Zozobrando
Poesía y guerra: en el cielo y en la tierra
Marta Bassols 22/01/2020
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Estoy leyendo Rusia. Literatura o vida a borbotones o tragedia. Todo lo que hay traducido a mi alcance de ella. La autora. Marina Tsvietáieva. No sé si hubo algún momento histórico en el que no doliera ser poeta. Supongo que cuando duele escribir (o eso creo) no va de versos sino de euros, marcos, francos, pesetas. Pero pobre Marina, escribir y rimar y no poder no hacerlo. En plena guerra. En plena revolución bolchevique. Y encima, ser madre y esposa, y amante insatisfecha y ávida de amor y sensualidad y presencia y besos. Pero también abnegada y enamorada de casi todo. De haber creído en la revolución y haber tenido que huir de ella y sobre todo ser libre e indomable y fiel a su espíritu y ahorcarse antes del cuello que acallar su propia voz, que yo aún grito cuando leo. No pertenecer al partido, no pertenecer, ni entonces, ni desde aquí y ahora poder incluir su prosa autobiográfica en ningún movimiento.
Creo que estudié ruso por ella, sin siquiera saber que existía, como aprendí algunas migajas de alemán antes de vivir en Alemania con Rilke, a quien ella tanto admira.
Y el caso es que a Marina, poeta y despistada, rica post-mortem, rica pre-vida, (su padre creó en Moscú el museo de Bellas Artes) le tocó precaria y como oficio, el de encarnar su vida irremediablemente en las palabras. Así, también le tocó el deber de publicarlas como única opción para ganar algo de dinero. En primer lugar, por no poder no hacerlo, por necesitar darlas al mundo, pero también porque su marido, que era un espía contrarrevolucionario (obviamente, en secreto) se fue lejos y ella vivió y crió mucho tiempo sola y exiliada en Berlín y en una casa fría, por la guerra y la poesía, hasta tener que ver morir a una de sus hijas de inanición, mientras cuidaba a la otra, enferma de malaria. Y confundida, no solo por todo, sino también entre la realidad y sus textos porque no podía separarse, ni separarlos ni ser funcional siquiera, por entregada y amante loca, y volar en la fantasía desde la víscera, en plena guerra, Marina. En pleno Moscú helado, en plena Alemania año cero. Vivir esperando lo que sabía que ocurría: ¡llegará del día y publicaréis todo lo que escriba! ¡Todo, hasta la última línea! ¡Hasta esta, también estas palabras sobre vosotros! Escribió en su diario tras volver de ver a un editor que rechazaba su obra. Y confiar en ese giro de guion para salvarla. Confiar, no solo sufriendo sino también bebiendo licor en un café literario, siendo bollera, hetera y mendiga de amor y migas, y no querer ver, o no poder vivir después de verlo, que el mundo estaba enfermo de crueldad deliberada. Y ella con tantas ganas. Suicidarse siendo casi una anciana. Me ha conmovido tanto, que no podía terminar el libro, que no puedo cerrarlo, solo volver atrás. Y mirar y releer. Y perderme en sus márgenes y llorarla. Porque yo también soy algo de todo eso, y no sólo de precaria (risas nerviosas) también de mezclar y no poder funcionar exactamente como hay que hacerlo. Y decirle gracias por avisarme de alguna forma de los peligros de confiar en un golpe de suerte y a la vez haber vivido enseñándonos que no es posible desistir. Y dignificarte la muerte un poco, desde este siglo, y este año, desde este texto, porque es muy fuerte, amigos que me leéis, os cuento de verdad esto: una vez yo poseí a Marina para hacerme una foto. La cara de la portada del libro que publica Galaxia Gutenberg (Un Espíritu Prisionero) no es la suya (o no la del resto de fotos que yo he visto) y es mía, podéis verlo, así que a través de la carne en los milenios, yo tengo el deber de poneros a todas, a todos, a leer sus versos.
Estoy leyendo Rusia. Literatura o vida a borbotones o tragedia. Todo lo que hay traducido a mi alcance de ella. La autora. Marina Tsvietáieva. No sé si hubo algún momento histórico en el que no doliera ser poeta. Supongo que cuando duele escribir (o eso creo) no va de versos sino de euros, marcos,...
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