1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

Polarización política

Un cuento para Pablo Casado

La historia de un país crispado y lleno de bulos, cloacas y discursos de odio, en el que la foto de Colón fue demasiado lejos. Cualquier parecido con la realidad no es ninguna coincidencia

Bruno Bimbi 23/07/2020

<p>Pablo Casado pregunta a Pedro Sánchez, durante la sesión de control del pasado 22 de abril.</p>

Pablo Casado pregunta a Pedro Sánchez, durante la sesión de control del pasado 22 de abril.

Congreso de los diputados

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Había una vez un país que, tras una sangrienta dictadura que duró más de lo previsto, al fin conquistó la democracia. No hubo una revolución, sino un fin de ciclo que obligó a una negociación, como otras veces en su historia. Hubo un gobierno de transición que no surgió del voto popular, sino de una elección indirecta aún tutelada por el régimen de facto, pero con el primer presidente civil volvieron las libertades y las urnas. Se eligió un nuevo Congreso y, gracias a un acuerdo entre las principales fuerzas políticas, se redactó una nueva constitución que –más allá de sus muchos defectos– ponía un punto final a los golpes de Estado, rediseñaba las instituciones y planteaba una ambiciosa agenda de garantía de derechos civiles, políticos, económicos y sociales.

La cultura autoritaria, sin embargo, no se había ido. A diferencia de otros países, aquí no hubo justicia para los perseguidos, encarcelados, torturados y asesinados por la dictadura. No hubo transparencia sobre sus crímenes, que no fueron sometidos al escrutinio público ni al juicio de los tribunales. No hubo una reflexión colectiva auspiciada por las instituciones democráticas que permitiera condenarlos, jurídica y socialmente. Sin su Núremberg y libres, muchos de los responsables del horror continuaban integrados a la política institucional. Su gente tampoco fue apartada de las fuerzas armadas y de seguridad, ni de los servicios de inteligencia, y allí seguían operando en silencio. Un conocido torturador, símbolo de los sótanos donde se decidía la vida y la muerte, mantuvo su salario público, envejeció y falleció sin haber pisado la cárcel. Las ideas que habían sostenido tantos años de represión y oscurantismo continuaban vivas y podían, inclusive, decirse en voz alta y sin vergüenza, como si fueran, encima, patrióticas. El borrón y cuenta nueva de la transición había dejado heridas abiertas y silencios.

Con la primera elección general que renovó todos los cargos, inclusive la presidencia, nació un sistema político que, sin grandes cambios, sobreviviría por décadas. Lo lideraban dos grandes partidos y la formación de gobiernos era siempre una disputa entre ellos, a veces con alianzas que incluían a otros grupos menores, más ideológicos, o que representaban intereses territoriales, corporativos o electorados de nicho. Algo más de un tercio de la población votaba al bloque de derechas (con un programa de conservadurismo social y el liberalismo económico), otro tercio lo hacía por el de izquierdas (para ser más precisos, una socialdemocracia que a veces se corría un poco más a la izquierda, otras al centro) y quedaba en manos del tercio restante –y de los acuerdos con los grupos menores, más fluctuantes– inclinar la balanza.

Ningún gobierno se salía de ciertos márgenes y, por ello, serios problemas estructurales que la transición no había resuelto continuaron intocables, aunque las diferencias en la manera de gestionarlos eran muy importantes entre los bloques.

Hubo reformas neoliberales a mediados de los noventa, acompañadas de retrocesos en derechos civiles, y un giro a la izquierda en la década posterior, acompañado por nuevos derechos que abrían la puerta al siglo XXI. Durante los gobiernos de izquierdas, hubo una gran inclusión de sectores postergados, pero, más adelante, el impacto de la crisis económica internacional los convenció de aplicar recetas de austeridad que fracasaron y los distanciaron de su base social. Hubo, también, casos de corrupción y escándalos en gobiernos de distinto signo y crisis económicas y sociales seguidas de períodos de mayor prosperidad. Pero, en algún momento, algo se rompió.

