La vita nuova
Lo que pasa debajo de lo que pasa
Las constituciones post-45 nacieron como un pacto, tras un periodo salvaje, para evitar el reparto y, con él, la reacción salvaje. En los países de nueva constitución –el Este y Esp–, no se es consciente de ese pacto histórico y fundamental
Guillem Martínez 15/10/2020
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La crispación ha aumentado. Lo seguirá haciendo. Se trata de un monte de espuma repleto de aristas. Es imposible describirlo, más allá de señalar que es un monte de espuma repleto de aristas. Es preferible, incluso, descansar unos minutos, encender un pito y contemplar la grandeza de ese monte y de su ruido. Y ver lo que esconde. ¿Qué esconde?
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Pase lo que pase en los últimos minutos de ruido y monte, conviene saber que estamos en la anterior crisis, la iniciada en 2007. Duró, recordemos, hasta 2017. Provocó cambios gigantescos en los derechos, en el poder adquisitivo, en la percepción de las cosas. En las cosmovisiones. La actual –la crisis sanitaria, una gripe española en plena I Guerra Mundial– durará hasta 2023 –eso dicen los veterinarios, que son los que más saben de coronavirus; también lo apunta un informe económico de las excajas de ahorro, entidades financieras, otros veterinarios–, o hasta 2024-25 –eso dice algún investigador sanitario–. Se trata, como en la anterior crisis, de una crisis de reajuste financiero. Es decir, también de reajuste de lo político a lo financiero. Lo que marca los márgenes de lo posible en esta crisis. En Europa –lo que queda del Estado; no queda todo, pero queda mucho; una parte quiere morir, pero otra quiere vivir eternamente, como una célula enferma– se ha optado por fórmulas de reparto de la crisis. Esas fórmulas se realizan en torno al trabajo. El caso Esp es paradigmático. Suceden en el Ministerio de Trabajo, desde donde se negocian y emiten medidas para paliar empresas y trabajadores. Muy en la línea de la lógica y las constituciones post-45. Fuera del trabajo no hay medidas –caso Ingreso Mínimo Vital–. Se sabe que la crisis, y la crisis sanitaria, es mayor según la dieta y el domicilio. No se va a hacer nada en la línea de la dieta o el domicilio, la vivienda. No existe, ni tan siquiera, una lógica que ampare esa lógica. Es la época. Por primera vez vendrán, en ayuda del trabajo, fondos europeos. Y, todo lo contrario, créditos. Vendrán de una entidad difusa denominada UE. Europa es gaseosa –Europa ha dado al mundo grandes objetos gaseosos: el sfumato, pero también el gas mostaza y el zyklon–. Europa es, por tanto, bella y brutal. Está habituada a la explosión de lo humano y de lo inhumano. La lidera Alemania. Europa son, de hecho, varias capas de protección que protegen la economía alemana. La perspectiva alemana será importante cuando –¿2023? ¿2025? ¿antes?– decida dejar de participar en la mutualización de la deuda –informal, en el BCE–. O, incluso, dar por finalizado el periodo de antiausteridad.
Prosigue, en esta crisis, la crisis democrática europea. El reajuste financiero supone un reajuste de la lógica de posguerra en todo el continente, seriamente erosionada desde los setenta. Eso es una parte fundamental del monte de espuma. En Esp, más. Las constituciones post-45 nacieron como un pacto, tras un periodo salvaje, para evitar el reparto y, con él, la reacción salvaje. Lo resultante fue un Estado que empleaba todos sus recursos en el Bienestar –la gran aportación de la Constitución alemana, copiada literalmente en la CE78–, un aspecto programático, una época, desaparecida en Esp, zas, en la anterior crisis, con la reforma constitucional exprés. En Europa se es plenamente consciente de ese pacto. Que, aun así, se lamina. Es, no obstante, un límite. Ético, pero ya no político. En los países de nueva constitución –el Este; y Esp–, no se es consciente de ese pacto histórico y fundamental. Ni más ni menos. Simplemente. Se cree, en ese sentido, que una constitución es un fenómeno local y con lógicas locales. Es un problema de percepción. Grande. Con lo que la laminación es superior. Incluso, en algún punto del Este, absoluta. En Esp una parte importante del abanico parlamentario y del Estado –el Deep State– ve así en la Constitución no un pacto post-45, sino una victoria local de unos puntos de vista asentados en la Restauración. Es la esencia de una nación, indiscutible. Y, por lo tanto, indialogable. La democracia esp, no muy fina antes, desde los noventa es el voto, no los derechos y, mucho menos, un pacto post-45. La derecha cat, desde otra lógica, con otro ideal y fondo, ha entrado también en ese cosmos democrático del Este. Esa lógica lleva a la política simbólica de marcos. En la que ni siquiera es importante, o necesario, gestionar una crisis –no lo fue hace 10 años–, sino tampoco una pandemia. Es importante, únicamente, gestionar el monte de espuma. Que crece. Que, por ello, crece. De ese monte salen el voto y las certezas. Certezas de espuma.
La crispación ha aumentado. Lo seguirá haciendo. Se trata de un monte de espuma.
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La crispación ha aumentado. Lo seguirá haciendo. Se trata de un monte de espuma repleto de aristas. Es imposible describirlo, más allá de señalar que es un monte de espuma repleto de aristas. Es preferible, incluso, descansar unos minutos, encender un pito y contemplar la grandeza de ese monte y de su ruido. Y...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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