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“Vigo inaugura su particular Navidad con una noria gigante y el encendido de 10 millones de luces Led”.
“Madrid bate el récord en iluminación navideña: 10,2 millones de luces led iluminan la capital”.
“La Ciudad Condal se viste de gala con 100 kilómetros de luces”.
“Torrejón de Ardoz estrena el paseo navideño más grande de Europa: 3 millones de luces en 2 kilómetros de recorrido”.
“Granada tiene el árbol de Navidad más grande de Europa. 55 metros de altura y miles de luces de colores. Es tan alto, que ha sido dotado de una baliza en su cúspide para alertar a los aviones”.
“La Navidad en Mérida contará con 362.500 puntos de luz led”.
“Let me entertain you”, es el título de dos grandes canciones (de Queen y de Robbie Williams) que, en nuestro caso, bien podríamos adaptar libremente por un “Led me entertain you”.
“Déjame que te entretenga”, con millones de leds, de los problemas reales.
Parece que cada vez más alcaldes y alcaldesas tratan a los habitantes de las ciudades que gobiernan como si fueran polillas. Cuando se acercan las fiestas navideñas nos inundan las calles de luces muy brillantes, para que nos sintamos atraídos por ellas sin remedio.
Algún malintencionado podría incluso denominar al alcalde de Madrid, Martínez Almeida, como “Carapolilla”, por su devoción desmedida a que sus conciudadanos “vayan hacia la luz”.
Los planes faraónicos de los regidores no son ajenos a las modas, siempre cambiantes. Si durante las últimas décadas no había ningún presupuesto municipal sin su correspondiente autopista de peaje, parque tecnológico, campo de golf o rotonda –con obra de arte monumental incluida–; este otoño-invierno ha llegado el turno de la “decoración navideña extreme”.
Ahora el pelotazo es literal: Madrid ya ha instalado en plena Gran Vía una bola gigante de 12 metros siguiendo los pasos de Vigo, que ya contaba con la tradicional bola gigante de luces de la calle Príncipe, más conocida entre los vigueses como “La estrella de la Muerte”.
Estas fiestas, en muchas ciudades, podríamos adaptar a los nuevos tiempos la famosa poesía de Bécquer:
“¿Qué es populismo? ¿Y tú me lo preguntas? Populismo…eres luz”.
Este nuevo “populismo luminoso” además tiene varios agravantes:
Prisa desmedida. Se han inaugurado luces un mes antes de las celebraciones navideñas. Eso es premeditación.
Por supuesto que se han amparado en la noche para perpetrar este ataque espectacular de luz y de color. Eso es nocturnidad.
Y sus ideólogos también lo han planeado con alevosía.
Se han asegurado de que no corren ningún riesgo que pudiera provenir de una reacción defensiva por parte de algún “atacado”.
Porque… ¿Quién es el aguafiestas que va a quejarse de un exceso de “espíritu navideño” en nuestras ciudades?
España podría llegar a tener el “honor” de ser el primer país del mundo en el que el populismo puede verse incluso desde el espacio, en forma de contaminación lumínica.
Pero este, nunca mejor dicho, derroche de luz, también tiene sus sombras.
En el caso de la capital, estas navidades se gastará en sus 10 millones de luces más de 3 millones de euros, un 30% más de presupuesto que el año pasado.
En Madrid nunca se habían visto tantas luces…fuera del Ayuntamiento.
Un aumento de presupuesto para adornos navideños que tiene su lado oscuro en medidas como la supresión de Madrid Central, la protesta de los trabajadores del Samur Social por la precariedad del servicio que prestan a personas sin hogar, desahuciados o refugiados; o la ya prevista reducción de las subvenciones a asociaciones vecinales, LGTBI y contra la violencia de género.
Es una pena que esta competición entre alcaldes, para ver quién tiene más luces, sólo se aplique a los adornos navideños y no a sus capacidades como gobernantes, para intentar hacer sus ciudades más solidarias y más equitativas.
En la famosa saga de películas Men in Black, una organización utiliza un dispositivo que emite una luz cegadora que borra la memoria y permite sustituir algunos recuerdos, que no interesan, por otros más afines a sus intereses.
Estas Navidades parece que los políticos se han vuelto a empeñar en que la realidad siga superando a la ficción.
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Autor >
Javier Durán
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