Señales de humo
El oasis donde se oficiaban bodas de homosexuales
Ana Sharife 23/08/2020
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Aislado, en los límites del gran mar de arena, más allá de la cadena líbica que limita el territorio de Egipto por occidente, el oasis de Siwa pasó siglos inalterado, sin recibir apenas visitas del exterior, lo que protegió su belleza y sus costumbres, entre ellas, la celebración de bodas musulmanas de homosexuales desde el siglo XII.
Se sabe que en este lugar remoto en mitad del desierto arenoso del Nilo hubo asentamientos en el X milenio a. C., y hay evidencias que datan del período tardío de Egipto, entre el 664 a.C., cuando el faraón Psamético I funda la dinastía Saíta hasta la derrota de los persas por Alejandro Magno en 332 a.C. El mismo período de tiempo en el que los griegos de Cirene (antigua ciudad de Libia) establecen contacto con el oasis.
A pesar de su cercanía al Mediterráneo, el oasis de Siwa permaneció intacto, entre espejismos de exuberantes palmeras, olivos y manantiales de agua dulce. Algunos estudios apuntan a que siguió siendo un sheikhdom (emirato) independiente gobernado por un jefe tribal libio hasta época romana. Según Plinio el Viejo, desde las inmediaciones de Alejandría se llegaba en trece jornadas de camello y en doce desde Menfis. Se sabe también que entre los destierros a los que el emperador romano Augusto enviaba prisioneros políticos se encontraba el oasis, y cuenta una leyenda que a una de sus termas de piedra natural (Terma de Juba) acudía a bañarse Cleopatra, la última reina del antiguo Egipto.
Siwa (el país de los amonitas) fue un pueblo célebre en la antigüedad por albergar el oráculo de Amón
Siwa (el país de los amonitas) fue un pueblo célebre en la antigüedad por albergar el oráculo de Amón. Entre los persas y su religión de la luz, la adivinación se concebía como un puente entre el mundo real y el mundo divino, se reclutaban magos (sabios) instruidos en ritos sagrados y cultos mistéricos para servir como consejeros de reyes y guías de pueblos. Creso – el rey de Lidia que nadaba en oro y convirtió su reino en el más poderoso de Oriente (siglo VI a.C.)– acudió hasta Siwa para escuchar sus vaticinios. No había entendido la predicción del oráculo de Delfos cuando le advirtió: “Si cruzas el río Halys, un gran ejército será destruido”, y fue derrotado por Ciro II de Persia.
El valle de los huesos
Durante el siglo V a.C., el poeta Píndaro contribuyó a propagar el culto de Amón en la antigua Grecia, y emisarios religiosos de ciudades como Esparta y Atenas acudían hasta Cartago a consultar el oráculo de Siwa. Pitágoras emprendió largos viajes con el propósito de recopilar la información científica asequible de su época directamente de las fuentes. Con este fin habría visitado no sólo Arabia y Fenicia, sino también Egipto. En el 525 a. C. el rey Cambises II de Persia invadió el país. Entre los prisioneros que capturó se encontraba el matemático, que fue conducido a Babilonia. Allí, se asociaría con los magies (adivinos), de quienes aprendió la magia de los oráculos, así como las ciencias matemáticas cultivadas por los babilonios.
Un año después, una vez conquistada Egipto, Cambises se enfureció por un designio desfavorable del oráculo de Amón que vaticinaba el rápido fin del yugo extranjero. Reunió en Tebas a un ejército de más de 50.000 soldados que debían atravesar el desierto líbico para alcanzar el templo de Siwa y destruirlo. Según el historiador griego Heródoto, los aqueménidas tomaron la ruta de los oasis para sorprender a los amonitas, y en algún remoto lugar del desierto de Egipto, el ejército de hombres desapareció en medio de una terrible tormenta de arena. Ninguna expedición ha logrado dar con ellos. Sin embargo, clanes amazigh dicen conocer un valle de huesos entre las dunas.