Las sucesivas crisis habían dejado cada vez más descontentos y surgían nuevas fuerzas políticas y movimientos sociales dispuestos a representarlos. Los conflictos históricos que se habían escondido bajo la alfombra seguían ahí y cada temblor amenazaba con hacerlos explotar. También nacían grupos de extrema derecha –como los que ya había en otros países que parecían lejanos–, que trataban de canalizar las frustraciones de toda esa gente a la que el capitalismo iba dejando atrás, sin hablar de las verdaderas causas de sus problemas. Apuntaban con el dedo a otros excluidos como culpables de todo, sobre todo minorías estigmatizadas, como los inmigrantes pobres y la población LGTB, o movimientos reivindicativos como el feminismo, revisitando los clásicos del fascismo del siglo pasado adaptados a los temas de nuestra época. Muchos financiadores de estos grupos no esperaban que llegasen al poder, pero sí que hicieran mucho ruido y sirvieran a sus intereses mientras hablaban de otra cosa.

La política del odio comenzó a circular, al principio, como un fenómeno marginal. Como atacaba principalmente a minorías, fue subestimado por el resto, inclusive por sectores democráticos que deberían haber reaccionado ante las primeras señales. Vino acompañada de fanatismo religioso, discursos del viejo régimen reciclados, teorías conspirativas y mentiras que las nuevas tecnologías de la comunicación ayudaban a hacer “virales”, degradando el debate de ideas y las nociones básicas sobre los hechos. Las fake news podían usarse para atacar adversarios políticos y destruir sus reputaciones, para echar leña al fuego del prejuicio y el odio contra las minorías difamadas o inclusive para poner en cuestión el conocimiento científico o la historia.

Por otra parte, hubo un cambio en el comportamiento político de las elites. Períodos de mayor distribución habían sido tolerados cuando coincidían con ciclos de expansión económica, en los que todos ganaban –y los de siempre ganaban muchísimo más, inclusive con gobiernos de izquierda. Pero las sucesivas crisis internacionales achicaron los márgenes y los más privilegiados no estaban dispuestos a perder ni uno solo de sus privilegios. La alternancia democrática dejó de ser vista por esa gente como un mal necesario y pasó a significar un problema, como en los viejos tiempos.

Tras la victoria electoral de la izquierda en unas elecciones generales que se dieron en un período de muchos conflictos –y que, muy polarizados, acabaron uniendo a la izquierda más moderada con otra más radical, que quiso impedir el regreso al poder de la derecha–, el candidato derrotado, un típico hijo mimado de las oligarquías políticas conservadoras que se creía predestinado a ser presidente, no aceptó el resultado.

Su campaña, arrogante y agresiva, había roto los códigos, resucitando el macartismo en un formato vintage y conspiranoico, trayendo de regreso el lenguaje de la Guerra Fría, acusando a sus adversarios de ser enemigos del país, traidores a la patria, corruptos, terroristas, e incorporando algunas consignas de la nueva ultraderecha a la que pretendía atraer. El discurso era tan exagerado que, cuando abrieron las urnas, ya no podía presentar su derrota como la de un partido, sino como una catástrofe nacional, una derrota de la patria, con mayúsculas y enormes banderas, y de todos los ciudadanos honestos.

La confrontación con el adversario político había cambiado de códigos y los cuadros de la izquierda vistos como más “radicales” en sus propuestas de transformación social pasaron a ser atacados con una virulencia propia de otras épocas, que ya no buscaba apenas derrotarlos en las urnas, sino destruirlos, quebrarlos, destrozar su reputación y, si fuera posible, meterlos presos. No se atacaban sus ideas, sino a ellos mismos, presentándolos como enemigos públicos a los que había que erradicar.

El plato estaba servido. Primero, el candidato derrotado hizo todo lo posible por revertir el resultado electoral e impedir que quienes habían ganado pudieran formar su gobierno. Luego, cuando vio que no lo conseguía, redobló la apuesta. El nuevo gobierno apenas había elegido a sus ministros y la oposición ya pedía renuncias, de la presidencia para abajo. Que se vayan, decían a quienes recién habían llegado. Se inauguró un modelo de oposición que era oposición a absolutamente todo, inclusive a aquello que en cualquier democracia desarrollada sería objeto de negociación y acuerdos.

