Perfil
El emperador de las chuletas
La historia del brote de covid-19 del matadero alemán no se entiende sin la figura de su propietario, Clemens Tönnies, un personaje rodeado de trifulcas familiares, amistades peligrosas, evasión de impuestos y negocios en el mundo del fútbol
Mar Calpena 24/06/2020
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1.500 positivos y 640.000 personas aisladas en el distrito de Gütersloh es, de momento, el balance del brote detectado en un matadero de Rheda-Wiedenbrück, en Alemania, uno de los mayores de Europa, junto al de Binéfar (Huesca). En él se sacrifican cada día más de 30.000 cerdos. Y eso solo si hablamos de sacrificios literales, porque la vida de los 7.000 empleados que allí trabajan no es otra cosa que sacrificada.
Dice el tópico que los alemanes son grandes comedores de carne; y hasta cierto punto es verdad. Hoy en día siguen consumiendo casi 88 kilos de carne al año, lo que sí, es mucho, pero se queda por detrás de los cien que consumimos de media en España. El país de las salchichas ya no consume tantas como antaño, y ahora su producción –que lo sitúa tercero en el ranking de productores, después de China y Estados Unidos– se dedica cada vez más a la exportación. El brote de covid de Tönnies no es el primero ni el único en este tipo de instalaciones. La industria agroalimentaria está en el punto de mira pues las condiciones de trabajo, incluso en circunstancias normales, son muy duras, y nada tienen que ver con la imagen romántica de la ganadería o la agricultura tradicionales. En España, como en Alemania, los rebrotes se están cebando sobre temporeros del campo y precarios que trabajan en los mataderos. Sin embargo, la historia de Tönnies es bastante ilustrativa de un tiempo y una realidad concretos, la de esa Alemania de los milagros, cuyo motor tecnológico e industrial depende de la debilidad de unos trabajadores mal pagados, en condiciones de semiesclavitud. Es, en cierta forma, la historia del milagro industrial de la RFA en la posguerra, con los emigrantes españoles y luego con los turcos, cuyas vidas retrató Günter Wallraff; la del despegue del país después de la draconiana absorción empresarial que fue la reunificación; y la del gigante económico ante la crisis del 2008. Todas ellas las ha vivido y surfeado Clemens Tönnies, actual presidente de la empresa que lleva su apellido, y que fundó su difunto hermano Bernd, en 1971. A Clemens, al que haría socio en 1982, le cedió un 40% de las acciones. Cuando Clemens se incorporó a la empresa, esta tenía veinte empleados. En tres años, habían triplicado la plantilla.
Clemens se ha convertido en la fortuna número 104 de Alemania. Puede parecer poco, pero hablamos de uno de los países más ricos del mundo
Los Tönnies eran hijos de un modesto carnicero que sacrificaba siete cerdos a la semana. Supieron ver que el futuro estaba en salir del pequeño negocio familiar y escalar su producción para proveer de carne barata, despiezada y empaquetada, a un mundo en el que las crecientes clases medias aspiraban a ponerla cada día en su mesa. Mano a mano la levantaron hasta que Bernd murió en 1994 por las complicaciones de un trasplante de riñón, y Clemens asumió el mando. Ahora, su sobrino Robert, hijo de Bernd, le ha pedido en una carta abierta que dimita. La guerra entre Robert y Clemens, en principio, no tiene mucho de particular. Las trifulcas familiares son habituales en las empresas alemanas; solo hace falta recordar las célebres divisiones entre los hermanos Dassler, de Adidas y Puma, o los Albrecht, propietarios de las dos empresas que conforman y operan separadamente Aldi, la cadena de supermercados. Pese a ellas, Clemens se ha convertido en la fortuna número 104 de Alemania. Puede parecer poco, pero hablamos de uno de los países más ricos del mundo. Y aunque la propia empresa afirma en su web que es “de tamaño medio”, lo cierto es que, en su pueblo, a los hermanos Tönnies los conocían como “los emperadores de las chuletas”. Como a un buen divo, ahora a Clemens su entorno lo llama por sus iniciales: CT.