Los persas dominaron Egipto durante casi un siglo y medio, antes de que Alejandro Magno visitara Siwa. Casi inmediatamente después de establecerse en Alejandría (en el 332 y 331 a.C.), el macedonio se dirigió al oasis para consultar al oráculo. Emprendió el camino desde Paraetonium (Marsa Matruh), a través de un desierto lleno de peligros (300 kilómetros, 8 días en camello), pero se perdió con su ejército y cuando todo parecía indicar que iban a correr la suerte de los persas, dos cuervos con sus graznidos lo guiaron a él y a sus hombres. Alejandro preguntó al oráculo si conseguiría gobernar el mundo a lo que el oráculo contestó que sí, aunque por poco tiempo.
A finales del siglo III a. C., Aníbal Barca, el “Padre de la estrategia” cuyas hazañas en la segunda guerra púnica aún se estudia en academias militares en la actualidad, envió mensajeros hasta Siwa para saber cuándo acabaría su guerra con Roma. El oráculo contestó que sería derrotado y al poco, Escipión el Africano le venció en la batalla de Zama.
El amor entre hombres
En el año 640, los árabes introdujeron la religión y el idioma y gobernaron Egipto durante los siguientes seis siglos. Los pueblos bereberes (imazighen) se islamizaron y fueron dependientes del califato de Damasco gobernado por los Omeyas (primero en Oriente y luego en Al-Ándalus), en un tiempo en que se exaltaba el amor entre hombres y entre mujeres. “Estas concepciones de la homosexualidad, que se encuentran en los textos islámicos clásicos desde Irak, Persia, Afganistán, Turquía y países del norte de África como Egipto, Túnez y Marruecos hasta Córdoba, Sevilla o Granada tras la conquista árabe en el año 711, se parecen a las tradiciones de los greco-antigüedad romana”, escribe el académico estadounidense Louis Crompton en Homosexualidad islámica (1997).
Al-Maqrizi, un destacado historiador egipcio de la época mameluca, estudioso del califato fatimí –que se estableció entre los imazighen en el año 893– y su papel en la historia de Egipto, visitó el oasis en el siglo X y anotó que “un hombre benevolente llegó al oasis y plantó un huerto”, y luego “fue a La Meca y trajo de regreso árabes y bereberes para vivir en el oasis, donde se establecieron”. Eran “siete familias” (los orientales) y “treinta familias” (los occidentales), así que allí “había 600 personas viviendo”. También describió monumentos y bosques de cientos de miles de palmeras y olivos, y “naranjos del tamaño de un sicomoro egipcio, que produce catorce mil naranjas cada año”.
La lengua y costumbres árabes llegan al oasis durante el califato fatimí que se extendía desde Siria y la península arábiga hasta el Magreb oriental
La lengua y costumbres árabes llegan al oasis durante el califato fatimí que se extendía desde Siria y la península arábiga hasta el Magreb oriental, y se construye la fortaleza amurallada que protegió a los habitantes de Siwa durante siglos de los ataques de tribus hostiles, convirtiéndola en una pequeña isla en el océano árabe, entre lagos de sales y manantiales de agua dulce.
Almuˁizz, conquistador de Egipto y fundador de El Cairo, “fue famoso por su tolerancia de otras religiones y diversas sexualidades, y gozó de las simpatías de sus súbditos judíos y cristianos”, según escribe el profesor de estudios de Oriente Medio en la Universidad Bar Ilan (Israel) Yaacov Lev en Los faimíes y Egipto (1988). En la Corte de Almuˁizz, el filósofo y filólogo homosexual Ibn Saˁdūn (Sevilla, 927-972) se convierte en su poeta oficial. “La característica más importante de la regla fatimí fue la libertad de pensamiento y la razón extendida a las personas, que podían creer en lo que quisieran, siempre que no infrinjan los derechos de otros”. Los califas de esta dinastía adquirieron fama de “bibliófilos y protectores del saber. Su comercio y relaciones diplomáticas se extendieron hasta China y su dinastía Song”. Egipto floreció.
