Reportaje
Encarcelados dos veces
En España hay más de 58.000 personas presas. Muchas de ellas con un estado de salud delicado. Países como Noruega o Irán adelantan el fin de las condenas o permiten el arresto domiciliario para evitar el contagio del Covid-19
Marina Lobo Madrid , 2/04/2020
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
“Siempre se ha dicho que la experiencia es un grado. Los que cumplimos penas punitivas de libertad sabemos muy bien lo que supone no salir a la calle y estar encerrado durante semanas, meses o años. Por eso podemos considerarnos expertos en estados de alarma”.
Así termina la carta de un preso en El Acebuche, Almería, enviada al director de ese centro y que Instituciones Penitenciarias ha difundido. Probablemente habrán escuchado clamar por la prisión permanente revisable o considerar que una condena de 13 años es “muy poco” para haber intentado romper España. Probablemente, en repetidas ocasiones, pero más en estos días, se les habrá pasado por la cabeza que quizás aquello de no poder salir de casa ni para abrazar a sus familiares, ni para ir al cine, ni para desayunar unas tostadas en una cafetería, ni para caminar por la calle por el simple placer de hacerlo, sólo quizás, no era tan fácil como parecía desde nuestra posición de libertad.
En España, hay 58.369 personas presas, tal y como apunta el recluso de Almería en su texto “expert@s en estados de alarma”. Mujeres, hombres, jóvenes, ancian@s y también niñ@s que pasan 24 horas al día en las cárceles españolas y que hoy son más presos, aún si cabe, por culpa del coronavirus.
Las prisiones se dividen en módulos según las circunstancias de los internos: de aislamiento, de reinserción.... Habitualmente, cada área tiene un patio y una zona común. Dentro de la monotonía que, ahora ya sabemos, supone soportar el día a día en un mismo espacio, por muy grande que sea, los reclusos normalmente emplean parte de su tiempo en actividades deportivas o talleres de carpintería, confección, electricidad, electrónica, etcétera. Ahora ya no. Los talleres productivos se han cerrado. Ahora, informa Instituciones Penitenciarias, se están fabricando mascarillas en talleres externos y, según señalan a CTXT algunos funcionarios, en algunas prisiones los internos salen a los patios solo un rato y en turnos para mantener la distancia de seguridad obligatoria. La biblioteca, eso sí, se mantiene abierta y estos días se les facilitan puzles o arcilla para matar el aburrimiento. Los módulos donde existen casos positivos por Covid-19 están en cuarentena.
Hasta el momento [a fecha 1 de abril], 111 funcionarios de Instituciones Penitenciarias y siete internos son positivos por coronavirus. Hay dos personas fallecidas: un funcionario de prisiones de la prisión de Alicante I, en Fontcalent y una reclusa de Estremera.
Cuando pensamos en personas que están encerradas en una cárcel, probablemente a la mayoría nos venga a la mente la imagen de un varón fuerte y más o menos joven. Pero la reclusa que se llevó el coronavirus la semana pasada se llamaba Denis y tenía 78 años. Entre penados y preventivos, hay en nuestro país, según los datos oficiales, 2.784 mayores de 60 años.
Los talleres productivos se han cerrado y en algunas prisiones los internos salen a los patios solo un rato y en turnos
Los funcionarios de prisiones alertan de que el número de infectados, tanto de internos como de trabajadores “podría ser mucho mayor al facilitado desde la organización”. Según Instituciones Penitenciarias, hay a día de hoy 245 internos y 870 trabajadores en cuarentena. “No se están realizando las pruebas, cosa que me parece un problema de salud a posteriori enorme porque, si no hacemos test, vamos a acabar metiendo el coronavirus dentro de las prisiones”, cuenta preocupada Elena Getino, trabajadora del centro penitenciario de Alhaurín de la Torre (Málaga).
El protocolo a seguir actualmente, según informa la Secretaría general de Instituciones Penitenciarias, es dar parte a la autoridad sanitaria si un interno o interna se pone enfermo/a y, a partir de ahí, aislarle en una celda o mandarle al hospital. También se han dejado módulos vacíos para aquellas personas que tengan que pasar la cuarentena en prisión.
Unos días antes de que se decretara el estado de alarma, Instituciones Penitenciarias comenzó a tomar medidas para prevenir los contagios, como prohibir los vis a vis y las entrevistas cara a cara. Días después, se prohibieron todas las visitas y se ordenó poner en cuarentena 14 días a los nuevos internos. También se suspendieron todos los permisos.
“Los psicólogos en prisión seguimos trabajando, aunque evidentemente el tipo de trabajo cambia”, cuenta Zoraida Estepa Carmona, psicóloga en el Centro penitenciario Madrid VI. “Nuestro trabajo es en el tú a tú. Ahora, para evitar contagios, estamos atendiendo en ocasiones vía instancia (nos mandan un papel con la consulta y a través de él contestamos), pero si hay una urgencia tiene que ser atendida fuera del módulo (en el exterior) y tenemos que mantener dos metros de distancia”. No es lo ideal, pero es lo que tienen que hacer para evitar los contagios.
Fuera de las prisiones, las familias de los internos también se enfrentan a un virus que se ha cobrado ya más de 9.000 vidas en nuestro país. El duelo por la pérdida de un ser querido tiene un impacto diferente cuando estás encerrado. “El otro día falleció la madre de un interno y tuvimos que ir la trabajadora social y yo a comunicárselo”, ilustra Zoraida. “Claro, él preguntaba si podía salir. Tras dos horas de conversación en las que le explicamos que tendría que pedir un permiso extraordinario y que, en caso de que se lo concedieran, de lo que no estábamos seguras, a la vuelta del permiso tendría que estar 14 días en cuarentena, solo, con toda esa tristeza después de perder a su madre y teniendo también él un problema de movilidad… finalmente él mismo decidió no salir”.
Una decisión realmente dura después de no haber podido recibir visitas de sus familiares y seres queridos desde hace más de 15 días. Ahora, solo quedan los teléfonos. Las autoridades han ampliado el número de llamadas telefónicas permitidas para paliar, de alguna manera, esa falta de contacto directo con el exterior. Durante estos días se van a distribuir algo más de 200 móviles (bajo control) entre las diferentes prisiones que permitirán a los presos y presas hacer videollamadas con sus familiares y amigos. “Las videollamadas les darían a los internos e internas la posibilidad de comprobar que lo que les cuentan por teléfono es cierto”, afirma Zoraida. “Porque, cuando estás en prisión, es habitual que a veces tus familiares te oculten la realidad para no preocuparte más. Una videollamada les daría tranquilidad emocional”, añade.
Más del 30 % de los internos padece enfermedades infectocontagiosas. Hay hepatitis y sida, lo que haría aún más dramática una posible entrada del coronavirus
“La verdad es que el ambiente está muy enrarecido”, observa Nacho López, educador en la prisión de Alhaurín de la Torre. “Los educadores normalmente informamos y reconfortamos en muchos casos a los internos, pero en estos momentos no somos capaces de transmitir esa tranquilidad, porque no la tenemos. Las fechas importantes para ellos, las de los beneficios penitenciarios como permisos y terceros grados son inciertas, ellos ahora mismo no pueden conseguir certezas y están impacientes. En estos momentos no podemos hacer actividades como antes, no pueden relacionarse con internos de otros módulos, etc. y todo ello hace muy difícil nuestra labor”.
En las prisiones, muchos de los internos sufren patologías previas, en ocasiones derivadas del consumo de drogas, pero también por otras circunstancias. En total, más del 30% padece enfermedades infectocontagiosas. Hay hepatitis –la prevalencia del virus de Hepatitis C es del 20%– y sida, lo que haría aún más dramática una posible entrada del coronavirus. “Si el coronavirus se extiende en prisión, la mortalidad podría ser superior a la de los ancianos porque están mucho más tocados, el consumo de medicación en prisión es mucho más elevado que en la calle y el índice de patologías también es superior. Si el Covid se extiende en prisiones será un drama humano y también podría afectar a la conducta del resto de internos no infectados”, advierte un funcionario de un centro penitenciario de Madrid que prefiere ocultar su nombre. Además, pone en entredicho las cifras de positivos ya que, señala, habría que sumar todas aquellas personas contagiadas, pero a las que aún no se han hecho las pruebas.
