miradas indiscretas
Desde mi ventana
Nuestra realidad sigue ahí. No se ha movido. Cuando consigamos vencer al bicho tendremos que enfrentarnos a ella una vez más
Gabriel Méndez-Nicolas 24/05/2020
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El otro día estuve viendo La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock. Un clásico entre clásicos que viene que ni pintado a la situación actual de más de 3.000 millones de personas en confinamiento en todo el mundo. Desde entonces, solo espero que al mirar por mi ventana pase algo fuera de mi aburrida rutina. Tampoco es necesario que uno de mis vecinos descuartice a su mujer como en la película, pero yo que sé, sí algo de vidilla. Por si acaso, miro todos los días. Pocas cosas acontecen, pero a pesar de ello es mi ocupación principal. Las ventanas nos dejan ver una pequeña parte de la vida de nuestros vecinos, sus horarios, sus ocupaciones, su día a día.
Desde mi ventana puedo ver a una chica regar sus plantas con cariño bajo un sol radiante. Tenemos que cultivar nuestro jardín interior, física y metafóricamente. No queda otra opción que esa: ocuparse de la casa, de uno mismo, de las personas que tienes cerca y de tus plantas. También darle vueltas a la vida, la tuya, la de los demás o en sentido más metafísico, a la Vida con v mayúscula. Esa cosa que notamos que se nos escapa mientras miramos por la ventana, encerrados. Son tiempos cuanto menos paradójicos en los que no ves a los tuyos para protegerlos. Como dicen las blogueras repipis, “verse menos ahora para poder verse más después”. Esa soledad también permite el mirarse un poco al ombligo y hacer balance, una autoterapia sin mentiras. O también podemos reventar el Fornite. Cada cual sus ocupaciones.
Otra gran ocupación está siendo la jardinería y la venta de semillas se ha disparado. Flores, hortalizas y plantas de todo tipo, incluida la marijuana –lo sé por un amigo, no se vayan a creer–, están creciendo en jardines, terrazas y balcones. Las plantas que esa chica cuida con delicadeza seguramente han tenido derecho a mucho más mimo en las últimas semanas que durante los últimos meses o años. Esa imagen se junta con el canto de algún pájaro sin la presencia omnipresente de los coches. En realidad, le estamos dando un pequeño respiro a la Naturaleza. Más allá de los memes sobre la Pachamama recuperando lo que es suyo, se han podido comprobar fuertes reducciones en las concentraciones de dióxido de nitrógeno en las principales ciudades del continente europeo. Un respiro que se puede aprovechar para la realización de un plan ecológico más ambicioso. Tenemos la oportunidad después de tantos años alertados por la catástrofe climática inminente. Una oportunidad para utilizar este parón de la maquinaria de producción y distribución global para repensar nuestro modelo frente a la catástrofe climática que se nos viene encima. Uy, qué pedante me he puesto.
Suena una sirena de ambulancia a lo lejos y vuelvo del mundo de las ideas al real. El maldito bicho está haciendo mucho daño. No quiero volver a pensar en los datos que nos llegan todos los días de los telediarios ansiogénicos. Prefiero alabar mentalmente a esas mujeres y hombres que se dejan el alma en intentar parar esta pandemia tan cruel como inesperada. Doctoras y doctores, enfermeras y enfermeros, personal administrativo, limpiadoras y limpiadores, personas unidas frente a esta calamidad, a pesar de las dificultades. Todos hemos visto esos pasillos abarrotados, personas en el suelo tiradas. Hemos escuchado las quejas del personal sanitario abrumado y crítico con la situación precaria en la que muchos trabajan. Tener una sanidad con más medios no hubiese parado la pandemia, pero qué duda cabe de que hubiese ayudado mucho. Cuando esto acabe debemos dotar a la Sanidad Pública de los medios necesarios y escuchar sus demandas y necesidades. No soy ningún experto, pero esas necesidades consisten, me temo, en algo más que aplausos.
Quienes no estén de acuerdo con que es estúpido dejar que la gente viva en la calle teniendo viviendas vacías deberían buscar algo de empatía en sus valores
Aplausos que también van dirigidos a los reponedores, a las cajeras de supermercado, a todo el que esté haciendo ese trabajo invisible que no teníamos en cuenta antes de esta pandemia. Esas personas que, con su trabajo, nos permiten vivir mejor esta situación tan extraña. “Si no estudias vas a acabar de reponedor del Mercadona.” Pues teniendo en cuenta la situación actual, esas personas están manteniendo a flote a las sociedades occidentales a costa de su propia salud. Trágate tu clasismo y aplaude anda.
Mi mirada baja hacia la calle y contemplo la triste escena de un sintecho rebuscando en la basura. La obligación de quedarse en casa no se aplica al que no la tiene. Esta crisis sanitaria ha demostrado –si fuese todavía necesario– la cruel necesidad de tener un hogar. Abandonados por la sociedad, miles de hombres y mujeres tratan de sobrevivir sin un hogar en el que confinarse. Escuchan tanto los aplausos como las riñas de los vecinos por saltarse una cuarentena que no pueden practicar. Están encerrados fuera. En España hay unos 40.000 sintechos y unas 3,5 millones de viviendas vacías. Las personas que no estén de acuerdo con la idea de que es estúpido dejar que la gente viva en la calle teniendo viviendas vacías deberían buscar algo de empatía en sus valores. Eso sí que sería rebuscar entre la basura.
Desde mi ventana también veo a un niño que hace los deberes con su padre. Todas esas clases suspendidas por la pandemia y esos niños, como esponjas secas tienen que hidratarse de nuevos conocimientos. Muy a su pesar. El padre suspira con desesperación mirando a su vez por su ventana. Estará pensando que ser profesor no es tan fácil. Que hace falta paciencia, capacidad comunicativa y carisma para interesar a un niño que estaría mucho más feliz viendo dibujitos. Ser profe no es tan fácil. Y eso que solo tiene un niño. Ni se imagina lo que puede ser una clase con treinta diablillos. Porque sí, también se estará dando cuenta de que su hijo no es el angelito superdotado que tenía en mente. Recortar en educación es disminuir la calidad de la enseñanza. Una ecuación sencilla de entender, incluso para un lerdo matemático como yo.
Así pasan los días. Con reflexiones inconexas y miradas indiscretas. La verdad es que no veo nada fuera de la común desde mi ventana. Nuestra realidad sigue ahí. No se ha movido. Cuando consigamos vencer al bicho tendremos que enfrentarnos a ella una vez más. Tampoco he visto ningún asesinato como James Stewart en la película de Hitchcock (aunque desgraciadamente existan casos de mujeres que viven con sus propios asesinos). O quizás sí y me lo he perdido mientras hacía flexiones. Flexiones y reflexiones, mis ocupaciones principales durante este encierro. Bueno, eso, y mirar desde mi ventana.
El otro día estuve viendo La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock. Un clásico entre clásicos que viene que ni pintado a la situación actual de más de 3.000 millones de personas en confinamiento en todo el mundo. Desde...
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