1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

Brasil

¿Está bien desearle la muerte a Jair Bolsonaro?

Yo espero que viva, pero también que caiga, y rápido. Que no lo derrote un virus, sino lo que aún quede del sistema inmunológico de la democracia brasileña. Que no se demore, porque cada día se cuenta en miles de cadáveres

Bruno Bimbi 10/07/2020

<p>Jair Bolsonaro participa por videoconferencia en la cumbre de Mercosur.</p>

Jair Bolsonaro participa por videoconferencia en la cumbre de Mercosur.

Marcos Correa (Palacio de Planalto)

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

El coronavirus tiene Bolsonaro, o al menos eso dice. Bolsonaro, no el coronavirus. Pero el psicópata miente todo el tiempo, sin descanso, sobre absolutamente todo, así que quién sabe. En cualquier país, si el presidente anuncia una noticia tan grave, a nadie se le ocurriría pensar que la inventó pero, tratándose de esa dimensión paralela llamada Brasil, fue lo primero que pensamos todos. En marzo, cuando volvió de un viaje a Estados Unidos y más de veinte personas de su comitiva dieron positivo, el presidente dijo que se había hecho el test y estaba sano, pero se negó a mostrar los resultados. Cuando la justicia lo obligó, entregó unos análisis hechos a nombre de otras personas. Dijo que, por una cuestión de seguridad, no había usado el suyo, y a medio país le quedó la duda.

No era para menos. Mientras podía estar infectado, había participado de actos callejeros a favor de un golpe militar en los que tocó a cientos de personas, como si nada, mientras a su alrededor flameaban banderas de grupos neonazis y carteles pidiendo una nueva dictadura. Por eso, tal vez quisiera ocultar pruebas de una irresponsabilidad que tal vez haya causado uno de los primeros brotes de la pandemia en el país, entonces con menos de cien muertos. Ahora son 70.000, según los poco creíbles datos oficiales.

Mentir, para el presidente brasileño, es como respirar para el resto de nosotros. Sin sus mentiras y las de su examigo Sérgio Moro, no tendría carrera política, ni sería presidente, ni podría desgobernar como lo hace. Todo el sistema de poder que construyó está basado en el engaño, la farsa, la fake news repetida mil veces, la negación de los hechos, de la ciencia, de la historia. Bolsonaro miente, miente, miente, como enseñaba Joseph Goebbels, a quien su exsecretario de Cultura Roberto Alvim le plagió un discurso. Miente como método, como política de Estado, como juego, como forma de vida.

Bolsonaro contó que el sábado ya tenía fiebre, pero no dejó de viajar, de andar por ahí sin máscara y dándole la mano a cientos de personas

Bolsonaro dijo este 7 de julio que el coronavirus estaba infectado de él y se sacó la máscara frente a los periodistas. Antes, había dicho que usarla era “cosa de maricones”. ¿Deberían los colegas que lo entrevistaron temer que el psicópata los haya contagiado? ¿O deberían tomarlo como parte del circo, confiados en que su infección sea más falsa que la honestidad del juez que encarceló a Lula y después fue ministro? El sindicato de periodistas, por las dudas, pidió que no los manden más al Palacio de la Alvorada. Algunos diarios ya habían suspendido su cobertura en el lugar, cansados de las agresiones e insultos que sufrían diariamente sus reporteros.

Bolsonaro contó que el sábado ya tenía fiebre, pero no canceló su agenda, ni dejó de viajar, de andar por ahí sin máscara y dándole la mano a cientos de personas cuando ya sabía, según él mismo, que podía estar infectado. Ese mismo día, supuestamente con fiebre, estuvo en Santa Catarina, reunió a sus fans en la calle, hizo selfies, provocó aglomeraciones, se encontró con la vicegobernadora y violó todas las normas de distanciamiento social que deben cumplir quienes no están infectados. Si creía que podía estarlo, debería haberse aislado de forma preventiva, pero el presidente brasileño es un niño malcriado que hace lo que quiere y después se justifica con insultos y mentiras.

