Justicia económica
La deuda externa hipoteca la respuesta a la covid-19 en Latinoamérica
La gestión de la pandemia vacía las arcas de una región con sistemas de salud muy debilitados tras décadas de recortes. Líderes políticos como Dilma Rousseff o José Luis Rodríguez Zapatero piden al FMI y al Banco Mundial la condonación de los préstamos
Andrea Ana Gálvez 7/05/2020
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Hace un par de semanas, los dos principales organismos financieros multilaterales, el FMI y el Banco Mundial, pedían al G20 una suspensión temporal de la deuda de los países más pobres para que pudiesen enfrentar la pandemia. La propuesta de “alivio”, secundada por este grupo de países industrializados y emergentes, beneficiaría a los 76 países prestatarios –la mayoría africanos– de la Asociación Internacional de Fomento, que depende del Banco Mundial y está encargada desde 1960 de realizar préstamos en condiciones más favorables para los países más empobrecidos.
En América Latina y el Caribe, una de las regiones del mundo donde más pesa la deuda pública, la situación financiera preocupa. Más en esta emergencia sanitaria, en la que los gobiernos están poniendo al límite las arcas del Estado. En Argentina, el país más endeudado del continente, las cuentas no cierran y los dólares no alcanzan. Por eso propusieron la suspensión temporal de su deuda externa y una importante reestructuración sobre todo de los intereses. Con una obligación financiera que representa el 89,4% de su PIB, según datos del 2019 del Ministerio de Finanzas del país, el ministro de Economía así lo expresaba hace unos días: “Hoy la Argentina no puede pagar nada”.
Según datos de la Comisión Económica para América Latina, en promedio, la deuda en la región está en torno a un 43% de su Producto Interior Bruto
Según datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en promedio, la deuda en la región está en torno a un 43% de su Producto Interior Bruto. Aunque la cifra no es alta si se compara con la de muchos de los países desarrollados, supone un grave problema para las economías periféricas, débiles y dependientes de cómo viene la mano en los ciclos financieros globales. Hoy, en plena crisis del coronavirus, el endeudamiento soberano empeoraría las condiciones de la población, especialmente vulnerable por la informalidad del trabajo, la reducción de los “Estados de bienestar” y la desigualdad.
Una deuda de largo recorrido
Corrían los años veinte del siglo XIX, cuando, en pleno proceso de independencia contra España y Portugal, los países de América Latina tomaron su primer préstamo. Les sirvió entre otras cosas para derrotar a las potencias colonizadoras que llevaban más de tres siglos en sus territorios.
Según el especialista en Historia Económica de América Latina, Carlos Marichal, la emancipación fue el principio del endeudamiento que sigue hasta nuestros días. Sería la banca de Londres, por aquel entonces el principal centro financiero, quien financiaría esa petición. Pasarían algo más de un siglo, dos guerras mundiales y la reordenación del mundo hasta que naciera el Fondo Monetario Internacional, que se convertiría en uno de los principales acreedores de la región hasta hoy.
El endeudamiento iba y venía hasta que en los años 70, los países latinoamericanos, la mayoría dictaduras, pidieron préstamos como nunca se había visto. La fiesta financiera llevó a la “década perdida de América Latina” de los años 80, donde la deuda alcanzó el peor límite de su historia y los organismos multilaterales financieros comenzaron a imponer las políticas de ajuste estructural, marcadas por el llamado Consenso de Washington: recorte del gasto público, privatización de empresas públicas, aligeramiento de las condiciones a la entrada de inversión extranjera directa y desregulación de los mercados laborales internos, entre otras. Este cúmulo de deuda y neoliberalismo sigue pesando en las mochilas económicas de los países y marcando, en cierto modo, el ritmo político y la vida de sus gentes.
Economías imposibles post- covid 19
Hace un año el informe anual de la CEPAL ya preveía una desaceleración generalizada en la región y en el mundo para 2020. La pandemia agravó este análisis y los pronósticos no son esperanzadores.
