producido un parón en el comercio internacional.
Pero la percepción es que estas tensiones se producen por intereses de unos pocos. El bienestar colectivo importa poco.
Bueno, más que tensión es una contradicción que existe desde hace bastante tiempo pero que ha llegado a su punto de inflexión. Es decir, ya no caben las mismas respuestas porque corremos el riesgo de que fenómenos de retraimiento nacionales de corte populista o proteccionista como el que ahora viven en EE.UU. o Brasil se multipliquen. El antídoto es recomponer el sistema multilateral con la introducción de componentes nuevos como el medioambiental y el social, pero no como simples añadidos sino ensamblados dentro de una estrategia coherente. El problema es que no hay piloto en el sistema multilateral.
¿Por qué la economía europea, en especial Alemania, está al borde de la recesión?
Hay factores aparentes como son el brexit, la normativa del sector del automóvil o China, que influyen mucho, qué duda cabe. Pero creo que hay factores más profundos que apuntan a una crisis del modelo alemán ante su imposibilidad para funcionar como lo ha venido haciendo durante los últimos 20 años. El modelo alemán ha fiado gran parte de su crecimiento a la exportación, con escaso protagonismo del consumo y la demanda interna. Es un modelo desequilibrado que se enfrenta a la crisis del multilateralismo.
Si observamos con detenimiento el crecimiento de la zona euro desde que se creó la moneda, veremos que siempre ha sido significativamente inferior al de otras zonas como Estados Unidos
Un modelo que ha marcado la gestión de la última Comisión europea que hizo temblar el sueño de la integración y la inclusión social. ¿Cuáles deberían ser las prioridades de la nueva institución?
Una prioridad, que a lo mejor se aleja un poco de las preocupaciones urgentes de los ciudadanos, es completar la arquitectura financiera del euro que, aunque parezca algo muy técnico, es sumamente importante para el futuro de la UE. Si observamos con detenimiento el crecimiento de la zona euro desde que se creó la moneda, veremos que siempre ha sido significativamente inferior al de otras zonas como Estados Unidos. Desde la creación del euro, la economía alemana también ha crecido menos que la del Reino Unido, incluso en situación de brexit. Y esto es así porque cada país de la zona euro ha tenido que reprimir a su manera la demanda interna para poder mantenerse dentro de la moneda, ya que carece del arma de la política de cambio monetario. Es esta reacción de contención de los ingresos y del gasto lo que empuja hacia abajo el crecimiento conjunto. Otra de las tareas que deberá afrontar la nueva Comisión es la creación de un instrumento fiscal a nivel europeo que sirva para responder a futuras recesiones, como un seguro europeo de desempleo. Es también una forma de integrar la dimensión social, decaída tras tantos años de crisis y recortes, al plano económico. En mi opinión, son dos de las reformas más acuciantes que la Comisión deberá abordar a corto plazo aunque, evidentemente, hay más cosas, como la armonización fiscal.
Cambios profundos en la política monetaria. ¿Cree que la nueva presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, es la persona idónea para liderar estos retos?
Es evidente que Lagarde es menos conocedora del laberinto de complejidades que presenta la economía financiera y los movimientos de capitales que Mario Draghi. Ella misma lo ha reconocido. Aunque nunca se sabe en estos casos porque Jean-Claude Trichet presentaba un perfil técnico intachable y, sin embargo, desarrolló una política contraproducente para las necesidades del euro que en España lo pagamos con más paro. La ventaja de Lagarde es que conoce muy bien el sistema político europeo y posee una capacidad de convencimiento superior a Draghi, dos armas muy útiles para empujar esa reforma que termine de completar la arquitectura del euro y que establezca una herramienta fiscal que sirva para responder a recesiones y dar cobertura al desempleo.
¿Tiene aptitud para flexibilizar el cumplimiento del déficit?
Es que esa flexibilidad ya existe. La Comisión hace un seguimiento conjunto para reducir la deuda pero la manera de hacerlo depende de cada país. Lo hemos visto en Portugal, que ha logrado el objetivo de una manera distinta a la que recomendaba Europa. Hay reformas que producen desigualdades y otras que las minimizan. Y aplicarlas depende del gobierno de turno de cada Estado para no reducir su espacio democrático que es lo que, al final, produce la desafección social, el euroescepticismo, que es lo que ha ocurrido en algunos países.
