Reportaje
“Evo, perdiste, ¿qué parte no entendiste?”
Bolivia vive polarizada e inmersa en protestas ciudadanas desde el pasado 21 de octubre tras el supuesto fraude electoral en las elecciones presidenciales
Maria Alemany La Paz , 6/11/2019
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A las seis de la tarde del lunes 28 de octubre, la avenida Costanera de La Paz está a rebosar. Jóvenes, sindicatos, grupos universitarios y comunidades indígenas recorren pacíficamente más de cinco kilómetros de la ciudad. “Evo, perdiste, ¿qué parte no entendiste?”, gritan a pulmón los manifestantes, que piden la retirada de Evo Morales del poder y recuerdan en otras consignas que no van a permitir que el país andino se convierta en Cuba o Venezuela. A la misma hora, en el municipio de El Alto, la localidad con mayor concentración de indígenas del país, los seguidores de Morales claman su victoria y protestan contra Carlos Mesa, el principal opositor del mandatario boliviano.
Bolivia vive polarizada e inmersa en protestas ciudadanas desde el pasado 21 de octubre, un día después de las elecciones presidenciales, por el supuesto fraude electoral del gobierno de Morales. Las protestas, que se han intensificado en los últimos días, dejan ya 2 muertos y unos 140 heridos, y bloquean las principales carreteras del país. Por un lado, el paro general convocado por Carlos Mesa, líder de la coalición política Comunidad Ciudadana, se ha alargado indefinidamente y los detractores de Evo parecen no estar dispuestos a rendirse, mientras que, por otro lado, los seguidores del primer mandatario indígena, representante del Movimiento al Socialismo (MAS), confirman su victoria y acusan a Mesa de oportunista.
¿Fraude electoral?
Las sospechas de fraude comenzaron poco después de la noche del domingo electoral. Si bien Morales era el gran favorito, antes de las elecciones ya se intuía que Mesa podría provocar una segunda vuelta que, con la unión de los partidos de derecha −los opositores Chi Hyun Chung y Óscar Ortiz habían acordado apoyar a Comunidad Ciudadana en caso de balotaje−, sería muy complicada para el presidente. La noche del domingo electoral, con el 83,7% de los votos escrutados, Evo Morales obtenía un 45,28% de votos y Carlos Mesa, un 38,16%. Este resultado conducía a una segunda vuelta: el sistema electoral boliviano exige para ganar en primera ronda el 50% de los votos más uno o más del 40% con una diferencia de diez puntos porcentuales con el segundo candidato más votado. Pero el recuento se detuvo y los bolivianos no tuvieron noticias de los resultados hasta casi 24 horas más tarde. Con el 95,22% escrutado, Evo ganaba sin necesidad de balotaje: el mandatario lograba entonces el 46,86% de los votos y Mesa se quedaba en un 36,73%, una diferencia mínima pero suficiente para hacer saltar la chispa social. Ni la oposición ni gran parte de la población creyeron los argumentos del Tribunal Supremo Electoral, que explicó haber sufrido “problemas técnicos”. Miles de bolivianos, alentados por Mesa, salieron a la calle para reclamar justicia a Morales, quien, cuatro días más tarde, cuando se conocieron los resultados finales, se proclamó presidente por cuarta vez consecutiva.
Las protestas, que se han intensificado en los últimos días, dejan ya 2 muertos y unos 140 heridos, y bloquean las principales carreteras
Desde entonces se suceden los bloqueos de carreteras, manifestaciones y paros. Tras las sospechas de fraude, la Organización de Estados Americanos (OEA) anunció en su informe preliminar de la Misión de Observación Electoral que había “falta de confianza en el órgano electoral”, que “la campaña se había llevado adelante en condiciones de marcada inequidad” y que “los cambios en la tendencia del TREP −Transmisión de Resultados Electorales Preliminares, el sistema habilitado por el Tribunal Supremo Electoral para hacer el seguimiento de la votación virtual− eran difíciles de explicar”.
Además, la Unión Europea y los gobiernos de Estados Unidos, Brasil, Argentina −antes de las elecciones que dieron como vencedor a Alberto Fernández, quien felicitó a Morales por su victoria−, Colombia y Ecuador aconsejaron al mandatario una segunda vuelta para confirmar los resultados, mientras que los gobiernos de Cuba y Venezuela elogiaron su victoria.