Dijo Bolsonaro que no le preocupaba contagiar a nadie porque está tomando hidroxicloroquina desde los primeros síntomas. Lo dijo como si su píldora mágica evitara que una persona infectada contagie a otras, otra más de sus declaraciones irresponsables, que llevan a muchos brasileños a arriesgar su vida. Dijo, también, que la droga ya había empezado a hacerle efecto y se sentía bien. Un efecto que los estudios científicos han comprobado que no tiene. Es decir, otra mentira. Grabó un video tomando un comprimido blanco con un vaso de agua, en su papel de “garoto-propaganda” del falso remedio. Aunque quién sabe, igual lo que tomó era un antigripal –para la gripecita.

Bolsonaro dice que el coronavirus está enfermo de él y es lógico temer que sea otra de sus mentiras. Que, en unos días, reaparezca milagrosamente curado gracias a la hidroxicloroquina y la protección de Jesucristo, interpretando el papel de “mito” que aman los fanáticos de su secta, mezcla de macho alfa y falso mesías resucitado. Mientras tanto, conseguiría posar un rato de víctima y desviar la atención de la prisión de Fabrício Queiroz –nexo de su familia con las bandas de asesinos de la zona oeste de Río de Janeiro–, la declaración de su hijo Flávio ante la fiscalía por corrupción, la causa judicial de las fake news, la citación de la Policía Federal para que él mismo declare, los encarcelamientos de varios miembros de su banda por diferentes crímenes, el récord de muertes por la pandemia, los escándalos de sus tres ministros de Educación del último mes –el que escapó del país con pasaporte diplomático para no ir preso, el que renunció antes de asumir porque sus títulos universitarios eran falsos y el que terminó vetado por el astrólogo presidencial por no ser lo suficientemente lunático– y su ministerio vacío de Salud, sin ministro hace casi dos meses en plena pandemia. Mejor hablemos de que me contagié pero me curé porque soy un atleta y no hay virus que pueda conmigo. Aunque los videos del atleta Bolsonaro tratando de hacer flexiones sean muy graciosos.

En poco más de un año y medio de desgobierno, Bolsonaro mató más gente que varias dictaduras que duraron décadas

Pero, además de dudar de sus palabras, como pasó a ser lógico en un país gobernado por un mentiroso patológico y sinvergüenza, muchos brasileños se cuestionan si, en caso de que su infección sea real, es correcto desear que Bolsonaro se muera de una vez y deje de hacer tanto daño, de matar a tanta gente. En marzo, escribí para CTXT que este psicópata podría llevar a miles de brasileños a la muerte y había que sacarlo del poder para salvar vidas. Con apenas 77 fallecidos, muchos pueden haber creído que entonces exageraba, pero ahora esa cifra, con tres ceros agregados, se queda corta: los números reales ya deben superar los cien mil muertos. En poco más de un año y medio de desgobierno, Bolsonaro mató más gente que varias dictaduras que duraron décadas.

Desde que aparecieron los primeros casos de covid-19 en Brasil, su presidente ha dedicado todas sus energías, día y noche, a tratar de que mueran más y más personas. Está claro que lo hace a propósito, porque esas muertes forman parte de su programa de gobierno. Boicoteó todas las medidas tomadas por el Congreso, los gobernadores y los alcaldes para combatir la pandemia. Negó en cada declaración pública la gravedad de la situación y usó su aparato de propaganda ilegal para convencer a una parte de los brasileños de que el coronavirus no existe; que es un invento comunista, una conspiración china, de Soros, de Bill Gates, o bien que existe pero no es tan peligroso “como dicen los medios manejados por los comunistas”. Se opuso a la cuarentena y a todas las medidas de distanciamiento social. Dio ‘ejemplo’ saliendo cada día a la calle, saludando y abrazando gente sin máscara, mientras promovía peligrosas manifestaciones callejeras, amagaba con un golpe de Estado, atacaba a los gobernadores, intimidaba a la prensa y, a través de la boca sin control de esfínteres de su exministro de Educación, amenazaba a los jueces del Tribunal Supremo Tribunal con mandarlos a la cárcel. Dijo que quedarse en casa era de cobardes, que usar máscara era de maricones, y defendió la reapertura del comercio, las iglesias y hasta el fútbol con público en los estadios. Tomó medidas irresponsables que la justicia tuvo que revocar. Hizo propaganda de la cloroquina cuando el resto del mundo ya sabía que no sirve para nada, prometiendo una cura milagrosa que no existe. Se burló de los muertos y atacó a todos los que trataron de salvar vidas. Su última medida criminal, días atrás, fue vetar una ley que establecía el uso obligatorio de máscaras en las mismas condiciones adoptadas por la mayoría de los países.