A los fatimíes les seguirían los ayyubíes reyes de Egipto. “Una dinastía musulmana curda fundada por Saladino y centrada en Egipto que gobernó gran parte de Oriente Medio y norte de África durante los siglos XII y XIII. Saladino fue visir de Egipto fatimí en 1169 y luego sultán, convirtiéndose entre los cristianos en símbolo de cortesía y caballerosidad, incluso para sus enemigos, a los que trataba con juicio y honor”, escribió Yaacov Lev en Saladino en Egipto (1998). Dante lo ubicó junto a Sócrates y Homero, en el Limbo, un espacio destinado a los justos. Hasta el siglo XVI se constituiría el sultanato de los mamelucos en Oriente Próximo con centro en Egipto, “un califato abierto respecto a la cuestión homosexual y lésbica, e incluso travesti, una categoría social aceptada que se ganaba la vida con la danza”.
El manuscrito de Siwa
Tras el edicto de expulsión por los Reyes Católicos en 1492, entre los exiliados árabes y judíos se encontraba el diplomático Hasan, ‘León el Africano’ que se convertiría en el protegido del papa León, quien maravillado por su sabiduría le pidió que hiciera un compendio donde expusiera todo lo que conocía de África, y escribió Descripción de África y de las cosas notables que ahí hay, adentrándose en el oasis de Siwa. Tan importante fue esta obra que durante siglos no existió otro texto de consulta en Occidente.
En 1905, James Henry Breasted publicó Historia de Egipto, el primer trabajo basado en todas las fuentes egipcias disponibles hasta entonces, entre ellas las de Hasan. Cuatro décadas después el egiptólogo Georg Steindorff señaló la necesidad de una nueva discusión, publicando Cuando Egipto gobernó Oriente, recogiendo las nuevas investigaciones. En las expediciones que el arqueólogo realizó entre 1903 y 1931 había encontrado algo extraordinario: el Manuscrito de Siwa. Unos escritos custodiados por una de las principales familias musulmanas del lugar, que recoge sus antiguas costumbres, entre ellas, la de matrimonios entre hombres.
“Según el Manuscrito de Siwa los enlaces entre hombres tuvieron lugar entre el siglo XII hasta bien entrado el siglo XX, cuando la lengua árabe llega al oasis, ejemplo de una larga tradición de tolerancia hacia la homosexualidad en las culturas islámicas clásicas”. Por tanto, “es improbable que se trate de un caso aislado”, escribe el investigador Abdennur Prado en Homosexualidad en el islam (2006).
El siglo XIX fue revolucionario en Egipto. En 1820, las tropas del virrey otomano y gobernante de Egipto, Alí Pasha (más conocido como Mehmet Alí) el padre del Egipto moderno, entraron en Siwa para controlar las rutas de caravanas del desierto líbico, en una época de prosperidad comercial, cuando el califato actuó como intermediario en las transacciones de café, tejidos y especias, potenciando la agricultura e impulsando el comercio y la industria. Asimismo, mejoró el sistema educativo y construyó escuelas.
Al Tahtawi, reformador social y pedagogo del siglo, considerado el padre del pensamiento árabe moderno y fundador del renacimiento cultural de Egipto (nahda), fue un teórico de la educación, pensador político, economista y hombre de letras. Se inscribe en el marco de un movimiento de cambios, que bajo la dirección de Ali Pasha influyó en el conjunto de las estructuras políticas, económicas y culturales del país. Para Tahtawi la educación era el único camino hacia el desarrollo, hacia la civilización.
Le seguirían pensadores como Muḥammad Abduh, muftí (la mayor autoridad religiosa del país) del reino egipcio, un jurista que rejuveneció el islam. Creía que las rígidas estructuras de la cultura islámica estaban frenando lo que esencialmente era una religión flexible. También destacó Qasim Amin, un intelectual egipcio integrado en la corriente del modernismo islámico, considerado como el primer feminista del país. Escribió La liberación de la mujer (1899) y La nueva mujer (1900), y desarrolló toda su obra en torno a las libertades de la mujer egipcia como base para el desarrollo de una nación.
