Vivimos una situación de emergencia alimentaria sin precedentes provocada por los efectos de una pandemia sumados a las repercusiones de una de crisis climática y social en todo el mundo. Estos fenómenos contienen elementos estructurales que deben abordarse conjuntamente desde una perspectiva de sistemas alimentarios y en esta búsqueda de soluciones concretas queremos destacar el papel de las administraciones locales: ¿Qué se puede hacer desde nuestros pueblos y ciudades?, ¿Qué políticas locales alimentarias se pueden incorporar para hacer frente a riesgos globales como la covid-19 o la crisis climática?

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La organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) celebró este año su 75 aniversario con el lema “Cultivar, Nutrir, preservar juntos”. Con él, puso el acento en las dietas saludables y sostenibles, ya que vivimos en un mundo en el que 690 millones de personas (principalmente rurales) pasan hambre, y, al mismo tiempo, 2.000 millones tienen problemas cardiovasculares, diabetes y otros vinculados a dietas de baja calidad nutricional. La actual configuración de los sistemas alimentarios genera mala calidad de vida, gasto sanitario, cambio climático, y se ha relacionado con los orígenes de pandemias. Dudamos que se esté atendiendo en su debida medida a los retos que nos plantea la alimentación.

En la última década, Naciones Unidas ha ido lanzando distintas alarmas alrededor del mal funcionamiento del sistema agroalimentario global, que se expresa principalmente en cinco elementos: inseguridad alimentaria y nutricional, problemas sanitarios vinculados a malas dietas, cambio climático, desperdicio de alimentos y pérdida de biodiversidad y degradación de servicios ecosistémicos. El funcionamiento del actual sistema alimentario global está en la base de una mayoría de los llamados “límites planetarios”, que alertan acerca del traspaso de umbrales de irreversibilidad en los nueve procesos fundamentales para la estabilidad del sistema Tierra. Genera entre un 21 y un 37% de las emisiones de gases de efecto invernadero, y un 8% se relacionan con el desperdicio de alimentos en las distintas fases de la cadena alimentaria global. También está relacionado con la aparición de pandemias, ya que la ampliación de la actividad agraria en las selvas ha sido relacionada con el salto a los humanos de enfermedades como el ébola, zika o la propia covid-19.

La pandemia ha dificultado el desarrollo del trabajo del sector primario y la venta de alimentos en diversos canales, especialmente en aquellos al aire libre

En estos meses hemos visto cómo las personas demandantes de ayuda alimentaria se triplican y cuadruplican, y las colas en la puerta de los bancos de alimentos no van a desaparecer. La pandemia ha dificultado el desarrollo del trabajo del sector primario y la venta de alimentos en diversos canales, especialmente en aquellos al aire libre o en comercio de proximidad, que podrían ser los más seguros desde un punto de vista sanitario. Han empeorado los hábitos de consumo de la población, se ha reducido el consumo de alimentos frescos e incrementado el de alimentos procesados, y se ha limitado el acceso a alimentos de calidad a las personas más vulnerables. La FAO alerta del riesgo de un incremento de entre 83 y 132 millones de personas con hambre en el mundo en relación con el impacto de la covid.

La Comisión Europea publicó en mayo sus estrategias “de la granja a la mesa” y “sobre biodiversidad para 2030”, en las que llama a la promoción de sistemas alimentarios sostenibles frente el mal funcionamiento de los sistemas agroalimentarios. La relocalización de los sistemas alimentarios y la agroecología han sido también reconocidos por la Comisión Europea como elementos centrales para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. El Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático incorpora la perspectiva de sistema alimentario por primera vez en España. Sin embargo, hemos visto las importantes resistencias de nuestro Ministerio de Agricultura para incorporar los compromisos europeos hacia un sistema alimentario sostenible en el debate sobre el Plan Estratégico Nacional para el próximo ciclo de Política Agraria Común europea (2021-2027). ¿Estamos perdiendo la oportunidad de reconstrucción de una economía que no repita los errores que hoy sufrimos?

Las ciudades están siendo la punta de lanza de las políticas de alimentación sostenible y saludable en el mundo. En una mesa redonda organizada recientemente por la Red de Ciudades por la Agroecología, la Directora de Seguridad Alimentaria de la Comisión Europea, Sabine Jülicher, reconocía el importante papel de las ciudades y redes de ciudades en la construcción de sistemas alimentarios sostenibles y saludables. Esta mesa redonda se realizaba en el marco de la presentación de la Declaración de Valladolid para el impulso de la sistemas agroalimentarios locales frente a riesgos globales, impulsada por la misma Red de Ciudades por la Agroecología. La Declaración ha sido firmada inicialmente por 21 representantes políticos de grandes capitales (Madrid, Barcelona, Zaragoza, València, Palma de Mallorca, Valladolid o Castelló de la Plana), así como por municipios de tamaño medio (Granollers, San Cristóbal de la Laguna) y rurales (Baztán, Orduña y otros).

En ella, los municipios se han comprometido a desarrollar acciones en torno cinco ámbitos prioritarios para afrontar los retos globales: (1) Impulso de formas agroecológicas de producción, transformación, distribución y consumo de alimentos desde la articulación y cooperación entre territorios urbanos y rurales. (2) Proteger los suelos agrarios y otros recursos alimentarios (agua, conocimientos, etc.). (3) Garantizar el Derecho a la alimentación y el acceso de todas las personas a alimentos sostenibles, saludables, de calidad y justos. (4) Fortalecer el papel de los agentes sociales y tejido asociativo local que trabajan aportando soluciones y mejoras a la gestión de las crisis alimentarias. Y (5), promover la coherencia entre las distintas políticas públicas para la gestión de los riesgos globales.

Esta declaración muestra que tenemos ideas y recursos de sobra para actuar. Solo falta acertar en la tecla a activar y cooperar entre los distintos niveles y ámbitos de la administración para que las acciones sean lo más eficientes posibles. La eficacia y la eficiencia pasan por atender a los síntomas a la vez que se atajan las causas, y con la magnitud de los retos actuales no nos podemos quedar a medias. Esta pandemia es tanto un aviso como una oportunidad para apostar por la alimentación como un derecho que puede fortalecer nuestras economías y no como un negocio que beneficia a unos pocos.

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Daniel López es biólogo y doctor en Agroecología, coordinador técnico de la Red de Ciudades por la Agroecología.

María Carrascosa es ingeniera agrónoma, autora del informe ‘Sistemas alimentarios locales frente a riesgos globales, de la Covid 19 a la crisis climática’

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