Por cierto, ¿Lagarde es halcón o paloma?
(Risas) Creo que más bien es una paloma que vive rodeada de halcones.
Uno de sus últimos servicios como directora del FMI fue inyectar un préstamo multimillonario al gobierno de Argentina que, quizá, nunca pague. ¿Hasta qué punto son legítimas o sospechosas estas operaciones?
El FMI, que creo que es necesario para evitar la extensión de crisis financieras, debe operar para que los países puedan reiniciar su crecimiento económico y la creación de empleo. Es decir, no puede ser que el remedio sea peor que el mal. Si un país tiene un problema económico y necesita un apoyo para seguir funcionando, deberá afrontar en la medida de lo posible el pago de la deuda, pero no a costa de su propio desarrollo económico y social. Creo que Lagarde ha intentado ayudar a Argentina, con el mayor préstamo de la historia de la institución –más de 50.000 millones de dólares– pero está por ver si el FMI consigue modular sus condiciones para hacerlo coherente con el crecimiento del país. Hasta ahora no ha sido así porque el propio Gobierno de Macri hizo algo que no tenía sentido como fue obviar un control de capitales, o dotarse de instrumentos eficientes para luchar contra la inflación. Hay que tener en cuenta que una de los graves problemas de la economía argentina es la desconfianza que existe en su propia moneda, lo que crea una espiral perversa que comienza con la compra de dólares, devaluación del peso, inflación, más compra de dólares, más devaluación y más inflación. Argentina acumula una deuda adicional de la época de Macri superior a los 80.000 millones de dólares que nadie sabe bien para qué ha servido.
¿Y qué ocurrió en España?
En España, el problema vino de una confluencia de factores desafortunados que desembocaron en la mayor burbuja financiera de la historia de nuestro país. Durante años tuvimos tipos de interés reales negativos porque se aplicó una política monetaria que no era la adecuada para nuestra economía. Esto provocó una situación de euforia financiera que es muy difícil de contener porque todo el mundo tiende a endeudarse. Por otra parte, también se produjo un funcionamiento deficiente del sistema financiero. Hubo insuficiencias en los controles, en la regulación, en el seguimiento de la normativa que posibilitó la creación de una burbuja de crédito, principalmente inmobiliario. También se produjo un calentamiento de la oferta en sector de la construcción alimentado por el crédito y los excesos. Y, finalmente un desequilibrio externo colosal, lo que quiere decir que la economía se mantenía con préstamos del exterior, hasta que llegó la crisis y todo ese castillo de naipes se derrumbó.
Hubo insuficiencias en los controles, en la regulación, en el seguimiento de la normativa que posibilitó la creación de una burbuja de crédito, principalmente inmobiliario
¿La economía ha derrotado a la política?
Vivimos una época en la que el espacio político de cada país se ha ido reduciendo por falta de reglas multilaterales, lo que ha provocado inestabilidad, crisis cada vez más pronunciadas y un rechazo creciente a la cooperación internacional, imprescindible en un mundo interconectado como el nuestro. La prueba es que, hoy en día, un tuit de Donald Trump resulta mucho más impactante para la economía global que cualquier decisión de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La mundialización no es sostenible sin cortafuegos en materia medioambiental, fiscal y social. Y lo necesita para evitar la competencia desleal entre Estados, y para poner la economía al servicio de la política.
Y, ¿hasta qué punto ha podido influir la defensa de una repetición electoral realizada por el presidente del Círculo de Empresarios, John de Zulueta, para evitar un gobierno entre PSOE y Unidas Podemos?
Soy incapaz de calibrarlo. No tengo elementos para hacerlo. Habría que preguntárselo a otras personas que conocen mejor la sociología política y las dinámicas de grupo dentro del laberinto del poder. Yo me remito al mundo de las ideas. Quizá no hemos profundizado lo suficiente sobre qué entienden los liberales o el centro-derecha por una economía de mercado dentro de un Estado de bienestar y qué entiende el centro-izquierda y la izquierda por un gobierno progresista. La indefinición, y las contradicciones en el seno de ambos espacios parecen evidentes. Esa falta de profundización es un mal de nuestros tiempos porque hay mucho tertuliano, mucho tuit influyente, hablando con superficialidad de cuestiones que requieren profundidad.
Dicen los empresarios que España ha malgastado la oportunidad de realizar cambios profundos en la economía y que ahora nos enfrentamos a un nuevo frenazo de la actividad. ¿Vuelve el invierno financiero?