En esa época, Egipto comienza a abrirse a las exploraciones de europeos orientalistas. Entre ellos Frédéric Cailliaud, geógrafo y antropólogo que trabajó como mineralogista bajo el gobierno de Ali Pasha, y emprendió en 1819 un viaje hasta Siwa. Un año después, Bernardino Drovetti, protegido por las tropas egipcias del gobernador, pudo trazar planos y vistas, logrando complementar la imagen que Cailliaud había dado del oasis. Le siguieron muchos más que contribuyeron a forjar la imagen misteriosa del oasis de los amonitas.
En el siglo XX visita el oasis el gobernante egipcio Abbas II cabalgando en su hermoso carruaje con un séquito de 290 camellos y 22 caballos y recibió una cálida bienvenida. Hasta entonces ningún califa o gobernador censuró las costumbres de Siwa, y los enlaces entre homosexuales prosiguieron con normalidad.
“Un cierto vicio”
Sin embargo, las dos guerras mundiales devastarían el lugar. Durante la Primera Guerra Mundial Siwa se encontraba atrapada entre fuerzas italianas que habían colonizado Libia y los sanusi, una cofradía sufí aliados de los turcos, con quienes sus habitantes simpatizaban. Durante la Segunda Guerra Mundial, Siwa fue bombardeada por los italianos, matando a 100 amonitas. Durante ambas contiendas la población del oasis se refugiaba dentro de las tumbas de la necrópolis de Gebel al Mawta (la montaña de los muertos) para protegerse de las bombas.
En el año 1928, Faruk –un rey corrupto y ladrón dedicado a llevar una vida de excesos–, visitaría Siwa reprendiendo a los lugareños por vivir en “un cierto vicio” –dijo–, y prohibiría las bodas entre homosexuales
Entre ambas guerras, en el año 1928, Faruk –un rey corrupto y ladrón dedicado a llevar una vida de excesos, placeres y lujos–, visitaría Siwa reprendiendo a los lugareños por vivir en “un cierto vicio” –dijo–, y prohibiría las bodas entre homosexuales. Sin embargo, la costumbre continuó hasta los años 60. Mientras el pueblo pasaba hambre, Faruk organizaba fastuosas fiestas en las que no faltaba de nada. Cuando murió, el gobierno egipcio solo dijo “que Dios pueda perdonarlo”.
En Oriente Medio, en las décadas centrales del siglo XX, ideologías laicas y de izquierdas preponderaron repúblicas que adoptaron como ideología oficial el socialismo árabe (en su versión nasserista o baazista), al tiempo que los bastiones conservadores (monarquías del Golfo y aliados, liderados por Arabia Saudí) trataban de obstaculizar su avance. En 1962 Arabia Saudí crea la Liga Mundial Islámica para impulsar una extremista versión del islam: el terrible “despertar islámico”. Sus huestes (los Hermanos Musulmanes) se habían refugiado en el Golfo huyendo de los regímenes de Egipto, Siria o Irak. La financiación saudí les permitió difundir su ideología islamista (la imposición del velo, la persecución de homosexuales, intelectuales y periodistas) y establecer una red internacional, también en Occidente.
En 1964, el egiptólogo Ahmed Moussa descubre algo extraordinario en la necrópolis de Saqqara (en la ribera occidental del Nilo), una tumba en la que dos hombres se muestran abrazados y con las manos unidas. Su amor sucedió durante el imperio antiguo, en la dinastía V, hacia 2500 a.C. Una cultura que los respetó hasta después de la muerte.
Aislado, en los límites del gran mar de arena, más allá de la cadena líbica que limita el territorio de Egipto por occidente, el oasis de Siwa pasó siglos inalterado, sin recibir apenas visitas del exterior, lo que protegió su belleza y sus costumbres, entre ellas, la celebración de bodas musulmanas de...
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Ana Sharife
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