Zozobrando
Bebé no-bebé
Marta Bassols 14/01/2020
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1.
Tengo mucha sed. Quedan tres horas y media para la intervención. Raspado. Dilatación y aspiración. Escalofríos. Método Karman. Ayer traté de hacer la broma de South Park a la doctora, por quitar hierro a su batería de preguntas. ¿Tienes una relación estable? ¿De qué trabajas? ¿Alergias? ¿Enfermedades crónicas? ¿Método anticonceptivo? ¿Por qué quieres interrumpir tu embarazo? No pilló la broma (de Karman). Pero a Dani le saqué una sonrisa. No le miraba a la cara, pero le ví de lado y oí la tímida carcajada. Un soplido. Sacar el aire. Algo aliviaba. Qué mal llevo el drama. Siempre un chiste cuando algo pesa. El escudo del humor. Resiliencia productiva. Menuda mierda. Devuélvete la anarquía. Creo que no quiero que me vean triste porque tengo miedo a ser aburrida, y por lo tanto abandonada. Mira por donde me folla a mí el capitalismo. Aquí las ruinas de Farala. ¿Por qué quieres interrumpir el embarazo? ¿Estás completamente segura? ¿Has tenido ansiedad alguna vez? Te he visto muy afectada. ¿Alcohol?, ¿drogas?, ¿cuáles?, ¿habitualmente o de manera esporádica? Escribo. He sido muy pobre. Ya tengo una hija y lo pasé muy mal cuando ella era un bebé y yo no podía coger los trabajos que me daban. Me separé temprano. Ella tenía tres meses. Estuve sola con ella. Me hice pobre. Me hice flaca. Tuve pena (y ni siquiera menciono cuántas veces me quedé sin casa). Ahora creo que estoy a punto de cruzar algunas puertas que me puedan salvar la economía futura. Quizá venda el guión de una serie a un Netflix (una serie sobre mi maternidad, sobre cómo amar y cuidar cuando todo se desmorona, sobre como nuestra sociedad está enferma de rendimiento y familia y patriarcado y sobre como yo y ella y nuestro pussy nos surfeamos toda vuestra patraña). Quizá termine un libro. Quizá mole. Quizá lo editen. Quizá, por favor. Gracias. También quizá haga una peli con Carlos. Escribo. Tengo una voz. Quiero expresarla. No puedo hacer todo eso preñada. Mi foco. Por Dios. Mutaría a la entraña. Mi foco.
La doctora se atreve a no entender por qué no se puede escribir preñada. Sí se puede, retrasada. Lo haré una o dos veces. Mis siguientes hijes. Y tendré piscina e higuera. Podré comprarme una casa. Pero para eso tendré que haber terminado con éxito y gozadera, al menos alguna de estas cosas que este año cristalizaban. ¿No lo entiendes, señora? ¿Cómo llego a un peachin’ con un agente de compras de HBO, con una panza y mareada? ¿Cómo entrego a las 8 de la mañana si no he dormido nada? ¿Cómo me cojo una baja si no estoy contratada? Déjame doctora en ciencia. Líbrame de tu juicio. Ya llegué aquí condenada a hacer una cosa dolorosa y magnánima. Y busco encontrar algo de belleza y sentido a mi vida también, en esa ecografía con mancha. El agujerito negro que habita en mi entraña. Seguro que será un tatuaje en mi alma. Pero quiero plantarlo en un sitio donde pueda crecer y ser mi fruto, aunque sea de forma transmutada.
2.
Tensión. Niebla. Andar de puntillas ese camino. Con los ojos muy abiertos. No lloro. He llorado antes hasta llenar de mocos la almohada. Como una chiquilla. Pero ahora soy muy grande. Muy mujer. Aunque no sé muy bien lo que hago y sé exactamente lo que hago y no sé exactamente si lo quiero hacer, quiero hacerlo ya cuanto antes. El sabor de boca de embarazo. Ese áspero aroma. Las tetas grandes. No me abrochan los pantalones. Hace días. Me transporta a mi primer tiempo de rotura. A la raja del mundo por la que yo al parir a mi hija me parí pesando tanto, sabiendo que iba a estar sola y lo grande que me iba a venir. No quiero volver a pasar por un embarazo así. Vengo de saber exactamente lo que quiere decir ser madre. Exactamente eso sí. Ahora no puedo sola. Aún no conozco tanto a Dani. No sé si Netflix. Cuando sepa un poco mejor todo eso. Si es que todo eso se sabe (pero sí se sabe un poco) cuando tienes muchos proyectos cómodos y holgados, cuando en la casa haya hueco para cinco y ya lo hayamos pensado así. Aún me estoy interrogando en contra de mí misma. Aquí no hay nadie que pueda jurar con las manos en mi estómago. (Ni yo ni él). Pero aún así, ya lo hemos pensado. Y voy a hacerlo y ahora soy muy mujer. Ya se lo he explicado a la ciencia, a la magia, y a nosotros y al bebé, no-bebé. Hace calor y hace frío. Todos tenemos un sol y una sombra. Llego a la clínica y abro la puerta y la recepcionista dice mi nombre en cuanto me ve. ¿Estás más relajada que ayer? Sí. Más relajada. Fuera ropa. Bata. El culo al aire. Droga. Qué dices, ¿qué escribes? Sí, escri… duermo. Y mientras tanto me aspiran por dentro. Me despierto sin embrión de seis semanas, completamente ciega y extasiada. Gracias, qué amables. Gracias. Me voy de bares. Qué maravilla. Qué fuerte soy. Gracias. Siéntate aquí por si acaso un momento. En media hora si todo bien ya te vas a los bares o a lo mejor te gustará mucho más una cama, siéntate aquí un momento. Y a cada lado de mi asiento hay una piba. Separadas por una cortina somos tres. La de la derecha habla por teléfono y miente deliberadamente a otra hija. La mama ahora no puede, está en el trabajo, ya vendré después. A ella aún no la han aspirado. Está sola. La de la izquierda empieza a gritar, le duele mucho. Y mientras yo la escucho mi anestesia se despierta y también a mí me empieza a doler. Trato de explicarlo, pero no alcanzo a hablar y me desmayo. Qué puta mierda, me duele el cuerpo y el alma y la culpa y todo, mucho. Mucho. Y me da vergüenza llorar aquí y allí. Me da vergüenza llorar y darle vueltas. Oh. Joder, habíamos hecho un bebé. Me da vergüenza sufrir por un privilegio. Perdóname bebé, no-bebé.
1.
Tengo mucha sed. Quedan tres horas y media para la intervención. Raspado. Dilatación y aspiración. Escalofríos. Método Karman. Ayer traté de hacer la broma de South Park a la doctora, por quitar hierro a su batería de preguntas. ¿Tienes una relación estable? ¿De qué trabajas?...
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Marta Bassols
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