Jair Bolsonaro fue aquel diputado que dijo sobre la expresidenta Dilma Rousseff que ojalá muriera 'de cáncer o infartada'

Frente a todo eso, ¿es legítimo desear que la muerte saque a este psicópata del poder, ya que las instituciones democráticas han sido incapaces de hacerlo? ¿Es legítimo, en una situación tan inédita, tan aterradora como la que vive este país con 210 millones de habitantes amenazados, decir que las decenas de miles de vidas que podrían salvarse valen más que el dolor de sus allegados si el genocida deja de respirar?

Luego del anuncio presidencial del martes, el diario Folha de São Paulo, uno de los más importantes del país, publicó una respuesta de su columnista Hélio Schwartsman a esas preguntas, que tantos compatriotas se hacen a estas horas: “Jair Bolsonaro está con covid19. Deseo que el cuadro se agrave y muera. Nada personal”. Defendiendo una ética “consecuencialista”, la columna plantea que la muerte de Jair Bolsonaro significaría que Brasil ya no tenga un gobernante que minimiza la pandemia y sabotea las medidas para combatirla, lo que salvaría muchas vidas en el país. Afirma, también, que el fallecimiento por covid-19 del más destacado líder mundial que niega la gravedad de la pandemia sería un cautionary tale de alcance global que haría más difícil que otros gobernantes irresponsables imiten sus discursos y actitudes, salvando vidas en todo el mundo, no sólo en Brasil. “Bolsonaro prestaría, muerto, el servicio que fue incapaz de ofrecer en vida”, concluye Schwartsman.

Hablo a diario con políticos y periodistas brasileños y sé que muchos piensan igual, aunque no se animen a decirlo en público. Tras la publicación de la columna, el ministro de Justicia, André Mendonça, amenazó a Hélio con llevarlo a la cárcel usando la Ley de Seguridad Nacional de la última dictadura militar, como en la Venezuela de la que tanto hablan y a la que tanto se parecen. Pero, más allá de las amenazas del régimen contra la libertad de prensa –semanas atrás, usando la misma ley, amenazaron con encarcelar a un humorista gráfico por un dibujo que molestó al psicópata–, lo cierto es que el columnista de Folha dejó en evidencia la profundidad del pozo de mierda en el que el fascismo ha hundido a este país que alguna vez fue un modelo a seguir para las democracias de la región, cuando Lula le ganaba la guerra al hambre y era admirado en el mundo. La situación es tan desesperante, absurda e insólita que el presidente dice que está enfermo y no solo no le creen, sino que uno de los diarios más tradicionales del país publica una columna en la que, con argumentos serios, le desea la muerte.

Que Bolsonaro dejara de respirar salvaría miles, tal vez decenas de miles de vidas en los próximos meses