A las enfermedades físicas hay que añadir las mentales. En 2016, en torno al 40% de los presos padecía algún trastorno mental y de la personalidad y un 8% enfermedades mentales graves, según las cifras recopiladas por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía en su informe Sanidad en prisión: la salud robada entre cuatro muros.
Conscientes de que no pueden salir y de que no pueden protegerse activamente contra el coronavirus más que manteniendo la distancia y cuidando más que nunca su higiene, los internos están empezando a autogestionarse en algunas cárceles.“Saben que el virus viene de fuera. Nos hemos encontrado con situaciones en las que hay que entrar por ejemplo a limpiar y los propios presos se organizan entre ellos formando brigadas de limpieza para que nadie externo tenga que entrar y así poder mantener esa distancia”, expone Zoraida acerca de la situación en algunos de los módulos del centro en el que ella trabaja.
Conscientes de que no pueden protegerse activamente contra el coronavirus más que manteniendo la distancia y cuidando su higiene, los internos están empezando a autogestionarse en algunas cárceles
Aunque esto no ocurre en todas las prisiones, según cuentan otros funcionarios, lo que sí se repite es el acatamiento de las medidas extraordinarias por parte de los internos. “Toda la información que reciben los presos es a través de los medios de comunicación y ellos entienden que lo importante es la salud y nos requieren para que nosotros entremos protegidos y no les contagiemos ‘el bicho’, como lo llaman”, cuenta Getino. Esto, sin embargo, en ocasiones es complicado, ya que el contacto con los internos es muy habitual y se comparte el mismo espacio durante muchas horas. El material (mascarillas y guantes), se quejan, es “escaso” y, en ocasiones, “ineficaz”. En algunas prisiones ni siquiera se cuenta aún con mascarillas rígidas.
Instituciones Penitenciarias afirma que tienen problemas de material, como ocurre en otros lugares, pero que están continuamente distribuyendo por las diferentes prisiones conforme les va llegando. “Estamos trabajando con mucha incertidumbre”, denuncia Getino. “Partimos de un déficit estructural de muchas bajas. Nosotros voluntariamente hemos modificado nuestra jornada para que haya guardias de trabajadores estancos, que no trabajen guardias diferentes juntas y así limitar el contagio entre grupos de trabajadores, pero eso nos lleva a un desgaste físico enorme al tener que juntar turnos, llegando a hacer jornadas de 24 horas seguidas”.
Conscientes de ser posibles vectores de transmisión del virus, el personal que trabaja en prisión extrema las medidas de higiene y protección. Saben que un brote de Covid-19 en un espacio compartido por tanta gente podría ser muy peligroso. “Si hubiera un foco importante de coronavirus, por ejemplo, habría que proceder al aislamiento y la cuarentena del módulo o los módulos donde estuviera localizado el brote trasladando a los hospitales a los casos más graves y, dependiendo del volumen de enfermos, quizás habría situaciones donde el sistema pudiera verse desbordado al no haber espacios físicos suficientes”, advierte Getino. “Es un escenario al que no esperamos no llegar, porque el nerviosismo que produciría eso podría desembocar en imágenes que no queremos ver: agresiones, motines… podría ser caótico”.
Cada semana muere una media de casi cuatro personas en las cárceles españolas. Entre las causas destacan la sobredosis y el suicidio, cuya tasa es mucho mayor dentro de prisión. Desde que empezó la crisis sanitaria y se cerraron las comunicaciones, cuentan desde Instituciones Penitenciarias, no ha habido muertes por sobredosis. Al no salir los internos de permiso y no recibir visitas de las familias, se han cortado las principales vías de introducción de droga. Lo que puede complicar aún más la situación ya que los internos politoxicómanos siguen necesitándola. Muchos funcionarios temen que, cuando los estupefacientes se acaben, pueda empezar a haber altercados.
