¿CIENCIA FICCIÓN?
Lo que la película ‘Contagio’ anticipó del Covid-19
Repasamos de la mano de un inmunólogo y un epidemiólogo algunos de los aspectos más importantes del filme de Steven Soderbergh para analizar todo lo que supo prever nueve años antes de la crisis sanitaria actual, pero también en qué se equivocó
Antonio Pineda 9/05/2020
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En 2011, el periodista estadounidense Mike Ryan entrevistó a Steven Soderbergh, que acababa de estrenar Contagio. En algún momento Ryan le pregunta qué era lo más perturbador que había descubierto mientras se documentaba para su película, y Soderbergh respondió que “con cada persona que hablas te dice que ‘estamos esperando una de las grandes’”. Contagio pasó por taquilla con poca pena pero sin gran gloria a pesar de tener motivos de sobra para triunfar: una catástrofe planetaria, un director de renombre y un reparto estelar (Gwyneth Paltrow, Matt Damon, Marion Cotillard, Kate Winslet, Laurence Fishburne, Jude Law). La receta era impecable pero la mayoría de los mortales no sabíamos que lo que allí se narraba tenía menos de ficción que de realidad en potencia.
La película narra la irrupción de un virus desconocido, el MEV-1, originado en Hong Kong y que pronto acabará extendiéndose al resto del mundo, desencadenando una pandemia a escala similar a la provocada por el SARS-CoV-2. El pasado mes de marzo, sin embargo, Contagio había pasado del puesto 270 al número dos de las más vistas de todo el catálogo de películas online de Warner Bros, superada solo por la saga Harry Potter.
Cuando la película llegó a los cines, la revista NewScientist dijo que “era difícil nombrar muchos blockbusters de Hollywood tan investidos de las realidades de la ciencia como Contagio”. Pero, ¿cuánto de la situación actual advirtió hace nueve años la película de Soderbergh?
Parte de lo narrado en la película se inspiró en el brote de SARS del 2002-2003, un virus muy parecido al actual, de la misma familia, pero que desarrolló una capacidad de contagio menor y que tan solo causó 8.098 contagios en todo el mundo y 774 muertes. Es en este perverso equilibrio entre su capacidad de contagio y su mortalidad donde se dirime el grado de expansión de la enfermedad. El brote de virus Nipah en Malasia de 1998, por ejemplo, que también inspiró al virus de la película, registró una tasa de mortalidad de entre el 40 y el 75 por ciento, lo que frenó su expansión para desgracia de unos y fortuna de otros.
Contagio acertó sin duda en el cómo y el dónde. Acertó al señalar la zoonosis y al murciélago de la fruta, gran portador de coronavirus, como origen de la pandemia. También al ubicarla en Asia. “Allí confluyen animales de diferentes especies, algunas de las cuales actúan como reservorio de virus, y al ponerse en contacto con una segunda especie, esta puede actuar como vector de transmisión. Esto pasa con la gripe todos los años: se origina en las aves, normalmente en los patos, de los patos pasa al cerdo y de ahí, al humano, transmitiéndose a todo el mundo. Es ese animal intermedio, que puede ser doméstico, el que permite la adaptación”, explica Rafael Solana, catedrático de Inmunología de la Universidad de Córdoba.
Sin embargo no resulta tan verídica la precisión y la facilidad con la que los investigadores de la película consiguen ubicar al paciente cero en el personaje interpretado por Gwyneth Paltrow. “Fijar exactamente el día concreto, el enfermo y el seguimiento de la transmisión es muy difícil. A pesar de que se dice que el brote del SARS CoV-2 ocurrió unos días de principio de diciembre en este mercado de Hubei, los virólogos pueden hacer muchas estimaciones pero tener evidencias sólidas de cuál es el primer enfermo y las primeras transmisiones es muy complicado”, opina Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE).
El control de la información y los supuestos remedios
En la película el gobierno estadounidense procura en todo momento evitar poner a disposición de la ciudadanía lo que sabe sobre el virus. Lo silencia todo hasta que la información se filtra desatando el caos. En este aspecto, Godoy es tajante: “La información tendría que ser pública y transparente, porque además buena parte de toda esa información se genera con dinero público. Es bueno que la población sepa a qué nos podemos atener, sobre todo a futuro, y que se debata públicamente cuáles son las mejores estrategias”, aunque admite que “entre la información y el alarmismo generalizado hay una línea muy fina, por muy graves que sean los problemas creo que es mejor que la población los conozca. Hay que dar información para la acción, información que ayude a que la gente actúe y se movilice”. Solana comparte opinión: “la información, cuanta más, mejor. Así podremos entender las decisiones que se tomen. Se han criticado mucho los bandazos del Gobierno pero los expertos no son dioses omniscientes. El conocimiento crece al ritmo que crece la epidemia”.
Jude Law interpreta a un periodista que hace el agosto con la pandemia a base de supuestas exclusivas que aspiran a demostrar que el Gobierno esconde algo
Uno de los personajes más interesantes de la cinta es el interpretado por Jude Law, un periodista que hace el agosto con la pandemia a base de supuestas exclusivas que aspiran a demostrar que el Gobierno esconde algo, que él posee un remedio cuya efectividad intentan ocultar las autoridades, y que las vacunas tienen sabe dios qué efectos secundarios. A la pandemia actual no le han faltado tampoco los conspiranoicos y sus bulos. Tampoco los supuestos remedios sin fundamento científico. Maldita.es actualiza cada día los bulos relacionados con el coronavirus. Cuando se acabó de redactar este artículo, la lista sumaba un total de 500 entre “mentiras, alertas falsas y desinformaciones”. La mayoría de ellos han circulado por Whatsapp o redes sociales, pero su credibilidad se magnifica cuando es un medio de comunicación o una figura pública quienes hacen de altavoz de la idiotez de turno.
“Menos mal que no me has planteado en ningún momento si esto lo ha fabricado algún laboratorio –bromea Solana–. El mejor laboratorio es el que ha creado la convivencia durante cientos de miles de años entre animales y virus”. Donald Trump, sin embargo, el mismo Trump que en 2014 afirmaba que las vacunas generaban autismo, aseguró, como quien piensa en voz alta, que el virus había sido creado en un laboratorio de Wuhan.
En EEUU, podrán imaginar, la feria de los remedios estaba servida. El telepredicador Jim Bakker anunciaba en su programa la efectividad de una solución de plata coloidal para combatir el Covid-19. Alex Jones, un lunático de la extrema derecha estadounidense con alrededor de 30 millones de visitas mensuales a su web, vendía una pasta de dientes que “mataba a quemarropa a toda la familia SARS-corona”. En España también ha habido casos como el Josep Pàmies, un horticultor denunciado por vender como remedio contra el coronavirus clorito de sodio, un producto similar a la lejía utilizado para blanquear papel y tejidos.
Rafael Solana aclara que “todavía no existen medicamentos recomendados para el coronavirus, pero sí existen medicamentos que están aprobados para otras enfermedades que podrían, al menos a nivel teórico, ser útiles, aunque todavía no existen ensayos clínicos que lo demuestren. Todos los medicamentos que se están probando, como la cloroquina, es por uso compasivo (medicamentos no indicados para una patología porque la alternativa es no darles nada) o por formar parte de un ensayo clínico”.
Fómites, vacunas e inmunidad
La cinta hace gran hincapié en los fómites (cualquier objeto carente de vida que al contaminarse con un patógeno puede transmitirlo) y el contacto físico como elementos clave del contagio, y de nuevo acierta teniendo en cuenta que cada persona se toca la cara alrededor de 500 veces al día. “El virus se transmite a través de las micropartículas de estornudos, toses, etc., que se depositan en todas las superficies y objetos. Por eso limpiar las calles con agua clorada –como pasa en la película– o los pomos y los pasamanos son cosas muy beneficiosas. De hecho algunos de los primeros estudios que se hicieron fue para ver cuánto duraba el coronavirus en diferentes superficies o suspendido en el aire”, sostiene Solana.
En la película la vacuna se desarrolla en cuatro meses mientras que el director general de la OMS, ya ha avisado que la vacuna tardará en llegar alrededor de 18
Quizá sea todo lo relacionado con las vacunas el aspecto de la película que más flaquea en términos de verosimilitud científica. En la película la vacuna se desarrolla en un plazo de cuatro meses mientras que el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, ya ha avisado que la vacuna que frenaría la pandemia actual tardará en llegar alrededor de 18 meses. Tampoco resulta muy acertado el modo de organizar la campaña de vacunación. En la película se hace mediante sorteo. Un bombo gigante como el de la lotería cargado de bolas marcadas por día y mes designa la pauta del orden en el que se vacunará a la población. “Este sistema afortunadamente no será una realidad en nuestro mundo”, explica Godoy, quien defiende que una campaña de vacunación debe hacerse “con criterios de salud pública, atendiendo al mayor beneficio posible para el conjunto de la población y subgrupos vulnerables, es decir, cubrir a personas con mucho riesgo individual y también buscar que se genere rápidamente un inmunidad de grupo, creando así una barrera inmunitaria que evite que el virus circule a velocidad alta”.
A escala internacional, la distribución de la vacuna dependerá también “de qué país la fabrique primero. Está claro que van a vacunar primero a su país, por la inversión que han hecho en desarrollarla, y luego irán viendo cómo se transmite a nuevos países. Los países del tercer mundo siempre van a estar en desventaja como pasa con cualquier medicamento”, argumenta Solana.
En algún punto del filme uno de los expertos incluso plantea la posibilidad de vacunar de forma masiva a la población a través del suministro de agua potable, pero Solana descarta tajante esta alternativa como mínimamente realista. “No se puede poner en el agua y esperar que la gente beba tantos litros. Además, la posibilidad de que por vía oral desencadene una respuesta inmunológica que te vaya a permitir defenderte de un virus que está entrando por vía respiratoria es difícil”, aunque sí considera algo más plausible el hecho de que la vacuna final contra el virus de Contagio se administre por vía intranasal. “Es realista, aunque es raro. En animales hay algunas de este tipo pero en humanos hay muy poca experiencia en vacunas intranasales. Hay una vacuna de la gripe aprobada en este formato para niños a fin de evitar el miedo a la inyección, pero son cosas excepcionales. La vacuna normalmente se debe pinchar intradérmica. Es eso lo que facilita el contacto con el sistema inmunológico”, sostiene Solana.
El personaje al que da vida Matt Damon, sin embargo, no parece necesitar vacuna. Pese a haber estado en contacto directo con el virus (su mujer y su hijo han muerto infectados), él no presenta sintomatología alguna. Le pregunta entonces a una de las doctoras que le atienden si podría tratarse de una inmunidad genética, pero tal cosa no existe. “La inmunidad, entendiendo por ello la memoria inmunológica de haber estado en contacto con el virus, es una propiedad que se adquiere. De hecho a los inmunólogos no nos gusta hablar de inmunidad adquirida sino de inmunidad adaptativa, es decir, la inmunidad que ya tenemos se adapta para luchar contra un agente infeccioso. No existe inmunidad genética. En todo caso una persona que contrae el virus pero no presenta síntomas. Lo que sí existe es una predisposición genética a responder mejor o peor ante agentes infecciosos, pero no tiene nada que ver con la inmunidad como tal”, detalla Solana.
El confinamiento y el papel de la OMS
Otra de las grandes previsiones de la película fueron los llamados pasaportes de inmunidad, una medida que sin embargo la OMS rechazó y que además puso sobre la mesa un debate ético importante. A los protagonistas de la película, una vez han sido vacunados, se les coloca una pulsera con un código de barras que les permitirá moverse libremente. Sin embargo, en el caso de la emergencia sanitaria actual la OMS advirtió que todavía no había evidencia científica de que aquellos que hayan estado en contacto con la enfermedad, hayan generado anticuerpos y no presenten síntomas estén protegidos frente a una segunda infección.
Además, los pasaportes de inmunidad traían consigo un debate espinoso sobre el reparto de privilegios a unos sobre otros. “No lo veo realista porque una cosa es estar inmunizado y otra que, como estoy inmunizado, tengo unos derechos que los demás no tienen. Todos deberíamos saber si estamos inmunizados o no, pero eso de que te otorguen unos derechos especiales, el estar marcado, es discriminación”, defiende Solana.
Sí parece haber unanimidad entre la comunidad científica sobre el acierto de las medidas de confinamiento, que también ayudó a frenar el brote de SARS del 2002 y es una de las medidas que se toman en la película. Solana argumenta que si el confinamiento se hubiera decretado antes, “la diseminación probablemente hubiera cambiado mucho. Los contagios masivos han ido asociados a acontecimientos masivos. No fue el 8-M; fue el 1-M, el 2-M, el 3-M. Nos hubiéramos ahorrado muchas cosas, entre ellas el 8-M, pero también el mitin de Vox, un partido de fútbol, un concierto, etc. Esa ha sido la ventaja de Portugal, que al verse reflejada en el espejo de Italia y España, declararon el estado de alarma con cinco muertos”.
A los protagonistas de la película, una vez han sido vacunados, se les coloca una pulsera con un código de barras que les permitirá moverse libremente
Aunque Godoy matiza las bondades de extender demasiado el confinamiento. “Ya hemos visto que cerrar todo un país durante dos meses puede bajar la transmisión pero no elimina el virus. Esto lo hemos visto en China, donde sigue habiendo casos, aunque pocos. Muchas economías no están preparadas ni quizá estarían dispuestas a pagar el precio del esfuerzo de erradicar completamente el virus, si es que se puede llegar a conseguir. Si pudiéramos erradicar el virus, fantástico, pero a lo mejor nos tenemos que contentar con la mitigación para que no nos desborden los enfermos y se contagien las menos personas posibles mientras esperamos a disponer de la vacuna”, plantea.
En aquella mencionada entrevista a Steven Soderbergh, el director dijo que otra de las cosas que más le había impactado descubrir fue las trabas políticas que la comunidad científica encontraba para realizar su trabajo. “No se les permite intervenir impidiendo que la gente muera. No tienen jurisdicción en ningún lugar. Tienen que ser ellos –los gobiernos– quienes te pidan que vengas. Tienes que ser invitado”, protestaba Soderbergh. En la película la presencia de la OMS es importante como también lo es su reputación a nivel científico en el mundo real. Sin embargo, como denunciaba el cineasta, el organismo de la ONU tiene poca capacidad de operación más allá de sus labores de asesoramiento y orientación. “Los países deberían ser conscientes de que si quieren un organismo ejecutivo con mucha capacidad de maniobra para solucionar problemas de forma rápida, deberían dotar mucho mejor económicamente a la OMS y mejorar su capacidad legislativa. El Covid-19 ha puesto de manifiesto que en un mundo global se necesitan organismos globales capaces de responder ante problemas que van a ir mucho más rápido y van a ser mucho más difíciles de controlar que la pandemia de 1918”, defiende Godoy.
¿Y ahora qué?
Con la llegada de la vacuna, la película parece zanjar el tema. Muerto el perro, se acabó la rabia. Pero los expertos apuntan que esta pandemia ha sido un aviso y que “cada cuatro o cinco años aparece una situación de este tipo con mayor o menor gravedad”, asegura Solana. Lo difícil es predecir su magnitud. La pandemia que tuvo lugar entre los años 1918 y 1920 provocó la muerte de entre 17 y 100 millones de personas en todo el mundo. Tampoco lo hizo en una única oleada, sino en tres o cuatro en total (aún existe discusión científica al respecto). Christian Drosten, asesor de Alemania, también lo planteaba hace unos días: "Me temo que seremos testigos de una segunda ola de contagios".
Un escenario como el que sugiere la película en el que las cosas vuelven a donde las habíamos dejado es poco probable. Al menos en el corto y medio plazo. “Habrá cambios que aquí van a costar –explica Solana–. Yo no voy a volver a un bar en el que tengo que saltar por encima de la gente para coger mi caña de la barra. Soplar las velas de las tartas, los besos, los abrazos. Hay muchas cosas que va a costar cambiar. Esto ha servido para darnos cuenta de lo fácil que es infectarnos. Que tengan que recordarnos que hay que lavarse las manos me duele, son cosas del siglo XIX”. Final feliz a medias.
En 2011, el periodista estadounidense Mike Ryan entrevistó a Steven Soderbergh, que acababa de estrenar Contagio. En algún momento Ryan le pregunta qué era lo más perturbador que había descubierto mientras se...
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Antonio Pineda
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