En “sólo tres meses se perderán 195 millones de empleos”, calcula la Organización Internacional del Trabajo. A esto se suma una contracción de la economía de más de cinco puntos porcentuales para el continente que acabará dejando a casi un 35% de la población en situación de pobreza.
La crisis del coronavirus pone en jaque a las economías latinoamericanas sobre todo por su fuerte dependencia con el sistema global en materia de exportación, especialmente con China y Estados Unidos, según explica Alfredo Serrano, economista y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG). “Además son economías muy financierizadas donde el peso de la deuda es importante”, añade.
En cuanto a los derechos sociales, los Estados son poco capaces de garantizar las necesidades básicas de la población y hacer frente a esta situación de emergencia sanitaria, “son Estados de bienestar en miniatura”, sobre todo aquellos en los que se aplicaron programas neoliberales recientemente.
Según varios analistas consultados, otro de los factores clave es la dependencia de las “economías emergentes” con los ciclos financieros internacionales. Cuando los tiempos no son favorables, los países periféricos se resienten. Los fondos de inversión salen de las economías de mayor riesgo, en las que previamente habían invertido por su potencial y capacidad productiva y apuestan en valores más seguros. En ese caso el dólar sube y la moneda nacional se deprecia aún más, lo que genera inflación y depreciación, que se traduce en empobrecimiento.
El endeudamiento masivo del cotidiano
¿Tienen algo que ver las deudas públicas que toman los Estados con las deudas de los hogares? ¿La pobreza y las políticas de ajuste producen endeudamiento social?
Para las investigadoras e integrantes del movimiento feminista argentino Ni una Menos, Verónica Gago y Lucía Cavallero, hoy en día, es imposible no conectar el endeudamiento que toman los Estados con el de la vida cotidiana, que además afecta de manera diferente a determinados cuerpos y territorios. “No es lo mismo el endeudamiento de un estudiante norteamericano que el endeudamiento de una desempleada en Argentina”.
Según las autoras, el empobrecimiento que se generalizó en estos últimos tiempos en algunos países de América Latina provocó un endeudamiento masivo de las personas. Es el caso de Argentina, donde la nueva deuda soberana contraída en 2018 junto a las políticas de ajuste dejaron a casi un 40% de la población en situación de pobreza, provocando que miles de personas se endeudaran. “En el último tiempo vimos que, aunque la gente tuviera trabajo, el salario no le alcanzaba para la reproducción de la vida y tenía que acudir a préstamos”, explican a Ctxt. Pero, al contrario que en otros momentos históricos de crisis y pobreza, el malestar no se transformaba en protestas. Según su investigación, el endeudamiento generalizado “amortiza la crisis”, las deudas son un modo de gestión donde nada explota pero todo implosiona en los cuerpos y hacia dentro de los hogares.
“Aunque la población viviera situaciones de necesidad esto no explotaba en las calles en forma de reclamos colectivos como en el 2001”, afirman. Ellas lo asocian al modo en que operan las finanzas, “la deuda es una gran maquinaria de obediencia porque promete la solución del problema a futuro y hace que cada quien afronte de manera individual el aumento de tarifas y deba ocupar su tiempo en trabajar cada vez más para ganar menos dinero”.
En este sentido, las mujeres y las personas disidentes sexuales, ya de por sí con peores condiciones laborales y dedicadas también a trabajos no remunerados, como el cuidado de niños y ancianos o la limpieza del hogar, se llevan la peor parte. “Normalmente, los mandatos de género hacen que las mujeres sean las que sostengan la economía doméstica en tiempos de crisis y esto muchas veces les lleva a mantener situaciones de violencia. Es el caso de mujeres que, por este endeudamiento, no pueden romper los lazos con su pareja”, advierten las autoras. También, muchas veces, esta situación de precariedad y deuda les produce problemas de salud, agotamiento, ansiedad y empeora las relaciones personales con su familia y su entorno.