Yo soy un poco más positivo. En primer lugar porque el sector financiero se ha saneado y que familias y empresas se han desendeudado. Tampoco la economía real es igual. El motor productivo se ha diversificado y sectores que cuando estalló la crisis suponían hasta el 12% del PIB como era el caso de la construcción, hoy sólo representan el 6% y la inversión se ha reducido a la mitad respecto a 2005 y 2006. El sector servicios no turísticos ha crecido bastante, incluso los tecnológicos. Creo que la economía española está mejor posicionada frente al exterior por lo que tiene mayor capacidad de resistencia a ciclos regresivos internacionales. Sigue teniendo puntos débiles. Por ejemplo, la calidad del empleo es un problema enorme en este país, con un nivel de interinidad alto, falsos autónomos, etc. Faltan palabras para describir la situación del mercado laboral.
la calidad del empleo es un problema enorme en este país, con un nivel de interinidad alto, falsos autónomos, etc. Faltan palabras para describir la situación del mercado laboral
En este sentido resulta inolvidable el discurso pronunciado por el gobernador del Banco de España en plena crisis pidiendo a los ciudadanos que aceptaran los recortes “por patriotismo” mientras él se preparaba la subida del sueldo. Lo hizo y ahí sigue. No pasó nada.
El patriotismo se ve en el pago de impuestos, no en las acciones individuales. Y, desde luego, remuneraciones que se salen de una pauta razonable no son comportamientos apropiados, especialmente cuando lo dicen personas con responsabilidad en el sector público o semipúblico. Respecto a los recortes te diré que España es un caso peculiar en la aplicación de una política que se conoce como “procíclica”, es decir, cuando más se necesita el apoyo de un presupuesto público es cuando más se recorta. Y, cuando crece la economía, sin necesidad de apoyo público, es cuando los presupuestos se vuelven más expansivos. Creo que es un error. En los años centrales de la crisis, entre 2010 y 2013, los presupuestos fueron enormemente rigurosos, al contrario que entre 2015 y 2018. Pasa lo mismo con el empleo. Cuando sobreviene una situación de recesión, las empresas de todos los países que conozco flexibilizan su posición para ajustar el horario laboral con el fin de evitar despidos. Aquí pasa al revés. La primera medida es agilizar el despido. Soy de los que cree más en las políticas, en las regulaciones y en los sistemas que en las acciones individuales porque considero que una organización colectiva estimula los comportamientos responsables en una sociedad.
Una pregunta en tiempos de descrédito. ¿Cómo es posible que el Producto Interior Bruto (PIB), un indicador creado en la postguerra, siga siendo el indicador que mide el grado de bienestar de una sociedad?
Hay dos razones. Una de ellas es que los presupuestos de un país se elaboran en función de la recaudación de la renta monetaria nacional. Esto depende del PIB. Por lo tanto, resulta totalmente imposible prescindir de este indicador. Pero hay también una carencia conceptual, para integrar todos los elementos del desarrollo sostenible en un conjunto coherente de políticas, algo que facilitaría la medición. Algunos Estados han comenzado ya a cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible, incluso algunas empresas están adoptándolos porque su reputación depende de ello también. La fuerza y el vigor de los movimientos ciudadanos está siendo importante para promover cambios conceptuales e incluirlos en la política.
¿Quién es Raymond Torres?
(Risas) Es la pregunta más difícil de responder. Bueno, pues soy un economista que intenta integrar en los análisis las diferentes dimensiones de nuestra vida –la económica, la social y la medioambiental–. A estas alturas ya no me preocupo tanto por mi bienestar personal sino que prefiero aportar mi grano de arena para entender mejor lo que sucede. Como ciudadano, intento luchar contra la creación de nuevos muros, ese mal que tenemos en España pero también en otros países. Muros ideológicos o profesionales un poco espurios. Como partidario del diálogo considero que es bueno que existan contradicciones entre ideas. Tengo amigos de todas las tendencias y eso es algo que me enriquece mucho e intento cuidar.
Raymond Torres (Madrid, 1960), doctor en Economía Matemática por la Universidad de París y licenciado en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de Toulouse, es uno de los más atinados especialistas en el análisis de la coyuntura financiera internacional que puede encontrarse en...
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Gorka Castillo
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