Sin embargo, él siempre fue “el hermano pequeño”, según admitía en una entrevista. Bernd legó a cada uno de sus hijos un 30% de las acciones de la Tönnies, de las que no iban a poder disponer hasta su treinta cumpleaños, y siempre que se hubieran formado como carniceros. Poco antes de esa fecha, ambos renunciaron a un cinco por ciento en favor de su tío, en señal de compromiso con la empresa. Pero poco después, su sobrino Clemens jr se retiró de la empresa por motivos de salud y vendió su 25% a Robert. Comenzaba la guerra entre ambas generaciones. Robert ha llegado a denunciar a su tío “por ingratitud” para tratar de recuperar el 5% que le cedió (Clemens hace años que no invita a Robert por Navidad, y lo ha ido dejando fuera de todas las decisiones importantes, como la expansión a China). También ha intentado impugnar el voto de calidad de Clemens, aunque de momento los jueces no le han dado la razón. El tira y afloja es constante y complejo, y las acusaciones cruzadas entre ambos bastante graves. Aunque ha habido intentos de encontrar una mediación, tío y sobrino han llegado a discutir a gritos delante de un juez. La Tönnies tiene 16.500 empleados y facturan anualmente 6.650 millones de euros. Está presente en España, con un matadero en La Mata de los Olmos, en Teruel, que no ha registrado por ahora ningún caso de covid.
Bernd Tönnies tenía otra pasión, además del negocio, y era el fútbol. A su muerte, era presidente del Schalke 04, y en el hospital le hizo jurar a su hermano que seguiría en la directiva, un encargo que a Clemens, en principio más interesado en la caza –es aficionado a los safaris pero también a la caza menor– no debió atraerle, aunque poco a poco entendió que la tribuna de uno de los clubs más importantes de Alemania era un muy buen lugar para hacer negocios. Fue el artífice del patrocinio de Gazprom, por mediación de Gerhard Schröder, que hizo que el club luciera publicidad de la compañía estatal de gas rusa, y le dio la oportunidad a CT de alardear de su amistad con Putin. Tras la invasión de Crimea, en 2014, los aficionados criticaron esta alianza, pero el acuerdo fue renovado hasta 2022. No por casualidad, uno de los principales mercados para la carne de Tönnies es Rusia. No ha sido la única vez que Tönnies se ha puesto en contra a los socios. En 2019 tuvo que dejar temporalmente su cargo por comentarios racistas. En una reunión con 1.500 personas en Paderborn dijo, ahí es nada, que en vez de subir los impuestos para luchar contra el cambio climático lo que había que hacer era construir veinte centrales eléctricas en África “para que los africanos dejaran de cortar árboles y no se pusieran a fabricar bebés al caer la noche”. El comité ético de la liga alemana determinó que los comentarios eran racistas pero que Tönnies no lo era, y todo se saldó con un retiro de tres meses.
No es el único motivo por el que Clemens Tönnies se ha visto cuestionado; en 2016 algunas filiales de Tönnies fueron multadas por pactar precios, aunque la casa madre se libró mediante una triquiñuela legal (que obligaría al gobierno a cambiar algunas leyes). Su nombre también aparece en el escándalo del reparto de dividendos ilegales Cum-Ex, y ha sido investigado por evasión de impuestos. Con estos antecedentes, no sorprenden las noticias de las denigrantes condiciones de vida de los operarios que trabajan en la planta de Rheda-Wiedenbrück. Polacos, rumanos, húngaros y macedonios, a menudos subcontratados a empresas pantalla, viven hacinados en infraviviendas en las cercanías del matadero. La empresa llegó a insinuar que eran los responsables del nuevo brote, una tesis que, en primera instancia, hizo suya el primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, y por lo que la oposición le ha exigido una disculpa. Asociaciones y sindicatos ya habían denunciado estas condiciones, así como la falta de equipos de protección de la planta. Por primera vez, parece que las cosas se le están volviendo en contra a CT. Quizás le ha llegado su San Martín.
1.500 positivos y 640.000 personas aisladas en el distrito de Gütersloh es, de momento, el balance del brote detectado en un matadero de Rheda-Wiedenbrück, en Alemania, uno de los mayores de Europa, junto al de Binéfar (Huesca). En él se sacrifican cada día más de 30.000 cerdos. Y eso solo si hablamos de...
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Mar Calpena
Mar Calpena (Barcelona, 1973) es periodista, pero ha sido también traductora, escritora fantasma, editora de tebeos, quiromasajista y profesora de coctelería, lo cual se explica por la dispersión de sus intereses y por la precariedad del mercado laboral. CTXT.es y CTXT.cat son su campamento base, aunque es posible encontrarla en radios, teles y prensa hablando de gastronomía y/o política, aunque raramente al mismo tiempo.
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