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Desde junio la ciudad de Berlín ha ido recobrando lentamente su frenética vida cultural. Los museos, galerías y bares han podido abrir, aunque con restricciones, y la huérfana vida nocturna vuelve a latir en raves y fiestas clandestinas mientras los clubs permanecen cerrados ante un futuro incierto.
“Morgen ist die Frage” (‘Mañana es la pregunta’) son las palabras del artista tailandés Rirkrit Tiravanija que anuncian desde la fachada de Berghain la exposición que el emblemático club, gran catedral de la música electrónica, reabrirá a un público diferente del habitual a partir de este 9 de septiembre.
Los propietarios de Berghain, Michael Teufele y Norbert Thormann, han colaborado con los coleccionistas Christian y Karen Boros para crear Studio Berlin, una exposición solo con artistas contemporáneos locales que ocupará todas las salas del club.
Karen Boros y Juliet Kothe son las comisarias de la muestra y han reunido, después de visitar estudios en toda la ciudad, a 117 artistas que residen en Berlín. La exposición coincide con la Bienal, que se inauguró el sábado pasado, tras haber sido pospuesta desde junio.
La mayoría de las obras escogidas para Studio Berlin han sido creadas a partir de marzo, lo cual revela el carácter “instantáneo” de la muestra, que celebra, entre la incertidumbre y la esperanza, los bienes culturales de la ciudad. Bienes que se propone también preservar (el proyecto está subvencionado por la ciudad de Berlín y la Fundación Boros) y reflejar, reuniendo una vez más la escena club y el arte, dando cuenta de los cambios actuales en la cultura y en la sociedad.
Durante la última década, Berlín lleva intentando resistir la presión de las inmobiliarias y las grandes empresas que han provocado el encarecimiento de los estudios y los locales, pese a lo cual todavía tiene la mayor densidad de estudios y talleres de arte de Europa. El cierre de los clubs y la cancelación de la mayoría de eventos artísticos han supuesto un gran desafío para la ciudad, pero también parecen estar provocando cierta atmósfera de reinvención que todavía es difícil de definir. Este verano bosques, edificios abandonados y sótanos fueron las nuevas (y polémicas) pistas de baile. El agitado pulso de la noche berlinesa, que parecía casi imparable, ha sido ralentizado y se enfrenta, tembloroso y excitado, a un impredecible otoño de fiestas privadas o ilegales.
Es inevitable preguntarse si este “rescate” de Berghain forma parte del aburguesamiento que amenaza la supervivencia de los artistas y la escena underground de la ciudad o si representa el carácter comunitario y regenerador de las artes ante situaciones adversas. Hace tiempo que Berghain no pertenece precisamente a la escena alternativa, pero todavía representa un templo para muchos, y no cabe duda de que una exposición a gran escala catapultará el espíritu del lugar para los más puristas.
Berghain, ubicado en una antigua central eléctrica de la Alemania del Este, ha prestado todas sus salas para la exposición: desde el Panorama Bar hasta el Laboratory (el “cuarto oscuro”). La mitad de los trabajadores y guías de la muestra serán los propios empleados del club, que llevan desde marzo sin trabajar, y se aplicarán las mismas normas de siempre: prohibido grabar o fotografiar dentro del edificio.
Ya no habrá un portero seleccionando caprichosamente, entre quienes forman interminables colas ante las puertas del local, quién entra y quién no, ni habrá gente enroscándose en la pista de baile un lunes por la mañana, pero Studio Berlín no podrá deshacerse de cierta nostalgia. Los fantasmas recorrerán junto a los nuevos visitantes la vieja central, que fue club, y que, hasta nuevo aviso, será un espacio para los artistas de la ciudad.
Desde junio la ciudad de Berlín ha ido recobrando lentamente su frenética vida cultural. Los museos, galerías y bares han podido abrir, aunque con restricciones, y la huérfana vida nocturna vuelve a latir en raves y fiestas clandestinas mientras los clubs permanecen cerrados ante un futuro incierto.
...Autora >
Elsa Estrella Echevarría
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