Por su parte, el Gobierno boliviano invitó a la OEA a hacer una auditoría. Unos días más tarde, el pasado 31 de octubre un equipo de 30 especialistas la puso en marcha. Morales, que en los últimos días sugirió varias veces que la derecha está preparando un golpe de Estado, aseguró que si se prueba el fraude electoral irá a segunda vuelta.
“Considero que ha habido fraude electoral por las denuncias que se han presentado, las irregularidades que ha habido y más que todo por la interrupción del conteo rápido del TREP”, explica la politóloga paceña y docente universitaria Adriana Rodríguez, quien añade que “posteriormente, en el transcurso de la semana, se dieron a conocer muchas denuncias por parte de profesionales específicos de cómo se han alterado las actas, con muertos que han votado y personas con números del carné de identidad de tres dígitos, cuando generalmente nuestros carnés superan los seis”.
“El milagro económico boliviano”
“Evo hizo cosas positivas por Bolivia en su tiempo”, reconoce Juan Pablo Salcedo, un estudiante de Publicidad y Marketing, mientras observa cómo se diluye la manifestación en el sur de La Paz. “Desde que soy chico recuerdo que Evo está allí −explica este estudiante de 22 años−, y la verdad es que cuando un mandatario pasa mucho tiempo en el poder siento que se corrompe, y al corromperse pasa lo que está pasando ahorita, que quieren imponer un gobierno a pesar de que la mayoría ha dicho que no”.
El “proceso del cambio” que Evo Morales empezó en 2006 es real. Durante los primeros años de su gobierno, el PIB del país aumentó un 5% anualmente y la pobreza se redujo a la mitad, aunque durante el último período, el crecimiento se ha estancado. Morales destaca además por haber mantenido vivas la identidad boliviana y la cultura de los indígenas, oprimidos durante los veinte años de gobernanza de partidos neoliberales previos al mandatario. “Evo Morales asumió en un momento histórico muy importante, que finalmente dio como resultado la Constitución Política del Estado, una demanda que se venía reclamando desde 1990 y que incluía a los indígenas en los textos constitucionales”, explica Rodríguez.
Durante los primeros años del gobierno de Morales, el PIB del país aumentó un 5% anualmente y la pobreza se redujo a la mitad, aunque durante el último período, el crecimiento se ha estancado
La llegada de Morales al poder coincidió con un período de altos precios de las materias primas, por lo que mediante la nacionalización de los hidrocarburos en 2006 el presidente consiguió que Bolivia creciera económicamente como no lo había hecho hasta entonces. “La alta demanda que hubo en el mercado internacional permitió vender muchos recursos cuyos beneficios fueron distribuidos. Más de dos millones de personas pasaron de la clase baja a la clase media y lograron pasar la barrera de la pobreza”, señala Rodríguez, que también destaca en favor del mandatario que si bien el sistema político es todavía muy machista y patriarcal, “Evo Morales ha tratado de demostrar que sí se debe incluir a las mujeres”.
La implementación del teleférico de La Paz, un sistema de diez líneas que conecta toda la ciudad y llega hasta El Alto, es uno de los símbolos visibles del período de bonanza de Morales y también de su personalismo: con una imagen del mandatario en cada una de sus cabinas, el teleférico recuerda a sus ciudadanos los logros económicos que el presidente indígena consiguió para el país andino.
Claroscuros
Casto Namarepari, un cocalero aymara de 35 años, camina entre la multitud con paso firme. Forma parte del colectivo de los yungas, un sector cocalero cercano a La Paz. “Nunca de rodillas, los yungas de pie”, grita el grupo indígena que dejó de apoyar a Evo en 2017, después de que el mandatario aprobara la Ley General de la Coca. Esta legalizaba los cultivos en la región del Chapare, donde la mayor parte de la producción era ilegal. Desde entonces, los yungas, productores legales para usos tradicionales antes de la nueva legislación, lo acusan de favorecer a los cocaleros del Chapare −región en la que Morales vivió de joven con su familia y donde incluso construyó un aeropuerto internacional− y denuncian que estos cultivos se destinan al narcotráfico. “Antes sí hemos votado por el Evo, pero pasado los años la gente se ha dado cuenta de que el gobierno nunca ha ayudado a los campesinos y por eso nos estamos movilizando”, asegura Namarepari. “Yo soy un cocalero más de los yungas, y Evo ha abusado mucho de nosotros. Nuestros líderes están detenidos. Por eso la gente está muy enojada y estamos en las calles. Nunca nos ha hecho caso, siempre ha sido preferencia el Chapare pese a que en el Chapare había excedencia [de coca]”, se lamenta.
Si bien los bolivianos reconocen que Evo ha sacado al país adelante, también saben que hay claroscuros en su gestión. Desde el principio de su mandato, Morales recibió acusaciones de crear más infraestructuras en las principales ciudades indígenas y de olvidarse de ciudades como Santa Cruz de la Sierra, la población más grande del país y el principal foco de resistencia. Los recientes incendios en la Chiquitanía, que se produjeron después de que Evo aprobara una ley que permitía los chaqueos −incendios provocados para cultivar posteriormente las zonas agrícolas− y se saldaron con dos millones de hectáreas quemadas, son el último caso en salpicar la gestión gubernamental.
Los recientes incendios en la Chiquitanía, que se produjeron después de que Evo aprobara una ley que permitía los chaqueos, se saldaron con dos millones de hectáreas quemadas
Pero el punto de inflexión de su mandato se produjo antes, el 21 de febrero de 2016, cuando el presidente, en aras de seguir en el poder hasta 2025, preguntó en referéndum al pueblo si podía presentarse a un cuarto mandato. La respuesta fue no: un 51,3% de la población, ya polarizada en ese momento, prefirió que Evo, al acabar su mandato, dejara la política −algo que él había prometido ya antes de empezar su tercer mandato. A pesar de la negativa, Evo recurrió ante el Tribunal Constitucional y este le permitió presentarse de nuevo en 2019. Su figura se ha debilitado desde entonces: mientras en 2009 obtenía el 64,22% de los votos y en 2014 el 63,36%, el pasado 20 de octubre sus votantes solo le dieron un supuesto 47,07%. Así, en caso de que comience un nuevo mandato, por primera vez no contará con la enorme representación parlamentaria que ha tenido hasta el momento −una mayoría de dos tercios tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado−, y tendrá que enfrentarse a más de la mitad del parlamento. Para explicar esta tendencia a la baja, Fernández subraya también los casos de corrupción, entre los que destacan el caso Zapata − por el que se condenó a 10 años de cárcel a Gabriela Zapata, expareja de Morales, por tráfico de influencias. Zapata ocupaba un alto cargo en la empresa china CAMC con la que el gobierno había cerrado importantes contratos− y las denuncias que vinculan a funcionarios del MAS con el narcotráfico.
La única salida
Tras las movilizaciones del 28 de octubre, el opositor Carlos Mesa, quien se presenta como la única alternativa al gobierno de Evo, aseguró ante los miles de seguidores que se manifestaron en La Paz que irá “a la cárcel o a la presidencia del país” y llamó a la población a continuar las protestas de manera indefinida. Los grupos cívicos opositores organizaron manifestaciones en contra de Evo durante toda la semana, y el sábado, desde Santa Cruz de la Sierra, dieron un ultimátum al presidente para que abandone el poder. Mientras tanto, los seguidores del mandatario ocupaban la plaza Murillo en La Paz, sede del gobierno, para defender al líder indígena.
Bolivia no tiene mucha alternativa; las calles están llenas de jóvenes desilusionados que, si bien no están completamente de acuerdo con las ideas de Mesa, no ven otra salida para romper con el gobierno de Morales, un mandatario que es para muchos la única figura que recuerdan en el poder. “Son 13 años del gobierno de Evo Morales, y las personas están cansadas de las denuncias de corrupción, de las denuncias de actos impunes, de la judicialización de la política”, asegura Rodríguez.
“Ahorita la población está inclinada hacia Carlos Mesa, no porque sea el mejor candidato que podemos escoger, sino porque el pueblo quiere un cambio y Mesa es la puerta a que en las próximas elecciones haya políticos jóvenes que representen nuestros intereses”, asegura Juan Pablo Salcedo. “Eso de izquierda y derecha dejó de importar cuando el pueblo sintió el abuso de poder. Ahora solo es el pueblo contra la izquierda de Evo”.
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Maria Alemany
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