Para analizar lo escrito por Schwartsman, limpiemos primero el terreno de indignaciones hipócritas o desmemoriadas. Jair Bolsonaro, antes de llegar al poder, fue aquel diputado que dijo sobre la expresidenta Dilma Rousseff que ojalá muriera “de cáncer o infartada”. Lo del cáncer no era broma: Dilma había tenido uno. En la sesión del Congreso que la destituyó a través de un golpe parlamentario, dedicó su voto “a la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el terror de Dilma Rousseff”, homenajeando a la bestia que la torturó cuando era una adolescente y presa política de la dictadura. Décadas atrás, Bolsonaro dijo que le gustaría ejecutar al también expresidente Fernando Henrique Cardoso y, en la campaña presidencial de 2018, amenazó repetidas veces con “fusilar” a dirigentes y militantes del PT si llegaba al gobierno. En la puerta de su despacho del Congreso, tenía un cartel que decía que los familiares de desaparecidos eran como perros, porque buscan huesos. En televisión, dijo que tener un hijo gay “es por falta de golpes” y que preferiría que su hijo muera en un accidente a enterarse de que es homosexual. Dijo que para salvar a Brasil había que matar a 30.000 personas, haciendo “el trabajo” que la dictadura no hizo. Dijo sobre la muerte del periodista Vladimir Herzog, asesinado por los militares, que “suicidios acontecen”. Y así podría recordar decenas de ejemplos de Bolsonaro deseándole la muerte a sus adversarios, amenazando él mismo con matarlos o riéndose del luto de sus familias. Llegó a burlarse de la muerte del nieto de Lula, de apenas siete años. Ahora, durante la pandemia, fue del “No soy sepulturero” al “¿Y qué?” mientras el país se llenaba de cadáveres.

Ese hombre perverso y desalmado, cuyas ideas y pulsiones son herederas del viejo nazismo de su admirado Adolf Hitler y de las mesas de tortura de las dictaduras latinoamericanas, es hoy presidente del país que se ha transformado en epicentro mundial de la pandemia gracias a sus políticas de muerte. Cada día que Bolsonaro continúa siendo presidente, más de mil seres humanos terminan en un cajón por su culpa. Que Bolsonaro dejara de respirar salvaría miles, tal vez decenas de miles de vidas en los próximos meses y eso me parece lo más importante en este momento. Schwartsman tiene razón en lo que dijo y no me da miedo escribirlo. Si su infección por covid-19 y sus pastillas de hidroxicloroquina no son otra mentira y realmente está enfermo y lo suficientemente loco como para tratarse con un falso remedio, no estaría mal que Bolsonaro se muera. Yo lo celebraría, porque el mundo sería un lugar mejor sin su asquerosa presencia.

Sin embargo, si pudiera elegir, prefiero otro fin para esta pesadilla. Porque la muerte de Bolsonaro también serviría a sus hijos y a la banda de lunáticos y asesinos que los rodean para transformarlo en un mártir y construir una narrativa conspiranoica por la que no me sorprendería que, en algunas semanas, estemos discutiendo si es verdad que al presidente brasileño lo infectó un agente del “comunismo” mandado por Lula y financiado por los chinos con la complicidad del diario O Globo. La locura continuaría.

Por eso, yo espero que viva, pero también que caiga, y que sea rápido. Que no lo derrote un virus, sino lo que aún quede del sistema inmunológico de la democracia brasileña. Que no se demore, porque cada día se cuenta en miles de cadáveres.

Espero que lo saquen del poder con la mayor urgencia, recurriendo a los dispositivos que la constitución prevé para estos casos, y que viva lo suficiente para ser juzgado por el Tribunal Penal Internacional por sus crímenes contra la humanidad. Espero que pase las próximas décadas en la cárcel, así como sus cómplices, y que envejezca viendo cómo todo el daño que hizo en tan poco tiempo sale a la luz para que las próximas generaciones lo recuerden, como al nazismo y al fascismo del siglo XX, para que nunca más permitamos que esto vuelva a suceder.

El coronavirus tiene Bolsonaro, o al menos eso dice. Bolsonaro, no el coronavirus. Pero el psicópata miente todo el tiempo, sin descanso, sobre absolutamente todo, así que quién sabe. En cualquier país, si el presidente anuncia una noticia tan grave, a nadie se le ocurriría pensar que la inventó pero, tratándose...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Bruno Bimbi

Periodista, narrador y doctor en Estudios del Lenguaje (PUC-Rio). Vivió durante diez años en Brasil, donde fue corresponsal para la televisión argentina. Ha escrito los libros ‘Matrimonio igualitario’ y ‘El fin del armario’.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí