In memoriam
Alberto Blecua y el sentido de las cosas
Lo que nos enseñaba nos hacía mejores
Guillem Martínez 21/02/2020
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Hace escasas semanas, el 28 de enero, moría en BCN Alberto Blecua, un hombre fundamental en la filología hispánica. La disciplina era esa y así se la denominaba, al menos, hace algunos años, cuando Blecua era mi profe. Ahora, en lo que es un síntoma y símbolo, se le llama filología esp o filología cat, dos cajones de vertidos sin relación alguna entre ellos. Pero también fue un hombre fundamental en BCN, su ciudad de adopción, a la que llegó con su hermano, José Manuel, un tiempo después que su padre, José Manuel Blecua Teijeiro, asumiera una cátedra de literatura en la UB. Aquella cátedra, por cierto, supuso un antes y un después, una gran diferenciación académica, en una ciudad que disfrutó, desde entonces y por años, de un docente decente, un lujo que asumía el rigor, la fertilidad y el juego de piernas de la disciplina republicanos, previos a la Guerra Civil y su borrón y cuenta vieja.
BCN, por lo que sé, esperaba con ansia a los jóvenes Blecua, que se integraron en esa juerga que era un grupo leído, y con ganas de liarla, en el que fluctuaba Francisco Rico, personas de su generación, la del grupo de poetas BCN de los 50 y los chupos de ginebra a palo seco. Parte de ese elenco es el fundacional de la UAB, una universidad hasta cierto punto alternativa en pleno franquismo terminal. Quiero decir, en los 70, que el franquismo empezó a terminar –lo que hace que se sintiera como eterno– con lo de Stalingrado. En todo caso, los hermanos Blecua formaron parte de aquel elenco de profesores –Francisco Rico, Sergio Beser, Jordi Castellanos, Joaquim Molas, Gabriel Ferrater...– que se inventaron una universidad gamberra, fresca y salvaje –la cosa murió en los 80– y con un secreto. Un secreto a voces, pero no compartido en absoluto en otros puntos académicos de la Península: es imposible estudiar una literatura peninsular sin atender ni entender a las otras. Es imposible sin atender ni entender a las otras literaturas latinas, a otras literaturas e, incluso, a otros alfabetos. La literatura, como casi todo, es interrelación. O es un objeto extraño, destinado a ser telonero y banda sonora de proyectos políticosZzzzz, españoles o catalanes.
La obra de Alberto es eso formulado en el departamento de Hispánicas de la UAB. Distintas ediciones, esféricas, estudios, artículos y libros. Y, entre ellos, un libro aparecido en los 80, Manual de crítica textual. El manual de crítica textual. Rafael Ramos, profe en la UdG y compañero de pupitre cuando éramos alumnos de Blecua, me decía que “la calavera de Dante sonríe de satisfacción ante ese manual”. También fue fundador del grupo PROLOPE –en el que brilla con luz propia Guillermo Serés–, que tiene la labor de editar todas las comedias de Lope. Un trabajo ingente si pensamos que Lope es el mayor corpus de ficción jamás escrito en una lengua peninsular, a tal punto que sólo rivaliza con el Jardiel Poncela comediógrafo y con el periodismo procesista y constitucionalista. Y claro, ahí están sus clases. Magistrales, formuladas en tres actos y que finalizaban, zas, con una epifanía, con un sentido, en el último minuto.
Las Humanidades suponen un acceso al conocimiento diferente al científico y técnico. Una verificación del sentido sin la herramienta científica y matemática, pero con un trayecto transparente y verificable y certero
La filología, a pesar de su nombre tan feo, es eso. Búsqueda de sentido. Establecer el sentido original de un texto. Esto es, su texto original, pero también su significado. Desde los USA, y desde los 80, cuando se produce la absoluta separación entre el hispanismo europeo y el americano, se aporta seguir observando el sentido de los objetos a través de una nueva lógica –los Cultural Studies– y de otros aspectos, como su percepción por parte del lector, con resultados también fascinantes e intrínsecos, en cierta manera, a los grandes maestros, como Blecua, atento siempre a la historia de las mentalidades y de los fenómenos cotidianos. La filología, el humanismo no es más –ni menos– que la búsqueda del sentido de las cosas. Una manera de observar buscando el sentido detrás de lo observado. Por eso mismo, es inquietante la muerte de las Humanidades. Las Humanidades suponen un acceso al conocimiento diferente al científico y técnico. Una verificación del sentido sin la herramienta científica y matemática, pero con un trayecto transparente y verificable y certero. Suponen un conocimiento que puede aportar la certera comprensión de la esencia humana. Son básicas para establecer el sentido. Es decir, la verdad y la mentira. Siempre que las Humanidades han muerto, han sido asesinadas. Y ha supuesto varias generaciones reconstruirlas en otro punto. Y, en ese ínterin, la confusión entre verdad y mentira ha sido la norma, con gran goleada de la mentira.
Alberto Blecua construyó herramientas para establecer sentidos. Sus alumnos las utilizamos en la vida cotidiana. Además, y eso no entraba en su suelto, cada vez que los antiguos alumnos nos lo encontrábamos –lo que era una juerga–, nos brindaba su afecto a través del respeto y de un beso en la mejilla que podía ser un beso de maestro humanista o incluso más, es decir, simplemente un beso. Y conversaciones breves y ágiles sobre el sentido de las cosas cotidianas. Recuerdo que en los últimos años, cuando nos topábamos, siempre salía eso. El beso, la verdad, la mentira, el sentido. Por eso mismo, no hablábamos de política. Apartábamos con un comentario chistoso esa disciplina, la primera en acceder a la hipertrofia tras la muerte de las Humanidades.
Alberto Blecua hizo mejores a sus alumnos. Por una parte, porque lo que enseñaba –hoy un corpus en trance de olvido– nos hacía mejores. Por otra parte, porque nos hacía mejores. Hasta la próxima, maestro.
Hace escasas semanas, el 28 de enero, moría en BCN Alberto Blecua, un hombre fundamental en la filología hispánica. La disciplina era esa y así se la denominaba, al menos, hace algunos años, cuando Blecua era mi profe. Ahora, en lo que es un síntoma y símbolo, se le llama filología esp o filología cat, dos...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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