Pese al nerviosismo, derivado del aumento de número de contagiados en los centros y del de aquellos internos con adicción, los funcionarios no ven probable, al menos por el momento, que vayamos a ver imágenes de motines o incidentes graves, como ha ocurrido en Italia, donde se han producido disturbios, fugas –50 internos lograron escapar de la prisión de Foggia según las autoridades; la federación de Sindicatos Autónomos de la Policía Nacional Penitenciaria habla de 370– y seis muertos tras las medidas decretadas por el gobierno para prevenir la entrada del Covid en las cárceles, como el cierre de las comunicaciones. “No sé si llegaremos a ver las escenas de las prisiones italianas, esperemos que no porque la arquitectura nueva y moderna de las prisiones españolas es distinta y no permite un motín colectivo, pero sí que permite ver problemas y creo que los veremos dentro de poco”, afirma el funcionario de Madrid. Hasta ahora, los hechos más graves que han tenido lugar en el país vecino han sido en la prisión de Sant’Anna (Módena), donde un motín causó seis muertes, tres dentro de los muros de la prisión durante los disturbios y tres durante los traslados a otras cárceles para que la situación volviera a la normalidad. La Fiscalía ha abierto una investigación para determinar las causas de las muertes aunque, según las primeras informaciones, se deberían a sobredosis ya que, durante el motín, los reclusos entraron a la enfermería e ingirieron una gran cantidad de sustancias.
Aquí no ha habido nada parecido, más allá de algunos incidentes puntuales, según informa Instituciones Penitenciarias. En la prisión de Aranjuez, el pasado 18 de marzo algunos internos, jóvenes, de un módulo comenzaron a prender fuego a rollos de papel higiénico y tirarlos por la ventana mientras se realizaba un aplauso a los sanitarios a las 8 de la tarde. En la cárcel de Las Palmas el 27 de marzo, los internos se negaron a entrar el comedor como protesta porque uno de los presos presentaba síntomas de coronavirus. Y en Picassent (Valencia), según se informó el 23 de marzo, varios internos empezaron a dar golpes y a gritar contra las medidas restrictivas impuestas a raíz del coronavirus. En los tres casos, la situación pudo controlarse mediante la negociación y el diálogo.
España es uno de los países con más población reclusa de Europa. Para abordar los riesgos a los que está sometida la población reclusa como consecuencia del coronavirus, la OMS ha publicado una guía en la que insta a los Estados a “considerar con mayor detenimiento el recurso a medidas no privativas de la libertad” y, continúa, “dar prioridad para los presuntos delincuentes y los reclusos con perfiles de bajo riesgo y especialmente vulnerables, dando preferencia a las mujeres embarazadas y a las mujeres con hijos dependientes”. Conmutación de sentencias, libertad anticipada y libertad condicional o reevaluación de las necesidades de continuar en internamiento involuntario de pacientes psiquiátricos, son algunas de las propuestas que se están haciendo desde diferentes organizaciones para afrontar esta crisis desde las prisiones. En Noruega, el pasado 20 de marzo se adelantó la liberación de 126 presos y se anunció que saldrían más en los próximos días (en un contexto en el que el número total de presos es de aproximadamente 3.000 personas, con muy pocos positivos a día de hoy en las prisiones, y con celdas individuales para la mayoría de los presos). En Irán, las autoridades han dado permiso a unos 70.000 presos para permanecer en casa.
Veremos si en España, donde tradicionalmente se ha apostado por el punitivismo en lugar de por la pronta reinserción, el coronavirus puede cambiar esa tendencia o si, por el contrario, se seguirá manteniendo un sistema rígido y de largas condenas y que se ha demostrado, a lo largo del tiempo, ineficaz. Puede que este confinamiento nos sirva para ponernos en el lugar de quienes tienen que pasar así meses o años, sin poder siquiera bajar a la calle a comprar el pan.
“Siempre se ha dicho que la experiencia es un grado. Los que cumplimos penas punitivas de libertad sabemos muy bien lo que supone no salir a la calle y estar encerrado durante semanas, meses o años. Por eso podemos considerarnos expertos en estados de alarma”.
Así termina la carta de un preso en...
Autora >
Marina Lobo
Periodista, aunque en mi casa siempre me han dicho que soy un poco payasina. Soy de León, escucho trap y dicen que soy guapa para no ser votante de Ciudadanos.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí