Tecetipo
El síntoma ETA
Si esto tuviese que ver con la dignidad, PP y Vox llevarían en sus estatutos la condena a los crímenes del franquismo y los barones del PSOE se cuidarían mucho de aparecer junto al presidente bajo cuyo mandato se ejerció terrorismo de Estado
Gerardo Tecé 17/11/2020
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Según la teoría del Multiverso existen en este mismo momento y en multitud de universos diferentes una infinidad de Españas en las que se considera una gran noticia que, tras décadas de sangre, el espacio de la izquierda abertzale esté dominado por quienes se desmarcan de ETA, condenan la violencia y participan del juego democrático. Sin embargo, cosas de la astrofísica, ninguna de esa multitud de Españas posibles es esta desde la que hoy les escribo. Martes, 16 de noviembre de 2020. Nueve años y un mes después de la desaparición de ETA y sin haber pegado un solo tiro entre medias para merecerlo, la banda armada vuelve a ocupar las portadas, las aperturas de telediarios y el debate político. Un fenómeno tan complejo que ni el propio Stephen Hawking llegó a descifrarlo nunca. Aun así, vamos a intentarlo.
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La tesis principal que explicaría este fenómeno es que hace tiempo que ETA dejó de ser un grave problema para convertirse en un simple síntoma. Un síntoma de cambios en este país. Si el dolor de huesos avisa de la llegada del invierno, o el nacimiento de las flores nos dice que la primavera está a la vuelta de la esquina, la aparición de ETA bajo el brazo de la derecha española es síntoma de que se vienen novedades políticas importantes. No es nada nuevo. Una ETA ya en hibernación volvió a aparecer con fuerza de mano de la derecha cuando en el 15M aquellos jóvenes llenaron las plazas exigiendo revisar las normas de un juego trucado. Apareció también ETA –ya oficialmente desaparecida– cuando los gobiernos del cambio ganaron las alcaldías de las principales ciudades del país y lo hizo otra vez cuando, por primera vez en 80 años, una coalición de izquierdas tomaba las riendas del Gobierno de España. Estos últimos días, ETA, al igual que el grajo que vuela bajo porque hace un frío del carajo, ha vuelto a ser síntoma de unos cambios políticos venideros que dejan helada a la derecha española. Esta nueva aparición de ETA, tan ruidosa como todas las anteriores, llega con unos nuevos presupuestos apareciendo en el horizonte para jubilar a los longevos presupuestos de Montoro. Y, a juzgar por el altísimo nivel de etismo en el ambiente, parece claro que el nuevo ordenamiento presupuestario supondrá un cambio político importante.
Si el problema de que Bildu, junto a otras muchas fuerzas del país, apoye estos presupuestos fuese, como algunos aseguran, ético y moral, sería suficiente con revisar los estatutos de esta formación para comprobar que, al contrario que otros partidos, Bildu exige a su militancia no sólo el rechazo a todo tipo de violencia, sino, además, un compromiso por escrito de oposición a cualquier vulneración de los Derechos Humanos. Si leer estos estatutos fuese un sacrificio excesivo, el caso podría solucionarse con la búsqueda de declaraciones de diputados de Bildu en las que, una y otra vez, condenan –también al contrario que otros– esas violencias del pasado con las que se les podría relacionar. Si ni el papel ni el vídeo fueran suficientes, si alguien, a pesar de todo, quisiese seguir insistiendo en que el problema de los presupuestos es el apoyo de Bildu a los mismos, la solución seguiría siendo sencilla: bastaría con comprobar que quienes ponen el grito en el cielo hoy, en más de una ocasión en el pasado –es normal, se trata de democracia–, han pactado leyes con este partido.
Si nada de todo lo anterior fuese suficiente para demostrar que la nueva aparición de ETA es un pataleo por el cambio político y no una realidad, llegaría el delicado e incómodo momento de auscultar al paciente que presenta a gritos la sintomatología ETA. Si el problema tuviese realmente algo que ver con la violencia, sería el intachable presidente hippie de una desconocida asociación pacifista perdida en las montañas quien lideraría esta campaña por la memoria de las víctimas y no quienes hace no mucho aplaudían en pleno Congreso el estallido de bombas sobre las cabezas de inocentes en una guerra personal. No estarían al frente quienes lamentaban, pero no condenaban la muerte de periodistas españoles a manos del ejército norteamericano. Ni quienes siguen afeándoles a los familiares de los asesinados en las cunetas su intención de darles un entierro digno. Si el problema tuviera algo que ver con la justicia no abanderarían esta campaña quienes se niegan a que se revisen los mayores crímenes cometidos contra españoles en el último siglo.
Si todo esto tuviese algo que ver con la dignidad y no con el reparto de un nuevo presupuesto, PP y Vox llevarían en sus estatutos una condena a los crímenes del franquismo y los divinos barones del PSOE se cuidarían muy mucho de aparecer en público junto a aquel presidente bajo cuyo mandato se ejerció terrorismo de Estado en España a costa del contribuyente. No, todo esto que vivimos hoy no tiene nada que ver con aquel horror que supuso ETA. Esto, simplemente, va de impotencia ante la pérdida de poder, de ausencia de alternativas reales. Esperemos que de aquí a otros diez años sean capaces de encontrarlas. Como decía Stephen Hawking, la inteligencia es la habilidad de adaptarse a los cambios.
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Según la teoría del Multiverso existen en este mismo momento y en multitud de universos diferentes una infinidad de Españas en las que se considera una gran noticia que, tras décadas de sangre, el espacio de la izquierda abertzale esté dominado por quienes se desmarcan de ETA, condenan la violencia y...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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