Las deudas en emergencia
Hace un año Ecuador se levantaba contra el paquete de ajustes que el FMI pedía a cambio del dinero prestado. En Argentina, en las calles se protestaba por las políticas de ajuste, que se tradujeron en un fuerte encarecimiento de la vida. La macroeconomía y las economías domésticas se resienten cada vez más y las deudas parecen no ser un buen aliado para gestionar la crisis.
El coronavirus pone en jaque a las economías latinoamericanas sobre todo por su fuerte dependencia con el sistema global en materia de exportación, especialmente con China y EE.UU.
Ahora, en medio de una pandemia y una recesión severa generalizada, para aliviar la situación, los gobiernos se verán en la tesitura de valorar dos opciones. El impago de la deuda sería una posibilidad a tener en cuenta, pero según los analistas, las decisiones unilaterales en vez de beneficiar a los países deudores tienden a perjudicarles. Otra camino sería que los bancos centrales de cada país, con capacidad suficiente para imprimir billetes, paguen la deuda, pero esto generaría inflación y una fuerte depreciación de las monedas nacionales. Así pues parece que, en este momento, las reglas de juego solo dejan abierto un camino sin castigo, el de la negociación con los acreedores.
En este sentido, el experto Independiente en Deuda Externa y Derechos humanos de la ONU, Juan Pablo Bohoslavsky, apunta a la necesidad de cambiar los planes de endeudamiento para permitir “la sustentabilidad financiera social y sanitaria”. Parecido se manifestó la directora de la CEPAL, Alicia Bárcena, “los líderes del G-20 deben apoyar a que las organizaciones multilaterales alivien de la deuda a los países altamente endeudados, aplazándola o condonándola” e invitó a la cooperación y solidaridad internacionales.
Algunos avisan incluso de que no hacer reestructuraciones profundas no beneficiaría ni a los tenedores ni a los países deudores, porque si se agravan los problemas económicos y la deuda sigue pesando, sería difícil devolver el préstamo. La línea de la “sustentabilidad” parece ser la del FMI y el Banco Mundial, aunque aún no definieron exactamente en qué consistirá esta “ayuda extraordinaria”, ni cómo gestionarán los préstamos en América Latina.
Alfredo Serrano, director del CELAG, mira con recelo los anuncios de los organismos multilaterales y dice que en lo concreto, en América Latina, no se estaría aliviando la situación financiera de los países sino produciendo nuevos endeudamientos, como en Ecuador, Colombia, Paraguay y Bolivia que hace unas semanas cerraban acuerdos con el FMI. Ante la ausencia de medidas para la región, el CELAG propuso a la ONU y a los organismos multilaterales la condonación de la deuda latinoamericana, petición a la que se sumaron exmandatarios progresistas, políticos y personalidades públicas como Rafael Correa, Evo Morales, Dilma Rousseff, Fernando Lugo, José Luis Rodríguez Zapatero o Ernesto Samper.
Según el Centro, la condonación es una “solución pragmática” y sería un mecanismo de financiación directa. Al no pagar la deuda externa los gobiernos pueden comprar insumos sanitarios para afrontar la crisis. “En situaciones excepcionales, no podemos exigir a los países que hagan políticas efectivas en materia de salud pública para afrontar la actual pandemia y, al mismo tiempo, pretender que sigan cumpliendo con los niveles actuales de endeudamiento externo”, continúa Alfredo Serrano.
El perdón de la deuda no es algo novedoso, recuerda Serrano. Se rastrean precedentes en la historia después de guerras o crisis severas. El ejemplo clásico es la condonación de la deuda alemana después de la Segunda Guerra Mundial. Pero no sólo, en el 2005 el G8, mediante la Iniciativa Multilateral de Alivio de la Deuda, condonó la deuda de 18 países y a raíz de la crisis del 2008 hubo importantes reestructuraciones.
Hace un par de semanas, los dos principales organismos financieros multilaterales, el FMI y el Banco Mundial, pedían al G20 una suspensión temporal de la deuda de los países más pobres para que pudiesen enfrentar la pandemia. La propuesta de “alivio”, secundada por este grupo de países industrializados y...
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