Cada medida del gobierno pasó a ser señalada por la oposición como un ataque enemigo, otro paso para el desmonte del país, para su destrucción física y simbólica, una agresión a la historia, a la nación, que solo podía ser una. Las protestas contra el gobierno usaban los símbolos patrios y los colores de la bandera, que fueron apropiados como si le fueran ajenos a la otra mitad del país –provocando, de hecho, que mucha gente que ama a su país dejara de usar su bandera, porque ya no era suya–, e incorporaban también viejos símbolos y consignas del antiguo régimen, como salidos del túnel del tiempo.

Para instalar un clima de crispación, odio e intolerancia, necesario para derrocar al gobierno como fuese posible, dentro o fuera de la constitución y la ley, aquel partido que había representado por décadas el lado derecho de un sistema político estable, previsible y democrático, decidió aliarse a la creciente extrema derecha. Se sacaron fotos con ellos, los invitaron a sus mítines, hicieron alianzas con algunos de sus candidatos y comenzaron a adoptar parte de su discurso en temas sobre los que antes jamás habrían querido parecerse a ellos. Pensaron que podrían usar a los extremistas para desestabilizar al gobierno de izquierdas, provocar odio, caos, enfrentamiento permanente, desconfianza; pero luego, cuando el gobierno cayera, podrían neutralizarlos y enviarlos de nuevo a las sombras. También recurrieron a sectores de las fuerzas de seguridad y del Poder Judicial que, por su propia agenda y por convergencia de intereses coyunturales, fueron habilitados para avanzar sobre las libertades individuales, usando las cloacas para atacar a políticos de izquierda e inclusive armando causas para llevarlos a la cárcel, como en las viejas épocas, pero con una apariencia de legalidad.

Discursos extremistas y odiosos que antes eran marginales pasaron a ser naturalizados, normalizados, invitados a los mítines de uno de los partidos mayoritarios, reproducidos por una parte de la prensa tradicional como si fueran normales, parte del debate político, meras “opiniones polémicas” sobre los inmigrantes, las mujeres, los negros, los gays, la violencia de género, los derechos humanos. De tanto mezclarse con los ultras, la derecha tradicional acabó confundiéndose con ellos, al punto que ya era difícil distinguirla, porque todos gritaban, odiaban, exageraban, insultaban, acusaban, ofendían, amenazaban.

En los debates del Congreso, en los estudios de televisión y en las páginas de ciertos diarios comenzó a hablarse de teorías conspirativas como la “ideología de género”, de mentiras de todo tipo sobre los inmigrantes, el feminismo y hasta de la amenaza de un “comunismo” imaginario. Cuando los temas de la extrema derecha, antes marginales, fueron ayudados a llegar al centro del debate público, también llegaron allí sus figuras, hasta que la derecha tradicional acabó convertida en una mala fotocopia de los ultras, que dejaron de ser marginales y pasaron a conducirla, hasta reducirla a la insignificancia y expulsarla de la foto a la que aquella los había invitado.

Un día, los líderes de la derecha tradicional, cuyo partido siempre había estado al frente de uno de los hemisferios del sistema político y había representado a casi la mitad del electorado, se dieron cuenta de que ya no lideraban nada y que su partido había dejado de ser relevante. Perdieron sus votos, sus banderas, su gente, hasta darse cuenta de que la extrema derecha ya no los necesitaba. Los temas que ocupaban el centro de la agenda ahora eran aquellos que años atrás solo agitaban los gritos de un pequeño grupo de locos al que nadie daba importancia. Esos locos, ahora, les habían sacado el plato y los cubiertos y se comían su almuerzo sin dejarles, ni siquiera, que se sentaran a la mesa.

Hablamos, por supuesto, de Brasil.

Había una vez un país que, tras una sangrienta dictadura que duró más de lo previsto, al fin conquistó la democracia. No hubo una revolución, sino un fin de ciclo que obligó a una negociación, como otras veces en su historia. Hubo un gobierno de transición que no surgió del voto popular, sino de una elección...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Bruno Bimbi

Periodista, narrador y doctor en Estudios del Lenguaje (PUC-Rio). Vivió durante diez años en Brasil, donde fue corresponsal para la televisión argentina. Ha escrito los libros ‘Matrimonio igualitario’ y ‘El fin del armario’.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí